martes, 31 de diciembre de 2019

PELIGROSA CURIOSIDAD.

Entre los cafés de la mañana, un cigarrillo rápido en la terraza del bar aguantando el frío de diciembre.
Observaba el paso de la gente ensimismada en sus compras y sus pensamientos sin más intención que pasar el tiempo antes de volver a por el segundo café. Nada fuera de la rutina diaria hasta que llegó ese sonido inconfundible de tacones acercándose, y cuando apareció la responsable de ellos, no pude hacer otra cosa que admirar la elegante imagen de una mujer deslumbrante y cuidadosamente arreglada y seguir su caminar por la acera con esas medias negras que resaltan unas esculturales piernas que se perdían bajo el abrigo de piel.
Me impresionó su arreglado peinado y ese cuidado peinado, y pensé que no encajaba en el ambiente habitual de una calle de barrio en un día de semana, y cuando pasó frente a mí, me quedé hipnotizado por aquellos labios rojos y aquella mirada de mujer segura de sí misma. Y por si fuera poco, giró su cabeza, me miró y me sonrió, y ya no pude apartar la mirada siguiendo su caminar hasta que unos metros más adelante se volvió de nuevo a mirarme.
La vi entrar en una la cafetería de la esquina sin entender esa fijación en una mujer que se salía tanto del tipo de mujer en la que solía fijarme, y seguramente habría alguien esperándola en la cafetería... pero la curiosidad provocaba un extraño nerviosismo que me llevó a cambiar mi rutina diaria para ir tras ella...
Un nerviosismo que aumentó en cuanto pude distinguirla sentada al final de la barra sonriendo al verme aparecer. No me atreví a sentarme a su lado, pero si lo bastante cerca como para poder seguir admirándola mientras la camarera traía mi café, un café al que me había invitado la "señora" del fondo y que venía acompañado de una nota que ella me enviaba y me pedía leer.
Mis dedos temblaban al desdoblar aquel pequeño trozo de papel mientras ella pasa a mi lado lanzándome un guiño cómplice y una mirada que me hizo sentir un cosquilleo de estremecimiento recorriendo mi espalda que creció según iba leyendo aquellas líneas:
"A ver si eres tan valiente y atrevido cómo pareces. Te espero en esta dirección en media hora"
Y aunque por mi cabeza pasaron docenas de dudas, no fui capaz de resistirme a satisfacer la excitante curiosidad que aquella nota me había provocado, y a la hora señalada, empujaba la entreabierta puerta que ella había dejado así para mí.
Un espectacular recibimiento me esperaba al final del pasillo. Ella, sentada, con sus vertiginosos tacones y una blanca camisa desabrochada que mostraba su completa desnudez bajo ella. Cerré la puerta sin apartar la vista de tan impactante imagen, y ella, sin decir palabra, se encamina a la habitación y yo la seguí embrujado por el borde de aquella camisa que apenas cubría sus redondas nalgas.
En el dormitorio, una cama con cabecero metálico con unas esposas adecuadamente colocadas y ella acercándose con una pequeña fusta en la mano. Mi cuerpo ardía, sentí su calor y su perfume embriagándome cuando su boca susurraba cerca de mi oreja mientras la fusta jugaba suavemente sobre mis nalgas.
 - Me gustan los hombres traviesos y obedientes, y aquí, en mi refugio yo pongo las reglas, así que desnúdate y túmbate en la cama, las esposas te esperan. O aprovecha tu última oportunidad de salir corriendo.
Un par de azotes más intensos que los anteriores me hicieron reaccionar y sin pesarlo dos veces, obedecí sus órdenes al pie de la letra. Ella, tras ajustar fuertemente las esposas, se sentó a horcajadas sobre mí y comenzó a moverse voluptuosamente y a jugar con su fusta sobre mis pezones.
Su mirada lujuriosa, sus sinuosos movimientos, y aquella ardiente humedad que bañaba mi vientre lograron acelerar mi excitación y aumentar mi erección por momentos, pero era ella y su fusta quienes marcaban el ritmo, y comprendí en aquel instante que estaba firmando mi completa rendición a aquella diosa desconocida dispuesta a convertirme en el juguete que saciaría su lujuria llevándome a ese placentero infierno al que yo estaba deseando entrar.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 22 de diciembre de 2019

RECORDANDO ENTRE LAS SÁBANAS.

Sentir la suavidad de unas sábanas de seda sobre la piel desnuda después de un baño relajante y disfrutar de su roce mientras voy notando como mi cuerpo se va erizando y calentando.
Descubrir como los pezones se endurecen y se levantan reclamando los delicados pellizcos de mis dedos para temblar nerviosamente aumentando mi calor y mis ganas de sentirme de nuevo mujer.
Mis muslos, acariciados por la fina tela, se abren al notar el calor bajo el encaje blanco de mis húmedas braguitas, invitando a mis manos a jugar con mis recién depiladas ingles y apretar los cada vez más hinchados labios en un lujurioso momento que transporta mi mente al cálido lugar donde me transformo en una caperucita hambrienta y deseosa de devorar al peligroso lobo que últimamente me hace recordar sensaciones que ya creía olvidadas...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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jueves, 12 de diciembre de 2019

INOLVIDABLES PRIMERAS VECES.

Han pasado ya tres días y aún me escuecen las nalgas cuando me muevo en la silla. Y esa sensación me traslada una y otra vez a esa inolvidable noche a las órdenes de mi señor.

Sigue pareciéndome algo imposible de creer, algo que ni siquiera podría haber imaginado hace apenas unos meses. Pero ese delicioso escozor de mis nalgas todavía enrojecidas me obliga a aceptar la realidad de mi completa fascinación por esos juegos a los que él me ha ido guiando con su exquisita delicadeza y ternura.

Intensos juegos llenos de "primeras veces" que me hacen pensar continuamente en el momento de volver a entregarme a sus perversas manos.

Me sorprendo a mí misma aceptando los retos que su traviesa mente sugiere. Nunca creí ser capaz de acudir a una cita con una corta faldita sin nada más que unas medias a medio muslo bajo ella, y me río nerviosa al recordarme caminado hacia su coche sintiendo una sensación de frío entre las piernas que curiosamente me encendía deliciosamente. Y luego, esas manos suyas tratando de descubrir si había cumplido sus deseos mientras yo esquivaba sus manos y me hacía de rogar diciéndole que esperara a llegar al hotel.

Hasta que, una vez a solas en la habitación, no pude ni quise evitar sus caricias bajo mi falda. Caricias que me hacían suspirar viendo como él disfrutaba de mi entregada obediencia.

Sabía muy bien lo que me hacía estremecer. Conocía perfectamente la manera de llevarme a un punto sin retorno con sus dedos haciendo brotar una imparable humedad que bajaba por mis temblorosos muslos, acelerando mis ganas de ser suya en aquel mismo instante.

No dudé un segundo en complacerle cuando me pidió que me volviera y levantara mi falda. Sentía su mirada y su deseo, y con la primera nalgada, todo mi cuerpo se estremeció haciéndome gemir. Y de repente, sin que yo supiera de dónde había salido, una fusta recorría mis muslos y mis nalgas para luego comenzar a descargar suaves azotes que me llevaban a un punto de excitación al que no recordaba haber llegado en mi vida.

No logro olvidar mi manera de jadear y de suplicar que no parara, que siguiera con aquel delicioso castigo. Una nueva primera vez, otra inolvidable experiencia entregada a la lujuria de mi señor ante la que yo me rendía y temblaba mientras él se desnudaba sin dejar de jugar con la fusta entre mis piernas logrando volverme loca y a punto de llegar a un salvaje orgasmo.

Y cuando me tomó en sus brazos para terminar de desnudarme por completo y tumbarme en la cama, supe que caería en la tentación de ser suya siempre que él me lo pidiera.
Sus labios y su lengua recorrieron mi cuerpo antes de terminar devorando apasionadamente mi empapado sexo. Todo mi cuerpo se estremecía oyéndole pedirme que gozara, que le entregara ese sabroso orgasmo que le pertenecía...
¡Y claro que era suyo!, ¡y claro que se lo entregué sin ningún reparo!

Todos mis orgasmos le pertenecen, incluso cuando él no está y mi mente vuela recordando cada momento compartido y mis dedos tienen que calmar el ardiente infierno que nace entre mis piernas pensando en él. Y termino retorciéndome entre las sábanas reconociendo que necesito volver a ser suya, admitiendo que mis dedos son unos simples aprendices frente a los suyos...
Y su boca...
Y su fusta...
Y su...
¡UFFFFFF!

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 10 de diciembre de 2019

EXCITANTE RITUAL.

Pasan los meses, pero desnudarla lentamente sigue siendo un excitante ritual al que me entrego golosamente con la devoción de quien desenvuelve el regalo navideño más esperado.

Mis manos van poco a poco dejando al descubierto pedacitos de su erizada piel y mis sentidos se alborotan al mismo ritmo que va creciendo su excitación.

Ella se deja hacer. Goza del momento sabiéndose diosa venerada y puedo ver y oler el calor que brota de cada uno de sus poros. Mis dedos la rozan y ella se estremece disfrutando de esa metamorfosis que la va transformando en una hembra  pecadora que se rinde al placer de mis lujuriosas caricias.

Prenda a prenda, el delicado envoltorio va quedando en el suelo sin que yo pueda apartar la vista de esa sinuosa figura que se retuerce voluptuosamente mientras se muerde los labios. Me concedo unos segundos de placentera contemplación, admirándola como si fuera la primera vez que la veo, antes de desabrochar el blanco sujetador de encaje y dejar al descubierto sus pequeños pechos erizados y ella suspira y jadea pidiendo con la mirada que los bese...

Pero antes, mis manos comienzan a bajar sus húmedas braguitas dejándola desnuda, excitada y deseosa de sentir el calor de mi boca recorriéndola con la pasión que mi diosa se merece cada noche...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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PUEDE QUE ALGUNA TARDE...

Algún día, alguna tarde, los astros se alinearan y podré gozar del mágico espectáculo que supone ver a Milady Colibrí disfrutar relajada de una merecida siesta.

Y tendré que contener mis ganas de besar esa tentadora tela que cubre el sabroso manjar que tanto deseo.

Quizás lo consiga y no salte sobre ella, y espere antes de despertarla con miles de besos en esas cálidas y suaves nalgas. Estoy seguro de que si lo hiciera, ella se despertaría al segundo beso y se haría la dormida para gozar de esa sensación de sentirse deseada y devorada por su hambriento y apasionado Milord, dejándose invadir por el placer que la hace estremecer hasta volverse una hembra entregada a la lujuria.

Y probablemente, al final, será ella la que se encienda y posea a su amante incondicional hasta convertirlo en esclavo de los instintos de esa mujercita viciosa que reclama su momento de locura entre las piernas del culpable de sus más inconfesables y perversos sueños.

MICHEL GARCÍA
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miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿Y AHORA QUÉ? (TERCERA PARTE)

Otra vez sumido en la inquietante duda sobre su desaparición. Otra vez dando vueltas en mi cabeza a infinitas posibilidades, y otra vez recordando cada noche el adictivo sabor de su piel.
La sensación de tener asumida su pérdida se había desvanecido por completo, y ahora se añadía ese nuevo e inesperado capítulo que me hacía pasar la mayor parte del tiempo libre recorriendo las calles buscando su cara entre la gente.
Pero el resultado volvía a ser desalentador y la ansiedad se apoderaba de nuevo de mí. Pasaba los días en modo automático hasta que el cansancio me llevaba de vuelta al solitario apartamento pensando que en unas semanas tendría que reincorporarme a mi antigua oficina y eso suponía perder la única pista que tenía sobre ella.
Pero, a pesar de mi apático estado, aquella tarde, en cuanto cerré tras de mí la puerta, sentí claramente una extraña sensación. Una fracción de segundo que no me permitió más que pararme antes de recibir la embestida de alguien que retuerce mi brazo inmovilizándome contra la pared mientras tapa mi boca con su mano.
- No pretendo hacerte daño, pero lo haré si es necesario. Si prometes relajarte y escucharme, te suelto y nos sentamos tranquilamente en el salón y te daré las explicaciones que necesites.
Asentí sin dudar. Tampoco tenía muchas opciones, y estaba claro que físicamente no iba a solucionar nada. Ella aflojó poco a poco la llave y me fue guiando hacia el sofá, y así pude verla y confirmar que era la escultural y atlética mulata con la que Bega se había subido al coche aquella mañana de domingo en la que los fantasmas del pasado se habían vuelto a cruzar en mi camino.
Sentados frente a frente en mi pequeño salón, pude apreciar claramente la impresionante figura de una mujer que trabajaba su cuerpo duramente en el gimnasio, y sus grandes ojos de color miel de mirada penetrante de mujer segura de sí misma acostumbrada a no andarse con rodeos.
- En primer lugar, quiero disculparme por aparecer así, pero no podía arriesgarme a montar un número en la calle. Espero haber medido mi fuerza y no haberte hecho mucho daño.
- Está bien. Mañana me dolerá el brazo, pero mi cabeza está a punto de estallar, así que espero ansioso tu explicación.
- Estoy aquí para pedirte que dejes de buscar a Bega. Ella no sabe que la has visto y seguido, y tampoco sabrá por el momento que estoy hablando contigo. Te aseguro que mejor así, correríamos riesgos innecesarios, nosotras y tú, y se comprometería la seguridad de mucha gente.
- No entiendo nada. Simplemente apareció después de tantos meses y quise acercarme buscando respuestas a su incomprensible forma de desparecer sin ninguna explicación. Y ahora te presentas aquí y me hablas de riesgos, de seguridad, y ni siquiera sé quién eres...
- Me llamo Erika. Bega y yo somos compañeras de trabajo y casi hermanas desde que éramos unas niñas. No puedo contarte mucho más, pero para tu tranquilidad, ella no pudo hacer las cosas de otra manera, y te aseguro que fue la decisión que más le costó tomar en todos estos años.
- Ya, y me temo que no vas a aclarar ninguna de mis dudas, y que no tengo otra que creerte y seguir haciéndome preguntas sin respuesta.
- Lo siento, pero es así. Pero te diré una cosa, me caes bien, y te aseguro que nunca vi a Bega tan feliz y radiante como cuando estaba contigo.
- Pues ahora mismo no sé si me sirve de mucho.
- Tranquilo, ella te contará el resto de la historia en cuanto sea posible. Sé que quiere hacerlo, pero te juro que aunque me caigas bien, si haces algo que pueda poner en peligro nuestra tapadera, no dudaré un segundo en hacértelo pagar.
- Te creo, te creo... Aunque no sabría cómo destapar algo que no sé de qué se trata...
- Simplemente, sigue con tu vida sin buscar a nadie ni hacer preguntas. Cuando sea el momento adecuado tendrás las respuestas.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
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martes, 12 de noviembre de 2019

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Disponibles mis relatos en formato papel y en e-book.

MICHEL GARCÍA
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miércoles, 30 de octubre de 2019

SIN CONTAR CON ELLO.

No lo buscaba, pero ella apareció de la nada para alborotar mis sentidos y despertar mis demonios.

Sin contar con ello, me fui convirtiendo en un adicto a su cálido aroma, y su culo se volvió mi rincón favorito del universo.

Y así descubrí que en mi interior habitaban tres poderosos seres. Un oso que se moría por abrazarla, un lobo hambriento con ganas de comerla, y un dragón siempre dispuesto a encenderla.

MICHEL GARCÍA
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lunes, 21 de octubre de 2019

LA MIRADA DE MI COLIBRÍ.

Ella tiene esa maravillosa mirada que logra que corra un delicioso escalofrío por mi espalda. Consigue que todos mis sentidos se pongan en alerta y se centren en su impactante figura mientras desparece todo lo que la rodea.
Esa morena flacucha de mirada penetrante me tiene completamente hechizado, ¡y lo sabe! Y lo usa con perversa premeditación para hacerme sentir el hombre más feliz de la Tierra cuando recorro su suave piel besando uno a uno esos lunares que dibujan las rutas del placer que deseo repasar cada noche.
Mis labios saborean esos exquisitos lugares dedicándole a cada uno de ellos el tiempo necesario para conseguir que se vayan convirtiendo en ardientes volcanes que transmiten temblores a su frágil cuerpo mientras yo los paladeo disfrutando de su sabor.
El calor crece en nuestros cuerpos y ella se retuerce entre jadeos invitándome a buscar un nuevo lunar entre sus curvas. Imposible negarse a seguir, imposible no gozar viendo como su ropa va desapareciendo para dejar a la vista golosos territorios dispuestos a ser acariciados, besados, mordidos...
Voy completando cada parada a través de esos senderos de la pasión que discurren por ese cuerpo creado para ser devorado, pero con la certeza de que dejaré para el final esos tres lunares que tanto desea visitar mi traviesa lengua.
El sugerente lunar situado cerca de la comisura de sus labios se convierte en la antepenúltima parada, y rápidamente su boca responde buscando morder la mía.
Poco después, llevo mi lengua al situado en el borde de la erizada aureola de su pezón izquierdo. Sus suspiros se vuelven gemidos mientras se retuerce para que yo pueda apoderarme de él y su mano agarra con fuerza mi cabeza. Noto su acelerada respiración y sé que mi travieso colibrí está gozando al sentirse presa de una morbosa e imparable excitación.
Pero aún queda una última parada. Me dirijo decididamente a ese mágico lunar a medio camino entre su ombligo y su ya desnudo y encendido monte de venus con la intención de ver y sentir como sus temblores aumentan y que eso me permita llenarme del embriagador aroma que fluye a borbotones entre sus piernas inundándolo todo con cada estremecimiento y cada gemido.
Y en ese punto ya no hay lugar para la cordura. Todo se acelera y esa ansiosa hembra en celo está a punto de tomar las riendas para guiarme a ese paraíso terrenal donde se harán realidad sus más inconfesables fantasías, ese donde el tiempo se detiene, ese donde la palabra pecado pierde todo su significado.

MICHEL GARCÍA
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domingo, 13 de octubre de 2019

LA CONVENCIÓN.

Aunque soy un tipo responsable y cumplo con mis obligaciones laborales, no se puede decir que se me pueda catalogar como "empleado modelo". Aún así, sin saber muy bien el motivo, aquí estoy, en la convención nacional de la multinacional para la que trabajo.
Un fin de semana en un resort vacacional que comienza con una fiesta de presentación en los jardines del hotel. Una reunión informal para que podamos ir conociendo a compañeros de otras delegaciones.
En realidad, no es una idea que me apasione, pero trato de mantener una educada cordialidad mientras deambulo probando diferentes canapés por la gran variedad de mesas dispuestas estratégicamente a lo largo del jardín.
Sigo obligándome a sonreír disfrutando de mi copa de vino cuando una preciosa mujer de rasgos orientales me devuelve la sonrisa. Imposible no fijarse en esa delicada y dulce presencia que acaba de volverse a mirarme desde el otro extremo de la mesa, logrando que mi sonrisa ya no necesite esa obligada cortesía.
La sigo con la mirada cuando ella cambia de mesa, y la veo volver a sonreír mirándome desde allí, y eso da comienzo a un interesante juego de miradas mientras vamos recorriendo las distintas mesas. Ella parece encantada con el juego, y tengo la sensación de que está claramente coqueteando, y cuando la sigo con la mirada dirigiéndose hacia un pequeño cobertizo que parece ser el almacén que utiliza el personal del catering, observo como se gira para lanzarme un guiño mientras se muerde los labios que deja muy claras sus intenciones.
No tardo ni un segundo en seguir sus pasos. Un rápido vistazo para comprobar que nadie se ha dado cuenta, y entro cerrando la puerta por dentro, y allí está aquella Diosa del Oriente, de espaldas, con su negra melena sobre sus hombros, con una mirada que invita al pecado.
Comienzo a acercarme recorriendo con la mirada aquel sinuoso y pequeño cuerpo y ella deja caer su vestido. Imborrable la imagen de ese dragón tatuado. Inolvidable ese perfecto culo cubierto por unas mínimas braguitas blancas. Tan tentadora invitación acelera mi respiración y me lleva a pegarme a ella apoderándome de aquellas maravillosas nalgas, y ella suspira al sentir mis labios en su cuello y yo me dejo hipnotizar por el aroma de su cuerpo y por el adictivo sabor de su sedosa piel.
Tantos años imaginando hacer realidad el sueño de tener entre mis brazos a una mujer asiática hacen que me encienda de una manera brutal. Ella nota mi deseo y no deja de suspirar y gemir mientras mis manos recorren el empapado encaje de sus braguitas, y se mueve buscando sentirme, y la pasión se desborda guiándonos hacia la lujuria.
La libero de aquella húmeda tela que cubre mínimamente su ardiente sexo y ella se vuelve. Veo sus negros ojos inyectados por el deseo un segundo antes de que se arrodille ante mí para bajar mi ropa y apoderarse de la tremenda erección que ella ha provocado.
La increíble y tórrida manera de hacer realidad mi fantasía, se ve aumentada por la morbosa sensación de poder ser descubiertos. Por un instante, no puedo evitar echar un vistazo a la puerta, pero aquellos labios y aquella lengua me hacen gemir y estremecerme olvidándome del resto del mundo.
La veo disfrutar haciéndome gozar. Pero unos segundos después, se levanta y se vuelve para apoyarse sobre una especie de mostrador. Sobran la palabras, acepto sin dudar la sugerente invitación y nos dejamos llevar en una entrega frenética que nos conduce sin remedio a un salvaje e inolvidable orgasmo compartido.
Saciados, llenos el uno del otro, aún con la respiración acelerada, invadidos por la pasión de habernos entregado sin reparos a los instintos del deseo carnal, nos miramos sin decir nada hasta que ella vuelve a la realidad y comienza a vestirse. Hipnotizado por su mágica presencia, la imito sin más y recojo sus braguitas para acercárselas. Ella aprieta mi mano con ellas dentro y me abraza con fuerza y tras besarme con ternura susurra en mi oído:
- Guárdalas. Habrá ocasión durante el fin de semana de devolvérmelas.
Me quedo sin palabras al verla salir de aquel pequeño almacén que se acaba de convertir en mi rincón favorito del universo. Unos minutos después, salgo tratando de aparentar la misma cordial normalidad que antes fingía, pero ahora, mi sonrisa no necesita ser forzada, y por suerte, todo el mundo sigue ocupado en socializar y no parece fijarse en un tipo que saborea una cerveza sin poder borrar de su cara una inmensa sonrisa de satisfacción.
Un poco más calmado, recorro las caras buscando la radiante imagen de mi desconocida y traviesa compañera cuando la directora nacional nos pide que nos acerquemos al pequeño escenario que han preparado en una de las arcadas que rodean el jardín.
Unas breves palabras a modo de bienvenida para desearnos un excelente fin de semana antes de pedirnos un gran aplauso para la presidenta del Consejo de Administración Internacional que ha decidido acompañarnos en esta convención. Y de repente, todo parece una película a cámara lenta, hasta los aplausos suenan como lejanos. No puedo creer lo que ven mis ojos cuando mi ardiente Diosa Oriental sube al escenario y se acerca al micrófono. Mi sonrisa se acaba de helar y se convierte en una mueca a medio camino entre la incredulidad y el pánico.
Ella comienza su discurso con una natural tranquilidad que me inquieta y me fascina. Oigo sus agradecimientos por la maravillosa acogida y su mirada se cruza con la mía cuando dice estar segura de que el fin de semana será algo inolvidable y muy bien aprovechado.
Un sudor frío recorre mi espalda y se me seca la garganta. Busco otra cerveza mientras ella sigue dando las gracias, y la oigo pedir un aplauso para quien ha sido su apoyo más importante e incondicional durante los últimos diez años, su marido, el capitán Takamura...
¡Y yo me giro al borde el infarto! Y la sensación empeora cuando veo a aquel hombre, y no puedo evitar pensar en un samurái de esos que conocen quince maneras distintas de atravesarte con su katana antes de que puedas parpadear. Las húmedas braguitas que guardo en el bolsillo de mi pantalón se convierten en lava abrasadora, y estoy seguro de que si él supiera que yo las tengo, se le ocurrirían muchas más de quince formas de usar su katana en mi tembloroso cuerpo.
¡He vuelto a hacerlo! Una vez más, he metido la mano en la boca del lobo.
¡Y queda todo el fin de semana por delante!

MICHEL GARCÍA
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martes, 8 de octubre de 2019

EMBRUJO DEL SUR.

FOTO: Monika Vivas.

A simple vista, la tentadora presencia de una mujer espectacular cuyas curvas invitan a ser recorridas con calma, sin prisas, como si no hubiera un mañana.

Pero si tienes la fortuna de atravesar el umbral de su sedosa piel, podrás descubrir un mágico ser cuya mente se ha ido moldeando con el paso del tiempo y la ha convertido en una mujer segura y orgullosa de sí misma, una de esas peligrosas mujeres convencidas de ser dueñas y responsables absolutas de su felicidad.

Ella aprendió a regalarse placer, a disfrutar de los terremotos que sus sentidos pueden conseguir cuando se alborotan de la forma adecuada.

Y si la vida te ha bendecido con la suerte de formar parte de ese pequeño y exclusivo círculo a quien ella permite entrar en su santuario, deberás sentirte eternamente agradecido y no escatimar atenciones cada vez que la fortuna te permita recorrer esa sinuosa figura con tus manos.

Puedo asegurarte que su calor y sus temblores te contagiarán y terminarás vibrando al ritmo de su acelerada respiración. Y te prometo que merecerá la pena esmerarse en conseguir encenderla física y mentalmente. Ella sabrá llevarte al paraíso entre sus brazos y acabarás rendido a su embrujo deseando no dejar nunca de ser poseído por la más seductora de las diosas que jamás llegarás a conocer.

MICHEL GARCÍA
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viernes, 27 de septiembre de 2019

JUEGOS.

El deseo y el placer se habían vuelto a apoderar de su cuerpo y de su mente gracias a los deliciosos juegos que aquel encantador lobo con cara de ángel y manos de demonio la estaba llevando.
Juegos lujuriosos en el coche, en la cama, en el baño frente al espejo. Juegos adictivos a través de mensajes que la hacían volver a sentirse mujer deseada logrando que su piel vibrara y entrase en calor con el simple hecho de pensar en él.
Una sonrisa se dibujaba en su cara en cuanto llegaba un nuevo mensaje suyo, y un ligero cosquilleo comenzaba a recorrerla deseando que él susurrara aquellas provocativas palabras en su oído mientras sus traviesos dedos desabrochaban su pantalón. Aquellas imágenes se acumulaban en su cabeza logrando encenderla y sus braguitas se humedecían, y en su mente, volvía a querer ser poseída por aquella perversa lengua que le regalaba oleadas de placer en lugares nunca antes recorridos.
Él era capaz de imaginar situaciones tan sorprendentes y placenteras (imposible haber pensado jamás que unos simples e inocentes ositos de gominola podrían llevarla a semejante estado de excitación) que en cada cita ella terminaba por retorcerse gozando sin pudor, traspasando esa sutil frontera que marca el límite entre el paraíso de los sentidos y la perdición de los pecados inconfesables.
Y cada día quería más. Cada encuentro se sentía más lujuriosamente rendida a la tentación de ser suya, olvidándose de los complejos y temores que la habían maniatado durante tanto tiempo. Y ahora no pensaba en dar marcha atrás. Quería seguir disfrutando de aquel regalo del universo que la hacía sentirse tan especial y tan deliciosamente sensible.
Y por si fuera poco, de nuevo la había vuelto a sorprender. Un regalo inesperado, uno que nunca nadie le había hecho, unas braguitas con vibrador para que sus noches a solas fueran una continuación de sus encuentros.
Era su primer juguete sexual, y aunque ella seguía prefiriendo sus dedos, terminaba llevándola a estremecerse cada noche abrazada a su almohada antes de dormirse empapada, para volver a soñar con aquel viejo lobo canoso que la estaba volviendo loca regalándole terremotos de placer en cada poro de su piel y alborotando su mente y sus sentidos, consiguiendo que perdiera la noción del tiempo.

MICHEL GARCÍA
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sábado, 21 de septiembre de 2019

¿Y AHORA QUÉ? (SEGUNDA PARTE)

FOTO: Stheisy Malibú.

El inevitable paso del tiempo fue llevándome a abandonar la infructuosa búsqueda, y aunque de vez en cuando volvía a intentar encontrar su número activo, no me quedó otra que aceptar la realidad.
Las semanas dieron paso a los meses, y me sumergía en otras pieles, otras bocas, otras sábanas, tratando de encontrar sensaciones que me hicieran olvidarla. Pero ella había dejado el listón muy alto y terminaba sintiendo un extraño vacío tras cada uno de aquellos encuentros que solo conseguían aliviar el deseo físico.
Cuando dejé de contar los meses sin ella, surgió la oportunidad de pasar unas semanas trabajando en una ciudad del interior con una gran mejora económica y la posibilidad de desconectar y cambiar esos escenarios tantas veces compartidos con ella.
Tras instalarme y ubicarme en mis nuevas ocupaciones, empezó el proceso de ir conociendo aquella pequeña ciudad llena de barrios antiguos y encantadores rincones de la época medieval. También fui volviendo a recuperar la abandonada costumbre de salir a correr de manera habitual.
En uno de los recorridos, descubrí un pequeño mesón con una agradable terraza que se convirtió en mi nuevo rincón favorito para el aperitivo de los domingos. Un buen vino, unas sabrosas tapas que invitaban a más vinos, y las bonitas vistas desde allí de una vieja capilla con un cuidado jardín que se convertía a menudo en marco adecuado para reportajes fotográficos. Y uno de aquellos domingos, pude disfrutar de unas cuantas modelos luciendo ropa de novia en lo que parecía un reportaje para una revista especializada. Hermosos trajes de novia acompañados de conjuntos de delicada lencería blanca y complementos que aquellas chicas lucían mientras un par de fotógrafos no dejaban de disparar sus cámaras.
Un sugerente espectáculo que me llevó a pedir un tercer vino. Y mientras lo paladeaba, mis ojos comenzaron a percibir las sinuosas e inconfundibles curvas de una de aquellas espectaculares chicas, y tras fijarme con más atención, un escalofrío recorrió mi espalda, y cuando la vi entrar en la caravana que hacía de improvisado camerino, tuve que convencerme de que el vino no estaba alterando mi percepción y haciéndome volver a imaginarla. Pero cuando salió con un nuevo conjunto, tuve la certeza de que era ella...
Mi primera reacción fue levantarme y cruzar corriendo la pequeña plaza que nos separaba, y casi tiro la mesa en un instintivo acto reflejo, pero algo en mi cabeza me hizo pensar que si ella había decidido desparecer, no iba a ser una buena idea aparecer corriendo y abalanzarme sobre ella en medio de toda aquella gente.
Me sorprendí a mí mismo manteniendo por un instante la calma teniéndola a escasos metros. Logre aguantar las ganas y esperé a que terminase la sesión para pedir la cuenta y verla subir a un coche rojo en compañía de una de sus compañeras. Yo había ido caminando, así que salí corriendo hacia la parada de taxis del otro lado de la calle y me subí sin pensar al asiento de atrás diciéndole al conductor que siguiera al coche rojo que giraba en el semáforo del fondo (nunca pensé que algún día usaría esa típica frase de las películas).
Tras un par de giros, ya en el centro de la ciudad, el tercer semáforo nos obligó a parar y el coche rojo se perdió entre el tráfico. Quedaba claro que no era tan sencillo como parecía en el cine, y aunque, tras dejar al taxista con cara de no entender nada, di unas vueltas caminado por el centro con la esperanza de verla a ella o a aquella compañera mulata con la se había subido a ese coche que tampoco aparecía por ningún lado, tuve que darme por vencido y volver a mi apartamento con una triste y angustiosa sensación.
Al menos sabía que estaba viva (otra de las desconcertantes ideas que habían pasado por mi cabeza en varias ocasiones) y parecía estar bien. Pero los interrogantes habían aumentado, y los nubarrones volvían a amenazar con llevar de nuevo mi cabeza a un lamentable estado de ansiedad.
Y, por si fuera poco, verla tan radiante con aquella ropa me hacía recordar los ardientes momentos compartidos, sobre todo, aquellos en los que ella se insinuaba provocadoramente invitándome a jugar en aquel maravilloso jardín de las delicias que se escondía bajo el vuelo de su falda...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
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viernes, 6 de septiembre de 2019

PECADOS INCONFESABLES

Me gusta que me calles a besos y que tu lengua invada mi boca buscando la mía.

Me encanta compartir esa cálida y acelerada respiración que alimenta y enciende todo mi cuerpo mientras te pegas a mí por completo.

Me excita acariciar tu espalda por debajo de tu camiseta haciéndote temblar y sentir el deseo que se va apoderando de ti cuando mis dedos cruzan la tentadora frontera del borde de tu ajustado pantalón para agarrar esas suaves nalgas, y apretarlas, y hacerte gemir al mismo tiempo que te mueves invitándome a seguir recorriéndolas.

Me vuelve loco sentir tu caliente boca saborear mi cuello y oír mi nombre entre tus gemidos.

Rozo el cielo cuando tus labios y tu lengua recorren mi cuerpo desnudo regalándome placer. Y sentir que disfrutas y te estremeces con cada azote en tus nalgas.

Me siento el más afortunado de los mortales cuando mis dedos provocan terremotos dentro de tu cuerpo y se empapan de ese delicioso elixir que brota desde lo más profundo de tu ser y me pides que no pare, y te veo convertirte es esa insaciable mujercita que en la soledad de su cama se entrega a inconfesables pecados mientras sueña con volver a poseerme.


MICHEL GARCÍA
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viernes, 30 de agosto de 2019

¿Y AHORA QUÉ? (PRIMERA PARTE)

Tenía mil pecados en la piel y un infierno entre las piernas, pero yo la miraba y veía al más seductor de los ángeles.
No puedo recordar en que beso nuestro deseo se convirtió en vicio. Si recuerdo claramente su maravillosa costumbre de pasearse por la casa con un corto camisón de seda con la pícara sonrisa de saberse seguida por mi mirada que trataba de no perder detalle de su provocadora manera de moverse sabiendo que no llevaba nada bajo aquella sutil tela.
Me fui dejando envolver por su lujuria y su pasión en inolvidables encuentros, disfrutando de aquella salvaje locura en que se transformaron los meses siguientes.
Me sentía feliz y agradecido por tenerla en mi vida, y gozaba del momento sin pensar en mucho más. Y eso hizo que nunca pude sospechar que aquel desayuno entre sábanas empapadas en sudor y olor a sexo sería nuestro último contacto... bueno, penúltimo si contamos la inolvidable ducha posterior...
Los días siguientes fue imposible saber de ella. Ni móvil, ni redes sociales, nada. Tal y como había aparecido, se esfumó sin ningún rastro, y comencé a darme cuenta que no conocía de ella más que un nombre y un apellido y empezaba a dudar si eran falsos.
No sabía nada de amigos, ni de familia. Se suponía que trabajaba en una agencia de viajes, pero nunca había querido que pasara a recogerla por culpa de una jefa muy estricta, así que, pasadas unas semanas, me presenté en aquella oficina para terminar saliendo de allí con la triste confirmación de que ni allí, ni en ninguna de las otras oficinas tenían constancia de la existencia de aquella empleada. Ni siquiera podían reconocerla cuando les mostré la única foto suya que tenía en mi móvil.
Era todo tan misterioso y surrealista que me parecía estar viviendo una de esas películas de serie B. Me negaba a aceptar que aquella deliciosa y apasionada criatura que había logrado hacerme vibrar de nuevo estuviera envuelta en alguna rocambolesca historia, pero no podía negar la realidad. Las semanas pasaban y seguía sin tener nada a lo que agarrarme, y por mi cabeza empezaban a pasar extrañas ideas sobre agentes secretos, terroristas internacionales, y hasta abducciones extraterrestres.
No entendía nada, y me estaba costando aceptar que podría ser que simplemente ella había decidido desaparecer sin dar explicaciones.
Mi mente divagaba y torturaba mis noches sin saber qué hacer. Era un desolador callejón sin salida y un triste final que me llevaba a recordar uno a uno cada nuestros encuentros buscando alguna pista, recordado situaciones que pudieran haberla molestado, echándome la culpa... En definitiva, queriendo descubrir los posibles motivos...
Y cada vez que volvía a pensar en ella, más me convencía del gran vacío que se había instalado en mi vida, en mi cama, en mis manos.
Y recordar aquella lujuriosa manera suya de hacerme temblar entre sus piernas, suponía una excitante y tremenda tortura que me estaba convirtiendo en un triste y apático personaje que se molestaba por todo y se enfadaba y maldecía contra el mundo.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 18 de agosto de 2019

COLIBRÍ

De vez en cuando, sin que tengas muy claros los motivos ni por donde ha aparecido, se cruza en tu camino una de esas mujeres que te hace mirar dos veces para asegurarte que es verdad lo que tus ojos han visto la primera vez. Luego la suerte te sigue sonriendo, y te la presentan, y según la vas conociendo, descubres que si por fuera impresionan su figura y su mirada, por dentro deslumbra todavía más.
Tenía ese brillo en sus hechiceros ojos que la hacían parecer capaz de comerse el mundo a bocados sin dejar de sonreír.
Ir poco a poco descubriendo los encantos que aquel hermoso envoltorio en forma de sinuosa mujer iba dejando salir se convirtió en un delicioso aliciente al que me fui enganchando mientras disfrutaba del placer de su compañía.
A su ritmo, sin prisas, cuidando de no acelerar las cosas para no presionar, los días pasaban y yo me sentía cada vez más cómodo y más afortunado a su lado, deseando que hubiera otro encuentro que me permitiera abrazar su delicioso cuerpo entre confidencias y cálidos momentos que incendiaban y excitaban mi mente y mi cuerpo.
Ella parecía sentirse a gusto también. Los besos y las caricias iban alcanzando un alto grado de intensidad e intimidad, y consciente de la situación, no tardó en dejar claro que llevaba mucho tiempo siendo una mujer con las cosas muy claras, y que no estaba dispuesta a cambiar sus planes por el simple hecho de estar acompañada, y mucho menos, por una aventura de sexo ocasional. Se había acostumbrado a utilizar a los hombres de igual modo que algunos lo habían hecho con ella. Así que quería ser sincera y avisarme del riesgo que podría suponer engancharme a ella. Tenía claro que yo me merecía el respeto y la sinceridad que estaba demostrando con ella, pero estaba dispuesta a desaparecer antes de consentir que algo terminase por hacernos daño.
Y esa clara y sincera confesión me hizo volverme más adicto a ella. Me hizo desear con más fuerza asumir el riesgo que supondría saborear cada rincón de su cuerpo y lograr tocar el cielo con mis manos sintiéndola estremecerse entre mis brazos.
Cada encuentro, cada cita, me fueron permitiendo abrir pequeñas grietas en esa muralla de protección que se había ido construyendo. Mi paciencia estaba resultando el mejor plan para conseguir que ella se dejara querer, y aunque ella lo justificaba como una falta de cariño, sus suspiros cuando temblaba acostada sobre mi pecho después de hacer el amor intensa y apasionadamente, confirmaban sin necesidad de palabras que se sentía bien y que mis brazos se estaban convirtiendo en un refugio donde sentirse segura.
Su sensible y sabroso cuerpo era un regalo del universo y un placer para mis sentidos. Y yo trataba de mantener la calma para no caer en el error de presionar más de lo debido y me concentraba en paladear cada instante. Era increíble como la pasión y el deseo transformaban aquella fragilidad que transmitía su imagen en una fiera dominada por el placer de gozar sin límites ni fronteras.
Una pasión que terminaba por hacerme temblar entregándome sin temor a ser poseído hasta terminar con nuestros cuerpos exhaustos y entrelazados con la mágica sensación de no saber donde terminaba uno y empezaba el otro.
Mi piel necesitaba la suya. Mi mente la imaginaba a todas horas y deseaba con todas mis fuerzas volver a empaparme de ese embriagador aroma suyo que se quedaba pegado a mí durante días. Ese olor a lujuria y deseo que me obligaba a soñar cada noche con el siguiente encuentro. Ese aroma que me hacía pensar en saltarme las normas y raptarla a la luz de la luna llena y pedirle que no se fuera nunca de mi cama, que fuese mi "colibri" por el resto de los tiempos.
Pero sabía que no podía correr el riesgo de asustarla y conseguir que saliera corriendo.
Así que me mordí la lengua y seguí noche tras noche fantaseando con recorrer ese precioso cuerpo desnudo esperando que al día siguiente ella deseara hacerme suyo otra vez. Y así poder seguir gozando de esta maravillosa locura en la que dos seres hambrientos y necesitados de sincera pasión en sus vidas se devoran entre gemidos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 6 de agosto de 2019

HÉROES...

Héroes sin capa, sin máscara.

Héroes con camiseta de andar por casa, con la batalla del día a día a punto de hacer estallar en mil pedazos la frágil coraza en la que buscamos resguardarnos.

Héroes sin tiempo para que el miedo nos permita detenernos.

Héroes sin superarmas, sin superpoderes, con la única habilidad de enfrentarse a pecho descubierto y con las manos desnudas al desafío que supone seguir un día más.

Héroes sin medallas, sin reconocimientos, con esa eterna seguridad que les hace levantarse una otra vez del suelo, sacudirse el polvo y gritarle a la vida que pega como una niña.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 31 de julio de 2019

LA CHICA DEL BIKINI ROJO.

No sabía ni su nombre. La única certeza era que todos los días, de tres a seis, tomaba el sol en la piscina que compartíamos los cuatro bloques donde yo vivía.
Justo a la hora en que yo salía a mi pequeña terraza a tomar el café y fumar un cigarrillo, ella aparecía y se tumbaba en su toalla, sobre el césped, con aquel bikini rojo sobre sus pequeñas y preciosas nalgas. Y yo me quedaba allí embobado, y repetía café y cigarrillo mientras ella tomaba el sol aislada del mundo con sus auriculares, apartando la vista del libro que leía lo justo para ponerse algo más de crema o para librarse con una sonrisa de los atrevidos que trataban de acercarse a ella.
Aquel hermoso culo se convirtió en el delicioso complemento para mis sobremesas, pero a las seis de la tarde, desaparecía todos los días y yo comenzaba a desear que llegara rápidamente el siguiente día para ver aparecer de nuevo su impresionante figura de criatura angelical con su deseable bikini rojo.
Reconozco que algunas veces, por mi mente pasaba la idea de bajar y acercarme a saludarla. Pero no quería ser otro pesado más al que ella despachara con tanta facilidad. Además, mi aspecto de vampiro recién levantado que se escapa del sol, no era una carta de presentación muy favorecedora.
Hasta que, tan sorpresivamente como había llegado, dejó de aparecer, y me quedé sin el placentero momento café con vistas.
Pasaron los días, pero el recuerdo de su espectacular imagen seguía en mi cabeza. Y aunque pensaba que posiblemente no volvería a verla, en mis sueños, aquel sugerente bikini continuaba regalándome deliciosas imágenes que mi traviesa mente convertía en apasionados reencuentros que me hacían despertar empapado en sudor y con ganas de seguir soñando.
Y así hasta ayer.
Terminé mi turno nocturno y me fui a por el coche, pero mi viejo amigo con ruedas decidió que ya estaba muy cascado para seguir y no hubo manera de arrancarlo. No tenía ganas de esperar a la grúa, así que llamé un taxi y ya mañana me ocuparía.
No tardó en llegar. Me subí a la parte de atrás en modo automático, sin pensar ni fijarme en nada, y cuando me disponía a darle la dirección, la conductora se me adelantó:
- Buenas noches, ¿a casa vecino?
No sé si sonreía por la coincidencia o por mi cara de sorpresa, o por el torpe sí que logré articular... ¡era ella, mi diosa del bikini rojo!
A esas horas de la madrugada, el trayecto fue rápido, pero a mí se me hizo eterno. No sabía qué decir. Y fue ella quien de nuevo me sorprendió cuando le pagaba el servicio:
- Creo que mañana ya puedo volver a mi rutina de pasarme por la piscina un ratito. Estaría bien que te acercaras a charlar, te prometo que de cerca no muerdo. Al menos ten mi número, me gustaría que me llamaras algún día.
Y se fue tras lanzarme un beso, y yo, con calor en las mejillas y temblor en las piernas me quedé plantado en la acera con la sensación de haber vuelto a hacer lo que mejor se me daba cuando alguien me gustaba... ¡el ridículo!
Pero esta vez no. Nunca me perdonaría desaprovechar la oportunidad de hacer realidad los sueños tan golosos que aquella angelical aparición y su inolvidable culo rojo habían despertado en este noctámbulo y patoso solitario.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 16 de julio de 2019

INESPERADO ENCUENTRO.

FOTO: Pilar Domínguez.

Hacía tiempo que no coincidía con ella. Y fiel a su costumbre, apareció de repente en el lugar menos esperado.

Tan arrebatadora e impresionante que dudaba de si su presencia era real o era uno de esos regalos del universo en forma de mujer deslumbrante que algunas veces la magia del destino hacia coincidir en mi camino.

Con ella no había lugar para las preguntas. Ella te absorbía con su brillante resplandor y no quedaba otra que agradecer ser digno de pertenecer al exclusivo círculo con quien ella se sentía lo suficientemente cómoda y relajada para ser ella misma y disfrutar libremente.

Compartiendo cervezas y risas, las horas fueron pasando, y yo me moría por besarla, por apretarla entre mis brazos y empaparme de su delicioso aroma. Pero sabía que no debía forzar las cosas. La conocía bastante bien como para tener claro que ella marcaría el ritmo, que ella sería quien decidiría cómo y cuándo terminaría la noche.

Disfrutando de su compañía, gozando de sus encantos de mujer poderosa, fui dejándome llevar por su embrujo esperando el momento, sabiendo que merecería la pena, consciente de estar al lado de una de esas diosas que, como decía el maestro Sabina, matarías por ser cigarrillo en su boca, arañazo en su espalda y polizón en su cama...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 12 de julio de 2019

MI ALUMNA FAVORITA.

Siempre atenta y aplicada, preparada para asimilar cada una de mis lecciones. Dispuesta a no perderse detalle con la curiosidad de una mente inquieta lista para preguntar cualquier duda que surja en esa cabeza ansiosa por recoger todas las enseñanzas de este viejo profesor.
Cada clase, cada nuevo tema se convertía así en un delicioso placer para mí.
Cansado de impartir conocimientos de forma automática y repetitiva a aulas repletas de jóvenes cuyo principal interés era conseguir la nota necesaria con el mínimo esfuerzo posible, tenerla a ella en primera fila suponía un interesante estímulo que me había devuelto las ganas y la ilusión por guiar los pasos de alguien que realmente se lo merecía y se lo ganaba cada día.
Y cada noche, preparaba la clase siguiente sin esfuerzo, alegre por saber que ella estaría allí. Disfrutando de nuevo de mi trabajo, me descubrí capaz de vibrar otra vez, y de nuevo aparecían esos nervios previos a la clase que hacía mucho que no sentía.
Tan entusiasmado estaba, que tardé un tiempo en percibir ciertos gestos en su lenguaje corporal. Pasadas unas semanas, comencé a fijarme en su manera de vestir. No era muy diferente al resto de sus compañeras, pero había siempre un grado más de atrevimiento provocador en su ropa y en su manera de mirar.
No negaré que para una joven veinteañera no suponía ningún problema tener siempre una imagen de criatura angelical. Y tampoco voy a ocultar que resultaba delicioso disfrutar de esa excitante combinación entre mente inquieta y cuerpo escultural.
Mientras intentaba seguir centrado en mi labor docente, me repetía una y otra vez que aquello no podía ser más que fruto de mi traviesa imaginación, que no era posible que una mujer así se fijara en un tipo que doblaba su edad.
Me volví más atento a todo lo que la rodeaba. Comprobé que su expediente académico rozaba la perfección, y pude confirmar que ella siempre era la primera en llegar y la última en marcharse, y que nunca iba acompañada, y que nadie la esperaba. Y tanta atención me llevó a fijarme más en aquella turbadora sonrisa, en aquellas curvas perfectas que se adivinaban bajo sus ajustados y cortos vestidos.
Al placer de sentirme halagado por su increíble curiosidad, se unía el placer físico de admirar su maravillosa figura. Y eso me excitaba y preocupada al mismo tiempo.
Hasta que una mañana, su asiento estaba vacío. No apareció en toda la clase y un extraño malestar se apoderó de mi cuerpo, y a duras penas, logré controlarlo para seguir con el resto de mi jornada.
Por la tarde, ya en casa, seguía pensando en el nerviosismo que su ausencia me estaba provocando. Me quedé adormilado en el sofá sin muchas ganas de preparar el temario del día siguiente, y de pronto sonó el teléfono, y el sonido de su voz al otro lado me hizo saltar como un resorte. Se disculpaba por no haber podido asistir esa mañana por un contratiempo familiar. Había sacado mi número de la web de la facultad y seguía pidiendo perdón por no poder ir a clase tampoco mañana.
Escucharla supuso un escalofrío. Torpemente, casi balbuceando, atiné a decirle que no se preocupara, que recuperaría el tiempo perdido con suma facilidad.
Pero ella insistía en pedir perdón, y ya tenía otros planes en mente. Sin rodeos, me pidió por favor que pasara por el apartamento donde se aislaba del mundo para estudiar y así retomar las lecciones perdidas esos dos días. Y con la misma segura naturalidad, colgó el teléfono después de darme la dirección y decirme que me esperaba el jueves a las ocho de la tarde.
Resultó difícil mantener la calma. Estar a solas con ella suponía una idea tentadora, pero en mi cabeza no dejaban de saltar alarmas que me recordaban que por mucho que lo intentase presentar como algo natural, la realidad hacia que pareciese algo, cuanto menos, inapropiado. Alumna veinteañera y canoso profesor... No, no sonaba muy bien...
Pero la tentación fue más fuerte que los miedos, y el jueves, a las ocho de la tarde, mis piernas temblaban esperando que ella abriera la puerta.
Y la abrió, y no había ropa ajustada ni provocativa. Pero estaba aquella deslumbrante sonrisa y su intensa mirada, y esa escultural figura cubierta por un encantador pijama de ositos. Me invitó a pasar, y en cuanto hube traspasado el umbral de su santuario, me sentí liberado y agradecido por estar allí. Ella, sin pronunciar palabra, me abrazó con la fuerza y la sinceridad de esos abrazos perfectos, esos que te hacen suspirar mientras todo tu cuerpo se estremece y se acomoda encajando con el suyo.
En mi cabeza se amontonaban las preguntas, pero cuando sus labios rozaron mi cuello, cuando sentí su calor y su aroma, las preguntas desaparecieron. Mis manos se perdieron bajo el pijama buscando la suave piel de su espalda desnuda, y pude sentir como se erizaba cuando mis dedos comenzaron a acercarse al borde del pantalón de su pijama.
Su boca se unió a la mía, y los cálidos besos se volvieron rápidamente ansiosos mordiscos al mismo tiempo que mis manos cruzaban la barrena de su pantalón agarrando con fuerza sus nalgas. La respiración acelerada, la pasión desbordándose por momentos dando rienda suelta al deseo tanto tiempo contenido.
Los miedos, los prejuicios, los imposibles, van desapareciendo al mismo ritmo que nuestra ropa va cayendo al suelo. Completamente desnudos, besándonos de pie en mitad de la habitación. Pegados, rozándonos, sin dejar de acariciarnos, sin parar de comernos a besos, sintiéndonos, sintiendo que el resto del universo acababa de desaparecer, y que solamente existían dos cuerpos necesitados de entregarse el uno al otro.
Dos amantes sin reglas, sin condiciones, que deseaban gozar del placer de unirse en un creciente estado de febril excitación.
Un solo objetivo, una sola norma... embriagarse del sabroso néctar que brota cuando el deseo traspasa la piel y se apodera del alma...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 7 de julio de 2019

LA NIETA.

Ella recorre cada día el frondoso bosque con la serena tranquilidad de saberse vigilada y cuidada por las miradas de todas las criaturas que lo habitan.

Ella, la nieta de la última reina de las brujas, aprovecha cada segundo para empaparse de la magia del lugar con todos sus sentidos alerta. Prestando atención a cada detalle que le sirva en ese definitivo proceso que la llevará a ocupar el lugar que le corresponde como legítima heredera del trono.

Las enseñanzas que su abuela le había ido transmitiendo mientras pudo compartir su vida con ella, y las que le había dejado como legado en aquellos antiguos ejemplares manuscritos, se completaban ahora en su solitario retiro bajo los atentos cuidados de los lobos protectores.

El nuevo solsticio llegará pronto y las brujas se reunirán y prepararán sus rituales, y durante el gran aquelarre, ella se convertirá en la nueva reina de las brujas.

Por eso aprovecha cada instante. Quiere estar preparada y ser digna sucesora de su añorada y dulce abuelita. Desea con todas sus fuerzas estar a su altura y ser tan respetada y querida como lo había sido aquella tierna y adorable mujer que tan impresionante legado le había entregado entre cálidas y amorosas caricias.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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sábado, 15 de junio de 2019

AROMAS DEL MEDITERRÁNEO.

FOTO: Yolanda Alcaraz Orts.

Aún tras los cristales de tus gafas de sol, esa mirada tuya consigue hacerme temblar.
Un delicioso estremecimiento que aumenta al admirar esa imagen de guerrera vikinga que presume de su rizosa melena rubia mientras sonríe al sentirse el centro de mi atención.
Y cuando el recorrido visual me lleva a ese sugerente conjunto rojo que has elegido, en mi cabeza se cuela el recuerdo de aquellas tardes adolescentes en las que las vigilantes de la playa corrían a cámara lenta con sus ajustados bañadores rojos. ¡Dios, mi traviesa mente nunca madurará!
Intento deshacerme de esa imagen, pero ahora eres tú quien corre a cámara lenta por la playa acercándose a este nervioso tipo raro con el que tan bien pareces haber encajado. Y tengo que admitir que me resulta difícil entender que una diosa escultural como tú se haya fijado en este inusual personaje.
Quizás ese sea mi encanto, quizás hayas sabido ver lo ni yo mismo puedo percibir. Sea lo que sea, no queda otra que agradecer a los dioses el afortunado momento en que apareciste por sorpresa. Y desde entonces, mis días se han convertido en una sucesión de asombrosos regalos para mis sentidos.
Aunque a veces se me vaya la cabeza y deba obligarme a centrarme en la deliciosa realidad que supone estar a tu lado, y olvidarme de esas fantasías grabadas en mi cabeza en tardes de verano frente al televisor.
Una tarea que se vuelve extremadamente fácil con esa deslumbrante sonrisa y con esa pícara manera de morderte los labios antes de lanzarme un beso. Y vuelvo a sonreír agradecido sabiendo que eres real, y que tus besos, tus perversas caricias, y sobre todo, ese aroma que el Mediterráneo deja sobre tu sabrosa piel, me llevarán otra vez al paraíso.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 12 de junio de 2019

UNA IMAGEN TUYA.

FOTOS. jd_gallery (David Coto)
MODELO: Estefanía Estevez Gascón.

Más de mil palabras necesitaría para expresar lo que una imagen tuya llega a transmitirme.

Cada curva, cada pliegue, cada poro es un canto a la sensualidad y todos mis sentidos se alteran hipnotizados por la magia que despierta y provoca mis lujuriosos instintos.

Te contemplo y te recorro una y otra vez soñando con rozar tu piel y acercarme para emborracharme con ese delicioso aroma que comienzo a sentir desde la distancia.

Las ganas de saborearte me llevan a imaginar el placer que supondría descubrir cada uno de esos tesoros que tan sutilmente se esconden bajo ese sugerente conjunto de encaje negro.

Me invade una agradable sensación de nerviosismo que recorre mi espalda cuando te giras y veo el brillo de esa penetrante mirada que me atraviesa como si hubieras sentido cada una de esas caricias de mis ojos sobre tu escultural cuerpo, y algo me dice que no es mi piel la única que hierve deseando fundirse sobre la del otro y vibrar en un placentero compás...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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jueves, 6 de junio de 2019

NI EN MIS MEJORES SUEÑOS.

FOTO: Conchi Rodriguez Patiño
FOTO: Noelia Fuente
Aquella hermosa rubia de brillante sonrisa y deslumbrante escote llamó rápidamente mi atención. Imposible no fijarse en la alegría que transmitía y en ese punto de misterio que el humo de la cachimba añadía.
A su alrededor se iba formando una mágica nebulosa que crecía en el interior de mi cabeza por el efecto de las cervezas sobre esa miopía que acompaña mi mirada. Una mezcla hipnótica que me impedía apartar la vista entre trago y trago y me hacía recorrer su figura con la fijación de quien se ve sorprendido por el poderoso embrujo de la belleza hecha mujer.
Sin parar de reír se dejaba fotografiar posando con esa alegre naturalidad que da el sentirse a gusto compartiendo el momento con total confianza y seguridad.
Y entonces pude ver a la culpable de esa alegre situación. Otra deliciosa criatura hacía fotos con su móvil mientras disfrutaba también del divertido e improvisado juego.
No podría decidir cuál de las dos atraía más mis miradas, pero el conjunto resultaba tremendamente atractivo para una mente traviesa como la mía.
Pedí otra cerveza y ellas seguían con su alegría y sus fotos. Mis ojos iban de un cuerpo a otro, gozando de cada curva, agradeciendo haber entrado en aquel bar y ser tan afortunado espectador. Mi cabeza se llenaba con las seductoras imágenes de aquellas dos criaturas sonrientes que compartían tan agradable encuentro ajenas al resto del mundo, y sobre todo, ajenas al solitario elemento que las observaba desde la barra.
Mi imaginación comenzó a dispararse hacia otros escenarios en los que ellas posaban y era yo quien hacía las fotos tratando de capturar la seductora sensualidad de sus sinuosos cuerpos. Pero rápidamente hizo su aparición "el otro"...
Esa parte racional y negativa de mi cerebro, esa parte llena de miedos e imposibles que aturdía mi cabeza con esas voces que paralizaban y atenazaban mis impulsos. Voces que repetían una y otra vez que dejase de pensar en rocambolescas fantasías, y me recordaban que lo único que podría conseguir con aquel par de diosas era hacer el ridículo.
Aún así, seguía sin poder dejar de mirarlas. Ellas se reían, se hacían más fotos y comentaban cada una cuchicheando y disfrutando de una envidiable complicidad. Y yo soñaba con la posibilidad de descubrir el sabor y el olor de aquellas pieles de sedosa apariencia.
"El otro" seguía con su habitual cantinela de problemas y racionales sugerencias, pero mi peligrosa imaginación ya no estaba dispuesta a hacerle mucho caso.
Un escalofrío recorrió mi espalda tras un buen trago al descubrir a una de ellas a mi lado en la barra con su sonrisa hechicera. Me preguntaba si podía hacerles alguna foto juntas, y claro, no dude un segundo en aprovechar la sorprendente oportunidad que el universo me estaba regalando. Me temblaban las manos y no podía borrar una sonrisa tonta de mi cara, pero no dejaba de sacar fotos a aquel maravilloso dúo que continuaba con sus risas llevándome a un estado de alegre excitación con sus sugerentes poses.
Más cervezas, más risas. Su naturalidad fue logrando que mi nerviosismo fuera despareciendo y que cada vez me encontrara más cómodo, y que dejara de escuchar "al otro". Y mi fantasía crecía soñando con poder estar en un lugar más tranquilo donde gozar de la mágica sensación de rozar sus desnudos cuerpos. Y las veía acercarse a susurrarse mientras me miraban, y aumentaban mis ganas de tener cerca sus cuellos y llenarme con su aroma antes de clavar mis dientes con fuerza y sentir el sabroso palpitar de esa delicada piel.
La nebulosa que antes las rodeaba a ellas, comenzó a invadir mi mente. Quizás la euforia, quizás la cerveza, quizás demasiado tiempo viviendo ensimismado en mis rutinarias obligaciones. Una mezcla que se fue apoderando de mi percepción de la realidad hasta dejar lagunas en el recuerdo del resto de la noche...

Desconcertado, la mañana me sorprende completamente desnudo y con un terrible dolor de cabeza en una desconocida habitación, en una cama extraña con sábanas empapadas de un inconfundible olor a sexo. Como único saludo, la mirada indiferente de dos gatos que parecen intentar dejar claro que el intruso soy yo.
Intento hacer memoria, pero no consigo recordar más que la parte de atrás de un coche conducido por la más joven, y que la chica rubia me miraba de reojo desde el asiento del copiloto. Me levanto en busca del baño y voy descubriendo dolores por todo mi cuerpo, y las evidentes marcas de haber estado atado o esposado. Luego, frente al espejo, puedo ver algo parecido a mordiscos y chupetones en mi cuello, y varios arañazos en mis brazos y en mi espalda.
Recorro el vacío apartamento tratando de recuperar mi ropa y buscando alguna referencia que me haga recordar. Al pasar frente a la pequeña cocina, veo sobre la mesa un brik de leche, una caja de galletas y una especie de termo con una nota manuscrita al lado. El café, caliente y cargado, ayuda a relajar el dolor de cabeza y a despejar un poco mi cabeza antes de ponerme a leer aquel intrigante trozo de papel...
"Lo primero, pedirte disculpas por dejarte solo, pero tenías cara de necesitar seguir durmiendo. Espero hayas descansado, te lo ganaste con creces esta noche.
Mi amiga se tuvo que ir temprano a su casa, y yo no podía faltar al trabajo. Te dejo esta nota con mi número de teléfono y el sincero agradecimiento de las dos por una noche tan especial e intensa.
Sinceramente, no cambiaría nada de lo ocurrido, y tengo que reconocer que fue un inmenso placer hacer realidad esa lujuriosa fantasía tuya que pedías y suplicabas con tanta insistencia. 
Si quieres quedarte, llegaré a media tarde, pero si decides irte, espero que me llames y podamos vernos de nuevo. Te aseguro que para nosotras has sido un tierno y sorprendente regalito caído del cielo".
Aunque el café va minimizando los efectos de la resaca más salvaje que logro recordar, mi cabeza sigue embotada y con un gran espacio en blanco. La nota no aclara mucho las cosas, y ni siquiera tengo claro cuál de ellas la ha escrito. Lo único positivo es que parece bastante evidente que "el otro" se equivocaba en lo de hacer el ridículo y por lo visto, ha sido una noche memorable, lástima que no pueda recordarla.
Me intriga un poco tanto arañazo, tanto mordisco, tantas magulladuras y esas marcas en mis muñecas. Me gustaría entender a que se refiere con lo de satisfacer mis súplicas, pero el agudo y doloroso escozor que acabo de sentir al sentarme en una silla de la cocina me da una inquietante perspectiva.
Definitivamente, lo de sentarse no es una buena idea. Creo que mi cuerpo y mi cabeza necesitan reposo, y las respuestas no aparecerán hasta que regrese la dueña de ese par de peludos que me miran desconfiados desde la puerta de la cocina.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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jueves, 30 de mayo de 2019

TARDE DE VERANO.

FOTO: Vanessa Pérez Nido

Llegan los primeros días de calor y no tardas en aprovechar la ocasión de estrenar bikini y lucir tipazo buscando broncear esa deliciosa piel.
Un rato después, te acercas a la piscina y yo pierdo la concentración y cambio la lectura por admirar tu caminar. Aprovecho para encender un cigarrillo mientras te das un rápido chapuzón y luego disfruto observando como te secas antes de tumbarte de nuevo al sol y comenzar a cubrir tu suave piel con crema protectora.
Lentamente, casi como si de un ritual se tratase, vas extendiendo la crema por tus bonitas piernas, y yo disfruto del espectáculo viéndote sonreír cuando te das cuenta de haber capturado toda mi atención.
Tras cubrir adecuadamente brazos, hombros y pecho, el brillo de tu mirada indica que estás gozando de tenerme hipnotizado. Sonrío cuando te tumbas bocabajo y te quitas la parte de arriba del bikini y con un pícaro guiño me invitas a ayudarte con la espalda.
No necesito que insistas. Me acerco y me coloco a tu lado. Mis manos recorren con delicadeza tu piel cubriéndola con mimo, pero no consigo apartar la vista de esas redondas nalgas que se marcan bajo la aún húmeda tela.
Esa lujosa perspectiva logra que mi traviesa mente comience a soñar con la idea de verte quitarte ese pequeño trozo de tela que cubre tu hermoso culo. Y no sé si los dioses escuchan mis plegarias, o es que puedes leer mi mente (apostaría por lo segundo), pero no pierdo un segundo en pararme a pensarlo cuando dejas a la vista y al alcance de mis manos ese maravilloso lugar donde la espalda pierde su buen nombre.
La excitación se apodera de mi cuerpo y se hace notar bajo mis bermudas justo al mismo instante en que comienzas a moverte para girarte y mostrar esa espléndida desnudez que me hace desear recorrer cada una de tus curvas con mis dedos esperando el momento preciso en el que tu cálida piel reclame las perversas caricias de mi traviesa lengua...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 28 de mayo de 2019

ELLA BAILA SOLA.

FOTO: Giralde Mamen.

Os puedo asegurar que ella no es de las que necesita que la invites a salir. Ella se arregla, se prepara y elige que ropa ponerse por el placer de sentirse bien consigo misma y disfrutarse y gozar del momento.
Y después te manda una foto para que veas lo que te pierdes si decides no acompañarla. Ella saldrá, y bailará, y se reirá. Y si te apuntas, verás la felicidad reflejada en su rostro, verás ese delgado cuerpo aprovechar cada segundo y seguramente terminarás por contagiarte de su alegría y podrás participar de ese instante de magia que ella es capaz de crear.
No tendrás más que portarte bien y seguir sus pasos hasta que ella decida volver a casa con los pies destrozados, los zapatos en la mano y una deslumbrante sonrisa iluminando su cara.
Y en ese instante, puede que si has sido un digno acompañante, ella te conceda el privilegio de probar el delicioso elixir de sus labios. Y, quién sabe, quizás la diosa fortuna se apiade de ti y obtengas el exclusivo e inigualable placer de hacerla pensar en regalarte el honor de amanecer entre sus brazos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 26 de mayo de 2019

UNA LUNA Y UN LOBO.

La jornada laboral está a punto de terminar. Una única persona en la sala de espera de la consulta del doctor donde trabajo como secretaria y recepcionista. Una chica joven que logró inquietarme cuando entró por la puerta con una deslumbrante mirada y vestida con una ropa idéntica a la que yo llevo bajo la bata blanca.
Algo que posiblemente ella ni había notado, pero algo en lo que yo no había podido evitar fijarme con atención.
Blusa ajustada, falda corta y zapatos de tacón, y en su mano una cazadora de cuero negro del mismo estilo que la que yo había dejado colgada en el perchero. Por si fuera poca coincidencia, una media melena rubia que yo llevo recogida en una discreta cola pero que ella lleva suelta.
Ahora, desde la pequeña mesa de la recepción, puedo ver la sala donde ella espera, y a través del gran espejo de la pared tengo un ángulo perfecto para observarla discretamente. Veo como se entretiene con el móvil, y aprovechando la soledad de la sala, su relajada postura me regala la posibilidad de comprobar que lleva unas braguitas negras de encaje, con transparencias, preciosas e iguales a las que yo llevo.
No puedo evitar un escalofrío ante tanta coincidencia. Y desde mi más firme y absoluta heterosexualidad, tengo que admitir un nervioso cosquilleo que me impide apartar la vista de aquel trozo de sugerente tela que se vislumbra bajo el borde de su falda. Me sorprendo sintiendo un incipiente calor entre las piernas, y por mi cabeza cruza la idea de descubrir como sería rozar esas braguitas con mis dedos.
No me puedo creer lo que me está pasando. Jamás había pensado algo así, ni siquiera en mis solitarias fantasías. Reconozco haber jugado alguna vez frente al espejo, pero esto es algo totalmente distinto, es otra mujer, y aunque el parecido es increíblemente sorprendente, el rubor y el nerviosismo se están apoderando por momentos de mi cuerpo.
Mi desconcertante momento es interrumpido por la aparición del doctor acompañando a la salida al paciente anterior. Luego se dirige a la sala de espera para saludar a "mi gemela" y le oigo disculparse por una inesperada urgencia que le obliga a marcharse. Les veo venir hacía mi mesa y soy consciente del calor en mis mejillas mientras él se despide pidiéndome que le haga un hueco en la agenda de visitas de mañana.
Tras quedarnos a solas, ella me mira sonriendo y yo busco refugio en la pantalla del ordenador esquivando esa mirada que me hace sonrojar. Una vez confirmada la hora de su cita, es ella la que menciona la simpática coincidencia en la ropa, y yo balbuceo que también tengo una cazadora como la suya. Siento arder mi cara y ella sigue sonriendo y comenta en tono divertido que hasta el corte de pelo hace que tengamos un asombroso parecido.
- No sé qué pensarás, pero tengo que confesar que desde aquí, a través del espejo, he podido ver que también llevas unas braguitas iguales las mías.
- ¡Vaya! Eso resulta un tanto extraño e inquietante, pero reconozco que despierta una morbosa curiosidad. Creo que me están entrando ganas de comprobarlo; es más, sería lo justo, tú has visto las mías, me lo debes.
Mi cabeza, a punto de estallar, dice no, pero mi cuerpo reacciona por su cuenta haciendo que me levante y me dirija a la puerta de la calle para cerrarla por dentro. Luego me vuelvo hacia ella y me quito la bata de trabajo, suelto mi melena y sin pararme a pensar, me bajo la falda y me quedo allí de pie viendo como ella se baja la falda también y se acerca.
Con una mano roza delicadamente mi cara, y con la otra acaricia con decisión la ya empapada tela que cubre mi pubis. Temblando como una hoja, imito sus movimientos un segundo antes de que sus labios rocen los míos.
- ¡Dios! ¡Nunca había hecho algo así! Admito que resulta demasiado excitante para pararme a entenderlo.
- La primera vez que beso a una chica. En mi cabeza saltan muchas alarmas, pero mi cuerpo no deja de estremecerse y quiere más.
- No sé si es por el asombroso parecido, pero prefiero no pensar. Espero que bajo estas tentadoras y húmedas braguitas no haya un tatuaje de un lobo.
- ¡Madre mía! Hay un tatuaje, pero no de un lobo, ¡es una luna!
- ¡Uffff! ¡Una luna que va a volver loco a mi lobo!
Mi lengua busca la suya, sus manos desnudan mi cuerpo. Ya no hay palabras, solo suspiros y jadeos.
Admiro su precioso cuerpo tras desnudarla por completo y mis ojos buscan ese pequeño lobo tatuado sobre su depilado pubis y ya no puedo más que pensar en acercarme a saborear ese palpitante y húmedo sexo que "mi gemela" ofrece sin dejar de mirarme con ese brillo en la mirada que invita a la lujuria.
Ya habrá ocasión para descubrir a que se debe tanta casualidad. Ahora nuestros cuerpos piden que nos dejemos llevar, que disfrutemos de ese morboso y excitante placer que supone recorrer y saborear tan idénticas y encendidas pieles y que dejemos que las pasión se apodere de nuestros sentidos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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