martes, 8 de diciembre de 2020

CUERO ROJO.

Te puedes encontrar con múltiples Caperucitas en los lugares más insospechados. No hace falta ir a buscarlas al bosque, se mueven con total naturalidad entre nosotros con la seguridad de saber que muy pocos pueden percibir su verdadera esencia.

A lo largo de los años (y ya son unos cuantos), he tenido la suerte de disfrutar del placer de descubrir la presencia de alguna de esas criaturas bendecidas con esa mezcla de picardía y sensualidad que las convierte en irresistibles mujeres capaces de encender pasiones a su paso.

Y una vez más volvió a ocurrir. Sin contar con ello, apareció de la nada una corta falda de cuero rojo que despertó al instante mi traviesa curiosidad.

Imposible no mirar. Imposible no buscar el borde de esa tela recorriendo con la mirada la sugerente forma de unas atractivas piernas.

Con cada movimiento suyo, mi imaginación volaba tratando de imaginar lo que se escondía bajo esa ceñida tela que se ajustaba sobre sus caderas.

Sobra decir que mi mente traviesa creaba lujuriosos recorridos en busca del final de sus medias hasta encontrar el cálido tacto de una piel sedosa que, en mi fantasía, se erizaba con el roce de las yemas de mis dedos. Y ella, seguramente ajena a lo que provocaba en mí, cambiaba de postura inocentemente alimentando mi fantasía.

Luego se levantó, y la perfecta redondez de sus nalgas se marcó bajo su falda. Y el tiempo se detuvo, y ya no pude apartar la mirada de sus curvas agradeciendo al universo el inesperado regalo que me hacía poniendo ante mí la sugerente figura de esa tentadora presencia disfrazada de angelical Caperucita de falda de cuero rojo, esa que en mis inconfesables sueños se mostraba radiante y provocativa con solo esa pequeña y excitante prenda y se transformaba en un ídolo pagano ante cuyo altar me postraba poseído por el pecado de la lujuria carnal.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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