domingo, 29 de marzo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (NOVENA PARTE)

Gloria se fue al mediodía, después de una mañana de sexo salvaje a ritmo frenético sobre la mesa, en la silla, hasta terminar enredados en el suelo dando rienda suelta a instintos casi animales.
Dos cuerpos encendidos, entregados al placer de gozarse sin pensar en nada más.
Luego, aún jadeando, empapados en sudor, ella recogió su ropa y se fue al baño. Se duchó rápidamente y se despidió con un largo beso tras hacerme prometer que si decidía volver algún día, la llamaría a ella antes que a nadie.
Y yo volví a la soledad de ese refugio donde la seguridad y la calma que había encontrado las primeras semanas, empezaba a ser algo difícil de conseguir.
No podía negar que la inesperada visita de Gloria había supuesto una excitante sorpresa, y que descubrir esa parte suya de mujer ardiente y sensual me había permitido soltar la tensión acumulada últimamente. También debía reconocer que si estuviera en otro momento de mi vida, hubiera sido un encuentro digno de repetir, y quién sabe, quizás la posibilidad de algo mucho más sólido y duradero. Pero ahora, su realidad y la mía estaban muy alejadas, y en mi futuro más cercano no aparecía la opción de volver a ese mundo del que tan consciente y satisfactoriamente me había liberado.
Mi momento pasaba por descifrar el enigmático laberinto al que aquellas brujas de ojos verdes me estaban conduciendo.
Pero no hoy. La tarde me la merecía de relax... cerveza fría, buena música, y folios en blanco donde volcar todo lo que bullía en mi cabeza...
Y así, fui pasando las horas, mirando como se acercaba la noche y el momento de meterme en la cama. Tras una cena ligera, viendo que la cabeza ya no me molestaba, cambié los calmantes por un vaso de leche caliente con un buen chorro de coñac que me hizo recordar aquel brebaje que nos daban en las frías noches de guardia en el cuartel de caballería de León.
Puede que se me fuera la mano con el coñac, o que el cansancio del largo y excitante día se apoderase de mi cuerpo. Lo cierto es que meterme entre las sábanas resultó ser una sensación agradable y relajante, pero al ver de nuevo la luna llena a través de la ventana, volvieron a aparecer las imágenes grabadas a fuego en mi mente la noche anterior, y me estremecí pensando que podría volver a tener la misma pesadilla, aunque, quizás por el efecto de aquella mezcla caliente de leche y coñac, una parte de mí deseaba que aquellas perversas criaturas estuvieran de nuevo en mi cama.
Pero no hubo sobresaltos nocturnos. Dormí plácidamente hasta media mañana y me levanté lleno de energía, con ganas de enfrentarme a un nuevo día y disfrutar de las sorpresas que pudieran aparecer.
Tenía mensajes en el móvil de la sargento y de la doctora interesándose por mi estado, y con esa carga de positividad mental salí a la pequeña terraza de atrás con un café dispuesto a dejarme acariciar por el aire fresco del arroyo que bordeaba la cabaña.
Y allí, en el tendal donde colgaba mi ropa a secar, perfectamente colocadas, tres delicadas braguitas de encaje paralizaron mi cuerpo mientras un escalofrío recorría mi espalda.
Una blanca, otra roja y otra negra...

Continurá...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 25 de marzo de 2020

PLEGARIA NOCTURNA.

Oraré pidiendo al rey de los dioses que, de una vez por todas, tu cuerpo desnudo deje de aparecer en mis sueños y se cumpla el ansiado deseo de poder tocarte.
Presentaré gustosa las ofrendas necesarias para que mis plegarias tengan el delicioso resultado de saborear tu cálida piel cada noche.
Rezaré suplicando que terminen mis noches de solitaria lujuria mientras imagino tu perversa lengua abriéndose paso entre la humedad que brota entre mis piernas para llevarme a un inolvidable éxtasis.
Ese que cada noche te regalo, ese que empapa mis sábanas y me lleva despertar cada mañana encendida y con ganas de probar el cielo en tu boca para descender juntos a los infiernos del pecado carnal con tanta pasión y entrega que hasta el mismísimo señor de los dragones se vea obligado a perdonarnos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 22 de marzo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (OCTAVA PARTE)

La ducha y un buen café despejaron un poco mi cabeza y pude revivir las imágenes tratando de analizarlas y encontrar algo que aportara algo de luz a tan desconcertante sueño.
Me vestí, desayuné, salí fuera con otro café y un cigarrillo, aún estaba amaneciendo.
No podía pensar en otra cosa que no fuera recordar cada segundo de aquella pesadilla y trataba de dar marcha atrás mentalmente para repasar con detalle todo lo ocurrido en los últimos días.
Estaba claro que no se trataba de simples coincidencias, que todo estaba relacionado de algún desconcertante modo. Un gran puzle que no terminaba de encajar y que me hacía pensar que algo se me escapaba, o quizás, aún faltaban piezas por descubrir.
No se me ocurría que más podía pasar para que encontrara la clave que completase aquel rompecabezas en el que me había metido sin haberlo buscado.
La cabeza seguía retumbando por el golpe y por la pesadilla, y tras una dosis de calmantes, cerré los ojos en el sofá. El cansancio hizo el resto para llevarme al descanso que mi cuerpo reclamaba.
No podría decir cuento tiempo pasó hasta que el ruido de un coche me devolvió a la realidad. Aún medio mareado, me levanté con cuidado y me acerqué a la puerta pensando que sería la sargento que venía a ver como estaba.
Una nueva e inesperada visita se bajaba de un lujoso coche sorprendiendo mi medio borrosa mirada. Gloria, directora de ventas del departamento comercial, mi jefa directa, la que llevaba semanas mandándome mensajes para que reconsiderase mi decisión de tomarme un tiempo apartado de aquel mundo.
Tan elegante y arreglada como siempre, capaz de resaltar incluso fuera de su entorno habitual, se acercaba sonriendo con esa seguridad con la que conseguía poner a todo el mundo en estado de alerta.
 - Aún sabiendo que venir puede haber sido en vano, no podía resistirme a un último intento y tener al menos el placer de verte.
 - Agradezco tu visita, de verdad. Al menos, tomaremos un café, pero sigo pensando igual que las veces que hablamos por teléfono.
Tras un par de sinceros besos y un cálido abrazo que alejó por un instante los fantasmas de mi cabeza, pasamos dentro. Preparé café mientras ella me hablaba de lo difícil que le estaba resultando mantener las cifras sin contar con su mejor vendedor. Decía que no encontraba un sustituto que mantuviera los resultados, que yo era su tabla de salvación para cerrar el año sin que desde arriba la presionaran.
Me senté a su lado, compartiendo mesa y café como tantas mañanas habíamos hecho. Agradecí sus halagos y la miré a los ojos para recalcar con firmeza que mi vida ya no era aquella, que ahora estaba disfrutando de mi tiempo, de mi realidad, y que me ahogaría si volviese a ese mundo.
Agarré su mano, y por primera vez en muchos años trabajando codo con codo a sus órdenes, vi en su mirada una especie de fragilidad. O estaba realmente preocupada pos su situación, o estaba representando el mejor papel de su vida.
 - Bueno, tenía que intentarlo, y venía preparada para darte lo que pidieras, y mejorarlo incluso, pero creo entender que no estás dispuesto ni a escuchar mis propuestas, así que, disfrutemos del café... buenísimo por cierto...
 - Gracias por comprenderlo. Sería incómodo y pesado que insistieras en algo que tengo tan claro en este momento.
 - Está bien. Brindo por ti, por tus logros, y por el placer de tenerte cerca otra vez.
Terminamos el café. Ella se quitó la chaqueta y pude contemplar claramente como se insinuaba el sujetador bajo su casi transparente camisa negra. Nunca me había parado a mirarla así, era mi superiora, jamás me había fijado en ella físicamente.
Se puso de pie y se levantó la ajustada falda de tubo. Lo suficiente para poder sentarse a horcajadas sobre mí y que yo pudiera admirar el final de sus medias.
 - Visto que no voy a volver a ser tu jefa, deja que al menos haga realidad la fantasía que me asaltaba cada mañana en esas reuniones de trabajo en las que me moría por no poder tocarte a pesar de tenerte tan cerca.
No tuve tiempo ni para sorprenderme. Comenzó a comerme la boca de manera apasionada y salvaje, me quitó la camiseta, mordió mi cuello jadeando... y aquel húmedo calor apretándose contra mi bragueta...
Un cúmulo de ardientes sensaciones que multiplicaron la excitación que mi cuerpo acumulaba tras la noche pasada. Mi mente se quedó en blanco y mi cuerpo tomó el control guiado por el deseo para levantarme de la silla, sentarla sobre la mesa y arrancarle la ropa sin pensar en nada más que en poseer aquel cuerpo encendido que se entregaba con evidentes muestras de querer ver cumplidos sus más inconfesables y pecaminosos sueños.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 17 de marzo de 2020

EN LA DISTANCIA...

El incontrolable temblor que eriza su piel cuando mis dedos la rozan atraviesa mi piel para estremecer cada célula de mi cuerpo.

Una sensación compartida que se transforma en fuego abrasador cuando sus manos devuelven las caricias.

El pecho se agita, la respiración se acelera cuando nuestros labios se rozan y las lenguas se buscan.

La pasión crece, y ahora mis manos ya no acarician, ahora agarran con fuerza esas redondas nalgas que agradecen cada apretón convirtiéndolos en suspiros que se mezclan con los míos.

El tiempo se detiene. Nos comemos la boca, nos arrancamos la ropa, y una apasionada locura nos invade incrementando el deseo de entregarnos el uno al otro y dar rienda suelta a esas ganas acumuladas durante las semanas alejados por la obligatoria cuarentena.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 15 de marzo de 2020

DESEO...

Deseo convertirme en el artista que pinta con sus dedos sobre el lienzo de tu piel. Sueño con escribir ardientes poemas con mis labios en ese sabroso vientre tuyo.

Y mirarte...

Y relamerme contemplando tu cuerpo desnudo sobre mi cama mientras recorres con tus manos cada delicioso rincón hasta ser dominada por ese deseo incontrolable que te lleva a gozar sin pudor del placer de sentirte mujer deseada.

Deseo que el juego continúe sin apartar la mirada de esa cara de diosa lujuriosa que se muerde los labios entregada a la pasión entre intensos y sinceros gemidos.

Y que cuando alcances ese clímax que provoca temblores dentro de ti, que sea mi boca la que te haga volver a empezar y que te estremezcas una y otra vez entregada a sentir como nuestros cuerpos entrelazados se convierten en sagrada poesía.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 11 de marzo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (SÉPTIMA PARTE)

La compañía y la delicada atención de la sargento suponían una dulce y calurosa tentación. Su insistencia en pasar la noche en la cabaña por si me encontraba peor resultó difícil de rechazar, pero me encontraba realmente agotado como para tener tan turbadora presencia cerca de mí.
Con un divertido mohín, fingió pucheros antes de reconocer que lo entendía perfectamente. Volvió a recalcar que no dudase en llamarla en cualquier momento y se despidió con un apretado y sincero abrazo, uno de esos que te recomponen por dentro y consiguen que su olor se quede pegado a tu piel, y luego, con un delicado y casi tímido roce de sus labios sobre los míos, se fue hacia la puerta dejándome disfrutar del contoneo de su precioso culo.
Demasiadas cosas en un día largo y sorprendente. Necesitaba dormir y desconectar.
Un vaso de leche caliente antes de meterme en la cama y cerrar los ojos esperando que los calmantes hicieran efecto y apagaran mi mente. Con la imagen de una espléndida luna a través de mi ventana fui dejándome llevar hacia el refugio de los sueños.
Con la sensación de haber estado un buen rato profundamente dormido, algo me hizo despertar, y cuando traté de levantarme, descubrí con asombro que estaba completamente desnudo y atado de pies y manos a la cama. A punto de entrar en pánico, levanté la cabeza y las vi.
La doctora Amor, Xana y la sargento Noriega estaban a los pies de mi cama. Desnudas, sonrientes, con la pálida luz de la luna iluminando sus jóvenes cuerpos, con sus grandes ojos verdes brillando en la oscuridad de la habitación creando una imagen excitante y casi fantasmagórica.
No sabía si ponerme a gritar pidiendo socorro o disfrutar de tan maravillosa aparición.
Xana y la sargento se tumbaron en un lado de la cama y comenzaron a besarse y a acariciarse sin ningún tipo de pudor, inundando el cuarto con sus jadeos, despertando mi erección.
Casi al mismo instante, la doctora empezó a recorrer mis muslos con sus dedos, y sus uñas erizaron toda mi piel antes de que su cálida lengua siguiera el mismo recorrido para terminar apoderándose golosamente de mi tembloroso miembro y hacerme estremecer entre gemidos.
El pavor inicial se volvió deseo incontenible que creció cuando se fueron turnando para cambiarse de posición y elevar mi excitación a niveles de locura, sabiendo perfectamente controlar el ritmo para mantenerme en ese punto que rozaba la tortura.
Perdí la noción del tiempo sometido a la ardiente lujuria de aquellos tres demonios insaciables. Poseído por sus lascivas bocas, dominado por el intenso placer, solo podía rendirme a ellas y suplicar que me soltaran para poder participar del maravilloso momento.
Pero no hicieron caso de mis continuos ruegos, y de repente, abandonaron la cama para seguir con sus juegos entre ellas en una especie de ritual de besos, caricias y abrazos en el que yo no era más que un simple y privilegiado espectador.
Un ruido al fondo desvió mi atención para descubrir que unos brillantes ojos verdes se acercaban decididamente hacia mi cama. El terror volvió a meterse dentro de mí al ver la imponente figura del gran lobo gris saltar sobre la cama y colocarse entre mis piernas.
Mis apasionadas compañeras se quedaron inmóviles, abrazadas, relamiéndose, mostrando respeto y sumisión a aquella majestuosa fiera. Y entonces comprendí que era la gran jefa de la manada, y pude ver sus poderosos y afilados colmillos tan cerca de mi cuello...
Y me desperté...
Sudando, con la garganta seca y una tremenda y dolorosa erección, pero a solas y sin rastro alguno de que hubiera alguien más. Comenzaba a amanecer y estaba claro que en mi febril estado no iba a volver a dormirme fácilmente, así que me metí en la ducha buscando que el agua fría sacase de mi cabeza las imágenes de aquellas tres esculturales diosas desnudas, pero cada vez que cerraba los ojos, aparecían sus sugerentes cuerpos, veía de nuevo las fauces de la loba y las brillantes miradas que habían invadido mi cuarto y mi mente.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
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sábado, 7 de marzo de 2020

MANOS TRAVIESAS.

Sus manos traviesas la hacían estremecer con perversas caricias que encendían su cuerpo llevándola al paraíso de los sentidos. Sus dedos conocían con precisión los puntos adecuados para hacerla temblar entre suspiros.

Las mismas manos que escribían palabras capaces de excitar su mente, tenían el poder de erizar cada poro de su piel y hacerla explotar con increíble facilidad.

Pero hoy había obligaciones que atender. Él tenía que irse y ella no podía quedarse.

La llevaba a casa en su coche, y cada semáforo se volvía una deliciosa oportunidad para recorrer sus muslos por encima del pantalón. Ella se dejaba acariciar con gusto, disfrutando de aquellos dedos que se acercaban cada vez más al creciente calor que nacía entre sus piernas, y él gozaba viendo brillar su mirada mientras ella separaba un poco más sus piernas invitándole a seguir.

Una deliciosa tortura que la estaba obligando a taparse la boca para no gemir escandalosamente. Una tortura aceptada y saboreada con la intensidad que permitía la situación y que la hacía desear que el coche no se detuviera en toda la noche.

Al llegar al portal, sus bocas se buscaron ansiosamente en un intenso y deseado beso que les hizo estremecer. Por un momento pasó por sus cabezas la idea de olvidarse de todo y entregarse a la desenfrenada lujuria, pero había que mantener la cordura y ella se despidió entre jadeos susurrándole que le odiaba por dejarla así, que tendría que recompensarla.

Y se bajó del coche, y le miró con esa sonrisa cómplice de los amantes que se entienden sin palabras.

En cada uno de los cuatro escalones que la llevaban al ascensor, sintió como la empapada tela de su tanga provocaba escalofríos entre sus piernas, y mientras subía a su piso, no pudo evitar que su mano acabara dentro del pantalón dominada por el deseo.

Ya en casa, directa a la ducha para abrir el grifo y que el agua se fuera calentando, y luego a la habitación a desnudarse con la idea de buscar las braguitas con vibrador que él le había regalado. Pero no pudo esperar más. Tumbada sobre la cama, sus dedos terminaron lo que los de él habían comenzado.

Y jugando con sus dedos y con el recuerdo de aquellas maravillosas caricias, llegó a un inolvidable y delicioso orgasmo, uno más de la interminable lista de placenteros momentos que despertaban sus ganas de sentirse mujer ardiente y deseada, mujer entregada a ser devorada por aquel demonio de barba canosa y traviesas manos.

MICHEL GARCÍA
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jueves, 5 de marzo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (SEXTA PARTE)

Inquieto, sin entender nada de aquel sorprendente encuentro, con aquella brillante mirada apareciendo en cuanto cerraba los ojos, el sofá se convirtió en la tortuosa cama de un faquir y mi cuerpo se revolvía sin encontrar postura que me ayudara a tranquilizarme.
Estaba claro que allí no encontraría las respuestas ni la calma necesaria. Y aunque la idea de salir de la cabaña parecía algo insensata, terminé por lanzarme a la carretera en dirección al pueblo. Pensaba que estar entre más gente me relajaría, pero también tenía claro que no debía hablar del tema con nadie, ya tenía bastante con la imagen de extraño solitario que hacía preguntas incómodas.
Por el camino, iba pensando en la posibilidad de llamar a la sargento. A ella si podría contarle lo ocurrido, pero supondría recibir una regañina por no hacer caso de sus recomendaciones y poco podría aportar sobre aquel impresionante animal que se había cruzado en mi camino.
Una vez en el bar, tras unas pequeñas compras para reponer mi despensa, el segundo trago de cerveza logró relajar un poco la ansiedad sin que ni la dueña ni los clientes habituales mostraran ningún tipo de interés en entablar conversación y se limitaban a rutinarios saludos marcando la distancia con clara frialdad.
Salí a fumar y a terminar la cerveza a la pequeña mesa de madera que hacía las veces de terraza contemplando como las pocas personas que pasaban fingían no fijarse en mi presencia y seguían su camino aparentando una repentina prisa por seguir con sus tareas.
Me hizo gracia ser el centro de su atención. Apostaría que les costaba entender mi presencia y que preferían pensar que tanta soledad me estaba convirtiendo en un tipo cuya cordura dejaba bastante que desear. Quizás, si fuera al revés, yo pensaría lo mismo, pero era yo quien estaba peleando con todas aquellas extrañas situaciones, y tenía que centrarme en lo que estaba pasando y tratar de encontrar la lógica necesaria en todo aquello para no terminar por volverme loco.
Terminé la cerveza y comencé el camino de vuelta pensando que podría darse de nuevo la feliz casualidad de que Xana volviera a rescatarme con su todoterreno. Fue inevitable asociar aquel recuerdo con las ardientes imágenes que aquella provocativa mujer había dejado en mi mente.
Con la cabeza en la sabrosa y suave piel de Xana, llegué sin darme cuenta a la última casa del pueblo. Allí, la carretera giraba tras la casa y avanzaba entre parajes naturales hasta llegar al camino de entrada a la cabaña. Tras la pared de la casa, un pequeño sendero daba acceso a un viejo hórreo y a un pequeño huerto, y de allí apareció de repente una anciana con un pañuelo negro en la cabeza. Me hizo señas para que me acercara, y casi susurrando...
 - Cuidado con las brujas de ojos verdes, pueden hechizar a quien se propongan. Han caído en sus redes muchos antes que usted.
Con el mismo sigilo con el que apareció, se dio media vuelta y se escabulló en las sombras que rodeaban aquella parte de la casa. Quise seguirla y llegué hasta el hórreo, pero ya no había rastro de ella, y de nuevo confundido, no tuve otra opción que regresar a la carretera.
El aturdimiento por aquellas palabras junto con la humedad de aquel sombrío sendero lograron que no midiera bien mis pasos haciendo que pisara una resbaladiza piedra para conseguir que mi cuerpo acabara por los suelos. Luego, un terrible dolor de cabeza, un líquido rojo y caliente en mi cara y la vista llena de puntitos de colores que se fueron convirtiendo en un progresivo fundido a negro.
Desperté en una camilla en algo parecido a una enfermería sin saber cuánto tiempo llevaba inconsciente y sin tener claro qué había pasado ni cómo había llegado allí. La sargento Noriega se levantó de la silla donde estaba al verme despierto y me tranquilizó diciendo que no era muy grave y que enseguida venía la doctora, para luego contarme que una vecina me había encontrado en el suelo y les había llamado, y que una ambulancia del Centro de Salud de la capital del concejo me había trasladado y atendido.
Aturdido por el golpe y los calmantes, simplemente pude balbucear un leve gracias mientras ella acariciaba mi mano y me sonreía. Sus suaves y cálidas manos me parecieron el mejor de los remedios, un reconfortante oasis después de tantas horas sometido a la tensión de extrañas experiencias.
Poco después, la doctora llegó interrumpiendo aquel remanso de paz momentánea. Una chica joven, con una rizosa melena pelirroja que destacaba sobre la bata blanca y aquella ajustada y escotada camiseta blanca. Cuando se acercó para saludarme y comprobar el vendaje de mi frente, aquel espectacular escote fijo toda la atención de mi aún confusa vista y sentí como el rubor se apoderaba de mis mejillas.
 - Buenas tardes, soy la doctora Amor Gonzalez. Por suerte, todo ha quedado en un pequeño susto, y aunque la cabeza aún dolerá unas horas, la herida es superficial y solo ha necesitado tres puntos de aproximación. Creo que si prometes quedarte tranquilo unos días y guardar un reposo relativo, la sargento te puede llevar de vuelta a casa, y por si fuera necesaria cualquier otra cosa, en el informe está el número del Centro de Salud y el mío personal, no dudes en llamarle si lo crees conveniente.
Con una delicada caricia en mi cara y un tierno beso cerca de la comisura de mis labios se despidió regalándome de nuevo una sugerente visión de su vertiginoso escote. Saludó a la sargento con un par de besos, y en aquel instante pude percibir con total claridad que había sido el saludo fraternal entre dos hermosos seres de brillantes ojos verdes.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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lunes, 2 de marzo de 2020

CONFESIÓN FIRMADA.

Pensar en tus braguitas hace que mis sentidos se alteren y que mi mente vuele a ese inolvidable momento en el que te las firmé.

Recuerdo con placer los suspiros que cada letra te arrancaban, y la deliciosa manera en que tu encendido cuerpo temblaba.

Y así, aquella noche, tus braguitas se convirtieron en el más preciado lienzo sobre el que dejar mi rúbrica con la misma pasión que un pintor termina su obra de arte mas pasional.

Y pienso en nuestra próxima cita. Y me estremezco imaginando el instante en que sonreirás lujuriosamente mientras levantas tu falda para dejarme gozar de tan espectacular imagen.

Sé que terminaré arrodillado ante ti acariciando con devoción esa cálida tela blanca antes de llenarla de besos, con la certeza de haber firmado sobre ella la confesión de ese pecado del que jamás me arrepentiré.

Besos que aumentarán el deseo y las empaparán, besos que desatarán mis ganas de quitártelas para saborear ese exquisito manjar que tanto te gusta regalarme. Ese que me convierte en el más feliz de los mortales cada noche que lo derramas en mi boca.

MICHEL GARCÍA
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