lunes, 26 de noviembre de 2018

EL VENENO DE SU BOCA.

Primero te deslumbra la mágica curva de su sonrisa...
Luego, vuelves a mirar, y descubres toda la hermosura del resto de sus curvas.
Y entonces deseas perderte derrapando sobre cada una de esas curvas, y aprender braille sobre su erizada piel, gozando de cada centímetro mientras la ves morderse los labios invitándote a devorarlos.
Y en ese instante, sabes que acabas de firmar tu completa rendición, y asumes que ya no habrá otro veneno que quieras probar que no sea el de su boca.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

viernes, 23 de noviembre de 2018

DOÑA LOLA. (último capítulo)

El recuerdo de aquella noche de fría despedida me acompañó mucho tiempo durante los solitarios primeros meses de mi nueva vida lejos de la librería. Pero la vida seguía avanzando llevándome hacia otras realidades en una gran ciudad y en un nuevo trabajo con más obligaciones y responsabilidades.
No me arrepentía de la decisión tomada, pero si echaba de menos la lujuriosa pasión de aquellos morbosos encuentros clandestinos.
Aparecieron nuevas relaciones, nuevas aventuras, pero ninguna de ellas lograba llevarme a niveles de estremecimiento similares, ni conseguían hacerme sentir tan enganchado y compenetrado. El listón había quedado muy alto, y con el tiempo fui aceptando esa realidad.
Los años iban cayendo, y mientras mi estatus profesional crecía, más cómodo me sentía disfrutando de mi soledad. Hasta que hace casi un año apareció Laura desmoronando mis barreras con la frescura y naturalidad de su sonrisa.
Poco a poco fui comprendiendo que ella me aportaba una nueva y desconocida sensación de tranquilidad. Con el paso de las semanas acepté que me encontraba bien con esa novedosa situación, y terminamos por irnos a vivir juntos dejando aquella anterior etapa de mi vida en ocasionales recuerdos que aparecían cada vez con menos frecuencia.
Me gustaba mi nueva realidad.
Fuimos conociéndonos, aprendiendo a disfrutarnos y a compartir con una sorprendente y agradable facilidad. Solíamos quedar tras el trabajo para compartir un momento de relax saboreando un café antes de planear con tranquilidad el resto del día, así que no me sorprendió recibir esta tarde un mensaje suyo diciendo que cuando saliera de la tienda donde trabajaba se tomaría un café en la cafetería de al lado. Lo que si llamó mi atención y despertó mi curiosidad fue que iba a tomarlo con su madre...
No sabía mucho de ella. Era un tema complicado para Laura, y lo único que había podido sacar en claro es que unos años atrás habían tenido un enfrentamiento que las había distanciado. Al parecer, Laura descubrió que su madre tenía una aventura, y eso era algo que ella ni entendía ni aprobaba, y tras una fuerte discusión, cada una siguió su camino, manteniendo desde entonces un mínimo contacto. Pero hoy estaba en la ciudad, y Laura quería que me conociera, así que aquí estoy, entrando en el bar, dirigiéndome hacia la hermosa sonrisa con la que Laura me saluda.
El excitante olor del café acompaña mis pasos, pero poco a poco se va difuminando y comienza a llegarme el familiar e inconfundible aroma de aquel perfume a base de esencias de jazmín. Un perfume que crece según me voy acercando a la melena morena de aquella mujer que comparte mesa con Laura.
Un nervioso temblor comienza a apoderarse de mis piernas. Un temblor que aumenta por momentos y recorre todo mi cuerpo haciéndome pensar en dar media vuelta y salir corriendo. Un temblor que me paraliza por completo cuando esa mujer vuelve su cabeza para mirarme y permitirme descubrir tras su negra melena la inquietante y turbadora mirada de doña Lola...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

jueves, 15 de noviembre de 2018

DOÑA LOLA. (capítulo tercero)

Me convertí en su juguete secreto con la entrega de un alumno ansioso por aprender y descubrir los secretos del placer carnal. Y aquellos lujuriosos juegos que ella ponía en práctica conmigo daban mil vueltas a cualquier otra fantasía que mi mente se hubiera atrevido a imaginar, logrando volverme un adicto a entregarme a mi seductora maestra.
En ocasiones, me podía la pasión romántica, y soñaba con fugarnos juntos y empezar una nueva vida en otro lugar. Pero ella se encargaba de frenar mis alocadas ideas, y con una inquietante frialdad me recordaba sin titubeos que ella nunca dejaría a aquel adorable ser que la había acogido a ella a su hija cuando peor lo estaban pasando. Tenía muy claro que estaría siempre al lado de don Cosme, y que mi papel era exclusivamente el de satisfacer esa parte física con la que su anciano esposo ya hacía tiempo que no podía cumplir.
Y yo me sentía fatal. En parte por el sentimiento de culpa, en parte por reconocer que con ella no existiría nunca algo más que placer por placer... y me prometía no volver a verla, apartarme de aquel lujurioso cuerpo que desvelaba mis noches...
Pero ella regresaba. Se acercaba a mí con aquella mirada lasciva que hacía brotar llamas en mi pecho, llamas que recorrían mi cuerpo en abrasadoras oleadas cuando ella encontraba el momento adecuado para susurrar en mi oído que acababa de comprarse unas braguitas rojas y que estaba deseando que mi boca las estrenara.
Y cual sumiso corderito, acababa por sucumbir una y otra vez a sus deseos y volvía a gozar dejándome guiar por los caminos lujuriosos del sexo más apasionado que jamás podría haber llegado a imaginar...
Mientras, en la librería, don Cosme me daba cada vez más responsabilidades valorando mi trabajo, y eso me hacía entrar en una angustiosa sensación de culpabilidad sabiendo que aquello no estaba bien, y me llevaba a entender que tarde o temprano debería ponerle punto final, aún con la certeza de perder para siempre aquella increíble manera de disfrutar con la que doña Lola regalaba mis sentidos y mi cuerpo.
Pasaban las semanas y los meses, y seguía sin encontrar la manera de no rendirme a sus encantos, y aunque mi intención era fuerte, mi cuerpo era débil. Pero cuando llegó la contestación a una oferta de una editorial en la capital a la que yo había enviado una solicitud de empleo, supe que era el momento, que no tendría otra oportunidad.
Don Cosme se mostró triste por mi partida, pero entendió mis ganas de mejorar mi situación y me animó felicitándome sinceramente por ello. Incluso preparó una carta de recomendación por si pudiera servirme de ayuda, logrando emocionarme, haciendo que me sintiera eternamente agradecido, consiguiendo que aún tuviera más claro que debía alejarme de allí de una vez por todas.
La despedida de doña Lola fue mucho más decepcionante para mí. Con su habitual frialdad, asumió el momento y se limitó a reconocer que siempre recordaría los buenos momentos compartidos, y tras regalarme un ardiente encuentro de despedida, me deseo buena suerte en mi nueva vida.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

viernes, 2 de noviembre de 2018

DOÑA LOLA. (capitulo segundo)

Si ya disfrutaba de cada día que pasaba en la librería, ahora tenía además el morboso aliciente de soñar con la presencia de doña Lola. Sus visitas comenzaron a ser más constantes, y mostraba un interés especial en mi trabajo, aprovechando para acercarse y regalarme imágenes turbadoras cuando se inclinaba sobre mi escritorio con algún botón de su blusa "accidentalmente" desabrochado... mi voz temblaba tratando de contestar a sus preguntas sin poder apartar la mirada de aquel sugerente escote, y ella sonreía victoriosa gozando de lo que provocaba en mí, para luego marcharse y despedirse con un guiño discreto desde la puerta y tardar unos cuantos días en volver a aparecer...
Y yo, en la soledad de mi cama soñaba con convertirme en un caballero andante que la rescataba de las garras del dragón, fantaseaba con tórridos encuentros donde ella confesaba su entrega y sus deseos de ser mía, y terminaba encendido, tremendamente excitado con aquellas fantasías que irremediablemente guiaban mi mano bajo el pantalón de mi pijama.
Así una y otra noche, hasta que una nueva aparición suya volviera a llenar la tienda con aquel aroma a jazmín. Y sonreía, y me miraba, y mis ojos la seguían por todo el local viéndola entrar en el despacho para subirse la falda y ajustarse las medias dejando descuidadamente la puerta en el ángulo adecuado para que yo no perdiera detalle y pudiera seguir el recorrido de sus manos por sus piernas mientras se colocaba el liguero.
Estaba claro que ella gozaba con aquel delicioso juego. Pasaban las semanas y mi excitación y mis fantasías crecían a pasos agigantados... pero en eso quedaba todo...
Era la mujer de mi jefe, de don Cosme, de aquel que me trataba con respetuosa amabilidad y me había dado la oportunidad de trabajar en algo que me apasionaba. Y eso me llenaba de un doloroso sentimiento de culpa, pero ella regresaba a la librería, tan elegante, tan radiantemente seductora, y se acercaba y apoyaba su mano en mi hombre aprovechando cualquier escusa para felicitarme por mi trabajo con un cálido beso...
Todo un torbellino de sensaciones para un imberbe veinteañero que se moría por descubrir el placer de acariciar los blancos y sedosos muslos de aquella mujer que disfrutaba logrando estremecerme.
Las semanas iban pasando entre libros, lujuriosas fantasías y culpables emociones mientras el deseo se volvía más fuerte.
Don Cosme seguía enfrascado en sus búsquedas, y de repente llegó una carta informándole sobre unos antiguos pergaminos que se pondrían a la venta en una subasta que se iba a celebrar en Barcelona.
Sin dudarlo ni una vez, preparó el viaje y me aleccionó sobre como dirigir la librería en su ausencia. No volvería hasta el domingo a la tarde, y el sábado, doña Lola pasaría a la hora de cerrar para que yo le entregara las llaves después de hacer el cierre y el arqueo semanal.
Aquellos días, entregado a la responsabilidad que don Cosme me había asignado, apenas tuve ocasión para mis románticas fábulas con mi diosa particular, pero la tarde del sábado, a medida que se aproximaba la hora de su llegada, un nervioso tembleque se iba apoderando de mis piernas.
No dejaba de mirar el gran reloj esperando que dieran las ocho de la tarde, pero media hora antes, el teléfono me sobresaltó... era doña Lola diciendo que lo sentía mucho, que se encontraba indispuesta, y me pedía que cuando terminase me acercara a llevarle las llaves a su casa...
Recuerdo claramente que el corazón se me salía del pecho cuando mis nudillos golpeaban la puerta. Ella abrió y yo entré con la mirada clavada en el suelo, sin atreverme a mirarla, sintiendo su presencia y su perfume tras de mí a lo largo del pasillo que llevaba a la cocina, hasta que ella cogió mi brazo guiándome a una pequeña sala... y entonces la vi... con aquella corta y transparente combinación, mostrando su esplendoroso cuerpo desnudo bajo ella...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados