jueves, 10 de agosto de 2023

CENA DE EMPRESA.

Tan aburrida y poco ilusionante como de costumbre, pero esta vez con un condicionante que la volvía aún más insufrible que en otras ocasiones.
Mónica y yo llevábamos tres meses de relación secreta. No había ningún tipo de recomendación o impedimento por parte de la dirección acerca de las relaciones entre compañeros de trabajo, pero ambos teníamos claro que estaríamos mejor alejados de los cotilleos y comentarios que circulaban por los departamentos de la multinacional.
Sin que hubiera premeditación, terminamos sentados uno frente al otro en una de las largas mesas preparadas en el salón del evento. Un placer y a la vez una tortura contemplar aquellos labios carnosos y su sugerente escote que tan bien conocía sabiendo que sería cuestión de tener paciencia durante unas horas antes de acabar la noche siendo poseído por su lujuriosa pasión.
Hubo varios cruces de miradas y cómplices sonrisas que nos obligaban acto seguido a disimular tratando de no levantar sospechas.
Pero todo se complicó cuando llegó el turno de los postres. ¡Ella pidió flan con nata, con mucha nata!
Me estremecí por completo al ver su boca cubierta por la misma nata que la noche anterior habíamos usado como juguete perverso en su apartamento.
Los escalofríos y el calor subían y bajaban por mi cuerpo sin poder apartar la vista. Y viendo como ella se movía saboreando cada cucharada entendí claramente que por su cabeza estaban pasando las mismas escenas ardientes que por la mía.
Cuando terminó se relamió morbosamente y luego se levantó de la mesa en dirección al baño. Pude observar que había más miradas que seguían su contoneante caminar y sonreí complacido al ser consciente de ser el único afortunado que iba a disfrutar otra noche más de aquella escultural mujer de curvas deseables y mente traviesa.
Segundos después, un mensaje suyo en el móvil. Lo abrí con el pulso acelerado y con los dedos temblorosos...
 - ¡No puedo más! El sabor de la nata y tus miradas han empapado mi tanga y erizado mi piel. Voy a decir que algo me ha sentado mal y me voy a casa. Pararé en la gasolinera a comprar nata. ¡NO TARDES!

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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