sábado, 15 de junio de 2019

AROMAS DEL MEDITERRÁNEO.

FOTO: Yolanda Alcaraz Orts.

Aún tras los cristales de tus gafas de sol, esa mirada tuya consigue hacerme temblar.
Un delicioso estremecimiento que aumenta al admirar esa imagen de guerrera vikinga que presume de su rizosa melena rubia mientras sonríe al sentirse el centro de mi atención.
Y cuando el recorrido visual me lleva a ese sugerente conjunto rojo que has elegido, en mi cabeza se cuela el recuerdo de aquellas tardes adolescentes en las que las vigilantes de la playa corrían a cámara lenta con sus ajustados bañadores rojos. ¡Dios, mi traviesa mente nunca madurará!
Intento deshacerme de esa imagen, pero ahora eres tú quien corre a cámara lenta por la playa acercándose a este nervioso tipo raro con el que tan bien pareces haber encajado. Y tengo que admitir que me resulta difícil entender que una diosa escultural como tú se haya fijado en este inusual personaje.
Quizás ese sea mi encanto, quizás hayas sabido ver lo ni yo mismo puedo percibir. Sea lo que sea, no queda otra que agradecer a los dioses el afortunado momento en que apareciste por sorpresa. Y desde entonces, mis días se han convertido en una sucesión de asombrosos regalos para mis sentidos.
Aunque a veces se me vaya la cabeza y deba obligarme a centrarme en la deliciosa realidad que supone estar a tu lado, y olvidarme de esas fantasías grabadas en mi cabeza en tardes de verano frente al televisor.
Una tarea que se vuelve extremadamente fácil con esa deslumbrante sonrisa y con esa pícara manera de morderte los labios antes de lanzarme un beso. Y vuelvo a sonreír agradecido sabiendo que eres real, y que tus besos, tus perversas caricias, y sobre todo, ese aroma que el Mediterráneo deja sobre tu sabrosa piel, me llevarán otra vez al paraíso.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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