domingo, 19 de abril de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (DÉCIMA PARTE)

No era capaz de dar crédito a mis ojos, y con la cabeza a punto de estallar, tuve que acercarme para tocarlas y negar la posibilidad de estar alucinando.
Toda la energía positiva se esfumó en un instante al ser consciente de no haber estado soñando y comprender que ellas habían estado allí haciéndome participe de algo parecido a una lujuriosa ceremonia en la que no sabía realmente que papel me correspondía.
Una descarga eléctrica subió por mi espalda erizando el vello de mi nuca al sentir aquella delicada tela entre mis dedos, y dejándome guiar por la primera sensación, las guardé una a una en el bolsillo de mi pantalón antes de entrar en busca de otro café.
Era como tener unas brasas ardiendo dentro del bolsillo abrasando mi piel. Un efecto que crecía por momentos logrando que no pudiera concentrarme en pensar con un mínimo de cordura.
Lo único que conseguía era ponerme más nervioso y que la lista de preguntas sin respuesta aumentara a pasos agigantados. Pasó por mi cabeza la idea de llamar a la sargento, o a la doctora, pero algo me decía que sería Xana quien pusiera algo de claridad en aquel siniestro rompecabezas.
Eso me llevó a entender que allí no iba a encontrar soluciones, que debía salir en busca de explicaciones y no esperar que aparecieran de la nada.
Decidí preparar mi mochila con algo de comida y bebida y dirigirme al bosque esperando que Xana apareciese, o mejor dicho, dejando que ella me encontrara. Las braguitas seguían ardiendo en mi pantalón hasta que la estantería del salón llamó mi atención y me fijé en una de las cajitas de madera tallada que la adornaban. Aquella preciosa caja parecía estar hecha a propósito para algo tan delicado y pequeño como aquellos suaves encajes que hervían abrasando mi piel.
No tenía muy clara la razón, y tampoco estaba seguro de estar haciendo lo más apropiado, pero la cajita terminó dentro de la mochila y me encaminé lleno de dudas hacia el bosque.
Acelerado y nervioso, caminando a un ritmo casi ansioso, fui avanzando por el sendero sintiendo que el corazón se me salía del pecho. Una espesa niebla comenzó a cubrirlo todo con ese mágico aspecto fantasmal de los valles del norte obligándome a caminar más despacio para no despistarme del camino correcto en lo más profundo del bosque.
La fría humedad de la niebla iba haciéndose cada vez más intensa, pero el sudor corría por mi espalda empapando mi camiseta, y volvía a tener la certeza de estar siendo vigilado de cerca por algo o alguien que seguía mis pasos a distancia prudencial.
Por fin, tras un par de ligeros despistes por la cada vez más densa niebla, conseguí llegar al río y después de una caminata por su orilla que me pareció más larga y dura que otras veces, divisé la gran roca donde había estado unos días atrás. En realidad, seguía sin saber el motivo que me había llevado allí de una manera tan clara y directa, pero una especie de instinto interno, o una desconocida fuerza me había guiado hasta allí sin hacerme parar a pensar.
Jadeando, con la respiración acelerada, subí a aquel enigmático lugar, y allí, en la piedra que parecía un altar, coloqué la cajita de madera y pude comprobar que los símbolos grabados en ella coincidían con los de la caja en la que llevaba las braguitas de mis brujas de ojos verdes.
Con la incertidumbre de quien hace las cosas por impulso, con la inseguridad de no tener claro si serviría para algo y con la humedad que calaba ya por completo mi ropa, levanté la vista esperando que algo ocurriera. Y lo único que pude percibir fue que la niebla había dado paso a una fina y constante lluvia, y que quedarme esperando no parecía la mejor idea.
Retomé el camino de regreso envuelto en un mar de dudas sin atreverme a volver la vista atrás. Quería salir de allí, volver al calor de la cabaña y esperar que algo ocurriese.
Tras cerrar la puerta, respiré aliviado sintiéndome a salvo. Posé la mochila y me disponía a secarme y cambiarme la ropa mojada cuando la claridad de un relámpago iluminó el salón. Segundos después, un potente trueno consiguió hacerme temblar, y la puerta se abrió de golpe...
Xana, parada en la entrada, vestida con un corto y empapado camisón blanco, con la cajita de madera en su mano, mirándome con sus brillantes ojos verdes...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

2 comentarios:

  1. Muy suave el desarrollo y con ese puntito de..." Suspense".....

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias...
      Seguirá buscando crear esa sensación.
      💋💋💋

      Eliminar