lunes, 25 de mayo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (DUODÉCIMA PARTE)

Acomodado entre las sábanas y su abrasadora piel, el café y el chocolate sabían aún mejor, sobre todo al ser robados de su ardiente boca.
Un placer para los sentidos acompañado por el sonido de la lluvia sobre los cristales. Luego, mientras yo encendía un cigarrillo, ella jugaba acariciando la suave tela de las braguitas que había colocado sobre la cama.
 - ¿Recuerdas cuál llevaba yo?
 - Por supuesto, las rojas.
 - Parece que te fijaste bien, a pesar de haber sido un sueño.
 - No podré olvidar nunca esas imágenes, y menos aún, sabiendo que no fue un sueño.
 - Tenía que ser así, para que luego decidieras libremente que hacer. Igual que con la visita de tu jefa.
 - ¿También habéis tenido que ver en eso?
 - Claro. Habría sido muy fácil evitar que ella te encontrara. Pero también era necesario que hicieras uso de ese libre albedrío para tomar las decisiones que realmente quisieras, como la de salir en mi busca esta tarde.
 - ¿Y qué hubiera pasado si mi decisión hubiese sido otra?
 - Que no quedaría otra que respetar tu elección. No tendría sentido obligarte a ir en contra de lo que quisieras hacer con tu vida. Es más, sigues teniendo, y tendrás en todo momento libertad para decidir.
Una nueva sesión de fogosos besos y su cálido cuerpo pegado al mío volvió a despertar con vigor mi excitación haciéndome desear ser poseído de nuevo por ella. Pero esta vez, Xana detuvo el evidente, visible y acalorado instante para acurrucarse sobre mi pecho y tras suspirar profundamente y pedirme calma, asegurarme que tendríamos todo el tiempo del mundo para devorarnos las veces que hiciera falta. Repitió que no pensaba escaparse y perderse el placer de estar entre mis brazos, pero que era el momento de conocer toda la historia desde el principio:
"Sabes que esta cabaña fue un molino hace muchas décadas. Un molino del que se ocupaba una joven fuerte y hermosa llamada Bega.
Además de la maquila que le correspondía por las moliendas de todas las gentes del valle y de los alrededores, conocía el bosque y sus plantas como nadie, y vendía pociones, ungüentos y remedios naturales a quien lo necesitase. También sabía de rituales para las cosechas, para los partos del ganado, y atendía y aconsejaba a todo el mundo haciendo incluso de celestina en muchas ocasiones.
La palabra bruja se quedaba corta, y por supuesto, no tenía ese sentido peyorativo y oscuro que luego se le dio.
Era una mujer admirada, querida y respetada por todos. Su belleza y su poderosa personalidad hicieron que apareciesen numerosos pretendientes, pero ella nunca se casó ni quiso comprometerse con nadie. Una mujer libre, sabia y adelantada a su tiempo a quien todos veneraban, que actuaba como consejera en la vida cotidiana, llegando incluso a actuar como maestra en el despertar sexual tanto de los chicos como de las chicas de la comarca.
Se sentía feliz atendiendo y cuidando de su gente, de su tribu. Su fama y buen hacer había llegado hasta la capital, y a veces se acercaban en busca de soluciones personajes de familias adineradas. Y ella misma hacía de vez en cuando visitas fugaces a esas familias de alta alcurnia que le ofrecían dinero y posición para que se quedara en esos círculos cercanos a la corte. Pero ella nunca aceptó, nunca quiso dejar su molino y sus obligaciones para con aquellos que siempre la habían considerado como una de los suyos.
La armonía en la zona continuó durante años. Hasta que murió Don Julián, el párroco que llevaba toda la vida en la vieja iglesia del pueblo y enviaron a un joven cura recién salido de un seminario de Madrid.
Llegó con ideas teológicas muy estrictas y pronto comenzó a poner en duda los métodos de una hechicera que contradecía los dogmas de su fe. Al principio, no consiguió que sus palabras sobre aquella bruja adoradora de la magia oscura tuvieran mucho eco entre los pocos parroquianos que acudían a escuchar sus apasionados sermones.
Poco después, una rica familia, propietaria de varias fincas en el valle, se instaló en la gran casona de sus antepasados, y la señora, una beata de la capital, pronto se alió con el joven sacerdote en contra de aquella pecadora molinera. La iglesia y el dinero haciendo frente común contra las arraigadas costumbres populares.
Comenzó así una época en la que las visitas al molino se volvieron clandestinas. Seguían acudiendo a ella, pero tratando de mantenerlo en secreto y evitar así las posibles críticas y reprimendas de aquellos que, a pesar de ser unos recién llegados, tenían un poder y un control que podría ocasionar represalias y problemas a una gente humilde y temerosa de las consecuencias de enfrentarse a los "poderosos".
Bega seguía ayudando y preocupándose por todos los que acudían a ella procurando alejarse del resto para no perjudicarles. Pasaba cada vez más tiempo en la parte más profunda del bosque en contacto con las criaturas que lo habitaban y que no la consideraban una extraña ni la juzgaban.
Llegó el verano, y la gran fiesta en la que se juntaban todas las gentes de los pueblos y aldeas de los alrededores. En la casona de los señores se organizó una fiesta con invitados de la capital para la que contrataron a varias personas del pueblo. Entre ellas, a tres chicas de diecisiete años para ayudar en la cocina y servir las mesas... tres muchachas felices e ilusionadas por conocer el interior de aquella gran casa y estar cerca de la gente elegante de la capital...".
Había seguido atentamente el interesante relato sin ser consciente del paso de las horas. La claridad del amanecer comenzó a entrar por la ventana y sentí que la respiración de Xana se volvía más lenta y calmada. Parecía evidente que el sueño y el cansancio se apoderaba de nosotros, así que la abracé delicadamente y besé su cabeza.
 - ¿Tendré que atarte a la cama, o prometes seguir aquí cuando despierte?
 - Prometo seguir aquí, en este pecho tan cómodo. Pero la idea de que me ates me la apunto en cosas pendientes.
 - Pues durmamos un rato. Después del desayuno seguirás contándome esa apasionante historia.
 - Suena delicioso. Pero promete no dejar de abrazarme.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados



martes, 19 de mayo de 2020

CONTIGO.

Muero por fumar contigo el cigarrillo de después.
Ese que se mezcla con los sabores que llenan nuestras bocas tras habernos devorado de pies a cabeza con el hambre acumulada en tantos días sin poder tocarnos.
Ver esa cara resplandeciente y esa mirada brillante que te queda cuando el placer ha estremecido todo tu cuerpo. Y esa piel cálida y erizada que tiembla cuando mi dedo baja por tu espalda, rozándola despacio para que te acurruques contra mi pecho.
Me gustas así, despeinada, desencajada, excitada, sudada. Me gusta ver ese rubor que aparece en tus mejillas al recordar golosamente esos momentos inconfesables en los que el deseo se apoderaba de nuestras mentes y nos llevaba a liberarnos y entregarnos a gozar tan pegados y enredados que se hacía difícil saber dónde terminaba una piel y empezaba la otra.
Me excita que suspires apretándome con fuerza mientras te mueves sinuosa y el aroma del deseo lo invade todo de nuevo. Y cuando terminas el cigarrillo, levantas tu hermoso rostro, y puedo ver esos grandes ojos inyectados por la pasión con esa mirada cómplice, esa de hembra en celo que se relame permitiéndose sentirse viciosa y perversa, esa que reclama que mis manos vuelvan a recorrer todo tu cuerpo encendido sin dejar ningún rincón sin acariciar.
No tendrás que insistir ni suplicar. Este obediente siervo cumplirá con precisión y lujuria cada una de tus peticiones con toda la atención que tu ardoroso cuerpo se merece.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

jueves, 7 de mayo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (UNDÉCIMA PARTE)

Una imagen tan turbadora como excitante que estremeció mi cuerpo mientras un nuevo relámpago lo iluminaba todo haciendo brillar aún más sus ojos.
Tras lo sorpresa inicial, atiné a acercarme a ella con dos toallas en la mano y hacerla entrar para envolverla en una de ellas y comenzar a secarla. Ella se dejaba hacer acurrucando su empapado cuerpo contra el mío tiritando de frío sin dejar de clavar sus grandes ojos en los míos.
La dejé cerca de la estufa para que terminara de secarse y fui a la habitación en busca de ropa seca. Por una vez, eché en falta el no tener pijama, así que recurrí a una camiseta y a un pantalón de deporte para mí, y a una de mis camisas para cubrir su hermoso cuerpo y esa deliciosa piel desnuda y erizada con la que me recibió cuando regresé al salón.
Ahora era yo quien temblaba. Le acerqué la camisa y ella se la puso sonriendo pícaramente. Me tuve que contener para apartarme de ella y ponerme a preparar café que nos hiciera entrar en calor y así tratar de escapar de la poderosa excitación que me hacía pensar en poseerla allí mismo. Necesitaba respuestas de una vez por todas, no quería sucumbir al deseo y quedar de nuevo con todo sin aclarar.
Ella se acercó y se pegó a mi espalda abrazándome con fuerza a la vez que me mostraba la cajita de madera en su mano.
 - Me has ido a buscar y aquí estoy.
 - Me alegra haber acertado, me alegra que estés aquí. Pero tengo miedo que vuelvas a desaparecer y volver a sentir esa sensación de no entender nada.
 - Tranquilo. Prometo contarte todo lo que necesites saber, te lo mereces, te lo has ganado. Pero deseo sentirte dentro de mí y volver a gozar de tu cuerpo tan intensamente como la otra noche.
Aquellas palabras, sus besos en mi nuca, su mano empezando a jugar dentro de mi pantalón. No podía esconder el deseo que sentía y que tan evidentemente crecía entre mis piernas.
La excitación pudo al deseo de respuestas. Me volví a devorar su boca y mis manos agarraron con fuerza aquellas redondas nalgas por debajo de la camisa olvidándome del café y de todo lo que no fuera ella. La cajita quedó sobre la mesa y subimos a la habitación dejando la ropa por el camino para llegar a la cama y poseernos lenta y apasionadamente mientras el sonido de la lluvia acompañaba los suspiros y jadeos que cada caricia y cada beso arrancaba de nuestras bocas.
Completamente entregados el uno al otro. Encendidos, lujuriosos, sin ningún tipo de límite, gozamos golosamente de nuestros temblorosos cuerpos una y otra vez como si fuera la última noche de nuestras vidas.
Afuera seguía lloviendo con fuerza, pero la tormenta había pasado del cielo a aquella cama sobre la que desatábamos nuestras más inconfesables pasiones. Sin ser conscientes del tiempo, seguimos hasta quedar rendidos, pegados, abrazados fuertemente, temiendo que el otro fuese a desaparecer. O al menos, así me sentía yo, con miedo a que se desvaneciera entre las sombras de la noche.
Fue ella quien rompió el mágico momento aflojando un poco el abrazo para besarme con ternura y pedirme que bajara a por café antes de comenzar a escuchar el relato de su historia.
Corrí bajando la escalera, y tan rápido como pude, preparé una bandeja con dos tazas de café, un poco de chocolate, tabaco y la cajita con las tres braguitas que había quedado sobre la mesa. Subí los escalones de dos en dos, ansioso por volver a la habitación con el nervioso temor de llegar y encontrarme la cama vacía... Pero no, allí seguía mi bruja hechicera haciéndome sitio bajo las revueltas sábanas. Tan bonita, tan deslumbrante, con esa hermosura que iluminaba su cara después de hacer el amor...
Había llegado el momento de conocer las respuestas a las preguntas que tantos días llevaban atormentando mi cabeza. El escenario perfecto para resolver ese misterioso juego en el que me habían atrapado y del que ya no quería salir.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

martes, 28 de abril de 2020

METAMORFOSIS

Todo mi cuerpo adora ser recorrido por tus dedos y por tu lengua.
Una sensación inigualable el estar desnudo sobre la cama a tu completa disposición, dejando que cubras con esa cálida saliva toda mi piel.
Rendido a ser tu obediente esclavo sin más condición que la de gozar del placer que me regalas mientras voy sintiendo el calor de tu cuerpo pegado al mío.
Y mirar esa carita de niña traviesa que saborea con lujuria cada centímetro de mi erizado cuerpo. Ver en tu rostro la imagen de un encendido y excitado diablillo perverso capaz de cometer los más inconfesables pecados.
Ser testigo y protagonista de esa metamorfosis que ha hecho desaparecer la imagen de ese dulce y casi tímido angelito que se ruborizaba tiernamente cuando mis manos jugaban en el sofá bajo tu falda.
Y ahora, con el deseo apoderándose de tu ser, eres tú la que toma las riendas y me enciende llevándome al paraíso con tu golosa boca. Y yo me rindo a ti, me estremezco entre gemidos antes de suplicarte que sacies mi sed con el jugoso elixir de tu orgasmo.
Por fin, poseída por el placer, decides ser un Ama complaciente y escuchar mis ruegos para liberar tus demonios y explotar salvajemente llenando mi cara y mi boca con el exquisito manjar que brota entre tus piernas retorciéndote y jadeando sin ningún tipo de pudor.
Empapada en sudor, relamiéndote, temblando como una hoja tras un vendaval, te acuestas bocabajo a mi lado. Sé de sobra que ahora deseas ser esa sumisa obediente que reclama ser premiada con besos y caricias en esa suave y erizada espalda.
Y también sé que seguirás encendida y preparada para que yo me transforme en ese exigente Milord que azotará con delicadeza y firmeza esas redondas nalgas que ofreces orgullosa hasta llevarte de nuevo a gozar de ese ardiente huracán que te recorrerá por dentro haciendo temblar todo tu cuerpo.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

domingo, 19 de abril de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (DÉCIMA PARTE)

No era capaz de dar crédito a mis ojos, y con la cabeza a punto de estallar, tuve que acercarme para tocarlas y negar la posibilidad de estar alucinando.
Toda la energía positiva se esfumó en un instante al ser consciente de no haber estado soñando y comprender que ellas habían estado allí haciéndome participe de algo parecido a una lujuriosa ceremonia en la que no sabía realmente que papel me correspondía.
Una descarga eléctrica subió por mi espalda erizando el vello de mi nuca al sentir aquella delicada tela entre mis dedos, y dejándome guiar por la primera sensación, las guardé una a una en el bolsillo de mi pantalón antes de entrar en busca de otro café.
Era como tener unas brasas ardiendo dentro del bolsillo abrasando mi piel. Un efecto que crecía por momentos logrando que no pudiera concentrarme en pensar con un mínimo de cordura.
Lo único que conseguía era ponerme más nervioso y que la lista de preguntas sin respuesta aumentara a pasos agigantados. Pasó por mi cabeza la idea de llamar a la sargento, o a la doctora, pero algo me decía que sería Xana quien pusiera algo de claridad en aquel siniestro rompecabezas.
Eso me llevó a entender que allí no iba a encontrar soluciones, que debía salir en busca de explicaciones y no esperar que aparecieran de la nada.
Decidí preparar mi mochila con algo de comida y bebida y dirigirme al bosque esperando que Xana apareciese, o mejor dicho, dejando que ella me encontrara. Las braguitas seguían ardiendo en mi pantalón hasta que la estantería del salón llamó mi atención y me fijé en una de las cajitas de madera tallada que la adornaban. Aquella preciosa caja parecía estar hecha a propósito para algo tan delicado y pequeño como aquellos suaves encajes que hervían abrasando mi piel.
No tenía muy clara la razón, y tampoco estaba seguro de estar haciendo lo más apropiado, pero la cajita terminó dentro de la mochila y me encaminé lleno de dudas hacia el bosque.
Acelerado y nervioso, caminando a un ritmo casi ansioso, fui avanzando por el sendero sintiendo que el corazón se me salía del pecho. Una espesa niebla comenzó a cubrirlo todo con ese mágico aspecto fantasmal de los valles del norte obligándome a caminar más despacio para no despistarme del camino correcto en lo más profundo del bosque.
La fría humedad de la niebla iba haciéndose cada vez más intensa, pero el sudor corría por mi espalda empapando mi camiseta, y volvía a tener la certeza de estar siendo vigilado de cerca por algo o alguien que seguía mis pasos a distancia prudencial.
Por fin, tras un par de ligeros despistes por la cada vez más densa niebla, conseguí llegar al río y después de una caminata por su orilla que me pareció más larga y dura que otras veces, divisé la gran roca donde había estado unos días atrás. En realidad, seguía sin saber el motivo que me había llevado allí de una manera tan clara y directa, pero una especie de instinto interno, o una desconocida fuerza me había guiado hasta allí sin hacerme parar a pensar.
Jadeando, con la respiración acelerada, subí a aquel enigmático lugar, y allí, en la piedra que parecía un altar, coloqué la cajita de madera y pude comprobar que los símbolos grabados en ella coincidían con los de la caja en la que llevaba las braguitas de mis brujas de ojos verdes.
Con la incertidumbre de quien hace las cosas por impulso, con la inseguridad de no tener claro si serviría para algo y con la humedad que calaba ya por completo mi ropa, levanté la vista esperando que algo ocurriera. Y lo único que pude percibir fue que la niebla había dado paso a una fina y constante lluvia, y que quedarme esperando no parecía la mejor idea.
Retomé el camino de regreso envuelto en un mar de dudas sin atreverme a volver la vista atrás. Quería salir de allí, volver al calor de la cabaña y esperar que algo ocurriese.
Tras cerrar la puerta, respiré aliviado sintiéndome a salvo. Posé la mochila y me disponía a secarme y cambiarme la ropa mojada cuando la claridad de un relámpago iluminó el salón. Segundos después, un potente trueno consiguió hacerme temblar, y la puerta se abrió de golpe...
Xana, parada en la entrada, vestida con un corto y empapado camisón blanco, con la cajita de madera en su mano, mirándome con sus brillantes ojos verdes...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

miércoles, 15 de abril de 2020

AMADO MILORD.

Hoy se cumplen ocho meses a tu lado. Ocho meses desde el reconfortante abrazo que nos unió aquella noche.
En estos treinta y dos días encerrada entre estas cuatro paredes rememoro constantemente ese momento para sentirlo como si estuviera sucediendo, logrando de esa manera conseguir la calma, la protección y la paz que transmites tal y como la sentí en aquel instante. Y el día se vuelve más llevadero.
Los cafés, las risas, tus piropos que me hacen enrojecer, las bromas, tu buen humor y tu encantadora forma de picarme son recuerdos que están de continuo en esta cabecita deseando que se vuelvan de nuevo realidad.
Y todas esas sensaciones van acompañadas de este síndrome de abstinencia que tengo de tus manos en mi piel. No te puedes hacer una idea de lo que supone un roce de tus dedos. Me provoca instantáneamente una sensación que me recorre de abajo arriba como si fuera electricidad y mi cuerpo empieza a palpitar al tiempo que siento que me invade un calor sofocante.
Ahora que no te tengo, esas sensaciones siguen presentes, las sigo sintiendo con más fuerza aún cada vez que, de la manera que sea, te cruzas por mi cabeza.
Por todo esto y mucho más tengo que decir que nunca pensé que podría llegar a echarte tanto de menos. Y aunque esto no estaba en los planes de mí "estricta agenda", me hace feliz que haya sucedido y sueño con cumplir muchos meses más a tu lado.
Esta circunstancia que nos está robando meses juntos acabará, y pensar en ese momento de reencontrarnos y poder liberar tantas emociones acumuladas me lleva a enfrentar cada día de encierro con más fuerza e ilusión.
Te has ganado un hueco importante en mi vida piquito. Formas parte de ella. Y en mi corazón te llevo continuamente.
Siempre tuya.
Colibrí.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

viernes, 10 de abril de 2020

INTERMINABLE CUARENTENA.

Ocho de la mañana.
Casi un mes de aislamiento. Casi un mes sin poder acariciar y besar tu hermoso cuerpo.
Despierto empapado en sudor buscándote ansiosamente entre las sábanas hasta comprender que vuelve a ser otro sueño alimentado por esas excitantes imágenes y charlas que compartimos cada día través del móvil.
Sugerentes fotos que se mezclan en mi subconsciente con los recuerdos de esos apasionados e inolvidables encuentros vividos. Pero mi cuerpo no entiende de encierros ni de forzosas separaciones y reacciona provocando una erección que palpita reclamando ser calmada.
Cierro los ojos imaginando que es tu mano la que la agarra mientras tu boca baña mi cuerpo con esa deliciosa saliva caliente y tu lengua dibuja excitantes caminos desde mi boca hasta mi vientre antes de hacerme temblar al verte y sentirte gozar cuando tus labios se apoderan de ella provocando mis gemidos.
Mi mano acelera el ritmo cuando en mi cabeza la haces entrar en ese húmedo y ardiente sexo y comienzas a retorcerte sobre ella. Las embestidas de tus caderas me hacen enloquecer y el lujurioso brillo de tu mirada me lleva a explotar entregándome con placer a ser tuyo.
Y me relamo de gusto pensando que ya queda menos para volver a devorarnos, y hasta me fumo el cigarrillo de  después. Luego, en la ducha, vuelvo a echar de menos tu suave piel pegada a la mía entre chorros de agua caliente.
Tengo que esforzarme para volver a pensar que estamos más cerca de ese deseado y necesario reencuentro.
Alargo la ducha con la tranquilidad de seguir con esa extraña sensación de que no hay prisa ni horarios que cumplir, sabiendo que la única urgencia es la de poner mis sábanas a lavar...
¡PUTA CUARENTENA!
¡PUTOS POLÍTICOS!

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

martes, 7 de abril de 2020

TE ECHO DE MENOS.

Podría elegir infinidad de imágenes de esos excitantes encuentros nuestros. Sería fácil relamerme recordando tu tembloroso cuerpo desnudo y esa brillante mirada que te queda después de que la pasión haya estremecido cada centímetro de tu suave piel.

Momentos en la ducha. Momentos incendiarios en el coche antes de llegar a casa. O esos otros en los que me provocas mostrando traviesamente la sugerente lencería elegida para esa noche.

Una deliciosa colección de recuerdos que guardo con absoluta devoción en mi cabeza. Recuerdos que desatan mis ganas de volver a poseerte sabiendo que a esa inquieta y juguetona mente tuya se le ocurrirán nuevas formas de sorprenderme y hacerme gozar al lado del mejor regalo que el universo me haya hecho jamás.

Pero hay uno que se aparece por encima del resto de esos lujuriosos encuentros. Ese pijama de koalas, ese tan usado y cómodo, ese lleno de pelotillas y con la goma del elástico dada de sí.

Ese que te pones sin nada debajo y que me incita a pillarte desprevenida para bajarlo de un tirón y disfrutar de ese hermoso culo.

No dejaré que te deshagas de él nunca. Y ya sé que dices que es más un método anticonceptivo que un pijama seductor, pero para mí, se ha convertido en uno de los más placenteros y divertidos momentos compartidos, uno de esos que provocan esas risas que terminan en apasionados besos mientras mis manos juegan dentro del pantalón que te has vuelto a subir con esa pícara sonrisa con la que me invitas a intentar bajártelo de nuevo.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

jueves, 2 de abril de 2020

ELIXIR.

¡Yo creía qué sabía besar!
Hasta que tu boca se cruzó en mi camino y tus labios se pegaron a los míos.
Entonces comprendí que era solo un principiante, un aprendiz que a partir de ahora dedicará todo su tiempo y sus ganas a estudiar tu perfecta anatomía dejándose guiar por el fuego de esa lengua traviesa y perversa.
Y repetiré materia con sumo placer todas las veces que sea necesario.
No habrá dudas que queden sin resolver.
Me entregaré conscientemente a saborear ese exquisito manjar sabiendo que terminaré por convertirme en un obediente esclavo que necesita alimentarse cada noche de ese adictivo elixir que su dueña y señora le ofrece golosamente.


MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados