sábado, 28 de octubre de 2017

JANA (IX)

El tierno animalito dormía profundamente reponiendo fuerzas tras entregarse a la lujuria de las dos insaciables vampiras. Ellas, hacía ya un rato que se habían levantado y compartido una cariñosa ducha, y ahora saborean un café recién hecho contemplando en silencio la pálida luz de la luna que reina sobre la ciudad.
Prista acerca su cara para besar tiernamente los carnosos labios de Jana y sin necesidad de que ella se lo recuerde continua relatando el impactante encuentro en el bosque de Lonjorn con Generosa, la Diosa Blanca...
Allí, en su sencilla cabaña, mientras cenaban, la hermosa hechicera les hablaba pausadamente de cómo durante miles de años había estado esperando la aparición del heredero de la Estirpe del Dragón, y de cómo, unos meses atrás, había tenido la confirmación de su presencia y sin que nadie más hubiese sospechado, se había ido asegurando y siguiendo los pasos del Elegido para prepararse para el momento en que ella misma se encargaría de despertarlo y entregarle la espada del Rey de los Dioses, esa que ella llevaba siglos custodiando y que le otorgaría el legítimo derecho de dirigir los designios del Universo, poniéndolo al frente del ejercito de dragones para expulsar a los dirigentes usurpadores en Lonjorn, en la Tierra y en la mayoría de los planetas habitados donde los dragones habían sido obligados a permanecer escondidos en la clandestinidad para no ser exterminados.
Pero alguien había descubierto la identidad del heredero. Mithrala, la Bruja Oscura, consejera del Rey de Lonjorn, utilizando magia negra lo había averiguado, y avisado al Rey, poniendo además al descubierto la historia de amor entre la propia hija del Rey y el joven capitán de los dragones que guardaban el castillo real...
Jana, con los ojos cómo platos y el corazón a punto de estallar en su pecho, con cara de no dar crédito a las palabras que acababan de salir de la boca de Prista, se estremecía por instantes... Legna, su Legna, su amor, marcado por un tremendo destino y víctima de oscuras maquinaciones por parte de su propio padre...
Y ahora entendía tanta crueldad y tanta impiedad en el castigo que el Rey les había impuesto. No era solo una cuestión de honor, de deshonra familiar, era también algo relacionado con el poder, con conspiraciones para seguir controlando y sometiendo al reino bajo la ley del miedo, y ella le había puesto en bandeja la excusa perfecta para librarse de Legna sin más explicaciones.
Las lágrimas caen por sus mejillas en un doloroso llanto, y Prista solo puede abrazarla mientras le susurra que se tranquilice, que debía ser fuerte, que aún quedaba historia que contar y que era necesario que lo supiera todo. Ambas tenían una misión importante por delante, y a ella le quedaba poco tiempo en la Tierra... debía volver a Lonjorn, y junto a Morlan y a Generosa, preparar todo para el regreso de Legna, y mantener a salvo el bosque y a sus habitantes de los furiosos ataques de la Guardia Negra, pues Mithrala, apoyada en la magia negra y sus hechizos, sospechaba del poder de la Diosa Blanca y no dejaba de insistir al Rey de los vampiros para que destruyese cualquier posibilidad de que Legna encontrase apoyos cuando Generosa lograse romper el conjuro con el que habían convertido al Señor de los Dragones en un simple mortal que vagaba por la Tierra sin recuerdos, sin sospechar nada de su vida anterior ni de su destino.
Así que Jana debía ser valiente y convertirse en la portadora del elixir que Generosa había preparado y encontrar a Legna y despertarlo, y para ello, Prista sacó de su bolso una pequeña caja negra de madera del tamaño de un frasco de perfume. Aquella cajita era la clave para que Legna recuperase su memoria y entonces la Diosa Blanca lo sabría y enviaría a buscarlos para que regresaran a Lonjorn.
Por la cabeza de Jana pasan miles de ideas y de dudas, pero toma aquel pequeño recipiente y lo aprieta con fuerza contra su pecho con un profundo suspiro y piensa en el cruel castigo con el que su despiadado padre les había condenado, dejándolos tan cerca y a la vez tan lejos el uno del otro...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados


lunes, 23 de octubre de 2017

TODO ERA CALMA...

FOTO: Arancha Fernández Blanco.

Desde el momento en que descubrí este pequeño refugio paradisíaco en la costa supe con certeza que era el lugar donde quería vivir. Una preciosa casita de madera y piedra con vistas al mar, rodeada de bosques, con un único y privado acceso, a salvo del paso de turistas, senderistas o "amables" vecinos...
Un lugar ideal para un tipo amante de la calma y el relax, enfrascado en crear realidades juntando letras y palabras que forman historias que luego la magia de la tecnología se encarga de difundir a cualquier rincón del mundo a golpe de click, sin que yo tenga que moverme de mi placentero retiro.
Con algunas salidas esporádicas para llenar la nevera, y algún que otro compromiso social (tampoco se trata de convertirse en un ermitaño aislado del mundo), disfruto de mi mundo con la particular compañía del Señor Gato. Un irreverente peludo aparecido hace unos meses en la entrada de la casa para adueñarse de mi sofá y adoptarme como su humano proveedor de alimentos y mimos según su propia conveniencia.
Por si fuera poco, además de gozar de unas espectaculares vistas, un pequeño sendero me permite bajar cada mañana a una pequeña playa escondida entre acantilados sin otro posible acceso que desde mi propiedad, o atravesando la cerrada vegetación de la zona boscosa que rodea mi parcela y los acantilados. Eso hace que en todo el tiempo que llevo aquí viviendo, solo en una ocasión, un pequeño grupo de naturistas amantes del nudismo se atreviera a aparecer por allí, dejándome el privilegio de disfrutar de tranquilos paseos gozando del placer de sentir la arena bajo mis pies descalzos, aprovechando los días de mar en calma para sentir en mi piel las estimulantes y frías aguas del Cantábrico, y tener que volver corriendo a casa en busca de una toalla, una taza de café caliente, y encontrarme al Señor Gato mirándome con cara de estar pensando en lo loco que estaba su humano.
Unas semanas atrás, mientras vagueaba por la red una tarde que las musas no aparecían, había encontrado una publicación de un gimnasio cercano que ofrecía un curso de tiro con arco, y sin saber muy bien por qué, había terminado apuntándome a esas clases, comprando un equipo completo y estudiando y curioseando todo lo relacionado con algo tan desconocido, algo que se volvió tan fascinante cómo adictivo, hasta el punto de añadirlo a mis rutinas mañaneras. Así que ahora, además de gozar de la arena, el olor a salitre y la brisa del mar, descubría la excitante sensación del ritual del tiro con arco, y las horas volaban mientras lanzaba flechas a improvisadas dianas y mi mente jugaba a imaginarme como un antiguo guerrero samurái en apasionadas batallas...
Hasta que, ayer por la mañana, mientras recorría la playa cargado con un carcaj lleno y con el flamante arco que me acababa de comprar, iba colocando botellas de plástico, latas y todo lo que podía ser usado cómo blanco en diferentes lugares cuando descubrí tras la gran roca que dividía la playa en dos (esa que en mi mente se convertía en la gran fortaleza enemiga a conquistar), la deslumbrante figura de una mujer tumbada boca abajo en su toalla, tomando el sol con sólo un pañuelo pirata en la cabeza y unas grandes gafas de sol.
Paralizado, esperando que ella no hubiese notado mi presencia, pero sin poder moverme ni apartar la vista del llamativo escorpión tatuado en una de aquellas magníficas y redondas nalgas, hasta que ella se gira regalándome la vista con la imagen de sus desnudos pechos y su deliciosa sonrisa. Torpemente, intento disculparme por mi aparición, pero es ella la que tras ponerse de pie alarga su mano presentándose y pide perdón por estar allí sin saber que era una playa privada. Trato de disimular mi evidente nerviosismo y contarle que no, que es solo una playa escondida, que yo vivo allí, pero que no es una zona privada, sin parar de parlotear, sin saber dónde posar mi mirada.
Y ella sonríe con tanta naturalidad que me desarma más todavía (puede que lleve demasiado tiempo de autoimpuesto celibato), y me pide permiso para volver otro día, que traerá café, que será un placer descubrir cómo alguien tan interesante termina viviendo en tan idílico lugar y jugando con flechitas en la playa.
Y así, tras anotar su número de teléfono en un papel y recoger sus cosas, se pierde entre la maleza dejándome el cálido recuerdo de sus labios en mi mejilla y con la imagen del escorpión sobre su impresionante culo grabado a fuego en mi retina, logrando que pasase la tarde barajando la posibilidad de que mi mente hubiese creado la aparición de esa maravillosa sirena... pero creo recordar que las sirenas no llevan tatuajes... pero las piratas los llevan, y ella llevaba un pañuelo con calaveras..., y... también me puedo estar volviendo majara...
Y por primera vez en mucho tiempo, la calma y la tranquilidad se desmoronan, y me comporto cómo uno de los inquietos personajes de mis relatos, sin saber qué hacer, y hasta el Señor Gato me mira con cara extraña, para acabar por saltar sobre mi escritorio y de un preciso zarpazo lanzar el papel con su teléfono a mi cara... será que debo de dejar de hacer el idiota y llamarla???

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos resevados

miércoles, 18 de octubre de 2017

JANA (VIII)

Jana seguía atenta y expectante el interesante relato, viendo cómo Prista se apasionaba por momentos al mencionar la aparición de la Hechicera Blanca, y eso la llevó a recordar sus escapadas adolescentes a la zona de los libros prohibidos de la biblioteca de palacio.
Cuando era una curiosa e inconformista jovencita pasaba mucho tiempo en la biblioteca, y pudo descubrir una entrada oculta entre las viejas estanterías que llevaba a una pequeña estancia repleta de antiguos manuscritos y viejos ejemplares encuadernados de manera artesanal. Saber que era una zona prohibida despertó aún más su interés y la llevó a escaparse a escondidas para empaparse de aquellas antiguas historias donde se hablaba de la olvidada Estirpe del Dragón, aquellos a quienes se consideraba descendientes directos de los Dioses primigenios creadores del Universo. Recordó que allí se hablaba de una Diosa de Luz Blanca a quien se le atribuía el título de Señora de los Dragones, y que sería la encargada de despertar al legítimo heredero de la Estirpe para que devolviera a los Dragones al lugar que les correspondía reinando sobre el resto de los seres del Universo.
Pero un día, la secreta entrada desapareció sin más, y tuvo que olvidarse de aquellas leyendas sabiendo que de nada servirían sus preguntas.
Nunca le había hablado de aquellos libros ni de aquellas historias a nadie, y poco a poco fue pasando a ser un recuerdo que ahora Prista volvía a despertar con el relato de su aventura. Generosa, la guardiana del legado de la Estirpe aparecía en escena, y todo parecía indicar que no era algo casual, que todo estaba de alguna manera conectado en una causalidad dirigida y orquestada con un propósito por ahora desconocido...
Prista se había levantado a por más café y su escultural cuerpo desnudo volvía a buscar el cálido refugio que la manta y la suave piel de Jana ofrecían cuando el timbre de la puerta las sobresaltó...
Tras comprobar que Bea estaba al otro lado de la puerta con cara de no conformarse sin obtener una respuesta, sus miradas se cruzaron en un gesto cómplice y lascivo. Su instinto vampírico se había despertado, y sin necesidad de palabras, dejan pasar al tierno y enfurruñado animalito mientras se relamen divertidas al ver como su expresión de enfado cambia en un instante mirando sus cuerpos completamente desnudos.
Sin el más mínimo atisbo de resistencia, Bea se deja desnudar sobre la cama, suspirando con cada caricia con las que ambas recorren cada rincón de su cuerpo. Totalmente entregada, ofrece su cuello a los afilados colmillos de Jana y abre sus piernas gimiendo de placer al sentir cómo la lujuriosa lengua de Prista recorre su empapado sexo hasta hacerla temblar gozando de su papel de presa poseída por aquel par de deliciosas criaturas que la llevan a explotar en increíbles orgasmos.
Y ya no hubo tiempo para seguir hablando del mágico bosque del lejano Lonjorn. El ambiente se llena de jadeos, de sabores y olores a sangre caliente y sudorosos cuerpos entrelazados en apasionados momentos de placer carnal con cada una de ellas centrada en satisfacer sus más íntimos instintos, sin olvidarse de regalar placer a sus compañeras, dejando que las horas fueran pasando disfrutando de la inesperada y golosa aparición de Bea...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

sábado, 7 de octubre de 2017

JANA (VII)

Durante las siguientes semanas, Morlan se volvió un cicerón encantador que la colmaba de atenciones y mimos mientras la guiaba por los mágicos escenarios de aquel interminable bosque. A Prista no le costó recuperarse física y mentalmente disfrutando de días de ensueño y apasionadas noches al mismo tiempo que descubría al maravilloso ser que se escondía bajo la atlética y poderosa figura del hombre lobo a quien todos admiraban y respetaban como al líder que los mantenía unidos y a salvo de la Guardia Negra del Rey de Lonjorn.
Morlan fue presentándola en cada una de las pequeñas aldeas que poblaban aquel inmenso territorio de enormes bosques y altas montañas que formaban profundos valles cubiertos por una fina niebla. La tupida vegetación, la refrescante humedad de la niebla, la cantidad de riachuelos y manantiales, les permitía moverse a cualquier hora del día con completa tranquilidad sin preocuparse por los abrasadores rayos con que Irus castigaba otras zonas del reino, obligando a los habitantes de esos lugares a llevar una vida nocturna.
Prista fue descubriendo tribus de vampiros, de humanos, de dragones, de hombres lobo... y en todas ellas rendían pleitesía a Morlan, y les agasajaban con muestras de cariño y respeto, haciendo que ella se sintiese gratamente sorprendida y cada vez más atraída por su salvador. Comprendió que la vida bajo las autoritarias normas del reino de los vampiros no tenía mucho sentido, y que la gran mayoría de las historias que les habían contado solo eran mentiras para mantenerles asustados y controlados.
Allí, en el bosque, todos se respetaban y ayudaban, y sobre todo, reían y tenían ese brillo en la cara que da la paz y la felicidad. Y aunque Morlan insistía mucho en que había que mantenerse alerta, que la Guardia Negra podía aparecer en cualquier momento y que cada vez que lo hacían causaban mucho daño y dolor, él también sonreía satisfecho compartiendo risas y comida con los que se consideraban sus protegidos, incluso, algunas noches se animaba a cantar y bailar disfrutando de estar rodeado de aquellos seres a los que reñía entre tragos de licor cuando le llamaban Rey Morlan, y les abrazaba feliz repitiendo que no había reyes, que todos eran amigos que se apoyaban, para seguir la fiesta bailando y persiguiendo a las jóvenes del poblado tratando de levantarles las faldas y terminar cayendo por los suelos entre carcajadas al darse cuenta de que el licor se había apoderado de su cabeza...
Y Prista reía, bebía, bailaba, sintiéndose afortunada por estar allí, y cada noche se entregaba más y más a él, disfrutando del placer de ser mujer entre los brazos de aquel maravilloso ser gracias a quien había vuelto a sentirse viva.
Pero también recordaba a Jana. A veces deseando que estuviera allí y pudiera descubrir la magia de aquel lugar y de aquellas gentes, y otras veces, no podía evitar la tristeza que le provocaba no saber que tipo de suerte había corrido, ni en que lugar estaría pagando el castigo que su despiadado padre le había impuesto...
Con el recuerdo constante de Jana en su cabeza, las jornadas iban pasando, y cuando tras dejar la última de las aldeas, ya pensaba que estarían de regreso al poblado donde Morlan tenía su propia manada, llegaron un atardecer a una zona donde los sonidos, los olores y los colores del bosque tenían una intensidad mucho mayor que en otras partes. Morlan olisqueaba el aire y se mantenía alerta, y ella misma pudo sentir una fuerza, una presencia, algo distinto en el ambiente que hizo que buscase la mano de Morlan para agarrarla con fuerza buscando su protección. Él la miró sonriendo y le dijo que se tranquilizara, que era la última visita y que la había dejado para el final porque era la más importante.
De repente, sin saber de dónde ni cómo, entre los árboles apareció la impresionante estampa de un hermoso caballo blanco, y a su lado, la deslumbrante imagen de una mujer cuya presencia cubría el lugar de una brillante luz. Prista pudo sentir como esa luz traspasaba su piel y la llenaba por dentro de una cálida y reconfortante sensación mientras observaba como aquella etérica figura sonreía y se acercaba a un arrodillado Morlan que agachaba su cabeza ante la Hechicera Blanca, la verdadera Diosa del bosque, hija de la Gran Madre Naturaleza, a quien todos veneraban.
Había oído leyendas e historias sobre ella cuando era una niña y crecía despreocupada en palacio junto a Jana, pero siempre había creído que eran cuentos para niños, y recordaba que la mayoría de las veces las usaban para asustarlas y que tuvieran miedo a lo que había fuera de las fronteras del reino... Pero ahora estaba frente a ella, y podía sentir su fuerza, su luz, su poder, pero no era miedo lo que le hacía sentir. Sentía intriga, curiosidad, algo de nerviosismo, pero sobre todo, su presencia transmitía paz y amor.
Vio como levantaba a Morlan y le abrazaba a la vez que le reñía cariñosamente por inclinarse ante ella. Luego, la llamó por su nombre volviéndose hacia ella abriendo sus brazos para acogerla en el abrazo más tierno que ella podía recordar, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera presa de la emoción.
Temblando cómo una hoja, abrazada cómo nunca había sido abrazada, suspirando, invadida por una deliciosa paz interior, tuvo por un instante la duda de estar soñando, de que fuera su mente la que estaba creando aquella escena tan increíble donde Generosa, la Diosa Blanca, acariciaba su cara iluminándola con su poderosa mirada...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados