lunes, 21 de octubre de 2019

LA MIRADA DE MI COLIBRÍ.

Ella tiene esa maravillosa mirada que logra que corra un delicioso escalofrío por mi espalda. Consigue que todos mis sentidos se pongan en alerta y se centren en su impactante figura mientras desparece todo lo que la rodea.
Esa morena flacucha de mirada penetrante me tiene completamente hechizado, ¡y lo sabe! Y lo usa con perversa premeditación para hacerme sentir el hombre más feliz de la Tierra cuando recorro su suave piel besando uno a uno esos lunares que dibujan las rutas del placer que deseo repasar cada noche.
Mis labios saborean esos exquisitos lugares dedicándole a cada uno de ellos el tiempo necesario para conseguir que se vayan convirtiendo en ardientes volcanes que transmiten temblores a su frágil cuerpo mientras yo los paladeo disfrutando de su sabor.
El calor crece en nuestros cuerpos y ella se retuerce entre jadeos invitándome a buscar un nuevo lunar entre sus curvas. Imposible negarse a seguir, imposible no gozar viendo como su ropa va desapareciendo para dejar a la vista golosos territorios dispuestos a ser acariciados, besados, mordidos...
Voy completando cada parada a través de esos senderos de la pasión que discurren por ese cuerpo creado para ser devorado, pero con la certeza de que dejaré para el final esos tres lunares que tanto desea visitar mi traviesa lengua.
El sugerente lunar situado cerca de la comisura de sus labios se convierte en la antepenúltima parada, y rápidamente su boca responde buscando morder la mía.
Poco después, llevo mi lengua al situado en el borde de la erizada aureola de su pezón izquierdo. Sus suspiros se vuelven gemidos mientras se retuerce para que yo pueda apoderarme de él y su mano agarra con fuerza mi cabeza. Noto su acelerada respiración y sé que mi travieso colibrí está gozando al sentirse presa de una morbosa e imparable excitación.
Pero aún queda una última parada. Me dirijo decididamente a ese mágico lunar a medio camino entre su ombligo y su ya desnudo y encendido monte de venus con la intención de ver y sentir como sus temblores aumentan y que eso me permita llenarme del embriagador aroma que fluye a borbotones entre sus piernas inundándolo todo con cada estremecimiento y cada gemido.
Y en ese punto ya no hay lugar para la cordura. Todo se acelera y esa ansiosa hembra en celo está a punto de tomar las riendas para guiarme a ese paraíso terrenal donde se harán realidad sus más inconfesables fantasías, ese donde el tiempo se detiene, ese donde la palabra pecado pierde todo su significado.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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