jueves, 7 de mayo de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (UNDÉCIMA PARTE)

Una imagen tan turbadora como excitante que estremeció mi cuerpo mientras un nuevo relámpago lo iluminaba todo haciendo brillar aún más sus ojos.
Tras lo sorpresa inicial, atiné a acercarme a ella con dos toallas en la mano y hacerla entrar para envolverla en una de ellas y comenzar a secarla. Ella se dejaba hacer acurrucando su empapado cuerpo contra el mío tiritando de frío sin dejar de clavar sus grandes ojos en los míos.
La dejé cerca de la estufa para que terminara de secarse y fui a la habitación en busca de ropa seca. Por una vez, eché en falta el no tener pijama, así que recurrí a una camiseta y a un pantalón de deporte para mí, y a una de mis camisas para cubrir su hermoso cuerpo y esa deliciosa piel desnuda y erizada con la que me recibió cuando regresé al salón.
Ahora era yo quien temblaba. Le acerqué la camisa y ella se la puso sonriendo pícaramente. Me tuve que contener para apartarme de ella y ponerme a preparar café que nos hiciera entrar en calor y así tratar de escapar de la poderosa excitación que me hacía pensar en poseerla allí mismo. Necesitaba respuestas de una vez por todas, no quería sucumbir al deseo y quedar de nuevo con todo sin aclarar.
Ella se acercó y se pegó a mi espalda abrazándome con fuerza a la vez que me mostraba la cajita de madera en su mano.
 - Me has ido a buscar y aquí estoy.
 - Me alegra haber acertado, me alegra que estés aquí. Pero tengo miedo que vuelvas a desaparecer y volver a sentir esa sensación de no entender nada.
 - Tranquilo. Prometo contarte todo lo que necesites saber, te lo mereces, te lo has ganado. Pero deseo sentirte dentro de mí y volver a gozar de tu cuerpo tan intensamente como la otra noche.
Aquellas palabras, sus besos en mi nuca, su mano empezando a jugar dentro de mi pantalón. No podía esconder el deseo que sentía y que tan evidentemente crecía entre mis piernas.
La excitación pudo al deseo de respuestas. Me volví a devorar su boca y mis manos agarraron con fuerza aquellas redondas nalgas por debajo de la camisa olvidándome del café y de todo lo que no fuera ella. La cajita quedó sobre la mesa y subimos a la habitación dejando la ropa por el camino para llegar a la cama y poseernos lenta y apasionadamente mientras el sonido de la lluvia acompañaba los suspiros y jadeos que cada caricia y cada beso arrancaba de nuestras bocas.
Completamente entregados el uno al otro. Encendidos, lujuriosos, sin ningún tipo de límite, gozamos golosamente de nuestros temblorosos cuerpos una y otra vez como si fuera la última noche de nuestras vidas.
Afuera seguía lloviendo con fuerza, pero la tormenta había pasado del cielo a aquella cama sobre la que desatábamos nuestras más inconfesables pasiones. Sin ser conscientes del tiempo, seguimos hasta quedar rendidos, pegados, abrazados fuertemente, temiendo que el otro fuese a desaparecer. O al menos, así me sentía yo, con miedo a que se desvaneciera entre las sombras de la noche.
Fue ella quien rompió el mágico momento aflojando un poco el abrazo para besarme con ternura y pedirme que bajara a por café antes de comenzar a escuchar el relato de su historia.
Corrí bajando la escalera, y tan rápido como pude, preparé una bandeja con dos tazas de café, un poco de chocolate, tabaco y la cajita con las tres braguitas que había quedado sobre la mesa. Subí los escalones de dos en dos, ansioso por volver a la habitación con el nervioso temor de llegar y encontrarme la cama vacía... Pero no, allí seguía mi bruja hechicera haciéndome sitio bajo las revueltas sábanas. Tan bonita, tan deslumbrante, con esa hermosura que iluminaba su cara después de hacer el amor...
Había llegado el momento de conocer las respuestas a las preguntas que tantos días llevaban atormentando mi cabeza. El escenario perfecto para resolver ese misterioso juego en el que me habían atrapado y del que ya no quería salir.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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