jueves, 30 de mayo de 2019

TARDE DE VERANO.

FOTO: Vanessa Pérez Nido

Llegan los primeros días de calor y no tardas en aprovechar la ocasión de estrenar bikini y lucir tipazo buscando broncear esa deliciosa piel.
Un rato después, te acercas a la piscina y yo pierdo la concentración y cambio la lectura por admirar tu caminar. Aprovecho para encender un cigarrillo mientras te das un rápido chapuzón y luego disfruto observando como te secas antes de tumbarte de nuevo al sol y comenzar a cubrir tu suave piel con crema protectora.
Lentamente, casi como si de un ritual se tratase, vas extendiendo la crema por tus bonitas piernas, y yo disfruto del espectáculo viéndote sonreír cuando te das cuenta de haber capturado toda mi atención.
Tras cubrir adecuadamente brazos, hombros y pecho, el brillo de tu mirada indica que estás gozando de tenerme hipnotizado. Sonrío cuando te tumbas bocabajo y te quitas la parte de arriba del bikini y con un pícaro guiño me invitas a ayudarte con la espalda.
No necesito que insistas. Me acerco y me coloco a tu lado. Mis manos recorren con delicadeza tu piel cubriéndola con mimo, pero no consigo apartar la vista de esas redondas nalgas que se marcan bajo la aún húmeda tela.
Esa lujosa perspectiva logra que mi traviesa mente comience a soñar con la idea de verte quitarte ese pequeño trozo de tela que cubre tu hermoso culo. Y no sé si los dioses escuchan mis plegarias, o es que puedes leer mi mente (apostaría por lo segundo), pero no pierdo un segundo en pararme a pensarlo cuando dejas a la vista y al alcance de mis manos ese maravilloso lugar donde la espalda pierde su buen nombre.
La excitación se apodera de mi cuerpo y se hace notar bajo mis bermudas justo al mismo instante en que comienzas a moverte para girarte y mostrar esa espléndida desnudez que me hace desear recorrer cada una de tus curvas con mis dedos esperando el momento preciso en el que tu cálida piel reclame las perversas caricias de mi traviesa lengua...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 28 de mayo de 2019

ELLA BAILA SOLA.

FOTO: Giralde Mamen.

Os puedo asegurar que ella no es de las que necesita que la invites a salir. Ella se arregla, se prepara y elige que ropa ponerse por el placer de sentirse bien consigo misma y disfrutarse y gozar del momento.
Y después te manda una foto para que veas lo que te pierdes si decides no acompañarla. Ella saldrá, y bailará, y se reirá. Y si te apuntas, verás la felicidad reflejada en su rostro, verás ese delgado cuerpo aprovechar cada segundo y seguramente terminarás por contagiarte de su alegría y podrás participar de ese instante de magia que ella es capaz de crear.
No tendrás más que portarte bien y seguir sus pasos hasta que ella decida volver a casa con los pies destrozados, los zapatos en la mano y una deslumbrante sonrisa iluminando su cara.
Y en ese instante, puede que si has sido un digno acompañante, ella te conceda el privilegio de probar el delicioso elixir de sus labios. Y, quién sabe, quizás la diosa fortuna se apiade de ti y obtengas el exclusivo e inigualable placer de hacerla pensar en regalarte el honor de amanecer entre sus brazos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 26 de mayo de 2019

UNA LUNA Y UN LOBO.

La jornada laboral está a punto de terminar. Una única persona en la sala de espera de la consulta del doctor donde trabajo como secretaria y recepcionista. Una chica joven que logró inquietarme cuando entró por la puerta con una deslumbrante mirada y vestida con una ropa idéntica a la que yo llevo bajo la bata blanca.
Algo que posiblemente ella ni había notado, pero algo en lo que yo no había podido evitar fijarme con atención.
Blusa ajustada, falda corta y zapatos de tacón, y en su mano una cazadora de cuero negro del mismo estilo que la que yo había dejado colgada en el perchero. Por si fuera poca coincidencia, una media melena rubia que yo llevo recogida en una discreta cola pero que ella lleva suelta.
Ahora, desde la pequeña mesa de la recepción, puedo ver la sala donde ella espera, y a través del gran espejo de la pared tengo un ángulo perfecto para observarla discretamente. Veo como se entretiene con el móvil, y aprovechando la soledad de la sala, su relajada postura me regala la posibilidad de comprobar que lleva unas braguitas negras de encaje, con transparencias, preciosas e iguales a las que yo llevo.
No puedo evitar un escalofrío ante tanta coincidencia. Y desde mi más firme y absoluta heterosexualidad, tengo que admitir un nervioso cosquilleo que me impide apartar la vista de aquel trozo de sugerente tela que se vislumbra bajo el borde de su falda. Me sorprendo sintiendo un incipiente calor entre las piernas, y por mi cabeza cruza la idea de descubrir como sería rozar esas braguitas con mis dedos.
No me puedo creer lo que me está pasando. Jamás había pensado algo así, ni siquiera en mis solitarias fantasías. Reconozco haber jugado alguna vez frente al espejo, pero esto es algo totalmente distinto, es otra mujer, y aunque el parecido es increíblemente sorprendente, el rubor y el nerviosismo se están apoderando por momentos de mi cuerpo.
Mi desconcertante momento es interrumpido por la aparición del doctor acompañando a la salida al paciente anterior. Luego se dirige a la sala de espera para saludar a "mi gemela" y le oigo disculparse por una inesperada urgencia que le obliga a marcharse. Les veo venir hacía mi mesa y soy consciente del calor en mis mejillas mientras él se despide pidiéndome que le haga un hueco en la agenda de visitas de mañana.
Tras quedarnos a solas, ella me mira sonriendo y yo busco refugio en la pantalla del ordenador esquivando esa mirada que me hace sonrojar. Una vez confirmada la hora de su cita, es ella la que menciona la simpática coincidencia en la ropa, y yo balbuceo que también tengo una cazadora como la suya. Siento arder mi cara y ella sigue sonriendo y comenta en tono divertido que hasta el corte de pelo hace que tengamos un asombroso parecido.
- No sé qué pensarás, pero tengo que confesar que desde aquí, a través del espejo, he podido ver que también llevas unas braguitas iguales las mías.
- ¡Vaya! Eso resulta un tanto extraño e inquietante, pero reconozco que despierta una morbosa curiosidad. Creo que me están entrando ganas de comprobarlo; es más, sería lo justo, tú has visto las mías, me lo debes.
Mi cabeza, a punto de estallar, dice no, pero mi cuerpo reacciona por su cuenta haciendo que me levante y me dirija a la puerta de la calle para cerrarla por dentro. Luego me vuelvo hacia ella y me quito la bata de trabajo, suelto mi melena y sin pararme a pensar, me bajo la falda y me quedo allí de pie viendo como ella se baja la falda también y se acerca.
Con una mano roza delicadamente mi cara, y con la otra acaricia con decisión la ya empapada tela que cubre mi pubis. Temblando como una hoja, imito sus movimientos un segundo antes de que sus labios rocen los míos.
- ¡Dios! ¡Nunca había hecho algo así! Admito que resulta demasiado excitante para pararme a entenderlo.
- La primera vez que beso a una chica. En mi cabeza saltan muchas alarmas, pero mi cuerpo no deja de estremecerse y quiere más.
- No sé si es por el asombroso parecido, pero prefiero no pensar. Espero que bajo estas tentadoras y húmedas braguitas no haya un tatuaje de un lobo.
- ¡Madre mía! Hay un tatuaje, pero no de un lobo, ¡es una luna!
- ¡Uffff! ¡Una luna que va a volver loco a mi lobo!
Mi lengua busca la suya, sus manos desnudan mi cuerpo. Ya no hay palabras, solo suspiros y jadeos.
Admiro su precioso cuerpo tras desnudarla por completo y mis ojos buscan ese pequeño lobo tatuado sobre su depilado pubis y ya no puedo más que pensar en acercarme a saborear ese palpitante y húmedo sexo que "mi gemela" ofrece sin dejar de mirarme con ese brillo en la mirada que invita a la lujuria.
Ya habrá ocasión para descubrir a que se debe tanta casualidad. Ahora nuestros cuerpos piden que nos dejemos llevar, que disfrutemos de ese morboso y excitante placer que supone recorrer y saborear tan idénticas y encendidas pieles y que dejemos que las pasión se apodere de nuestros sentidos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 8 de mayo de 2019

ÁNGELES O DEMONIOS.

En las antiguas leyendas se habla muchas veces de personajes que se enfrentan y dan caza a poderosos demonios, y en múltiples ocasiones, en esos antiguos relatos, avisan del riesgo evidente que existe al matar a unos de esos demonios y terminar por convertirse en uno de ellos.
Pero en esas fantásticas historias mitológicas casi nunca nos advierten del mayor de los peligros. En muy pocas se menciona lo que puede ocurrir si te enamoras de uno de esos seres.
Y es que cuando te acercas a una de esas deslumbrantes criaturas y descubres su poderosa fuerza, caes en la cuenta de que las cosas no son tan simples cómo te habían contado. Entiendes que esa dualidad de lo bueno y lo malo no es tan exacta. Y compruebas que todo cambia según el lado desde donde lo miras, y que todos tenemos luces y sombras en nuestra más íntima esencia.
Y entonces, ya no importa si los ángeles son los buenos, o si los demonios los malos... en realidad, no importa si es ángel o demonio...
En el momento en que sientes su turbadora y tentadora presencia, lo único que quieres es seguir disfrutando de las ardientes oleadas que hacen temblar tu piel cuando sus manos la recorren. Deseas que no se aparte de tu lado y no deje de acariciarte con esa mágica pasión que altera tu consciencia y tus sentidos mientras notas como tu alma se estremece.
Y ya da igual que los demás no lo entiendan. De nada sirve que te avisen y te digan lo que ellos ven.
Admites gustosamente tu rendición a seguir disfrutando de esas sensaciones que te hacen sentir vivo al ser abrazado por ese ser que te lleva sin remedio por los intensos caminos de esa lujuriosa pasión que bordea la tenue línea que separa la cordura y la locura.
Reconoces tu entrega, y sonríes compadeciéndote de esos pobres infelices incapaces de ver más allá de la historia que les han querido contar. Agradeces no ser uno de ellos, y te alegras de haber tenido la fortuna de haber coincidido en esta vida con una de esas almas puras cuya naturaleza está por encima del bien y del mal.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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