martes, 19 de octubre de 2021

OTOÑO.

Es otoño y quedamos un día cualquiera para un café.
Uno de esos días en que caen las hojas, hace viento y hay muchas posibilidades de que llueva.
Me visto para ti, con la falda de vuelo, las medias de red y las braguitas blancas con lacitos que tanto te gustan.
Llego, y estás ahí al fondo del bar, jugando con tu pitillera metálica para los cigarrillos de liar. Miro tus manos y un estremecimiento me recorre al pensar en ellas bajo mi falda. Sonríes antes de levantarte y abrazarme, y solo puedo cerrar mis ojos y desear que se pare el tiempo.
Nos sentamos en la mesa al lado del futbolín y veo la antigua máquina de música, y al fondo la mesa de billar. Y hablamos, y hablamos, y se hace de noche. 
Tú sin prisa, yo tampoco. Y el camarero, ya cansado, te hace un guiño y te dice que cierres y dejes las llaves en el jarrón de la entrada.
Los dos solos. Me miras con esa mirada que me hace sentir desnuda frente ante ti y me pones tan nerviosa que estoy a punto de lanzarme a comerte a besos cuando te levantas y metes una moneda en la máquina para que suene "California Blues" de Roy Orbison.
 - No soy mucho de bailar, es más, soy sordo de un pie, pero hoy me apetece bailar contigo.
Tomo tu mano y bailamos abrazados, sintiendo tu respiración en mi cuello, cada vez más cerca, más juntos. El olor de tu piel, tus manos apretándome, la música.
Tengo el pulso tan acelerado que ya no puedo más y dejo que mis labios rocen los tuyos muy despacio entre los acordes y el balanceo, sin dejar de mirarte mientras tus manos buscan el borde de mis braguitas bajo la falda. Mi lengua busca la tuya entre esos deliciosos labios y me dejo llevar por la lujuria para desabrochar tu camisa acariciando tu pecho, encendiéndome al notar tu erección en mi vientre.
La pasión y el deseo se apoderan de nosotros haciendo que nos arranquemos la ropa para luego sentarte en una silla y hacerme cabalgar sobre ti dejando que de rienda suelta a las ganas de poseerte acumuladas durante las solitarias noches en las que te sueño entre mis sábanas.
Sentirte dentro por fin hace que me vuelva loca y disfrute entregada al placer de gozar de un imparable orgasmo, explotando sobre ti, temblando cómo una de esas hojas movidas por el viento. 
Muerdo tu boca queriendo llenarme de tu sabor, con ganas de no perder ni una sola gota de tu esencia, sin poder dejar de temblar al percibir como palpitas dentro de mí.
Y la noche acaba de empezar.
Afuera suena la lluvia, pero allí adentro, el calor convierte aquel viejo bar en un embriagador infierno donde quiero arder pegada a ti. Agarrada a tu pelo, jadeo y susurro en tu oído que te deseo, que quiero más, que nunca lo he hecho en una mesa de billar.


MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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ADICTA.


 

CARTELERÍA. II