jueves, 1 de abril de 2021

TENTADORA CONFESIÓN (SEGUNDA PARTE).

Siguen llegando a mi buzón esos inconfundibles sobres de colores con tu cuidada y elegante caligrafía. Y no puedo hacer otra cosa que olerlos en cuanto acaban en mis manos.
En el ascensor, los abro con la delicadeza que se merece tan sugerente tesoro para volver a llenarme con el adictivo aroma que empapa cada folio. Ese con el que logras hacerme temblar antes de leer ni una sola palabra.
Ese mágico ritual previo se completa con la búsqueda de la correspondiente foto. Te has convertido en toda una experta consiguiendo posados sensuales que transmiten la esencia de ese cuerpo de diosa felina creado para conducir al pecado al más puro y casto de los mortales.
Y no soy yo el mejor ejemplo de santidad, así que disfruto sin arrepentimiento de esos momentos antes de sumergirme en esas ardientes líneas en las que me cuentas con todo lujo de detalles como tu cuerpo se enciende mientras piensas en mí desnuda en la cama, en la ducha, o jugando ante la cámara con esa espectacular lencería. Me hablas también de ese continuo sueño, ese en el que te metes en mi cama y dejamos que el mundo siga girando mientras el tiempo se detiene para nosotros sin dejar de comernos hasta saciar el deseo acumulado durante todos estos meses.
Cada renglón, cada párrafo, cada confesión me hace temblar admitiendo que deseo lo mismo. Y me estremezco pensado en como terminaría mi cuerpo en manos de una excitada y hambrienta veinteañera. Pensamientos que me conducen a un perturbador nivel de excitación al que ninguna otra mujer me había conducido.
Me cuentas orgullosa, con picardía, los instantes en los que aparezco por casualidad en tu mente y como, de manera automática y sin que puedas evitarlo, un cosquilleo recorre tu cuerpo y el calor sube por tus muslos para terminar humedeciendo tus braguitas hasta obligarte a tener que buscar un lugar privado donde calmar ese incendio que brota entre tus piernas.
Tantos detalles y tan bien descritos que no me supone ningún esfuerzo visualizar esas escenas y recrearlas en mi mente, hasta que, una vez calmada la excitación, recuerdo con claridad quién eres y quién es tu padre, y aparece la culpabilidad, haciendo que me sienta mal y me prometa terminar con este juego antes de lograr que esto llegue a dañar a alguien.
Un propósito firme que se instala en mi cabeza a base de repetírmelo durante toda la semana. Una idea clara y concreta con la que llego el sábado a la barbacoa a la que tu padre me ha invitado.
Ya en el jardín, ayudo a mi amigo con los preparativos mientras charlamos compartiendo unas cervezas. Van llegando los demás invitados y no tardo en comprobar que tus padres han vuelto a repetir el intento de presentarme a algunas amigas solteras o divorciadas. No es algo que me agrade, pero admito que sería una buena idea conocer a alguien y así tratar de apartarme poco a poco de esa obsesiva y continua manera de no pensar en otra mujer que no seas tú.
Trato de ser cortés y me dejo llevar por la situación. Sobre todo cuando Marta, una atractiva mujer de bonita sonrisa, se acerca y muestra un claro interés por mi libro sin disimular un evidente coqueteo. 
No voy a negarlo, me siento halagado al tener tan agradable compañía, pero todo se desvanece cuando apareces con un pequeño y sugerente bikini blanco. El calor de la primaveral mañana junto al calor de la cercana barbacoa más el cálido y apretado abrazo con el que me saludas, convierten mi cuerpo en un volcán a punto de entrar en erupción, y ya no puedo apartar la mirada de tu sinuoso cuerpo y sigo admirándolo mientras te lanzas a la piscina. Veo tu silueta bajo el agua y me estremezco cuando sales empapada y te tumbas en una toalla para secarte al sol.
No sé que me ha preguntado Marta. Mi cabeza ha bloqueado todo lo que no sea ese húmedo cuerpo de diosa y ese bikini mojado que empieza a transparentarse resaltando cada detalle de tus maravillosos encantos. 
Intento disimular y seguir la conversación dándole la espalda al espectáculo que hipnotiza mi mente. La idea es no mirarte, tratar de pensar que no estás tumbada y radiante a pocos metros. Pero mi cabeza es incapaz de borrar es imagen y no logro contestar más que con simples monosílabos las preguntas de aquella mujer que no deja de hablar aceleradamente buscando despertar mi interés.
Poco después pasas a mi lado para decirle a tu padre que vas a darte una ducha y cambiarte antes de ayudarle a poner la mesa y te vas hacia dentro de la casa girándote en el momento justo para pillarme con los ojos clavados en tu maravilloso culo. Tu sonrisa pícara de triunfo deja claro que te alegra haber logrado tu objetico y en mi cabeza comienzo a imaginarte en la ducha desnuda, completamente enjabonada.
Una absoluta locura. Una tortura que me temo que seguirá durante todo el tiempo que esté allí, tan cerca de tu piel, tan lejos de tocarte.
Me sorprendo contestando a Marta sin saber de qué me está hablando. No puedo más que aceptar mi total rendición a tus atrevidas travesuras y comienzo de nuevo a desear que llegue la siguiente carta esperando que haya una foto tuya en el baño, en bikini o sin nada... 

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados