domingo, 27 de diciembre de 2020

TODAS LAS NOCHES.

Desnuda, despeinada, erizada, sudada, con las piernas temblando por el intenso orgasmo que acabas de tener sobre la mesa del escritorio.

Así es como deberías ser abrazada cada noche antes de meterte en la cama. Con un abrazo largo, sincero, apretado, con besos suaves en el cuello y agarrones fuertes de nalgas. Un abrazo golosamente disfrutado por ambos.

Así todas las noches. Y luego acostarte enroscada al cálido cuerpo de ese demonio travieso que saca tu lado más ardiente y salvaje.

Para que las sábanas sean silenciosos testigos de esos inconfesables pecados a los que la pasión y el deseo os conducen entre gemidos y besos interminables que conviertan la noche en eterna e inolvidable.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados


domingo, 13 de diciembre de 2020

INOLVIDABLE AMANECER.

Echo de menos alargar mi mano bajo las sábanas hasta encontrar tu maravilloso culo para despertarte con esas nalgadas delicadas y perversas que tanto te gustan y te hacen suspirar. Esas que sacan tu lado más goloso y te hacen gemir un buenos días que suena a música celestial.

Necesito volver a sentir como te estremeces cuando me pego a tu espalda susurrando en tu oído que tengo ganas de comerte enterita.

Añoro ver como te giras con los ojos brillantes con ganas de devorar mi boca y enredarte entre mis piernas para llenarme de ese aroma a loba en celo. 

Ver esa carita de niña viciosa que se relame cuando mis dedos recorren el encaje caliente de tus pequeñas braguitas blancas, y que me mires excitada, que me ofrezcas esa humedad que las empapa reclamando las caricias que te hagan enloquecer antes de suplicar que te las quite.

Y relamerme mirando ese cuerpo desnudo y encendido que grita sin palabras pidiendo ser poseído y conducido al lujurioso momento en el que se desata ese adictivo terremoto en el que nos regalamos otro inolvidable amanecer antes de meternos juntos en la ducha con las piernas temblorosas y con ganas de continuar acariciándonos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados


martes, 8 de diciembre de 2020

CUERO ROJO.

Te puedes encontrar con múltiples Caperucitas en los lugares más insospechados. No hace falta ir a buscarlas al bosque, se mueven con total naturalidad entre nosotros con la seguridad de saber que muy pocos pueden percibir su verdadera esencia.

A lo largo de los años (y ya son unos cuantos), he tenido la suerte de disfrutar del placer de descubrir la presencia de alguna de esas criaturas bendecidas con esa mezcla de picardía y sensualidad que las convierte en irresistibles mujeres capaces de encender pasiones a su paso.

Y una vez más volvió a ocurrir. Sin contar con ello, apareció de la nada una corta falda de cuero rojo que despertó al instante mi traviesa curiosidad.

Imposible no mirar. Imposible no buscar el borde de esa tela recorriendo con la mirada la sugerente forma de unas atractivas piernas.

Con cada movimiento suyo, mi imaginación volaba tratando de imaginar lo que se escondía bajo esa ceñida tela que se ajustaba sobre sus caderas.

Sobra decir que mi mente traviesa creaba lujuriosos recorridos en busca del final de sus medias hasta encontrar el cálido tacto de una piel sedosa que, en mi fantasía, se erizaba con el roce de las yemas de mis dedos. Y ella, seguramente ajena a lo que provocaba en mí, cambiaba de postura inocentemente alimentando mi fantasía.

Luego se levantó, y la perfecta redondez de sus nalgas se marcó bajo su falda. Y el tiempo se detuvo, y ya no pude apartar la mirada de sus curvas agradeciendo al universo el inesperado regalo que me hacía poniendo ante mí la sugerente figura de esa tentadora presencia disfrazada de angelical Caperucita de falda de cuero rojo, esa que en mis inconfesables sueños se mostraba radiante y provocativa con solo esa pequeña y excitante prenda y se transformaba en un ídolo pagano ante cuyo altar me postraba poseído por el pecado de la lujuria carnal.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 29 de noviembre de 2020

SÁBADO, TOCA SIESTA...

Entro en tu cuarto con cuidado de no despertarte. Me deslizo a tu lado completamente desnudo contemplando esas pequeñas y tentadoras braguitas blancas.

Me pego a ti, acaricio con suavidad la sedosa piel de tus muslos y te voy acercando a mí. Mis dedos recorren el contorno de esas braguitas buscando alcanzar esa parte que cubre tu vientre.

Con decisión, casi con descaro, mis dedos van avanzando bajo ellas mientras beso tu cuello buscando que despiertes excitada con mis caricias sintiendo como mi erección crece entre tus nalgas y así llevarte a un intenso orgasmo sin que sepas muy bien si estás completamente despierta o si sigues en mitad de un perverso sueño.

Tras retorcerte golosamente, te das la vuelta y tu boca se lanza sobre la mía con apasionados mordiscos y después de deshacerte de esas ya empapadas braguitas, recorres todo mi cuerpo con esos labios ansiosos y esa traviesa lengua para llevarme a un punto de tremenda excitación cuando te apoderas de mi erección con esa lujuriosa boca que me hace estremecer de placer.

Luego vuelves a subir arañando mi pecho, mordiendo mis pezones y mi cuello, y me miras con los ojos inyectados de lujuria para susurrar en mi oído que vas a castigarme por ser un niño malo y haberte despertado.

Tus caderas se mueven frenéticamente hasta que consigues tenerme dentro de ti como deseas. Quieres otro orgasmo, quieres volver a explotar y yo te acompaño encantado en ese acelerado ritmo mientras me agarro con fuerza a tus nalgas.

Nos convertimos en dos ardientes seres sudorosos que tiemblan y gozan sin pudor. Dos cuerpos pegados hasta el punto de no saber donde termina uno y donde empieza el otro. Dos fieras hambrientas e insaciables que desean seguir pecando sin ningún tipo de arrepentimiento.

Y así, terminar entregados al más adictivo e inconfesable de los placeres. Y dedicarnos esas miradas cómplices, viciosas y enamoradas que invitan a pensar que la siesta se confundirá con la noche y se juntará con el desayuno del domingo.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 24 de noviembre de 2020

MERECIDO PREMIO. (basado en hechos reales)

No puedo evitar relamerme mientras voy tras de ti mirando como subes las escaleras con esos zapatos de tacón de aguja y ese corto vestido.

En cada escalón, el vestido sube unos centímetros y yo voy agachándome intentando descubrir si has cumplido con el desafío de no llevar nada bajo esa ceñida tela que se ciñe a tus curvas.

Sonríes con malicia cuando te giras y me pillas tratando de mirar bajo los pliegues del vuelo de tu falda, y aceleras el paso divertida para esperarme apoyada sobre la mesa después de quitarte la cazadora.

Me acerco a ti sin poder disimular mis ganas para rodear con mis manos tu cintura y morder esos apetecibles labios rojos. Recorro esa sugerente tela que te cubre con descaro hasta comprobar que, efectivamente, cómo habías prometido, no hay nada más bajo ella que ese delicioso y ardiente cuerpo que tantas deseo saborear.

Suspiras pegándote a mí, gozando al comprobar la creciente excitación que palpita bajo mi pantalón.

Y ahora me toca cumplir con mi parte del trato y arrodillarme ante ti para llenar de besos cada milímetro de tus preciosas piernas antes de que te des la vuelta ofreciendo sin pudor esas redondas nalgas exigiendo y reclamando ese premio acordado que tan merecidamente te has ganado. 

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 20 de noviembre de 2020

OTRO DÍA EN LA OFICINA

Reunión del departamento comercial a primera hora de la mañana para presentarnos a la nueva jefa del departamento. Llega con fama de dura, de ser tajante con sus decisiones y de no temblarle el pulso en cuestiones disciplinarias.
A las nueve y media, el director de la sucursal nos da los buenos días y tras una breve presentación formal, nos deja en la sala de reuniones a ocho expectantes comerciales a solas con la imponente figura de Marta García.
No sé si es una imagen estudiada para la ocasión o es ese su look habitual. Lo que está claro es que ese ajustado conjunto negro de americana y falda de tubo marcando su sinuosa silueta, esos tacones de aguja y ese engominado pelo negro recogido en un perfecto moño ha logrado captar toda nuestra atención con esa imagen casi intimidatoria.
Pocas palabras. Con un tono pausado y seguro. Las necesarias para confirmar que es consciente de su fama y reconocer que esas afirmaciones no son inventadas. Sin mucho más que añadir, nos comunica que a lo largo del día iremos recibiendo en nuestros correos un archivo con las pautas, normas y directrices a seguir en los próximos meses bajo su dirección del departamento. Nos recomienda estudiarlas detenidamente y que nos irá citando esta semana para mantener reuniones individuales con cada uno de nosotros.
Poco después, abandona la pequeña sala, y con el eco de sus firmes pasos aún resonando, nos miramos en silencio antes de dirigirnos a nuestros respectivos escritorios sabedores de que va a ser una semana bastante más intensa de lo normal.
Un poco más tarde, Luisa, la única chica del equipo, se acerca para susurrarme disimuladamente.
- No he podido evitarlo. He estado imaginándomela vestida de látex y con una fusta en la mano. ¡madre mía!, lo voy a pasar mal el día que me toque reunirme con ella a solas.
Y es que a Luisa le va el rollo Sado. Creo que nadie más en la oficina lo sabe, pero hemos pasado algún que otro fin de semana juntos dejándome guiar por su lujuriosa experiencia para conocer ese mundo tan especial y desconocido para mí.
Pero esa es otra historia... interesante, excitante y muy placentera, pero otra historia...
Ahora debo ocuparme de encontrar sentido a esa extraña sensación que tengo desde que la nueva jefa hizo su aparición esta mañana. Y aunque la tremendamente sugerente imagen que Luisa había metido en mi cabeza me había hecho sonreír, había algo más, algo familiar en sus gestos y en su tono de voz, y eso me tenía intrigado y despertaba mi curiosidad.
La jornada fue pasando. El ritmo cotidiano de trabajo fue ocupando las horas y cuando ya pensaba en ir terminando el día, una alerta de correo entrante con el archivo enviado por Marta llama mi atención, y eso me da una idea, buscar información sobre ella en las redes sociales.
Las ganas de meterme en la red buscando alguna pista sobre Marta me han hecho irme a casa directamente del trabajo sin hacer la parada habitual en el bar de la esquina. Con la escusa de tener que poner la lavadora, me libré de Luisa y de los otros dos compañeros de cervezas de los lunes para llegar rápido a quitar el traje y la corbata y sentarme frente al ordenador.
Pero tras un rato de búsqueda por las principales redes sociales, poco o casi nada tengo en claro sobre mi nueva jefa. Me levanto a por un café y con la segunda calada del cigarrillo, al volver a posar la vista en la pantalla, un detalle en una foto de lo que parece un día familiar en la playa, llama mi atención.
La imagen es antigua y no tiene muy buena calidad, pero solo necesito ampliarla un poco para reconocer el inconfundible tatuaje que lleva una de las chicas de la fotografía, y en ese momento lo entendí todo.
Me dejo caer en el sofá apurando el cigarrillo, y mi mente retrocede a la época del instituto.
Durante los cuatro años en el instituto, tuve tres compañeras que se llamaban Marta, "la gafas", "la rubia", y Marta García, "la bicho raro" (el concepto bullying era algo desconocido aún, y los motes formaban parte del día a día, y más cuando coincidían los nombres). Tengo que admitir que a costa de la que ahora aparecía como mi nueva jefa de departamento hacíamos muchas bromas, nos reíamos de su imagen, de su ropa oscura, de su habitual gesto de mal humor como enfadada con el resto del mundo. Era lo que hoy llamarían una friki solitaria que iba siempre a su bola.
Mi relación con ella siempre había sido distante, casi inexistente, hasta el invierno del último curso.
Vivíamos en una pequeña ciudad minera del norte. La niebla, la llovizna y el frío, hacían que durante los meses de invierno, a las nueve de la noche fuera prácticamente noche cerrada, y las calles estuvieran casi desiertas, además de lo mal iluminadas que salían estar. Una de esas tardes, volviendo del entrenamiento con el equipo de baloncesto, al pasar al lado de un oscuro callejón a un par de manzanas de mi calle, un ruido me hizo girar la cabeza. Pensé que sería algún animal rebuscando en los cubos de basura. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, vi la silueta de dos personas forcejeando, y pude distinguir claramente los ahogados sollozos de una mujer.
Mi reacción fue instintiva, corrí hacia ellos gritando que la soltara. Cuando llegué a su altura, vi a Marta, con la falda y las bragas por los suelos mientras un tipo enorme (o eso me pareció a mí) la apoyaba contra la pared poniéndole un cuchillo en la garganta. Mi aparición coincidió con el momento en el que él se bajaba los pantalones, y yo aproveché la sorpresa para lanzarle la bolsa de deporte que llevaba al hombro. Sin pararme a pensar, salté hacia él lanzando una patada a sus costillas (veía muchas películas de Bruce Lee de aquella). El tipo cayó hacia un lado y yo agarré mi bolsa con una mano mientras le cogía el brazo a una Marta paralizada por el pánico para hacerla salir corriendo de allí.
Corrimos como locos un par de calles hasta encontrar un portal abierto donde escondernos a recuperar el aliento. Allí, tras comprobar que el indeseable tipejo no nos seguía, la ayudé a recomponerse la ropa sin dejar de preguntarle si estaba bien, si le había hecho "algo". Quise llevarla a la policía, o al hospital de la Cruz Roja que había allí cerca, pero ella solo decía entre sollozos y temblores que no había pasado nada. Yo había llegado justo a tiempo, y nadie debía saber nada de aquello, terminarían por culparla a ella y sería aún peor. Por desgracia, en aquella época, las cosas funcionaban de una manera tan triste que no pude más que reconocer que tenía razón. Y a pesar de la efervescencia rebelde de los diecisiete años, no dejábamos de ser dos críos asustados y lo único que supimos hacer fue abrazarnos y llorar.
No recuerdo cuanto tiempo quedamos inmóviles, fuertemente abrazados en silencio hasta que ella me apartó con delicadeza y tras limpiar las lágrimas de mi cara con su mano, me hizo jurar que nunca contaría aquello a nadie. Cuando por fin logré convencerla de que sería así, ella prometió recordar siempre que yo la había salvado, y luego terminó de vestirse, y yo pude ver con claridad el enorme lobo que tenía tatuado desde el borde de su sujetador hasta más abajo de la cintura. Un tatuaje espectacular en unos tiempos en los que los tatuajes eran cosa de marineros, legionarios o presidiarios, pero que a mí me pareció lo más bonito que había visto en mi vida.
Salimos a la calle, y sin cruzar palabra, la acompañé hasta su portal, que resultó estar a pocos metros del mío, y una vez allí, me hizo pasar dentro para volver a insistir en mi juramento de guardar silencio y en su eterno agradecimiento, y luego me besó intensamente en los labios, y aquel fue el primer beso de verdad que una chica me daba, nada que ver con aquellos juegos de adolescentes llenos de nerviosa timidez.
Demasiadas emociones para un crío imberbe. En aquel momento, era yo el paralizado que se quedaba embobado mirando como "la bicho raro" subía las escaleras y se giraba para guiñarme un ojo sonriendo con un brillo que nunca había visto en aquella cara, antes de darme de nuevo las gracias y decirme que si respetaba nuestro secreto, quizás algún día se animase a contarme la historia de aquel tatuaje en el que tanto me había fijado.
Después de aquel episodio, mi manera de mirarla en clase cambió radicalmente. Incluso algún compañero se había dado cuenta y se aprovechó de ello para reírse a mi costa sin que yo supiera muy bien que decir. Pero ella seguía manteniendo las distancias, seguía con aquel gesto suyo de enfado con el mundo.
Tenía muy grabada la imagen de su tatuaje, y el recuerdo de aquel sincero y cálido abrazo perturbaba mis hormonas adolescentes.
Pasaron las semanas y todo volvía a la rutina de las clases y los entrenamientos, y aunque yo pasaba habitualmente por delante de su portal con la esperanza de encontrarla, no hubo más contacto que el compartido en las clases en las que coincidíamos.
Sobra decir que seguía manteniendo el secreto de lo ocurrido aquel día.
Llegué a pensar que ella estaría tratando de borrar de su mente todo aquello, que el verme no hacía más que recordárselo, y que por eso evitaba cualquier tipo de contacto. Y así, cuando ya quedaban pocas semanas para terminar el curso, ya me había hecho a la idea de quedarme con el bonito recuerdo de su suave cuerpo pegado al mío, cuando una tarde, volviendo como de costumbre del entrenamiento, al pasar delante de su portal, la oí llamarme.
Me hizo entrar en el portal y me abrazó. El olor de su cuello y de su pelo me hizo temblar, y medio en una nube, escuché sus palabras cerca de mi oído agradeciendo mi silencio, diciendo que no se había olvidado de su promesa de contarme la historia del tatuaje. 
Intentando controlar mi nerviosa excitación, me aparté un poco para decirle que no tenía que hacerlo si no quería, pero ella insistió, dijo que quería hacerlo, que estaba sola en casa, que su madre trabajaba esa noche y que estaríamos mejor en casa sin vecinas cotillas poniendo la oreja.
No me dio tiempo a contestar. Comenzó a subir las escaleras y la seguí con el corazón latiendo a mil por hora. Pensé en preguntar si su padre también trabajaba por la noche, pero recordé que era hija de madre soltera (otra de las cosas que la convertían en "gente rara" señalada por aquella época oscura en la que crecíamos). Así que entré en su casa tras ella y me senté a su lado en un viejo sofá, y ella me miraba y sonreía, y ahora no estaba con cara de "bicho raro", ahora era toda luz, y yo todo nervios.
Por si fuera poco, Marta se bajó la cremallera de su cazadora de cuero para quitársela con pasmosa naturalidad y quedarse en sujetador. Aquello era mucho para mi acalorado estado, y mis ojos no sabían si mirar el gran lobo tatuado o aquel pequeño sujetador de encaje negro y transparencias. Ella, sin dejar de mirarme y sonreír, comenzó a hablarme de su hermana mayor que vivía en Londres; me contó que pasaba los veranos con ella, que trabajaba en un estudio de tatuaje y que ella se lo había hecho como regalo para que recordase que siempre sería su loba protectora.
Yo asentía con monosílabos tratando de mostrar atención al tatuaje y a sus palabras, pero los ojos se me iban una y otra vez a su maravilloso pecho. Quería disimular, mostrar tranquilidad, pero era evidente que era la primera vez que una chica se mostraba así ante mí, y ella empezó a sonreír más claramente y se acercó. Cogió mi mano y la llevó bajo aquella tela transparente, y comenzó a besarme mientras me iba diciendo entre beso y beso que me relajara, que disfrutara, que me dejase guiar, que ella me enseñaría. Y yo, más asustado que nunca en mi vida, me dejé guiar.
Ella se ocupó de todo, de desnudarse, de desnudarme, de llevar mis manos, mis dedos y mi lengua por todos los rincones de su cuerpo. Fue marcando el ritmo y frenando mi excitación en una clase magistral donde ella, una hermosa diosa guerrera, instruía a un virginal adolescente que aquel día se convertía en hombre.
Nunca pude olvidar aquella noche, y menos durante los últimos días de clase antes del verano. Y aunque Marta seguía manteniendo la distancia, yo no podía evitar estremecerme cuando la veía. Hasta podía sentir su olor y su sabor, sobre todo en aquellas solitarias noches adolescentes.
El curso terminó. Supe que ella se había marchado a Londres como todos los veranos, mis padres decidieron mudarse para estar cerca de mí en la Universidad. La recordaba, seguía pensando en su cálida piel, pero la vida seguía y el tiempo fue dejando aquella mágica noche en un maravilloso capítulo que siempre estaría presente, pero nuestros caminos se habían separado... hasta ahora...
Así que tocaba dejar el ensoñamiento y los recuerdos y volver a la realidad del trabajo. Durante el resto de la semana, Marta fue reuniéndose uno a uno con los demás miembros del equipo, y todos salían de la reunión diciendo que les había hecho prometer no dar detalles, que así todos tendríamos la oportunidad de no ir con prejuicios ni con nada preparado de antemano. Al final, el viernes por la tarde ya habían pasado todos, menos Luisa y yo, y no quedaba otra que esperar ese momento a solas con ella, y seguir dando vueltas a la incertidumbre de saber que pasaría cuando estuviéramos frente a frente. Yo había descubierto su identidad, pero, ¿y ella?, ¿me habría reconocido?, o simplemente, el tiempo había hecho lo inevitable logrando que ni siquiera se acordase de mí. Y empezaba a pensar que para ella, lo más probable fuese que aquella noche no había supuesto un recuerdo tan deliciosamente tierno e intenso.
El sábado llegó, y las tareas pendientes de la casa fueron ocupando la mañana. Después de comer, buscaba un poco de relax en el sofá cuando llegó un mensaje de Luisa diciendo que tenía invitaciones para la inauguración de un club privado con temática BDSM, que me recogía a las nueve para cenar algo antes. Una tentadora oferta para un sábado que se estaba volviendo demasiado tranquilo.
Además, no sabía decirle no a Luisa. Habíamos coincidido en otros equipos comerciales y se había creado entre nosotros una amistad especial. Nadie sabía de nuestra relación, pocos entenderían que dos personas que se compenetraban tan bien no estuvieran viviendo juntos, pero la realidad era que los dos estábamos muy bien sin etiquetas ni compromisos, y disfrutábamos sinceramente de maravillosos momentos donde las horas volaban sin darnos cuenta.
Luisa es una mujer de esas que ahora llaman "curvis", con unos kilos de más y que rezuma sensualidad por todos los poros de su cuerpo. Siempre elegante y llamativa, siempre con una encantadora sonrisa y una mirada brillante. Pero su mayor atractivo era su mente curiosa y perversa, su alegría contagiosa, su ausencia de complejos y prejuicios.
Habíamos descubierto rápidamente nuestra espectacular conexión, y la política de las empresas de evitar las relaciones entre compañeros nos llevó a una historia secreta en la que la única regla inquebrantable era seguir gozando de todo aquello que hiciera vibrar nuestras mentes y nuestros cuerpos.
Siempre manteniendo los tres principios básicos de cualquier tipo de relación, comunicación, sinceridad y respeto, iban pasando los meses y ya habíamos dejado de contarlos. Su sensualidad y su apasionada forma de disfrutar del sexo eran el complemento perfecto para aquellas larguísimas charlas con las que yo gozaba tanto o más como cuando recorría la sabrosa piel que cubría sus voluptuosas curvas.
Con el tiempo, me fue contando su pasión por el Sado, por su estética, por los juegos y roles que le daban al sexo un punto de perversión y compenetración basado en la plena confianza. Siguió guiándome por aquel desconocido mundo para mí, y aunque ninguno de los dos llegábamos a extremos muy duros, encontramos un lugar nuevo donde experimentar nuevas sensaciones.
Así que un nuevo club cerca era el plan ideal para una noche de sábado, la escusa perfecta para acabar pasando la noche juntos y despertarnos el domingo desnudos, enredados, oliendo a sexo. El guion adecuado para dos almas solitarias que sabían gozar de la excitante y lujuriosa compañía del otro.
En compañía de Luisa, la tarde del sábado se pasó rápidamente entre risas, cervezas y un informal picoteo antes de que un taxi nos llevara a LA MAISON DU LUOP NOIR.
En las afueras, habían convertido una antigua fábrica en un espectacular local con múltiples espacios donde la decoración y la iluminación diferenciaban temáticas relacionadas con el mundo BDSM. Tras una breve visita por esos espacios en la que solo nos permitían un pequeño acercamiento, nos dirigieron al loft de la parte superior donde se celebraba la verdadera fiesta de inauguración.
Fuimos disfrutando de cada pequeño show preparado para la ocasión, gozando de los esculturales cuerpos de chicos y chicas mínimamente cubiertos por cueros, látex y transparencias. Luisa estaba encantada, y sus ojos brillaban sin perder detalle ni cortarse a la hora de aceptar las invitaciones a acercarse y participar fugazmente de aquellas escenas.
Cada poco, una atenta y deliciosa camarera se ocupaba de que nuestras copas estuvieran siempre llenas de un frío y burbujeante cava, y Luisa aprovechaba para agarrar con fuerza mi mano y apretar su voluptuoso cuerpo contra el mío antes de brindar y hacerme probar sus sabrosos y carnosos labios.
Dejamos que la noche nos fuera embrujando y excitando en aquel ambiente tan especialmente cuidado, hasta que, justo a medianoche, la música y las luces cambiaron y se abrió el telón del fondo del local. Allí apareció un personaje vestido al estilo de los antiguos directores de pista de circo invitándonos a acercarnos alrededor del escenario principal. Comenzó por agradecer nuestra asistencia, para la dirección del club sería un honor que esa noche todos nos fuéramos a casa excitados y con ganas de más (el guiño pícaro de Luisa fue el gesto cómplice que confirmó que en su caso lo estaban logrando).
Mientras aquel personaje hablaba, los que antes representaban variadas escenas en los pequeños escenarios, repartían ahora un pequeño libro encuadernado en cuero negro con la cabeza de un lobo grabada en la tapa, y el jefe de pista iba explicando que allí teníamos las normas, las condiciones y toda la información necesaria para hacernos miembros vip y así poder asistir y disfrutar del club con plenos derechos.
Siguió con su discurso de presentación pidiendo que dejáramos esa información para otro momento. Ahora quería que nos centráramos en seguir disfrutando de la fiesta, simplemente nos robaría unos minutos más de atención, los necesarios para que conociéramos a la culpable de que aquel lujurioso infierno del placer estuviera allí a nuestra disposición.
Las luces se centraron en la aparición por el fondo del escenario de una espectacular figura femenina cubierta con una capa gris con capucha que al caminar mostraba las altísimas botas de cuero negro que cubrían sus piernas. Escoltada por dos conejitas rubias al más puro estilo Playboy, se acercaba lentamente al borde del escenario tirando de las correas que ambas conejitas llevaban alrededor de su cuello.
Entre los acordes del tango que acompañaba su puesta en escena, el presentador pedía un caluroso aplauso para Lady M, Reina de los lobos, dueña del club y Ama exigente y dispuesta a someter a todos los que tuvieran la valentía de entregarse a ella. De reojo, pude ver a Luisa aplaudir entusiasmada sin dejar de suspirar y sin apartar la mirada de aquella impresionante mujer.
Lady M se quitó la capucha para mostrar la gran máscara veneciana que cubría su rostro haciendo imposible conocer su identidad (según el maestro de ceremonia, eso era algo limitado a unos pocos elegidos a quienes ella otorgaba personalmente ese privilegio). Luego se colocó de espaldas al público y chascó los dedos para que las obedientes conejitas le quitaran la capa, y los aplausos crecieron ante la maravillosa imagen de aquella hermosa espalda desnuda sobre la que caía una brillante melena negra que llegaba hasta el borde de unas sugerentes y ajustadas bragas negras de encaje.
Con una excitante lentitud, comenzó a girarse, y cuando terminó de hacerlo, mientras las atentas esclavas cubrían sus pechos con sus manos enguantadas, ella, orgullosa y altiva, recibía los ardorosos vítores y aplausos de los enfervorizados y entregados asistentes, tras la gran máscara que mantenía su secreta identidad. Luisa se mordía los labios con las mejillas encendidas, casi jadeando, al igual que todos los allí presentes... todos menos yo...
Estaba paralizado, casi en estado de shock. Había reconocido claramente quien era Lady M... el gran tatuaje en su costado derecho había hecho que mi cuerpo se enervara y que un brutal escalofrío recorriera mi espalda...
El espectáculo continuó en el escenario después de que Lady M y sus conejitas lo abandonaran. Otros números con temática BDSM continuaron animando la fiesta y subiendo el nivel de excitación de todos los asistentes, y por supuesto, el de mi adorable Luisa. Y yo, intentando asimilar aquel momento revelador. 
Tenía claro que no podía compartir aquella información con Luisa a unos días de su reunión con la nueva jefa, y esa sensación de tener que ocultarle algo no era muy agradable, pero no podía asegurar que su reacción fuese la más adecuada.
La verdad es que estaba radiante. La excitación era visible en sus grandes ojos marrones, y entre copa y copa, cada vez se acercaba más a mí con movimientos sinuosos, y un rato más tarde, nos besábamos apasionadamente en el asiento de atrás del taxi que nos llevaba a su apartamento.
No hicieron falta muchas palabras. Su cuerpo era un volcán y mis manos lo recorrían buscando su erupción, y mi boca se apoderaba de su cuello haciéndola gemir antes de tumbarla en la cama y verla retorcerse con los ojos inyectados por un lujurioso deseo que la lleva a buscar en el cajón de su mesita unas esposas y ofrecerse a ser sujetada al cabecero de la cama.
No tuvo que insistir para que lo hiciera y luego la desnudara por completo. Luisa gritaba y gemía pidiendo más, pero yo quería tomar el control, así que busqué en el cajón un pañuelo para amordazarla. Eso, tal y como suponía, logró encenderla aún más, y yo pude volver al cajón con la intención de encontrar alguno de aquellos juguetes con los que ella solía jugar a solas.
Una fusta de cuero de pequeño tamaño que no recordaba haber visto en otras ocasiones, y su bala vibradora, esa con la que tanto le gustaba jugar, llamaron mi atención y tras colocarme entre sus piernas, comencé a recorrer lenta y suavemente la suave piel de sus muslos, intercalando pequeños golpes. La veía temblar y estremecerse, sentía su olor llenando la habitación, y seguía acercando cada vez más la fusta a aquellos labios depilados que se empapaban por momentos.
Aún con el pañuelo en la boca, podía oír perfectamente sus gemidos y sus súplicas pidiendo que la poseyera, que no podía esperar más. Pero yo quería seguir con aquel juego lento y morboso, para terminar por acercar el pequeño vibrador a su pubis, logrando que su cuerpo se tensara agarrándose a los barrotes metálicos del cabecero, y cuando la pequeña bala recorrió el camino hasta colocarse sobre su clítoris, ya no pudo más que dejarse llevar por un entregado orgasmo del que yo disfruté casi tanto como ella.
Sabía de sobra que para ella aquello no era más que el principio, que quería más, que acababa de abrir la caja de los truenos. Me desnudé mientras ella seguía jadeando y la hice colocarse boca abajo. Su postura favorita, esa en la que ella se sentía tan poseída y entregada a gozar buscando placer por placer con aquel en quien confiaba, con aquel que conocía el momento justo que la llevaba a volverse loca, con aquel canoso lobo negro que la agarraba por el pelo y la llenaba haciéndola vibrar por dentro, aquel con el que tantas noches compartía la apasionada entrega de lujuriosos juegos donde los roles se intercambiaban sin más condición que la de complacerse mutuamente.
Un sudoroso lobo que ahora trata de recuperar el aliento tumbado en la cama mientras ella está en el baño, y que descubre que su mente vuelve al escenario del club a contemplar la impactante imagen de Lady M en un ensoñamiento nebuloso que acaba por llevarle a aquel viejo sofá donde un tembloroso adolescente descubría por primera vez el placer del sexo de la mano de la joven Marta.
Las imágenes de la fiesta, el olor de las sábanas, la imagen de Luisa gozando allí atada, el recuerdo de Marta, logran rápidamente una sorprendente consecuencia bajo la sábana que me cubre de cintura para abajo. Mi cuerpo vuelve a estar erizado y disfruto de esa sensación imaginando lo que podría ocurrir si Marta me reconociese, y eso hace crecer mi excitación claramente, justo en el momento en que Luisa vuelve a entrar en la habitación y se acerca a la cama sonriendo lujuriosamente, casi relamiéndose, encantada con la idea de colocarse sobre mí y ser ella quien tome el mando.
¡Y quién se puede negar a ese voluptuoso cuerpo que ahora cabalga sobre el mío mirándome con ojos de deseo!
Se hizo muy duro volver a la oficina un lunes a las nueve de la mañana con el cuerpo aún dolorido por el increíble maratón de sexo en la adorable compañía de Luisa, y uno ya no recupera tan rápidamente como hace unos años. Sin embargo, ella sonríe y saluda alegremente a todo el mundo con esa mirada brillante que la hace parecer fresca y reluciente.
A las nueve y media, puntual e impecable, Marta hace su entrada dando los buenos días y luego se dirige a mí desde la puerta de su despacho para decirme que me espera a las diez en punto para la reunión individual.
Menos de media hora para intentar calmar los nervios y mejorar esa cara de lunes resacoso. Tras pasar por el baño, saco un vaso de ese brebaje de máquina que llaman café y salgo a la pequeña terraza que usamos para fumar, pero no dejo de mirar como van cayendo los segundos y se acerca el momento de estar a solas con Marta.
Un segundo antes de las diez, llamo a su puerta y ella me invita a pasar. Huele a café de verdad, recién hecho, la veo girarse con dos tazas humeantes en la mano, me pide que cierre la puerta y tras posar las tazas se lanza a abrazarme tan fuerte que me deja paralizado, sin respuesta, y solo soy capaz de inspirar profundo y llenarme del embriagador aroma de su perfume.
 - Llevo toda la semana esperando el momento de abrazarte. El otro día me despistó un poco esa recortada barbita canosa, pero en cuanto volví al despacho y vi tu nombre, supe que tendría que esforzarme para no caer en la tentación y saltar a tus brazos.
 - ¡Vaya!. Yo necesité confirmar que eras tú, y no tenía claro si te acordarías de mí.
 - ¿Pensabas que "la bicho raro" se había olvidado de su héroe salvador?
 - Ja,ja.ja, hace mucho tiempo de eso, pero me alegra saber que lo sigues recordando, y me alegra más todavía volver a poder abrazarte.
 - Entonces, ¿el sábado, pudiste reconocerme?
 - Ufff, ya lo creo, ese tatuaje no se borrará nunca de mi cabeza, pero, ¿me viste en la fiesta?
 - Claro, te vi enseguida, a ti y a tu compañera. Luisa se llama, ¿no?
 - Si, Luisa, pero no le conté nada. Pensé que sería mejor dejar las cosas así.
 - Me parece una decisión muy acertada por tu parte, sigues siendo un chico discreto que sabe guardar secretos. Pero dime, ella y tú, ¿sois pareja?
 - No, pareja no. Compañeros de trabajo que comparten algún que otro momento sin ataduras ni compromisos, manteniendo la discreción para evitar cotilleos innecesarios. Además, sabrás de sobra que la empresa no ve bien las relaciones entre empleados, así que espero que como jefa nuestra, no nos penalices por ello.
 - Tranquilo. Mis planes no van por ahí, enseguida te cuento. Ahora tomemos ese café antes de que se enfríe.
De nuevo en un pequeño sofá al lado de Marta, tan nervioso y deslumbrado cómo aquel inexperto adolescente. Nos intercambiamos los teléfonos personales y quedamos en vernos fuera del horario de oficina para ponernos al día después de tantos años sin saber el uno del otro. Marta prometió contarme todo con detalle, y mostraba interés en saber si había una pareja o una relación en mi vida. Tras asegurarse, admitió que en la suya, igual que en mi caso, sus relaciones habían sido algo bastante decepcionantes. Luego, tras otro sincero abrazo y un delicado y tierno beso en los labios, pasó del sofá a su sillón tras la mesa y me pidió que me sentara frente a ella.
 - Ahora toca ponerse en modo jefa. Ya has visto mi otra realidad, la de Lady M, y sé que contigo mi identidad está a salvo, pero como jefa, tengo que contarte un nuevo secreto que ninguno de tus compañeros sabe todavía. Me contrataron para mejorar el departamento comercial con una condición innegociable, la Dirección quiere reducir el departamento, así que dos comerciales se irán al paro. La mayoría, tienen peores cifras de ventas que tú, pero vas a ser uno de los dos que quedará en la calle. Es una decisión que tomé en el momento que supe quién eras, y no tiene nada que ver con Lady M, es Marta quien lo ha decidido de forma consciente y meditada. No quiero a la persona que deseo tener en mi cama trabajando para mí, ya una vez tuve que apartarme de tu lado, y si el universo nos ha hecho volver a coincidir, no pienso dejarte escapar de nuevo y quedarme sin la posibilidad de volver a disfrutar del único hombre que me hizo sentir una mujer especial.
Tras aquella inquietante y sincera confesión suya me sentí en medio de un terremoto de sensaciones. Tuve que esquivar el interrogatorio de Luisa lo mejor que pude, y aún sintiéndome mal por no contarle todo, no sabía cómo encajar todo, necesitaba asimilar con calma ese nuevo giro que la vida me planteaba.
La sorpresa llegó tres días después cuando Luisa pidió la cuenta en la empresa.
Aquella tarde quedamos en el bar de siempre y me contó que se marchaba a Tenerife. Estaba cansada del mundo comercial y llevaba unas semanas hablando con una amiga que tenía un pub en la isla y le ofrecía un trabajo allí. Además, admitió, con su habitual sinceridad, que más allá del cambio, del atractivo del clima, la idea de reencontrarse con una persona con la que había vivido una intensa época era un aliciente tentador que la atraía brutalmente.
Por primera vez la vi compungida y con un nudo en la garganta cuando reconoció que me echaría mucho de menos y que eso era la parte más dura de todo esto, pero necesitaba volar y quería que lo comprendiera.
No pude más que abrazarla fuerte en silencio y quedarme pegado a ella empapándome de ese aroma que me había acompañado en los últimos meses y que sabía que quizás jamás volvería a sentir.
Cuando dejó de suspirar y de temblar, la besé delicadamente en los labios y le dije que le deseaba toda la felicidad que se merecía y que me alegraría mucho verla feliz cumpliendo sus sueños. 
Un momento duro decirle adiós, pero a la vez un instante muy íntimo, y sinceramente feliz por ella y por los meses maravillosos compartidos a su lado.
Pero ahora, con Marta reaparecida, su decisión me liberaba, y aunque el recuerdo de las ardientes escenas vividas permanecería mucho tiempo en mi cabeza, mi intención no era otra que recuperar el tiempo perdido con Marta y dedicarme por entero a ella.
Esa renuncia de Luisa revolucionó un poco el departamento comercial. Y unos días después, la noticia de mi cese por los recortes propuestos por la dirección terminó por dejar a todos los compañeros con cara de no entender muy bien qué estaba pasando.
Pero eso ya no me interesaba. Recogí mis cosas y tras unos días de papeleo y reorganización, por fin pude pasar una noche con Marta sin otra preocupación en mi cabeza que la de entregarme por entero a aquella mujer con la que llevaba tanto tiempo soñando-
Mis dedos temblaron al volver a acariciar aquella sedosa piel y el gran tatuaje de su cintura se convirtió en un poderos imán que atraía mi boca una y otra vez. Y ella, encantada estremeciéndose mientras me dejaba hacer. Y yo, volví por un momento a ser el chico tembloroso que descubría placeres sobre aquel cuerpo que ardía retorciéndose con cada roce de mis dedos.
Una noche intensa y ardiente. Una noche con la que había fantaseado tantas veces y que por fin se había hecho realidad. Una noche a la que le siguieron muchas más, cada una más lujuriosa, hasta que ella sugirió que sería más cómodo que me quedara allí de continuo.
Su contrato con la empresa había terminado tras cumplir el trabajo de reorganización encargado y ahora se dedicaba a dirigir el club como Lady M. Un papel que se la daba muy bien, pero que no quería interpretar conmigo.
Acabé por mudarme a su ático y las semanas fueron pasando. Ella atendiendo el club y yo atendiendo la casa. Eso me permitió tener tiempo para volver al entrenamiento abandonado durante los años de comercial y tratar de bajar esa incipiente barriguita cervecera, y sobre todo, tiempo para retomar el vicio de escribir.
Volví a sentirme bien conmigo mismo sin las ataduras de horarios y trabajos sin más motivación que la de pagar las facturas. Me convertí en lo que algunos llamarían un mantenido, pero en eso no he cambiado, sigue sin importarme lo que el resto del mundo opine, más teniendo a una hambrienta loba empeñada en devorarme cada noche entre sus revueltas sábanas y hacerme cómplice de inconfesables juegos tan adictivos y ardientes que el mismo infierno tendría envidia del calor que recorre nuestros cuerpos.
Y quién sabe, puede que algún día escriba una historia sobre un héroe que salva a una bicho raro para terminar enamorado de una poderosa loba.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derchos reservados

jueves, 12 de noviembre de 2020

MUSA DE CARNE Y HUESO.

Mis letras, mis relatos, nacen para que tú que me lees los disfrutes y los hagas tuyos con total libertad y naturalidad.
No busco conocer los detalles. No pretendo ni necesito que me cuentes hasta que punto se acelera tu cuerpo con cada párrafo de esas ardientes líneas que mi traviesa mente va creando.
Cuando la inspiración logra que mi bolígrafo vuele sobre el papel, en mi cabeza aparece la imagen de tu sinuosa figura y me recreo imaginando esa piel erizada y encendida siendo acariciada por las yemas de tus dedos sin que apartes la vista de ese relato que va invadiendo tu mente con la misma intensidad con la que brota en la mía.
Una musa de carne y hueso que alimenta y excita mi febril imaginación. Una mezcla sugerente y explosiva para este perverso diablillo seductor que sueña con ser comunicador de sueños y desea convertirse en un trovador que cubra con pinceladas de color esta gris realidad que nos rodea. 

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

domingo, 8 de noviembre de 2020

UN AÑO.


 

CULPA MÍA.

Yo tuve la culpa. Yo quería robarle un beso y sentir aquel perfecto y fascinante cuerpo pegado al mío.
Nunca llegué a sospechar que yo era la presa y no el cazador, ni que aquella sinuosa mujer tenía todo calculado en su perversa mente. Me sentía eufórico creyendo que ella caía en mis redes y cuando mi boca rozó la suya todo se aceleró.
En ese instante sentí como ella tomaba el mando y el fuego de su lujuria recorrió hasta la última célula de mi cuerpo. La excitación terminó por dejarme a su merced fundiéndose a esa adictiva y vertiginosa sensación de riesgo que disparaba mi adrenalina y me hacia desear saborear cada rincón de aquel cuerpo caliente que me guiaba con destreza al paraíso del placer.
Una vez en su casa, contemplar su completa y exquisita desnudez mientras sus manos y su boca me quitaban la ropa se convirtió en un inolvidable espectáculo antes de que ella se volviera para irse con su voluptuoso caminar hacia la habitación consiguiendo que yo la siguiera sin poder apartar la mirada de su impresionante culo.
Por una milésima de segundo, una alarma se encendió en mi cabeza y pensé en no seguirla, pero la tremenda excitación borró de un plumazo esa idea. En cuanto crucé aquella puerta ella se encargó de incendiar aún más mi cuerpo para guiarme a la cama y colocarse encima de mí. Pude ver el brillo de su mirada y como se mordía los labios sintiéndose poderosa y dominante.
Deseaba ser poseído. Quería gozar del fuego abrasador que rozaba mi erección con precisos y calculados movimientos que me hacían estremecer. Sus uñas se clavaban en la piel de mis hombros, y sin que yo supiera cómo, aquellos sutiles arañazos llevaron mis muñecas hacia unas esposas escondidas bajo la almohada.
Cuando fui consciente de la situación, la vi disfrutando de su triunfo en el momento en que se apoderó por completo de aquella encendida erección que palpitaba deseando ser bañada por el cálido elixir que brotaba entre sus piernas.
Y me olvidé de las esposas viendo la lujuria en su rostro, y ya no me importaron ni los arañazos ni la furia con la que sus caderas me poseían. En aquel momento habría vendido mi alma a cambio de seguir siendo su esclavo hasta el fin de los tiempos.
Ese era su plan. Tenerme a su disposición entregado y sometido. Y terminé rendido a ese ser perverso que me llevaba a umbrales del placer jamás imaginados por un tipo que se creía cazador y que acabó hechizado por aquella mujer de curvas que rozaban la perfección, alma de bruja maléfica y sangre de loba en las venas.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

lunes, 12 de octubre de 2020

SABER QUE ME LEES.

Me gusta jugar a imaginarte con mi libro en tus manos leyendo con atención cada línea de esos relatos que mi traviesa imaginación crea.
Me gusta pensar que vas dando forma a esas escenas en tu cabeza, que las vas haciendo tuyas y te vas sintiendo protagonista de cada uno de esos momentos en los que seres apasionados se entregan a gozar de sus sentidos y sus cuerpos.
Quiero soñar que tu cuerpo responde a mis letras erizándose y temblando hasta lograr que el calor nazca entre tus piernas reclamando caricias.
Y en ese instante en que dejas el libro a un lado en tu cama, y el deseo se desborda obligándote a cerrar los ojos y tus manos se mueven buscando calmar el deseo que brota acelerando tu respiración, en ese instante me gustaría estar ahí, sentado al borde de tu cama mirándote y aprendiendo de memoria los recorridos y los ritmos que te llevan a enloquecer y perder la cordura sintiéndote lujuriosa y excitada. Grabar en mi memoria las imágenes, los sonidos, los olores de tu cuerpo encendido, ver como te deshaces de la ropa que sobra para terminar completamente desnuda, gozando sin pudor de cada centímetro de ese cuerpo de mujer sensual creado para el placer.
Descubrir esa íntima entrega a la lujuria por si algún día la diosa fortuna me diese la oportunidad de compartirla contigo, y poder así embriagarme con el exquisito sabor de tu piel y llegar a probar el néctar de tus labios...
Para luego gozar también de tu boca...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

martes, 22 de septiembre de 2020

DEDICATORIA.

Conozco a Leny desde hace unos quince años. Yo tenía veintiséis y trabajaba en el alamcén de una distribuidora de prensa, y ella era la hija de diecisiete años de mi encargado. 
Cada viernes, bajaba por la tarde a buscar a su padre y yo no podía apartar la vista de aquella efervescente criatura que lo revolucionaba todo con su frescura adolescente.
Fueron tardes de miradas y sonrisas. Momentos disfrutados de manera natural desde la ternura de una inocente complicidad sin llegar siquiera a cruzar palabras. Momentos tiernos que se quedaron grabados en mi mente y que se convirtieron con el tiempo en dulces recuerdos creados con sinceridad y cariño.
Pasaron las semanas sin que hubiera nada más. Mi contrato de trabajo estaba a punto de terminar y surgió la oportunidad de un cambio con mejores condiciones en otra empresa y decidí aprovecharla. 
Cambio de ciudad, nuevo trabajo, nuevas rutinas, pero en cuanto podía volvía de visita a ver a la familia y pasaba por el pub a compartir unas cervezas con los colegas futboleros de siempre. Y aunque nunca supe más de Leny, aquellos tiernos recuerdos seguían en mi cabeza y no me olvidaba de aquella deliciosa mujercita de sonrisa hechicera.
En una de aquellas visitas casi tres años después, entré en el pub buscando las caras conocidas de mis amigos y reconocí a aquella inolvidable sonrisa tras la barra. Ya no era una adolescente, pero conservaba la misma imagen deslumbrante que yo tenía grabada. Me reconoció al instante y en cuanto pudo, corrió a abrazarme y a llenarme de besos.
Era la primera vez que sentía su aroma tan cerca y la cálida magia de sus labios en mi piel. Un instante imborrable que pasó automáticamente a la carpeta de recuerdos de mi cabeza. 
Luego pudimos charlar un rato y ella mostró de nuevo su alegría por el reencuentro y confesó que siempre había disfrutado de aquellas tardes de viernes y que soñaba con volver a vernos algún día. Pero tenía pareja, y yo debía irme en unos días, así que nos vimos un par de veces en el pub, y prometiendo volver a vernos, nos despedimos con un largo y apretado abrazo, uno de esos fuertes y sinceros que te estremecen por dentro.
El tiempo siguió con su imparable trascurrir y aunque volví de visita algunas veces y pasé por el pub, ella ya no estaba allí. Perdí de nuevo su pista y unos años después, otro cambio de trabajo me hizo regresar a casa. Conocí una chica con la que llegué a convivir casi cinco años y en mitad de esa relación, el universo la puso otra vez en mi camino. Esa vez era yo quien tenía pareja y ella la que estaba sola, y aunque el reencuentro y el abrazo fueron mágicos y electrizantes, no hubo tiempo ni ocasión para más. Eso si, esta vez intercambiamos teléfonos y redes sociales y eso nos permitió mantener un ligero contacto virtual que nos permitió al menos saber el uno del otro.
Otro sorprendente y bonito encuentro en el que su aroma se quedó pegado a mi piel durante días y que me hacía soñar con aquella divina criatura que una vez más se cruzaba en mi camino para desaparecer dejándome la sensación de tener una cuenta pendiente que resolver.
Siguieron pasando meses, años, con saludos por cumpleaños y fiestas señaladas a través de las redes, y siempre con un "tenemos un café pendiente". Hubo otras parejas, otros trabajos, otras circunstancias en nuestras vidas que iban rellenando el calendario sin nada estable o duradero.
Hasta que hace un par de semanas recibí un mensaje suyo. Una foto suya con el libro que yo había publicado unos meses atrás. Una preciosa y excitante foto, ¡mis letras en sus manos!
Al momento llegó otro mensaje diciendo que no podía ser que ese libro no tuviera una dedicatoria especial, que buscase un hueco para vernos y firmárselo.
Así que ayer, a las siete de la tarde, entró en mi apartamento con su sonrisa deslumbrante, con un ajustado y corto vestido negro que resaltaba aún más su impresionante figura. Y nos abrazamos y nos besamos con hambre atrasada. 
Ambos libres, sin parejas ni compromisos, por fin solos y enredados deseando dar rienda suelta a esa atracción contenida durante tantos años. Compartimos besos con sabor a vino tinto, le firmé el libro y confesé mis ganas de firmar todo su cuerpo mientras ella se pegaba a mí y susurraba que aquel juego de miradas en su adolescencia la había hecho sentirse mujer y que las letras de mis relatos habían logrado que recordara de nuevo aquellas tardes de viernes erizando su cuerpo y excitando su mente.
Mi boca buscó la suya haciéndola callar y mis manos comenzaron a jugar bajo su vestido para luego terminar por dejarlo en el suelo junto a mi ropa y subir las escaleras tras ella relamiéndome con la excitante imagen de aquel mínimo tanga negro que adornaba su hermoso culo.
Y cuando por fin llegamos a la habitación, solo pude arrodillarme frente a ella y besar lenta y apasionadamente aquel pequeño y empapado triángulo de encaje negro y pedir permiso para quitárselo.
Y ella, entre jadeos, con sus dedos enredados en mi pelo, contestó que si, que estaba tardando en hacerlo, que no me imaginaba la cantidad de noches que había soñado con tenerme así, rendido, entregado y dispuesto a hacer realidad todas sus fantasías. Y ya no hubo palabras, nuestros cuerpos se enredaron y encajaron sin necesidad de más explicaciones. Ansiosos por gozar sin límites, las horas fueron pasando hasta que el agotamiento nos hizo quedar profundamente dormidos. 
Y aquí estoy, poniendo letras a esta historia al lado de la cama donde ella duerme desnuda entre sábanas revueltas con ese cuerpo de diosa y esa carita de niña inocente que sueña con angelitos. Nadie diría que es la misma que hace unas horas se retorcía completamente encendida gritando y suplicando que no se me ocurriera parar, que quería ser mi obediente y viciosa hembra el resto de su vida... 
Y no seré yo quien le lleve la contraria...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

domingo, 30 de agosto de 2020

ADICTA A TUS TRAVESURAS.

Mi novio es un delicioso y travieso seductor que consigue mantenerme en un estado de feliz excitación en cuanto se lo propone.
Una mirada cómplice, una sonrisa, un guiño, cualquier pequeño gesto hace que mis sentidos se alteren sabiendo que en su inquieta mente alguna "maldad" se está preparando.
Y sabe que no puedo negarle nada.
Sabe que me encantan sus juegos y su manera de llevarme a gozar de una manera tan increíble que me hace sentir como nunca antes me había sentido. Mi cuerpo se estremece con solo pensarlo, y mi mente comienza a saborear esa sensación de saberse deseada reconociendo ser una viciosa y juguetona pecadora que goza sin pudores de su ardiente feminidad.
Me tiene enamorada, feliz y excitada. Libre y conscientemente enganchada a disfrutar entre sus brazos.
Aunque otras veces me incita a cumplir sus "ordenes" en la distancia. Como esta tarde, enviándome un mensaje en el que pedía que mis manos jugaran bajo mi vestido, que acariciara el pequeño tanga de encaje que acabo de confesarle que llevo. El juego continuaba con el encargo de escribir una pequeñas líneas contándole con todo lujo de detalles las sensaciones antes y después de ese lujurioso juego.
No era el momento apropiado, pero solo pensar en ello logró que el calor comenzara a recorrer mi cuerpo. Cuando por fin pude tener un instante de soledad y mis manos llegaron a ese delicado encaje, ya pude descubrir una cálida humedad empapándolo.
Mis dedos comenzaron a moverse al mismo tiempo que en mi cabeza imaginaba que eran sus dedos los que buscaban abrirse paso bajo mi tanga. Notaba gotas de sudor bajando por mi espalda, y otras bañaban mi escote, y ya no pude parar. Otro maravilloso orgasmo acompañada por mi demonio particular que consigue que me tiemblen las piernas y que en mi cara se dibuje una pícara sonrisa de placer.
Y ahora toca la segunda parte del juego. Ahora es el momento de disfrutar poniendo en palabras tan lujurioso momento:
"Por fin a solas después de comer, en esa merecida pausa tan reconfortante en la que libero mi mente y mi cuerpo de obligaciones y tareas pendientes.
Dispuesta a cumplir el sugerente encargo de mi perverso demonio. Tras tanto tiempo pensado en ello, esperando llegar a la soledad de mi cuarto, el encaje de mi tanga reclama las caricias de mis dedos.
En mi mente son los suyos, y ese contacto mágico convierte la ligera humedad en una ardiente sensación que hace que no pueda seguir pensando.
Mis manos actúan con precisión agarrando con fuerza mis nalgas sin dejar de moverse acelerada y decididamente sobre esa empapada tela con la urgencia provocada por la infrenable excitación.
Me empapo por momentos y el ritmo va creciendo hasta que, sin mucha demora, llega la liberadora explosión. 
Saboreo unos instantes de calma sobre la cama antes de volver a la rutina habitual, no sin antes quitarme el tanga y comprobar el estado en que ha quedado. Y no puedo evitar sonreír pensando lo mucho que le gustaría a mi travieso Milord tenerlas ahora mismo en su mano sabiendo que él es el culpable de su estado. Y esa imagen consigue que todo mi cuerpo vuelva a estremecerse..."

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 25 de agosto de 2020

UNA TARDE DE VERANO.

Desnudos, sudorosos y excitados sobre las sábanas revueltas de una cama que rezuma olor a sexo salvaje.
Sin poder dejar de acariciarnos. Sin poder frenar los incesantes temblores que recorren nuestros ardientes cuerpos, gozando de esa sensación de sentirse deliciosamente agotados.
El sopor acaba por apoderarse de ambos. Pero antes nuestros cuerpos se enredan y las manos buscan cálidos rincones donde agarrarse con fuerza.
Una siesta reparadora que hará que cuando despertemos, el deseo nos convertirá en dos poderosos imanes que se atraen buscando volver a poseerse sobre la cama de esa habitación que nuestra pasión ha transformado en el santuario secreto donde damos rienda suelta a nuestra lujuria.
Una cálida siesta tras la cual nuestras bocas volverán a querer llenarse con ese sagrado elixir que golosamente nos entregamos poseídos por las insaciables ganas de sentirnos el uno parte del otro.

MICHEL GARCÍA
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viernes, 21 de agosto de 2020

CUANDO ÉRAMOS LIBRES...

 Nos presentaron una noche de verano cuando aún no existía la pandemia, y se podía salir de copas sin restricciones horarias, y no sabíamos nada de mascarillas. 
Así que fue fácil quedarse embobado mirando su deslumbrante sonrisa. Y ya no pude dejar de mirarla mientras parloteaba nervioso.
Y salimos a la calle a fumar. Tampoco estaba prohibido, y no teníamos que soportar la mirada acusadora de los inquisidores del humo que ahora "vigilan" las calles.
Entre calada y calada, ella no dejaba de sonreír sin apartar la mirada. Casi como dos náufragos de la noche que llevan demasiado tiempo soportando una frustrante soledad y que no quieren dejar de disfrutar de la magia de mirarse.
Supe al instante que tenía que robarle un beso y probar esos labios rojos, que no podía esperar, no fuera a acabarse el mundo al siguiente amanecer y quedarme sin haber saboreado el néctar de esa boca tan deseablemente apetecible.
Tiré el cigarrillo, rodeé su cintura con mi mano para atraerla con decisión y apretarla contra mi cuerpo. Busqué sus labios y ella no rechazó los míos, y nos pegamos sintiendo el calor de nuestras bocas mientras mi mano buscaba la redondez de aquellas nalgas perfectamente marcadas bajo su ajustado pantalón. 
La sentí estremecerse y suspirar haciéndome temblar, y en aquel momento comprendí que quería seguir agarrado a ese culo y devorando esos labios por el resto de mi vida.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 4 de agosto de 2020

INCENDIO

Tus firmes manos recorren cada curva de mi cuerpo despertando huracanes que avanzan aceleradamente por mi piel hasta penetrar por mis poros provocando un salvaje e incontrolable incendio que se apodera de todo mi ser.
Con gemidos y suspiros intento frenar la lujuria, pero tus caricias comienzan a bordear los limites de mi pantalón. Y ya no sé si son tus mágicos dedos, o esa pasión con la que me miras sin dejar de relamerte, lo que aumenta el calor que empapa de sudor mi ropa.
No quiero que pares. Quiero que sigas con esa deliciosa tortura que me conduce a una desenfrenada locura, y deseo que me quites la ropa y que empieces de nuevo a recorrerme, pero esta vez con esos labios y esa lengua traviesa que me hace estremecer mientras jadeo sumida en el éxtasis de entregarme a regalarte el elixir que explota entre mis piernas.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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