viernes, 30 de agosto de 2019

¿Y AHORA QUÉ? (PRIMERA PARTE)

Tenía mil pecados en la piel y un infierno entre las piernas, pero yo la miraba y veía al más seductor de los ángeles.
No puedo recordar en que beso nuestro deseo se convirtió en vicio. Si recuerdo claramente su maravillosa costumbre de pasearse por la casa con un corto camisón de seda con la pícara sonrisa de saberse seguida por mi mirada que trataba de no perder detalle de su provocadora manera de moverse sabiendo que no llevaba nada bajo aquella sutil tela.
Me fui dejando envolver por su lujuria y su pasión en inolvidables encuentros, disfrutando de aquella salvaje locura en que se transformaron los meses siguientes.
Me sentía feliz y agradecido por tenerla en mi vida, y gozaba del momento sin pensar en mucho más. Y eso hizo que nunca pude sospechar que aquel desayuno entre sábanas empapadas en sudor y olor a sexo sería nuestro último contacto... bueno, penúltimo si contamos la inolvidable ducha posterior...
Los días siguientes fue imposible saber de ella. Ni móvil, ni redes sociales, nada. Tal y como había aparecido, se esfumó sin ningún rastro, y comencé a darme cuenta que no conocía de ella más que un nombre y un apellido y empezaba a dudar si eran falsos.
No sabía nada de amigos, ni de familia. Se suponía que trabajaba en una agencia de viajes, pero nunca había querido que pasara a recogerla por culpa de una jefa muy estricta, así que, pasadas unas semanas, me presenté en aquella oficina para terminar saliendo de allí con la triste confirmación de que ni allí, ni en ninguna de las otras oficinas tenían constancia de la existencia de aquella empleada. Ni siquiera podían reconocerla cuando les mostré la única foto suya que tenía en mi móvil.
Era todo tan misterioso y surrealista que me parecía estar viviendo una de esas películas de serie B. Me negaba a aceptar que aquella deliciosa y apasionada criatura que había logrado hacerme vibrar de nuevo estuviera envuelta en alguna rocambolesca historia, pero no podía negar la realidad. Las semanas pasaban y seguía sin tener nada a lo que agarrarme, y por mi cabeza empezaban a pasar extrañas ideas sobre agentes secretos, terroristas internacionales, y hasta abducciones extraterrestres.
No entendía nada, y me estaba costando aceptar que podría ser que simplemente ella había decidido desaparecer sin dar explicaciones.
Mi mente divagaba y torturaba mis noches sin saber qué hacer. Era un desolador callejón sin salida y un triste final que me llevaba a recordar uno a uno cada nuestros encuentros buscando alguna pista, recordado situaciones que pudieran haberla molestado, echándome la culpa... En definitiva, queriendo descubrir los posibles motivos...
Y cada vez que volvía a pensar en ella, más me convencía del gran vacío que se había instalado en mi vida, en mi cama, en mis manos.
Y recordar aquella lujuriosa manera suya de hacerme temblar entre sus piernas, suponía una excitante y tremenda tortura que me estaba convirtiendo en un triste y apático personaje que se molestaba por todo y se enfadaba y maldecía contra el mundo.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

domingo, 18 de agosto de 2019

COLIBRÍ

De vez en cuando, sin que tengas muy claros los motivos ni por donde ha aparecido, se cruza en tu camino una de esas mujeres que te hace mirar dos veces para asegurarte que es verdad lo que tus ojos han visto la primera vez. Luego la suerte te sigue sonriendo, y te la presentan, y según la vas conociendo, descubres que si por fuera impresionan su figura y su mirada, por dentro deslumbra todavía más.
Tenía ese brillo en sus hechiceros ojos que la hacían parecer capaz de comerse el mundo a bocados sin dejar de sonreír.
Ir poco a poco descubriendo los encantos que aquel hermoso envoltorio en forma de sinuosa mujer iba dejando salir se convirtió en un delicioso aliciente al que me fui enganchando mientras disfrutaba del placer de su compañía.
A su ritmo, sin prisas, cuidando de no acelerar las cosas para no presionar, los días pasaban y yo me sentía cada vez más cómodo y más afortunado a su lado, deseando que hubiera otro encuentro que me permitiera abrazar su delicioso cuerpo entre confidencias y cálidos momentos que incendiaban y excitaban mi mente y mi cuerpo.
Ella parecía sentirse a gusto también. Los besos y las caricias iban alcanzando un alto grado de intensidad e intimidad, y consciente de la situación, no tardó en dejar claro que llevaba mucho tiempo siendo una mujer con las cosas muy claras, y que no estaba dispuesta a cambiar sus planes por el simple hecho de estar acompañada, y mucho menos, por una aventura de sexo ocasional. Se había acostumbrado a utilizar a los hombres de igual modo que algunos lo habían hecho con ella. Así que quería ser sincera y avisarme del riesgo que podría suponer engancharme a ella. Tenía claro que yo me merecía el respeto y la sinceridad que estaba demostrando con ella, pero estaba dispuesta a desaparecer antes de consentir que algo terminase por hacernos daño.
Y esa clara y sincera confesión me hizo volverme más adicto a ella. Me hizo desear con más fuerza asumir el riesgo que supondría saborear cada rincón de su cuerpo y lograr tocar el cielo con mis manos sintiéndola estremecerse entre mis brazos.
Cada encuentro, cada cita, me fueron permitiendo abrir pequeñas grietas en esa muralla de protección que se había ido construyendo. Mi paciencia estaba resultando el mejor plan para conseguir que ella se dejara querer, y aunque ella lo justificaba como una falta de cariño, sus suspiros cuando temblaba acostada sobre mi pecho después de hacer el amor intensa y apasionadamente, confirmaban sin necesidad de palabras que se sentía bien y que mis brazos se estaban convirtiendo en un refugio donde sentirse segura.
Su sensible y sabroso cuerpo era un regalo del universo y un placer para mis sentidos. Y yo trataba de mantener la calma para no caer en el error de presionar más de lo debido y me concentraba en paladear cada instante. Era increíble como la pasión y el deseo transformaban aquella fragilidad que transmitía su imagen en una fiera dominada por el placer de gozar sin límites ni fronteras.
Una pasión que terminaba por hacerme temblar entregándome sin temor a ser poseído hasta terminar con nuestros cuerpos exhaustos y entrelazados con la mágica sensación de no saber donde terminaba uno y empezaba el otro.
Mi piel necesitaba la suya. Mi mente la imaginaba a todas horas y deseaba con todas mis fuerzas volver a empaparme de ese embriagador aroma suyo que se quedaba pegado a mí durante días. Ese olor a lujuria y deseo que me obligaba a soñar cada noche con el siguiente encuentro. Ese aroma que me hacía pensar en saltarme las normas y raptarla a la luz de la luna llena y pedirle que no se fuera nunca de mi cama, que fuese mi "colibri" por el resto de los tiempos.
Pero sabía que no podía correr el riesgo de asustarla y conseguir que saliera corriendo.
Así que me mordí la lengua y seguí noche tras noche fantaseando con recorrer ese precioso cuerpo desnudo esperando que al día siguiente ella deseara hacerme suyo otra vez. Y así poder seguir gozando de esta maravillosa locura en la que dos seres hambrientos y necesitados de sincera pasión en sus vidas se devoran entre gemidos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

martes, 6 de agosto de 2019

HÉROES...

Héroes sin capa, sin máscara.

Héroes con camiseta de andar por casa, con la batalla del día a día a punto de hacer estallar en mil pedazos la frágil coraza en la que buscamos resguardarnos.

Héroes sin tiempo para que el miedo nos permita detenernos.

Héroes sin superarmas, sin superpoderes, con la única habilidad de enfrentarse a pecho descubierto y con las manos desnudas al desafío que supone seguir un día más.

Héroes sin medallas, sin reconocimientos, con esa eterna seguridad que les hace levantarse una otra vez del suelo, sacudirse el polvo y gritarle a la vida que pega como una niña.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados