Así que fue fácil quedarse embobado mirando su deslumbrante sonrisa. Y ya no pude dejar de mirarla mientras parloteaba nervioso.
Y salimos a la calle a fumar. Tampoco estaba prohibido, y no teníamos que soportar la mirada acusadora de los inquisidores del humo que ahora "vigilan" las calles.
Entre calada y calada, ella no dejaba de sonreír sin apartar la mirada. Casi como dos náufragos de la noche que llevan demasiado tiempo soportando una frustrante soledad y que no quieren dejar de disfrutar de la magia de mirarse.
Supe al instante que tenía que robarle un beso y probar esos labios rojos, que no podía esperar, no fuera a acabarse el mundo al siguiente amanecer y quedarme sin haber saboreado el néctar de esa boca tan deseablemente apetecible.
Tiré el cigarrillo, rodeé su cintura con mi mano para atraerla con decisión y apretarla contra mi cuerpo. Busqué sus labios y ella no rechazó los míos, y nos pegamos sintiendo el calor de nuestras bocas mientras mi mano buscaba la redondez de aquellas nalgas perfectamente marcadas bajo su ajustado pantalón.
La sentí estremecerse y suspirar haciéndome temblar, y en aquel momento comprendí que quería seguir agarrado a ese culo y devorando esos labios por el resto de mi vida.
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
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