viernes, 23 de noviembre de 2018

DOÑA LOLA. (último capítulo)

El recuerdo de aquella noche de fría despedida me acompañó mucho tiempo durante los solitarios primeros meses de mi nueva vida lejos de la librería. Pero la vida seguía avanzando llevándome hacia otras realidades en una gran ciudad y en un nuevo trabajo con más obligaciones y responsabilidades.
No me arrepentía de la decisión tomada, pero si echaba de menos la lujuriosa pasión de aquellos morbosos encuentros clandestinos.
Aparecieron nuevas relaciones, nuevas aventuras, pero ninguna de ellas lograba llevarme a niveles de estremecimiento similares, ni conseguían hacerme sentir tan enganchado y compenetrado. El listón había quedado muy alto, y con el tiempo fui aceptando esa realidad.
Los años iban cayendo, y mientras mi estatus profesional crecía, más cómodo me sentía disfrutando de mi soledad. Hasta que hace casi un año apareció Laura desmoronando mis barreras con la frescura y naturalidad de su sonrisa.
Poco a poco fui comprendiendo que ella me aportaba una nueva y desconocida sensación de tranquilidad. Con el paso de las semanas acepté que me encontraba bien con esa novedosa situación, y terminamos por irnos a vivir juntos dejando aquella anterior etapa de mi vida en ocasionales recuerdos que aparecían cada vez con menos frecuencia.
Me gustaba mi nueva realidad.
Fuimos conociéndonos, aprendiendo a disfrutarnos y a compartir con una sorprendente y agradable facilidad. Solíamos quedar tras el trabajo para compartir un momento de relax saboreando un café antes de planear con tranquilidad el resto del día, así que no me sorprendió recibir esta tarde un mensaje suyo diciendo que cuando saliera de la tienda donde trabajaba se tomaría un café en la cafetería de al lado. Lo que si llamó mi atención y despertó mi curiosidad fue que iba a tomarlo con su madre...
No sabía mucho de ella. Era un tema complicado para Laura, y lo único que había podido sacar en claro es que unos años atrás habían tenido un enfrentamiento que las había distanciado. Al parecer, Laura descubrió que su madre tenía una aventura, y eso era algo que ella ni entendía ni aprobaba, y tras una fuerte discusión, cada una siguió su camino, manteniendo desde entonces un mínimo contacto. Pero hoy estaba en la ciudad, y Laura quería que me conociera, así que aquí estoy, entrando en el bar, dirigiéndome hacia la hermosa sonrisa con la que Laura me saluda.
El excitante olor del café acompaña mis pasos, pero poco a poco se va difuminando y comienza a llegarme el familiar e inconfundible aroma de aquel perfume a base de esencias de jazmín. Un perfume que crece según me voy acercando a la melena morena de aquella mujer que comparte mesa con Laura.
Un nervioso temblor comienza a apoderarse de mis piernas. Un temblor que aumenta por momentos y recorre todo mi cuerpo haciéndome pensar en dar media vuelta y salir corriendo. Un temblor que me paraliza por completo cuando esa mujer vuelve su cabeza para mirarme y permitirme descubrir tras su negra melena la inquietante y turbadora mirada de doña Lola...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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