jueves, 1 de abril de 2021

TENTADORA CONFESIÓN (SEGUNDA PARTE).

Siguen llegando a mi buzón esos inconfundibles sobres de colores con tu cuidada y elegante caligrafía. Y no puedo hacer otra cosa que olerlos en cuanto acaban en mis manos.
En el ascensor, los abro con la delicadeza que se merece tan sugerente tesoro para volver a llenarme con el adictivo aroma que empapa cada folio. Ese con el que logras hacerme temblar antes de leer ni una sola palabra.
Ese mágico ritual previo se completa con la búsqueda de la correspondiente foto. Te has convertido en toda una experta consiguiendo posados sensuales que transmiten la esencia de ese cuerpo de diosa felina creado para conducir al pecado al más puro y casto de los mortales.
Y no soy yo el mejor ejemplo de santidad, así que disfruto sin arrepentimiento de esos momentos antes de sumergirme en esas ardientes líneas en las que me cuentas con todo lujo de detalles como tu cuerpo se enciende mientras piensas en mí desnuda en la cama, en la ducha, o jugando ante la cámara con esa espectacular lencería. Me hablas también de ese continuo sueño, ese en el que te metes en mi cama y dejamos que el mundo siga girando mientras el tiempo se detiene para nosotros sin dejar de comernos hasta saciar el deseo acumulado durante todos estos meses.
Cada renglón, cada párrafo, cada confesión me hace temblar admitiendo que deseo lo mismo. Y me estremezco pensado en como terminaría mi cuerpo en manos de una excitada y hambrienta veinteañera. Pensamientos que me conducen a un perturbador nivel de excitación al que ninguna otra mujer me había conducido.
Me cuentas orgullosa, con picardía, los instantes en los que aparezco por casualidad en tu mente y como, de manera automática y sin que puedas evitarlo, un cosquilleo recorre tu cuerpo y el calor sube por tus muslos para terminar humedeciendo tus braguitas hasta obligarte a tener que buscar un lugar privado donde calmar ese incendio que brota entre tus piernas.
Tantos detalles y tan bien descritos que no me supone ningún esfuerzo visualizar esas escenas y recrearlas en mi mente, hasta que, una vez calmada la excitación, recuerdo con claridad quién eres y quién es tu padre, y aparece la culpabilidad, haciendo que me sienta mal y me prometa terminar con este juego antes de lograr que esto llegue a dañar a alguien.
Un propósito firme que se instala en mi cabeza a base de repetírmelo durante toda la semana. Una idea clara y concreta con la que llego el sábado a la barbacoa a la que tu padre me ha invitado.
Ya en el jardín, ayudo a mi amigo con los preparativos mientras charlamos compartiendo unas cervezas. Van llegando los demás invitados y no tardo en comprobar que tus padres han vuelto a repetir el intento de presentarme a algunas amigas solteras o divorciadas. No es algo que me agrade, pero admito que sería una buena idea conocer a alguien y así tratar de apartarme poco a poco de esa obsesiva y continua manera de no pensar en otra mujer que no seas tú.
Trato de ser cortés y me dejo llevar por la situación. Sobre todo cuando Marta, una atractiva mujer de bonita sonrisa, se acerca y muestra un claro interés por mi libro sin disimular un evidente coqueteo. 
No voy a negarlo, me siento halagado al tener tan agradable compañía, pero todo se desvanece cuando apareces con un pequeño y sugerente bikini blanco. El calor de la primaveral mañana junto al calor de la cercana barbacoa más el cálido y apretado abrazo con el que me saludas, convierten mi cuerpo en un volcán a punto de entrar en erupción, y ya no puedo apartar la mirada de tu sinuoso cuerpo y sigo admirándolo mientras te lanzas a la piscina. Veo tu silueta bajo el agua y me estremezco cuando sales empapada y te tumbas en una toalla para secarte al sol.
No sé que me ha preguntado Marta. Mi cabeza ha bloqueado todo lo que no sea ese húmedo cuerpo de diosa y ese bikini mojado que empieza a transparentarse resaltando cada detalle de tus maravillosos encantos. 
Intento disimular y seguir la conversación dándole la espalda al espectáculo que hipnotiza mi mente. La idea es no mirarte, tratar de pensar que no estás tumbada y radiante a pocos metros. Pero mi cabeza es incapaz de borrar es imagen y no logro contestar más que con simples monosílabos las preguntas de aquella mujer que no deja de hablar aceleradamente buscando despertar mi interés.
Poco después pasas a mi lado para decirle a tu padre que vas a darte una ducha y cambiarte antes de ayudarle a poner la mesa y te vas hacia dentro de la casa girándote en el momento justo para pillarme con los ojos clavados en tu maravilloso culo. Tu sonrisa pícara de triunfo deja claro que te alegra haber logrado tu objetico y en mi cabeza comienzo a imaginarte en la ducha desnuda, completamente enjabonada.
Una absoluta locura. Una tortura que me temo que seguirá durante todo el tiempo que esté allí, tan cerca de tu piel, tan lejos de tocarte.
Me sorprendo contestando a Marta sin saber de qué me está hablando. No puedo más que aceptar mi total rendición a tus atrevidas travesuras y comienzo de nuevo a desear que llegue la siguiente carta esperando que haya una foto tuya en el baño, en bikini o sin nada... 

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 24 de marzo de 2021

MEIGAS, HABELAS HAILAS...

- Dedicado con todo mi cariño y respeto a mis amistades y seguidores de esa vecina y maravillosa terra galega donde las meigas siguen haciendo de las suyas.

Siempre he oído hablar de la hora bruja y de la noche de las brujas.
A pesar de esas expresiones tan habituales, sinceramente, no creo que existan esas noches ni esas horas. Pienso que en realidad, cualquier hora, cualquier noche, puede ser un momento propicio para que esos seres especiales salgan a repartir un poco de su poderosa magia al resto de los mortales.
Pero no las verás con esos atuendos tan peculiares que ha ido creando la cultura popular. No los necesitan para destacar si estás atento y te fijas un poco. Tampoco les hace falta ir vestidas de manera llamativa con vestidos provocativos ni con sensuales conjuntos de lencería.
Su encanto y su magnetismo radican en algo más interno e intangible, algo que resulta mucho más peligroso y adictivo. Ellas saben utilizar sus poderosas armas para potenciar su sexualidad por su propio placer en el momento adecuado.
Cuando deciden salir de caza en busca de algún cuello sobre el que derramar sus besos hechiceros, o cuando van en busca de un afortunado mortal en concreto, nada ni nadie puede detenerlas ni desviarlas del objetivo elegido.
Pero has de saber que ellas no escogen al azar. Solamente aquellos que poseen la fuerza de la sangre del dragón corriendo por sus venas o aquellos con alma de lobo, podrán disfrutar del privilegio de perder la noción del tiempo con cada una de las caricias de esos dedos capaces de provocar incendios. 
Deberás estar preparado para ser guiado al paraíso de los sentidos de una manera impetuosa e inolvidable. Tendrás que dejarte llevar, que ella decida el ritmo. Simplemente, goza de la lujuria o de la ternura que ella necesite y demande en ese momento.
Te aseguro que terminarás ardiendo, empapado en sudor, jadeando, oliendo a ella y dando gracias al universo por haberte convertido en el dichoso mortal elegido por tan deslumbrante ser.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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lunes, 15 de marzo de 2021

CITA A CIEGAS.

Nunca me gustaron las citas a ciegas, y mucho menos las que tienen toda la pinta de resultar una encerrona.
Ya llevaba tiempo dándole largas a Raúl, mi compañero de trabajo. Él seguía insistiendo y ya no sabía que excusa ponerle, así que al final acepté una invitación a comer con él, con un antiguo amigo suyo del instituto y con una chica a la que había conocido por redes sociales. 
Una cita a ciegas doble. Algo que, según mi forma de pensar, tenía todos los condicionantes para resultar un completo desastre. Pero no quise pensar más en ello, busqué mi coraza de mujer positiva y decidí dar una oportunidad a la tarde el sábado. Además, con la actual situación de horarios de cierre y toque de queda, sería sencillo terminar el día en mi sofá disfrutando a solas de un buen libro o de una película entretenida.
Por fin llegó el sábado, y para mi sorpresa, me costó menos de lo habitual elegir que ponerme. Falda negra con una pequeña abertura lateral, camiseta blanca ajustada con el escote justo para no parecer ni una mojigata ni demasiado provocativa, cazadora de cuero y botas altas negras de tacón de aguja. Una imagen sencilla e informal bajo la que decidí estrenar el conjunto de braguita y sujetador que acababa de comprar.
Un conjunto sexy y prácticamente transparente escogido no por las expectativas de la cita, si no por el simple placer de disfrutar de esa sedosa lencería sobre mi piel y darme el gustazo de mirarme en el espejo con esa imagen sensual y regalarme el placer de verme atractiva y seductora sintiendo esa tenue tela acariciarme. Una imagen que me reconfortaba y me daba una cálida sensación de fortaleza y seguridad que reafirmaba mi feminidad sin la necesidad de que nadie me lo recordara.
Una vez en el restaurante, hechas las correctas presentaciones, pude confirmar mis temores. Ni Raúl ni su amigo pasaban el aprobado justo para lo que yo consideraba una agradable compañía. Al menos el local y la carta merecían que siguiese obligándome a pensar en positivo.
Luego estaba Lucía. Una veinteañera rubia con carita de ángel y cuerpo escultural que parecía por momentos arrepentirse de haber aceptado aquella invitación. Tengo que reconocer que nunca me han gustado las mujeres, pero tampoco suponía ningún tipo de problema aceptar el atractivo de aquella chica.
Los chicos enseguida comenzaron a recordar aventuras y fiestas de su época de estudiantes. Una conversación cargada de escandalosas carcajadas ante la que nuestra respuesta fue comenzar a intercambiar sonrisas y miradas cómplices que dejaban claro que ambas estábamos deseando escapar de allí lo más rápido posible.
Sin que ellos pareciesen darse cuenta de nuestra creciente incomodidad, nos sirvieron el segundo plato y ellos atacaron la segunda botella de vino. La conversación seguía los mismos derroteros sin que yo supiera cómo disimular, pero en ese instante sentí el roce de un pie que comenzaba a jugar sobre el cuero de mis botas. Pensé que alguno de ellos se estaba dejando llevar por la euforia del vino para jugársela en un patoso intento de llamar mi atención. Pero en cuanto vi el brillo en la mirada de Lucía y la pícara sonrisa que se dibujaba en su cara comprendí que aquella criatura angelical escondía un lado travieso, o simplemente se aburría y buscaba un aliciente divertido para hacer más llevadero aquel tedioso momento. 
A la sorpresa inicial se unió rápidamente un agradable cosquilleo que subía por mi pierna. Aún más sorprendida por la reacción de mi cuerpo, sonreí encantada con aquella inesperada y divertida travesura.
Lucía siguió con sus caricias y yo intentaba disimular la risa y el incipiente rubor que llegaba a mis mejillas sin que ninguno de ellos se diera cuenta del divertido entretenimiento que nosotras habíamos encontrado.
Después de pedir los postres, con un caluroso nerviosismo entre las piernas por culpa de las cada vez más atrevidas caricias de sus dedos, me disculpé para ir al baño y ella no tardó ni un segundo en levantarse para acompañarme.
Una vez a solas, todo si aceleró sin necesidad de palabras. Su boca buscó la mía y sus manos, casi sin que yo supiera cómo, jugaban bajo mi falda acariciado el encaje de unas braguitas que ardían y se empapaban de manera incontrolable. Yo no pude más que dejarme llevar y saborear su boca mientras gemía y le decía entre jadeos que no podía ser verdad, que nunca había estado con una mujer. Ella me miró con los ojos inyectados de pasión y me pidió que me relajara y disfrutara. Para ella no era la primera vez y parecía encantada de hacerme sentir aquella indescriptible excitación.
Los dedos de sus pies habían despertado y encendido los poros de mi piel, y ahora los dedos de su mano me estaban llevando a una maravillosa locura. Por primera vez en mi vida, unos dedos de mujer jugaban con mi lencería al mismo tiempo que su cuerpo se apretaba contra el mío provocando un torrente de sensaciones totalmente nuevas para mí que me hicieron explotar entre gemidos ahogados en su sabrosa boca.
Me temblaban las piernas tratando de calmar mi agitada respiración y ella me miraba con una mezcla de ternura y deseo que la hacía aún más deseable. Aquella dulce criatura se había vuelto un excitante diablillo que me tenía totalmente entregada a seguir pecando enredada en sus brazos. Acariciaba mi nuca, acercaba su boca a mi cuello y susurraba cerca de mi oreja que se moría de ganas de tenerme desnuda en la cama. Mis piernas no paraban de temblar y mi pecho latía como el de un potro desbocado, pero había que poner un poco de cordura y volver a la mesa aunque sus ardientes besos frenaban mis intenciones de salir del baño.
No hubo más remedio que regresar. Y de nuevo me sorprendí a mí misma mirando como su ajustado vaquero resaltaba sus prefectas y redondas nalgas. ¡Una hetero convencida cómo yo deseando agarrar aquel culo y volver a entregarme a disfrutar sin un mínimo de arrepentimiento!
Un cúmulo de impactantes sensaciones que estaban convirtiendo lo que parecía un aburrido sábado en una tarde inolvidable.
En la mesa, Raúl y su amigo seguían en su mundo totalmente ajenos a lo que estaba pasando con "sus chicas". Pidieron cafés y licores, pero Lucía dijo que ella no podía quedarse más tiempo. Se le había hecho tarde, había quedado de pasar a hacerle la compra a su abuela, así que, disculpándose de nuevo por tener que irse, cogió el móvil con intención de llamar un taxi.
No hizo falta ningún guiño cómplice ni fue algo que hubiéramos planeado. Reaccioné automáticamente diciendo que yo también tenía cosas que hacer, que no pidiera el taxi, que mi coche estaba aparcado en la calle de al lado, que yo la acercaba a donde ella me dijera. 
Sin más explicaciones nos levantamos y salimos del restaurante dejándolos con cara de no saber que había acabado de pasar. Llegamos al coche con una sonrisa de oreja a oreja, y arranqué sin pensar en más que en dejarme devorar por aquel demonio seductor que había despertado lo que nadie antes había logrado despertar. 
Sobra decir que no había compra que llevar a la abuelita. Sobra también explicar si acabamos en su cama o en la mía. Lo evidente, que por una vez, una cita a ciegas dio paso a una tarde de desatada lujuria donde los placeres de la carne se mezclaron con los de la mente incendiando todos los sentidos hasta llevarnos a gozar sin preocuparnos de si el mundo seguía girando más allá de la frontera de nuestros cuerpos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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lunes, 15 de febrero de 2021

TENTADORA CONFESIÓN.

Sé que te tocas pensando en mí.
Sé que mis relatos encienden tu imaginación y que después de leerlos, a solas entre las sábanas, te dejas llevar por el ardiente deseo que provoca oleadas de placer que recorren tu cuerpo.
Sé que tus dedos se empapan cuando llegas al inevitable orgasmo al que te conducen mis historias noche tras noche.
Pero no es que yo sea adivino. Lo sé porque tú me lo has confesado a través de esas cartas manuscritas que recibo en mi buzón. Cartas al estilo antiguo, con elegante caligrafía y papel perfumado. Cartas sorprendentes que erizan mi piel en el mismo momento de recogerlas y que provocan escalofríos en mi cuerpo cuando las leo.
Línea a línea vas desnudando tu alma contando con todo lujo de detalles esos momentos íntimos y privados en los que sueñas con meterte en mi cama y pedirme que recorra todo tu cuerpo sin prisa y sin límites.
Me siento halagado, agradecido y excitado ante esas sinceras y naturales confesiones y admito que me he enganchado a ellas y reviso ansioso cada día el buzón esperando encontrar una nueva carta. No puedo negarlo, me encanta este juego morboso al que me has llevado. Un juego placentero y lujurioso que he aceptado libremente y del cual no puedo culparte.
Tentador, adictivo, pura magia. Si no fuera por los veintidós años de diferencia entre nosotros, y sobre todo, si no fueras la hija de mi mejor amigo.
Te he visto crecer desde que eras una adorable bebé. He participado en casi todos los momentos importantes de tu vida, y ahora, desde hace unos cuantos meses, tengo que esquivar tu mirada en cada una de esas reuniones "familiares" a las que tu padre me invita y a las que ya no sé que pretexto poner para escaquearme.
Te has convertido en una mujer atractiva que desprende sensualidad por cada poro de su piel. Una mujer que no se esconde, que presume de sus encantos, que brilla casi con descaro y que lanza miradas abrasadoras que aceleran mi respiración y aumentan mi nerviosismo sin saber donde mirar para que nadie note lo que provocas en mí.
Un juego tortuoso y peligroso del que me prometo una y otra vez salir. Hasta que llega una nueva carta.
Y para hacer más cruel el tormento, has descubierto la fotografía. Ahora te haces fotos y las revelas en la pequeña sala de revelado que te has montado en casa para luego enviarme sugerentes imágenes en las que juegas con las luces, las sombras, los colores, y sobre todo, con ese maravilloso cuerpo de veinteañera seductora.
Un delicioso infierno al que me condenas con toda esa maliciosa travesura que manejas a la perfección.
Y para que tratar de engañarme. Un infierno al que un pecador irremediable como yo caerá sin apenas oponer resistencia.

Continuara...

MICHEL GARCÍA 
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 9 de febrero de 2021

SIGO SEDIENTO.

Es algo difícil de explicar, y más cuando a mí mismo me cuesta entenderlo. No sé si es pura adicción viciosa, o simplemente, haber encontrado por fin la mezcla perfecta de aroma y sabor en una piel.

¡En tu piel!

La realidad es que cuanto más la pruebo, más hambre tengo y más necesidad siento de seguir saboreando ese exquisito manjar.

Cada curva, cada pliegue, cada rincón, se vuelven néctar inolvidable cuando mi boca y mi lengua las recorren buscando saciarme con ese placer infinito.

Imposible cansarme nunca. Es comenzar a besarte y no poder detenerme hasta tenerte desnuda y lamer uno a uno cada poro de tu sedosa piel mientras escucho tus jadeos y siento tu entrega a ser devorada por completo.

Necesito que apagues mi sed con ese jugoso elixir y que llenes mi boca mientras te estremeces sintiéndote hembra poderosa que disfruta viendo como me relamo y saboreo cada gota que baña tus muslos.

Pero sigo sediento, sigo hambriento, y quiero más. Deseo seguir alimentándome con lujuria a lo largo de ese cuerpo sinuoso que me atrae, me excita y me tiene borracho de placer. 

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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lunes, 1 de febrero de 2021

¡ME LAS PAGARÁS!


Ya van muchos meses teniendo que disfrutar a cuentagotas de esos placenteros y ardientes encuentros en nuestro refugio particular.
Confinamientos, cierres perimetrales, distanciamiento social, toque de queda. Costumbres nuevas y necesarias para luchar con esta pandemia global que nos toca vivir, y que, unidas a las obligaciones laborales y a las responsabilidades familiares, nos impiden comernos y gozarnos con esa desbocada pasión a la que me acostumbraste para sacar mi lado más travieso e inconfesable enredada entre tus brazos.
Guardo recuerdos en mi mente que me llevan a regalarme caricias imaginando tenerte desnudo en mi cama. Son momentos intensos, gozados plenamente, pero mis dedos son unos aprendices al lado de los tuyos, y faltan tus besos, tus mordiscos, tus azotes perfectos, y esa manera tuya de incendiar mis sentidos y llevarlos a límites y placeres increíblemente adictivos.
Tantas semanas alejada de ti, tantos incendios sin apagar en mi piel, que cuando te vi entrando en la tienda esta mañana, con ese caminar seguro y decidido, un terremoto sacudió mi cuerpo de los pies a la cabeza.
En segundos, el calor pasó de mis mejillas (por una vez la mascarilla se volvió un alivio) a mi entrepierna y el nerviosismo me hacía casi tartamudear mirándote, sabiendo que bajo tu negra mascarilla se dibujaba esa sonrisa de demonio travieso que disfruta del placer de volverme loca.
Por un instante solo pasaba por mi cabeza la idea de bajar la persiana de la tienda y que mi uniforme y mi ropa quedaran por los suelos y me hicieras tuya allí mismo, sobre el mostrador.
Temblorosa, terriblemente excitada, con todo mi ser alborotado por culpa de la inesperada sorpresa de tu aparición, no quedó otra que morderme los labios (ya que no podía morder los tuyos) y volver a la realidad cuando una clienta entró por la puerta destrozando el mágico instante y tú te despediste.
Pero esto no puede quedar así. Prometo hacerte pagar con creces ese tortuoso incendio inesperado en el que me hiciste sentir en el mismísimo infierno. Un infierno al que volveré con gusto en cuanto pueda tener mi ratito a solas, y al que te acompañaré entregada y lujuriosa en cuanto volvamos al refugio.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 22 de enero de 2021

MIRADAS QUE ACARICIAN.

Me encanta mirarte el culo. Adoro recorrer con la mirada esas hermosas nalgas redondas planeando como llenarlas de besos y mordiscos.

Y me gusta hacerlo a todas horas. Tanto si vas vestida, o en tanga, o desnuda. Y sobre todo, con descaro, sin preocuparme por disimular.

Si estas entretenida en otras cosas, disfruto el momento con la atención y la devoción que se merece tan exquisita imagen. Sin prisa, saboreando cada segundo golosamente, sabiendo que en algún momento te darás cuenta y sonreirás nerviosamente, y puedo apostar que harás como si no te hubieras enterado, y seguirás aparentando estar distraída para que siga acariciándote con la mirada.

Pero tus movimientos te delatarán y sabré que un cálido cosquilleo recorre tu piel estremeciendo tu cuerpo mientras la humedad crece entre tus piernas al saberte deseada y admirada.

No hay duda. El maravilloso espectáculo irá volviéndose más interesante y mis ojos lo agradecerán con la perversa certeza de saber que el resto de los sentidos entrarán en breves en juego, hasta llevarnos a poseernos insaciablemente durante ardientes e inolvidables horas.

Y será, como siempre, culpa de tu hermoso y apetecible culo.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 10 de enero de 2021

QUEDAMOS A LAS SIETE Y MEDIA.

Me extraña un poco no verte al entrar en la cafetería en la que habíamos quedado. Miro el reloj, y si, son las siete y media, y sonrío pensando que por una vez soy yo la puntual.
Imagino que estarás a punto de llegar mosqueado con el tráfico de la tarde y busco mesa para esperarte. Al momento se acerca la camarera de siempre.
 - Buenas tardes. Eres Bega y quedaste con Michel, ¿no?
Contesto que si un poco sorprendida.
 - Estuvo aquí hace un rato. Me dijo que tomaras lo que quisieras, que él llegaría un poco más tarde, y me pidió que te diera este sobre.
El misterioso encargo despierta una nerviosa curiosidad, y mientras espero por el vino que he pedido, observo el acolchado sobre marrón con tu firma como única referencia.
Inquieta, espero impaciente a que la chica me sirva el Albariño sin atreverme a abrirlo delante de ella. Pero en cuanto se vuelve a la barra le doy un buen trago a la copa y mis temblorosos dedos comienzan a despegar el precinto lateral sin poder esperar más.
Miro dentro y sonrío encantada al ver unas preciosas braguitas blancas con encajes, transparencias y tentadores lacitos. Puedo ver sin sacarlas (no es plan hacerlo allí en medio) que son muy bonitas y sugerentes, justo como esas con las que tanto te gusta verme.
Pensar y recordar esas miradas tuyas hace que un ligero cosquilleo recorra mi cuerpo y vuelvo a mirar dentro del sobre descubriendo una nota con tu inconfundible letra.
"Llego tarde. Siento hacerte esperar, pero así tendrás tiempo para ir al baño y cambiarte. Quiero que estrenes tu regalo ya mismo, para que cuando te vea pueda relamerme sabiendo que las llevas puestas. Será un delicioso placer mirarte y comprobar lo bien que te quedan. Guarda las que traes en el sobre para regalármelas. Te deseo Milady"
El cosquilleo se acaba de convertir en sofoco, y el sofoco da paso en un instante a una cálida humedad entre las piernas. ¡Mi perverso demonio y sus excitantes juegos!
Intento disimular el acaloramiento que tu traviesa nota acaba de provocarme con otro trago de vino. Levanto la vista mirando hacia la calle y se me pasa por la cabeza la idea de que eres capaz de estar allí afuera observando mi reacción a través de la cristalera del bar. Pero no parece que sea así. Quizás mi mente empieza a contagiarse y ya se me ocurren ideas tan diabólicas como las tuyas.
Un sorbo a la copa para armarme de valor e ir al baño a cumplir tu maliciosa petición. Y cuando vuelvo a la mesa encendida y excitada, allí estás tú, sonriendo pícaramente, siguiendo mi nervioso caminar con la mirada con cara de estar disfrutando golosamente del momento.
Me tiemblan un poco las piernas al sentarme a tu lado y sentirte tan cerca. Un delicado beso en mis labios acelera aún más mi respiración.
Te guardas el sobre donde he guardado el tanga negro que llevaba puesto y me pides que termine el vino y nos vayamos, que te mueres por llegar a casa y quitarme toda la ropa... menos las nuevas braguitas...
Y obedezco sin que tengas que volver a pedírmelo. Yo también deseo llegar a casa y ser cómplice de esa nueva travesura que has planeado, y dejar que me vuelvas loca una noche más.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 8 de enero de 2021

VIERNES NOCHE.

Me esperas de pie al lado de la cama con tus zapatos de tacón de aguja y con la chaqueta de ese pijama de seda negra que te trajeron los Reyes.
Te ves realmente deslumbrante así, presumiendo de esas hermosas piernas. Por la manera en que se te marcan los pezones, y por esa pícara mirada de niña inocente y traviesa, puedo imaginar que no hay nada bajo ese bonito pijama.
Tomo tu mano para hacerte girar y así contemplar toda esa provocativa imagen antes de acercarme a ti y besar tu cuello desde atrás mientras me pego a tu cálido cuerpo. Tras el beso, siento como te estremeces cuando susurro en tu oído que quiero atarte.
Con los brazos amarrados en la espalda, después de asegurarme de que no vas a poder soltarte, levanto el borde de la chaqueta para disfrutar de las vistas. Suspiras encantada ofreciéndome tus nalgas y mis manos las recorren antes de regalarte un par de sonoras nalgadas que aceleran tu excitación haciéndote suspirar de nuevo.
Me desnudo completamente frente a ti observando como tus duros pezones crecen por momentos con el roce de esa delicada tela. Veo como te relames al descubrir mi excitación mientras disfrutas de ese escozor en tus nalgas que tanto te gusta. Con un pañuelo negro, similar al que he usado para atar tus manos, vendo tus ojos pegándome a ese espectacular culo de nalgas ardientes que mueves buscando sentir mi erección con total descaro.
Ya solo queda el toque final. Desabrochar poco a poco cada uno de esos cuatro botones y abrir la chaqueta para admirar con lujuria esa impresionante obra de arte y contemplarte sin prisa embobado y excitado, gozando de ese magnífico cuerpo de mujer que tiembla desnuda con la respiración acelerada sin saber en qué parte ni en qué instante mis manos o mi boca la rozarán.
Un momento mágico y tentador que saboreo tomándome todo el tiempo del mundo para recorrer con la mirada esa piel erizada llena de perversos pecados que cometer y de incendios que sofocar.
Sin duda alguna, la mejor forma de empezar la noche de un viernes. El inicio de un fin de semana con alertas de nieve y temperaturas bajo cero. Aunque no parece que el frío vaya a preocupar mucho a este par de pecadores dispuestos a amarse, a poseerse y a devorarse bajo las sábanas.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 6 de enero de 2021

ENTREGA TOTAL.

Me cuesta recordar como era mi vida antes de conocerte y me cuesta reconocer el cambio tan inesperado que supuso tu aparición cuando no contaba con ella.
Yo era una mujer resignada a una tranquila soledad. Después de un matrimonio decepcionante y de unas pocas esporádicas relaciones breves y totalmente insatisfactorias, me había rendido.
No tenía ningún tipo de ilusión por comenzar de nuevo a conocer a alguien que volviera a dejarme con esa insípida sensación de no encajar. Incluso llegué a pensar que algo estaba mal en mi cabeza o en mi cuerpo y me sentía culpable y vacía.
Me encerré en mi trabajo, en los libros, en la música. Encontré la calma dedicándome tiempo a mí misma, y hasta fui perdiendo contacto con mi pequeño grupo de amistades. Tenían su vida, sus matrimonios perfectos (o eso aparentaban), y estaban empeñados en presentarme a alguien nuevo, alguien que en realidad era el deseo prohibido de alguna de mis amigas a quien no podían acercarse por mantener el buen nombre.
Fui escapando de todo y de todos. Descubrí el solitario placer de la autosatisfacción a través de juguetes sexuales que me proporcionaban muchísimo más placer que ninguno de aquellos torpes amantes con los que me había encontrado. Algo chocante para alguien salida de un colegio de monjas. Algo sorprendente que me levó a conocer mi cuerpo y a estimular y excitar mi mente con total libertad llegando a niveles de placer nunca antes imaginados.
Comencé a cuidarme para mí, a arreglarme, a comprarme ropa y lencería sexy simplemente por el placer de verme y sentirme bien conmigo misma. Me quería y me daba placer olvidándome de pudores y miedos. Por primera vez en mi vida me sentía sensual y satisfecha, y esa plenitud se reflejaba en mi aspecto y aumentaba mi deseo volviéndome más atrevida y perversa probando juegos y juguetes nuevos que hacían crecer esas deliciosas sensaciones que iba descubriendo y disfrutando.
No necesitaba a nadie. No buscaba ni pensaba en la posibilidad de compartir con nadie, pero el cambio se reflejaba en mi cara y en mi imagen, y puede que eso fuera el motivo por el que parecía llamar la atención y algunos conocidos comenzaron a mostrar interés en mí (incluso un par de maridos de esas pocas amigas que aún conservaba).
Pensé que quizás, ahora que había liberado mi cuerpo y mi mente, podría ser que en compañía de un hombre fuera posible disfrutar de ese buen sexo que nunca había saboreado al lado de alguien. Ahora sabía que mi piel estaba viva, sentía y se estremecía con facilidad, así que me atreví a dar el paso y "dejarme seducir" por un par de pretendientes que parecían atractivos y seguros de sí mismos (evidentemente, ninguno de aquel par de patanes casados con mis amigas).
Dos intentos con idéntico resultado. Dos completas desilusiones. 
Había puesto todo de mi parte para que los encuentros resultaran mínimamente satisfactorios, pero o mi cabeza bloqueaba mis reacciones, o había elegido a los dos peores amantes del mundo. Ninguno de ellos consiguió llevarme al orgasmo, ni a algo parecido, aunque ambos parecían haber quedado encantados y maravillados conmigo y siguieron buscando una nueva cita durante varias semanas.
Pero para mí había sido suficiente. Volví a mis rutinas, a mis apasionados momentos de soledad en los que mi cuerpo ardía y temblaba sin límites.
Me volví una adicta a probar nuevos retos, y hasta me atreví a ir al trabajo o a la compra con unas bolas chinas puestas que convertían el camino de vuelta a casa en un tormento placentero que me llevaba directa a la ducha a regalarme lujuriosos orgasmos.
Hubo momentos en los que llegué a preocuparme por mi salud mental. Me preguntaba si sería normal tanta excitación, tantas ganas de sentir ese adictivo placer recorriendo mi cuerpo, pero, a fin de cuentas, no le hacía ningún daño a nadie y me sentía mejor cada día, más activa, más feliz, en definitiva, más viva.
No echaba de menos la presencia de alguien ni en mi cama ni en mi vida. Por eso me sorprendí tanto cuando tu mirada se cruzó con la mía una mañana de sábado mientras saboreaba un café leyendo la prensa en un bar al lado de mi casa. Parecías absorto en el periódico sin darte cuenta de mis miradas, pero yo no pude dejar de fijarme en esas manos llenas de anillos y en esa boca que dibujaba una sonrisa irónica y seductora. Una imagen sugerente de un hombre atractivo que transmitía una interesante mezcla de elegancia y seguridad con un sutil punto canalla.
Y por primera vez en muchos años, un ligero estremecimiento recorrió mi espalda al imaginar esas manos quitándome la ropa.
Sin encontrar una explicación razonable, tu imagen comenzó a formar parte de mis fantasías. Gozaba soñando con ser recorrida por tus manos y por tu boca imaginando como sería amanecer desnudos y enredados en la cama. Esas fantasías aumentaban el placer que mi cuerpo sentía, y durante unas semanas, la idea de poseerte se convirtió en un sorprendente y delicioso pecado. No sabía el motivo de esa inesperada adicción, pero la disfrutaba golosamente hasta el punto de terminar por ser algo exclusivo y permanente.
Pasaron semanas sin volver a coincidir en ninguna parte hasta que un sábado, aprovechando una buena mañana de sol para caminar un rato sin prisa y sin rumbo fijo me detuve en el escaparate de una pequeña librería del barrio. Me quedé clavada frente a un cartel promocionando un libro tuyo con "relatos de encuentros entre seres apasionados donde las sensaciones traspasan la piel y alborotan los sentidos".
Entré a comprar el libro y corrí a casa a devorarlo. Ya en el sofá, cada línea, cada párrafo, cada nuevo capítulo me iba enganchando y encendiendo. Sentía el delicioso calor que crecía entre mis piernas, pero no podía dejar de leer imaginándome protagonista de cada una de esas maravillosas escenas que tan detalladamente describías. Tus letras convirtieron un sábado normal en una lujuriosa tarde de intensos orgasmos mientras volvía a leer una y otra vez cada una de aquellas historias. Sin necesidad de juguetes, solamente mis manos, tu imaginación, y mis fantasías soñando con esos dedos recorriéndome. Te imaginaba a mi lado, deseaba tener tu barba canosa entre mis piernas, me relamía pensando en unos besos que aún ni conocía.
Desde ese día, tu libro me acompañaba a todos lados con la ilusión de volver a encontrarte y poder hablarte con la excusa de que me lo firmaras.
Pero todavía pasaron varios días. Días en los que las noches se llenaban con traviesos juegos en la soledad de mi cama repasando página a página unos escenarios que terminé por aprenderme de memoria y que estremecían mi piel mientras mi mente los repasaba.
Y ese día llegó.
En el mismo bar, tan atractivo y misterioso como recordaba. Saqué el libro del bolso y me fui directa hacia tu mesa con una extraña sensación de nerviosismo, sintiéndome por un instante como una adolescente temblorosa que se acerca a su artista idolatrado.
Tu calma, tu amabilidad, tu encantadora sonrisa logró frenar un poco el temblor de mis piernas. Me firmaste el libro. Me invitaste a café y charlamos sin prisa mientras me preguntabas si había alguna historia que me hubiera gustado más. Y yo no sabía qué decir. Sentía enrojecerse mis mejillas buscando como podía contarte mi opinión sin mencionar lo que realmente habías provocado en mi cuerpo y en mi mente.
A pesar de eso, me sentía cómoda frente a ti, y a la vez sorprendida de estar allí medio ruborizada, tratando de disimular las ganas que me entraban de besarte, batallando con esa emoción que me recorría al reconocerme excitada y atraída por alguien después de tanto tiempo asumiendo el poco o casi nulo interés que nadie me había despertado.
Aquel primer encuentro incrementó mi perverso deseo. Hubo otras ocasiones para cafés y charlas, y en alguno de ellos tuve que hacer un gran esfuerzo para no lanzarme a devorar tu boca. Fue creándose una bonita amistad que terminaba en solitarios juegos en mi cama, en el sofá, en la ducha. 
Deseaba tenerte desnudo pegado a mí y suplicarte que me comieras, pero no quería precipitarme ni acabar forzando las cosas. Las desastrosas experiencias vividas y pensar en que se volvieran a repetir servía de freno, y me preocupaba la idea de que todo estuviera en mi cabeza, que mi imaginación y mi cuerpo no coincidieran de nuevo en el momento necesario. Y esta vez, si contigo no había esa química y ese buen encaje, la desilusión sería dolorosa y definitiva.
En cada charla, en cada encuentro, mis ganas se multiplicaban, hasta que por fin, de manera sencilla y natural, llegó el primer beso. Un primer beso que no olvidaré jamás, un beso perfecto, largo, intenso y tan sabroso que comprendí al instante que nunca nadie me había besado de una forma tan sincera.
Y si ese primer beso cumplió con creces todas mis expectativas, el resto de la inolvidable noche se transformó en algo mágico y deslumbrante. Todos los ardientes sueños que había acumulado desde la primera vez que te vi se cumplieron multiplicados por mil. Fue como si estuvieras hecho a la medida perfecta para hacerme llegar una y otra vez a niveles de apasionada lujuria impensable hasta ese momento. Esa manera de poseerme con una especie de salvaje ternura logró en una noche lo que ningún otro había logrado en toda mi vida.
Fui dejando salir mi lado más perverso y descarado en un estado de lujuria que provocaba terremotos en todo mi ser para estremecer cada poro de mi piel hasta terminar rendida y exhausta sobre tu cuerpo.
Hubo muchas noches, muchos amaneceres con desayunos entre sábanas empapadas. Tardes de domingo en el sofá, desnudos bajo una manta con el pretexto de ver alguna película que siempre quedaba a medias por culpa de esos traviesos dedos que me encendían y enloquecían.
Te confesé mi pasión por los juguetes, y los compartimos todos. Lograste que aún los disfrutara más, y a tu lado descubrí alguna nueva e inconfesable perversión como ese pequeño tanga con una tira de grandes perlas que me regalaste y que me hacías poner cuando salíamos a cenar fuera para "torturarme" mientras sonreías maliciosamente con esa mirada cómplice que me obligaba a disimular los suspiros que causaban cada roce de aquellas diabólicas perlas entre mis piernas. 
Meses maravillosos junto a ti. Casi un año de mágica locura sintiéndome deseada, poseída y entregada a las pasiones de mi particular demonio seductor.
Pero a veces el destino es cruel. La vida te da y te quita sin preguntarte.
Un conductor borracho, suelo mojado por la lluvia, y yo esperando con la cena preparada y el deseo a flor de piel. Mensajes sin respuesta, horas que pasan, llamadas no contestadas... y ya pasaron tres largos meses de aquella trágica noche...
Tres meses visitando una cama de hospital con tu frío cuerpo conectado a varias máquinas en un profundo coma del que nadie sabe cuándo podrías salir.
Tu aparición cambió mi vida y ahora solo puedo agarrarme a los recuerdos entre rabia y dolor, gritándole a los dioses que no es justo. Tengo que aferrarme con fuerza a la esperanza de verte despertar algún día y celebrar el haberte conocido y haber saboreado a tu lado la más dulce pasión y los pecados más inconfesables.
Y soñarte cada noche dejando a un lado las lágrimas para jurar ante el mismísimo Samael que mi cuerpo y mi lujuria te pertenecen y te pertenecerán hasta el final de los días.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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