martes, 28 de abril de 2020

METAMORFOSIS

Todo mi cuerpo adora ser recorrido por tus dedos y por tu lengua.
Una sensación inigualable el estar desnudo sobre la cama a tu completa disposición, dejando que cubras con esa cálida saliva toda mi piel.
Rendido a ser tu obediente esclavo sin más condición que la de gozar del placer que me regalas mientras voy sintiendo el calor de tu cuerpo pegado al mío.
Y mirar esa carita de niña traviesa que saborea con lujuria cada centímetro de mi erizado cuerpo. Ver en tu rostro la imagen de un encendido y excitado diablillo perverso capaz de cometer los más inconfesables pecados.
Ser testigo y protagonista de esa metamorfosis que ha hecho desaparecer la imagen de ese dulce y casi tímido angelito que se ruborizaba tiernamente cuando mis manos jugaban en el sofá bajo tu falda.
Y ahora, con el deseo apoderándose de tu ser, eres tú la que toma las riendas y me enciende llevándome al paraíso con tu golosa boca. Y yo me rindo a ti, me estremezco entre gemidos antes de suplicarte que sacies mi sed con el jugoso elixir de tu orgasmo.
Por fin, poseída por el placer, decides ser un Ama complaciente y escuchar mis ruegos para liberar tus demonios y explotar salvajemente llenando mi cara y mi boca con el exquisito manjar que brota entre tus piernas retorciéndote y jadeando sin ningún tipo de pudor.
Empapada en sudor, relamiéndote, temblando como una hoja tras un vendaval, te acuestas bocabajo a mi lado. Sé de sobra que ahora deseas ser esa sumisa obediente que reclama ser premiada con besos y caricias en esa suave y erizada espalda.
Y también sé que seguirás encendida y preparada para que yo me transforme en ese exigente Milord que azotará con delicadeza y firmeza esas redondas nalgas que ofreces orgullosa hasta llevarte de nuevo a gozar de ese ardiente huracán que te recorrerá por dentro haciendo temblar todo tu cuerpo.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

domingo, 19 de abril de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (DÉCIMA PARTE)

No era capaz de dar crédito a mis ojos, y con la cabeza a punto de estallar, tuve que acercarme para tocarlas y negar la posibilidad de estar alucinando.
Toda la energía positiva se esfumó en un instante al ser consciente de no haber estado soñando y comprender que ellas habían estado allí haciéndome participe de algo parecido a una lujuriosa ceremonia en la que no sabía realmente que papel me correspondía.
Una descarga eléctrica subió por mi espalda erizando el vello de mi nuca al sentir aquella delicada tela entre mis dedos, y dejándome guiar por la primera sensación, las guardé una a una en el bolsillo de mi pantalón antes de entrar en busca de otro café.
Era como tener unas brasas ardiendo dentro del bolsillo abrasando mi piel. Un efecto que crecía por momentos logrando que no pudiera concentrarme en pensar con un mínimo de cordura.
Lo único que conseguía era ponerme más nervioso y que la lista de preguntas sin respuesta aumentara a pasos agigantados. Pasó por mi cabeza la idea de llamar a la sargento, o a la doctora, pero algo me decía que sería Xana quien pusiera algo de claridad en aquel siniestro rompecabezas.
Eso me llevó a entender que allí no iba a encontrar soluciones, que debía salir en busca de explicaciones y no esperar que aparecieran de la nada.
Decidí preparar mi mochila con algo de comida y bebida y dirigirme al bosque esperando que Xana apareciese, o mejor dicho, dejando que ella me encontrara. Las braguitas seguían ardiendo en mi pantalón hasta que la estantería del salón llamó mi atención y me fijé en una de las cajitas de madera tallada que la adornaban. Aquella preciosa caja parecía estar hecha a propósito para algo tan delicado y pequeño como aquellos suaves encajes que hervían abrasando mi piel.
No tenía muy clara la razón, y tampoco estaba seguro de estar haciendo lo más apropiado, pero la cajita terminó dentro de la mochila y me encaminé lleno de dudas hacia el bosque.
Acelerado y nervioso, caminando a un ritmo casi ansioso, fui avanzando por el sendero sintiendo que el corazón se me salía del pecho. Una espesa niebla comenzó a cubrirlo todo con ese mágico aspecto fantasmal de los valles del norte obligándome a caminar más despacio para no despistarme del camino correcto en lo más profundo del bosque.
La fría humedad de la niebla iba haciéndose cada vez más intensa, pero el sudor corría por mi espalda empapando mi camiseta, y volvía a tener la certeza de estar siendo vigilado de cerca por algo o alguien que seguía mis pasos a distancia prudencial.
Por fin, tras un par de ligeros despistes por la cada vez más densa niebla, conseguí llegar al río y después de una caminata por su orilla que me pareció más larga y dura que otras veces, divisé la gran roca donde había estado unos días atrás. En realidad, seguía sin saber el motivo que me había llevado allí de una manera tan clara y directa, pero una especie de instinto interno, o una desconocida fuerza me había guiado hasta allí sin hacerme parar a pensar.
Jadeando, con la respiración acelerada, subí a aquel enigmático lugar, y allí, en la piedra que parecía un altar, coloqué la cajita de madera y pude comprobar que los símbolos grabados en ella coincidían con los de la caja en la que llevaba las braguitas de mis brujas de ojos verdes.
Con la incertidumbre de quien hace las cosas por impulso, con la inseguridad de no tener claro si serviría para algo y con la humedad que calaba ya por completo mi ropa, levanté la vista esperando que algo ocurriera. Y lo único que pude percibir fue que la niebla había dado paso a una fina y constante lluvia, y que quedarme esperando no parecía la mejor idea.
Retomé el camino de regreso envuelto en un mar de dudas sin atreverme a volver la vista atrás. Quería salir de allí, volver al calor de la cabaña y esperar que algo ocurriese.
Tras cerrar la puerta, respiré aliviado sintiéndome a salvo. Posé la mochila y me disponía a secarme y cambiarme la ropa mojada cuando la claridad de un relámpago iluminó el salón. Segundos después, un potente trueno consiguió hacerme temblar, y la puerta se abrió de golpe...
Xana, parada en la entrada, vestida con un corto y empapado camisón blanco, con la cajita de madera en su mano, mirándome con sus brillantes ojos verdes...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

miércoles, 15 de abril de 2020

AMADO MILORD.

Hoy se cumplen ocho meses a tu lado. Ocho meses desde el reconfortante abrazo que nos unió aquella noche.
En estos treinta y dos días encerrada entre estas cuatro paredes rememoro constantemente ese momento para sentirlo como si estuviera sucediendo, logrando de esa manera conseguir la calma, la protección y la paz que transmites tal y como la sentí en aquel instante. Y el día se vuelve más llevadero.
Los cafés, las risas, tus piropos que me hacen enrojecer, las bromas, tu buen humor y tu encantadora forma de picarme son recuerdos que están de continuo en esta cabecita deseando que se vuelvan de nuevo realidad.
Y todas esas sensaciones van acompañadas de este síndrome de abstinencia que tengo de tus manos en mi piel. No te puedes hacer una idea de lo que supone un roce de tus dedos. Me provoca instantáneamente una sensación que me recorre de abajo arriba como si fuera electricidad y mi cuerpo empieza a palpitar al tiempo que siento que me invade un calor sofocante.
Ahora que no te tengo, esas sensaciones siguen presentes, las sigo sintiendo con más fuerza aún cada vez que, de la manera que sea, te cruzas por mi cabeza.
Por todo esto y mucho más tengo que decir que nunca pensé que podría llegar a echarte tanto de menos. Y aunque esto no estaba en los planes de mí "estricta agenda", me hace feliz que haya sucedido y sueño con cumplir muchos meses más a tu lado.
Esta circunstancia que nos está robando meses juntos acabará, y pensar en ese momento de reencontrarnos y poder liberar tantas emociones acumuladas me lleva a enfrentar cada día de encierro con más fuerza e ilusión.
Te has ganado un hueco importante en mi vida piquito. Formas parte de ella. Y en mi corazón te llevo continuamente.
Siempre tuya.
Colibrí.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

viernes, 10 de abril de 2020

INTERMINABLE CUARENTENA.

Ocho de la mañana.
Casi un mes de aislamiento. Casi un mes sin poder acariciar y besar tu hermoso cuerpo.
Despierto empapado en sudor buscándote ansiosamente entre las sábanas hasta comprender que vuelve a ser otro sueño alimentado por esas excitantes imágenes y charlas que compartimos cada día través del móvil.
Sugerentes fotos que se mezclan en mi subconsciente con los recuerdos de esos apasionados e inolvidables encuentros vividos. Pero mi cuerpo no entiende de encierros ni de forzosas separaciones y reacciona provocando una erección que palpita reclamando ser calmada.
Cierro los ojos imaginando que es tu mano la que la agarra mientras tu boca baña mi cuerpo con esa deliciosa saliva caliente y tu lengua dibuja excitantes caminos desde mi boca hasta mi vientre antes de hacerme temblar al verte y sentirte gozar cuando tus labios se apoderan de ella provocando mis gemidos.
Mi mano acelera el ritmo cuando en mi cabeza la haces entrar en ese húmedo y ardiente sexo y comienzas a retorcerte sobre ella. Las embestidas de tus caderas me hacen enloquecer y el lujurioso brillo de tu mirada me lleva a explotar entregándome con placer a ser tuyo.
Y me relamo de gusto pensando que ya queda menos para volver a devorarnos, y hasta me fumo el cigarrillo de  después. Luego, en la ducha, vuelvo a echar de menos tu suave piel pegada a la mía entre chorros de agua caliente.
Tengo que esforzarme para volver a pensar que estamos más cerca de ese deseado y necesario reencuentro.
Alargo la ducha con la tranquilidad de seguir con esa extraña sensación de que no hay prisa ni horarios que cumplir, sabiendo que la única urgencia es la de poner mis sábanas a lavar...
¡PUTA CUARENTENA!
¡PUTOS POLÍTICOS!

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

martes, 7 de abril de 2020

TE ECHO DE MENOS.

Podría elegir infinidad de imágenes de esos excitantes encuentros nuestros. Sería fácil relamerme recordando tu tembloroso cuerpo desnudo y esa brillante mirada que te queda después de que la pasión haya estremecido cada centímetro de tu suave piel.

Momentos en la ducha. Momentos incendiarios en el coche antes de llegar a casa. O esos otros en los que me provocas mostrando traviesamente la sugerente lencería elegida para esa noche.

Una deliciosa colección de recuerdos que guardo con absoluta devoción en mi cabeza. Recuerdos que desatan mis ganas de volver a poseerte sabiendo que a esa inquieta y juguetona mente tuya se le ocurrirán nuevas formas de sorprenderme y hacerme gozar al lado del mejor regalo que el universo me haya hecho jamás.

Pero hay uno que se aparece por encima del resto de esos lujuriosos encuentros. Ese pijama de koalas, ese tan usado y cómodo, ese lleno de pelotillas y con la goma del elástico dada de sí.

Ese que te pones sin nada debajo y que me incita a pillarte desprevenida para bajarlo de un tirón y disfrutar de ese hermoso culo.

No dejaré que te deshagas de él nunca. Y ya sé que dices que es más un método anticonceptivo que un pijama seductor, pero para mí, se ha convertido en uno de los más placenteros y divertidos momentos compartidos, uno de esos que provocan esas risas que terminan en apasionados besos mientras mis manos juegan dentro del pantalón que te has vuelto a subir con esa pícara sonrisa con la que me invitas a intentar bajártelo de nuevo.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

jueves, 2 de abril de 2020

ELIXIR.

¡Yo creía qué sabía besar!
Hasta que tu boca se cruzó en mi camino y tus labios se pegaron a los míos.
Entonces comprendí que era solo un principiante, un aprendiz que a partir de ahora dedicará todo su tiempo y sus ganas a estudiar tu perfecta anatomía dejándose guiar por el fuego de esa lengua traviesa y perversa.
Y repetiré materia con sumo placer todas las veces que sea necesario.
No habrá dudas que queden sin resolver.
Me entregaré conscientemente a saborear ese exquisito manjar sabiendo que terminaré por convertirme en un obediente esclavo que necesita alimentarse cada noche de ese adictivo elixir que su dueña y señora le ofrece golosamente.


MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

domingo, 29 de marzo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (NOVENA PARTE)

Gloria se fue al mediodía, después de una mañana de sexo salvaje a ritmo frenético sobre la mesa, en la silla, hasta terminar enredados en el suelo dando rienda suelta a instintos casi animales.
Dos cuerpos encendidos, entregados al placer de gozarse sin pensar en nada más.
Luego, aún jadeando, empapados en sudor, ella recogió su ropa y se fue al baño. Se duchó rápidamente y se despidió con un largo beso tras hacerme prometer que si decidía volver algún día, la llamaría a ella antes que a nadie.
Y yo volví a la soledad de ese refugio donde la seguridad y la calma que había encontrado las primeras semanas, empezaba a ser algo difícil de conseguir.
No podía negar que la inesperada visita de Gloria había supuesto una excitante sorpresa, y que descubrir esa parte suya de mujer ardiente y sensual me había permitido soltar la tensión acumulada últimamente. También debía reconocer que si estuviera en otro momento de mi vida, hubiera sido un encuentro digno de repetir, y quién sabe, quizás la posibilidad de algo mucho más sólido y duradero. Pero ahora, su realidad y la mía estaban muy alejadas, y en mi futuro más cercano no aparecía la opción de volver a ese mundo del que tan consciente y satisfactoriamente me había liberado.
Mi momento pasaba por descifrar el enigmático laberinto al que aquellas brujas de ojos verdes me estaban conduciendo.
Pero no hoy. La tarde me la merecía de relax... cerveza fría, buena música, y folios en blanco donde volcar todo lo que bullía en mi cabeza...
Y así, fui pasando las horas, mirando como se acercaba la noche y el momento de meterme en la cama. Tras una cena ligera, viendo que la cabeza ya no me molestaba, cambié los calmantes por un vaso de leche caliente con un buen chorro de coñac que me hizo recordar aquel brebaje que nos daban en las frías noches de guardia en el cuartel de caballería de León.
Puede que se me fuera la mano con el coñac, o que el cansancio del largo y excitante día se apoderase de mi cuerpo. Lo cierto es que meterme entre las sábanas resultó ser una sensación agradable y relajante, pero al ver de nuevo la luna llena a través de la ventana, volvieron a aparecer las imágenes grabadas a fuego en mi mente la noche anterior, y me estremecí pensando que podría volver a tener la misma pesadilla, aunque, quizás por el efecto de aquella mezcla caliente de leche y coñac, una parte de mí deseaba que aquellas perversas criaturas estuvieran de nuevo en mi cama.
Pero no hubo sobresaltos nocturnos. Dormí plácidamente hasta media mañana y me levanté lleno de energía, con ganas de enfrentarme a un nuevo día y disfrutar de las sorpresas que pudieran aparecer.
Tenía mensajes en el móvil de la sargento y de la doctora interesándose por mi estado, y con esa carga de positividad mental salí a la pequeña terraza de atrás con un café dispuesto a dejarme acariciar por el aire fresco del arroyo que bordeaba la cabaña.
Y allí, en el tendal donde colgaba mi ropa a secar, perfectamente colocadas, tres delicadas braguitas de encaje paralizaron mi cuerpo mientras un escalofrío recorría mi espalda.
Una blanca, otra roja y otra negra...

Continurá...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

miércoles, 25 de marzo de 2020

PLEGARIA NOCTURNA.

Oraré pidiendo al rey de los dioses que, de una vez por todas, tu cuerpo desnudo deje de aparecer en mis sueños y se cumpla el ansiado deseo de poder tocarte.
Presentaré gustosa las ofrendas necesarias para que mis plegarias tengan el delicioso resultado de saborear tu cálida piel cada noche.
Rezaré suplicando que terminen mis noches de solitaria lujuria mientras imagino tu perversa lengua abriéndose paso entre la humedad que brota entre mis piernas para llevarme a un inolvidable éxtasis.
Ese que cada noche te regalo, ese que empapa mis sábanas y me lleva despertar cada mañana encendida y con ganas de probar el cielo en tu boca para descender juntos a los infiernos del pecado carnal con tanta pasión y entrega que hasta el mismísimo señor de los dragones se vea obligado a perdonarnos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados



domingo, 22 de marzo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (OCTAVA PARTE)

La ducha y un buen café despejaron un poco mi cabeza y pude revivir las imágenes tratando de analizarlas y encontrar algo que aportara algo de luz a tan desconcertante sueño.
Me vestí, desayuné, salí fuera con otro café y un cigarrillo, aún estaba amaneciendo.
No podía pensar en otra cosa que no fuera recordar cada segundo de aquella pesadilla y trataba de dar marcha atrás mentalmente para repasar con detalle todo lo ocurrido en los últimos días.
Estaba claro que no se trataba de simples coincidencias, que todo estaba relacionado de algún desconcertante modo. Un gran puzle que no terminaba de encajar y que me hacía pensar que algo se me escapaba, o quizás, aún faltaban piezas por descubrir.
No se me ocurría que más podía pasar para que encontrara la clave que completase aquel rompecabezas en el que me había metido sin haberlo buscado.
La cabeza seguía retumbando por el golpe y por la pesadilla, y tras una dosis de calmantes, cerré los ojos en el sofá. El cansancio hizo el resto para llevarme al descanso que mi cuerpo reclamaba.
No podría decir cuento tiempo pasó hasta que el ruido de un coche me devolvió a la realidad. Aún medio mareado, me levanté con cuidado y me acerqué a la puerta pensando que sería la sargento que venía a ver como estaba.
Una nueva e inesperada visita se bajaba de un lujoso coche sorprendiendo mi medio borrosa mirada. Gloria, directora de ventas del departamento comercial, mi jefa directa, la que llevaba semanas mandándome mensajes para que reconsiderase mi decisión de tomarme un tiempo apartado de aquel mundo.
Tan elegante y arreglada como siempre, capaz de resaltar incluso fuera de su entorno habitual, se acercaba sonriendo con esa seguridad con la que conseguía poner a todo el mundo en estado de alerta.
 - Aún sabiendo que venir puede haber sido en vano, no podía resistirme a un último intento y tener al menos el placer de verte.
 - Agradezco tu visita, de verdad. Al menos, tomaremos un café, pero sigo pensando igual que las veces que hablamos por teléfono.
Tras un par de sinceros besos y un cálido abrazo que alejó por un instante los fantasmas de mi cabeza, pasamos dentro. Preparé café mientras ella me hablaba de lo difícil que le estaba resultando mantener las cifras sin contar con su mejor vendedor. Decía que no encontraba un sustituto que mantuviera los resultados, que yo era su tabla de salvación para cerrar el año sin que desde arriba la presionaran.
Me senté a su lado, compartiendo mesa y café como tantas mañanas habíamos hecho. Agradecí sus halagos y la miré a los ojos para recalcar con firmeza que mi vida ya no era aquella, que ahora estaba disfrutando de mi tiempo, de mi realidad, y que me ahogaría si volviese a ese mundo.
Agarré su mano, y por primera vez en muchos años trabajando codo con codo a sus órdenes, vi en su mirada una especie de fragilidad. O estaba realmente preocupada pos su situación, o estaba representando el mejor papel de su vida.
 - Bueno, tenía que intentarlo, y venía preparada para darte lo que pidieras, y mejorarlo incluso, pero creo entender que no estás dispuesto ni a escuchar mis propuestas, así que, disfrutemos del café... buenísimo por cierto...
 - Gracias por comprenderlo. Sería incómodo y pesado que insistieras en algo que tengo tan claro en este momento.
 - Está bien. Brindo por ti, por tus logros, y por el placer de tenerte cerca otra vez.
Terminamos el café. Ella se quitó la chaqueta y pude contemplar claramente como se insinuaba el sujetador bajo su casi transparente camisa negra. Nunca me había parado a mirarla así, era mi superiora, jamás me había fijado en ella físicamente.
Se puso de pie y se levantó la ajustada falda de tubo. Lo suficiente para poder sentarse a horcajadas sobre mí y que yo pudiera admirar el final de sus medias.
 - Visto que no voy a volver a ser tu jefa, deja que al menos haga realidad la fantasía que me asaltaba cada mañana en esas reuniones de trabajo en las que me moría por no poder tocarte a pesar de tenerte tan cerca.
No tuve tiempo ni para sorprenderme. Comenzó a comerme la boca de manera apasionada y salvaje, me quitó la camiseta, mordió mi cuello jadeando... y aquel húmedo calor apretándose contra mi bragueta...
Un cúmulo de ardientes sensaciones que multiplicaron la excitación que mi cuerpo acumulaba tras la noche pasada. Mi mente se quedó en blanco y mi cuerpo tomó el control guiado por el deseo para levantarme de la silla, sentarla sobre la mesa y arrancarle la ropa sin pensar en nada más que en poseer aquel cuerpo encendido que se entregaba con evidentes muestras de querer ver cumplidos sus más inconfesables y pecaminosos sueños.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados