miércoles, 30 de noviembre de 2016

ANELE


Una buena caminata escuchando música ayuda a relajar la mente y activar el cuerpo. Si además la lluvia fina, la niebla y el frio te hacen acelerar el ritmo, llegar a casa es un placentero alivio.
A solas, preparando la bañera, repasó las tareas. La cena preparada, su uniforme para mañana listo, la ropa planchada y guardada. Tenía toda la tarde para ella.
Un café caliente mientras se llenaba la bañera y un cigarrillo. A pesar de llevar años sin fumar, últimamente le apetecía, y muy de vez de cuando se permitía el capricho.
Volvió al baño, añadió sales relajantes y unas gotas de gel con aroma a coco. Velas aromáticas y un poco de música completaron el relajante escenario.
Con la última calada, comenzó a desvestirse. La ropa sudada fue cayendo al suelo, hasta quedarse solo con las mínimas braguitas. Tomó la taza para terminar el café y se miró en el gran espejo, recorriendo la imagen atentamente, deteniéndose con cuidado. Se quitó las braguitas y se miró como hacía mucho que no se miraba. Ya no era la jovencita rubia que los volvía locos en el instituto, pero a pesar de estar cerca de los cincuenta, aún podía encontrar en la imagen reflejada a una atractiva mujer.
Siguió mirándose, girándose para observar que aún tenía unas duras nalgas, y se prometió a si misma recuperar aquellas falditas cortas que destacaban sus bonitas piernas. Por un momento, toda su monótona vida se desvaneció entre el vapor que empezó a empañar el espejo.
El agua la llamaba y no se hizo de rogar. Fue introduciendo su cuerpo en el cálido elemento, sintiendo cómo cada centímetro de su piel se erizaba por la placentera sensación hasta quedar sumergida por completo.
Las manos sobre el vientre iniciaron un camino decidido hacia los pechos. Suspiró apretándoselos, jugando con los duros pezones, sintiendo como el calor la invadía, dejándose llevar por el placer que brotaba entre sus piernas.
No estaba pensando en nadie, y mucho menos en su marido. Hacía mucho que su vida era una simple rutina, y hablar de vida sexual era un mal chiste. Tampoco había amantes, ni nadie con quien fantasear. Solo era una mujer excitada jugando con su cuerpo.
Una mano bajó en busca de unos abultados labios que agradecieron la caricia abriéndose ansiosos, haciéndola gemir. Tembló como una hoja al apretarse fuerte el pezón, a la vez que las yemas de sus dedos frotaban el hinchado clítoris. Gimió, suspiró, se estremeció acelerando el ritmo de las caricias, regalándose un intenso orgasmo. Tan dulce y placentero que se le hizo difícil recordar cuando se había sentido tan llena y femenina.
No podía permitir que aquello fuese solo algo momentáneo. Su cuerpo había despertado y no estaba dispuesta a volver a abandonarlo, así que por fin encontró un buen propósito para este año.
Volvería a sentirse mujer, a quererse, a valorarse, a gozar.
Ahora lo tenía claro. Se lo merecía e iría a por ello.
Pero todos esos buenos propósitos podían esperar a mañana. El baño estaba resultando muy interesante. Sería una pena no seguir disfrutando del agua caliente, de los aromas, de la golosa tentación de tener sus dedos dentro de su sexo.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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