sábado, 21 de septiembre de 2019

¿Y AHORA QUÉ? (SEGUNDA PARTE)

FOTO: Stheisy Malibú.

El inevitable paso del tiempo fue llevándome a abandonar la infructuosa búsqueda, y aunque de vez en cuando volvía a intentar encontrar su número activo, no me quedó otra que aceptar la realidad.
Las semanas dieron paso a los meses, y me sumergía en otras pieles, otras bocas, otras sábanas, tratando de encontrar sensaciones que me hicieran olvidarla. Pero ella había dejado el listón muy alto y terminaba sintiendo un extraño vacío tras cada uno de aquellos encuentros que solo conseguían aliviar el deseo físico.
Cuando dejé de contar los meses sin ella, surgió la oportunidad de pasar unas semanas trabajando en una ciudad del interior con una gran mejora económica y la posibilidad de desconectar y cambiar esos escenarios tantas veces compartidos con ella.
Tras instalarme y ubicarme en mis nuevas ocupaciones, empezó el proceso de ir conociendo aquella pequeña ciudad llena de barrios antiguos y encantadores rincones de la época medieval. También fui volviendo a recuperar la abandonada costumbre de salir a correr de manera habitual.
En uno de los recorridos, descubrí un pequeño mesón con una agradable terraza que se convirtió en mi nuevo rincón favorito para el aperitivo de los domingos. Un buen vino, unas sabrosas tapas que invitaban a más vinos, y las bonitas vistas desde allí de una vieja capilla con un cuidado jardín que se convertía a menudo en marco adecuado para reportajes fotográficos. Y uno de aquellos domingos, pude disfrutar de unas cuantas modelos luciendo ropa de novia en lo que parecía un reportaje para una revista especializada. Hermosos trajes de novia acompañados de conjuntos de delicada lencería blanca y complementos que aquellas chicas lucían mientras un par de fotógrafos no dejaban de disparar sus cámaras.
Un sugerente espectáculo que me llevó a pedir un tercer vino. Y mientras lo paladeaba, mis ojos comenzaron a percibir las sinuosas e inconfundibles curvas de una de aquellas espectaculares chicas, y tras fijarme con más atención, un escalofrío recorrió mi espalda, y cuando la vi entrar en la caravana que hacía de improvisado camerino, tuve que convencerme de que el vino no estaba alterando mi percepción y haciéndome volver a imaginarla. Pero cuando salió con un nuevo conjunto, tuve la certeza de que era ella...
Mi primera reacción fue levantarme y cruzar corriendo la pequeña plaza que nos separaba, y casi tiro la mesa en un instintivo acto reflejo, pero algo en mi cabeza me hizo pensar que si ella había decidido desparecer, no iba a ser una buena idea aparecer corriendo y abalanzarme sobre ella en medio de toda aquella gente.
Me sorprendí a mí mismo manteniendo por un instante la calma teniéndola a escasos metros. Logre aguantar las ganas y esperé a que terminase la sesión para pedir la cuenta y verla subir a un coche rojo en compañía de una de sus compañeras. Yo había ido caminando, así que salí corriendo hacia la parada de taxis del otro lado de la calle y me subí sin pensar al asiento de atrás diciéndole al conductor que siguiera al coche rojo que giraba en el semáforo del fondo (nunca pensé que algún día usaría esa típica frase de las películas).
Tras un par de giros, ya en el centro de la ciudad, el tercer semáforo nos obligó a parar y el coche rojo se perdió entre el tráfico. Quedaba claro que no era tan sencillo como parecía en el cine, y aunque, tras dejar al taxista con cara de no entender nada, di unas vueltas caminado por el centro con la esperanza de verla a ella o a aquella compañera mulata con la se había subido a ese coche que tampoco aparecía por ningún lado, tuve que darme por vencido y volver a mi apartamento con una triste y angustiosa sensación.
Al menos sabía que estaba viva (otra de las desconcertantes ideas que habían pasado por mi cabeza en varias ocasiones) y parecía estar bien. Pero los interrogantes habían aumentado, y los nubarrones volvían a amenazar con llevar de nuevo mi cabeza a un lamentable estado de ansiedad.
Y, por si fuera poco, verla tan radiante con aquella ropa me hacía recordar los ardientes momentos compartidos, sobre todo, aquellos en los que ella se insinuaba provocadoramente invitándome a jugar en aquel maravilloso jardín de las delicias que se escondía bajo el vuelo de su falda...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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