domingo, 10 de diciembre de 2017

LÍNEA 19 (III)

Los fines de semana se hacían muy largos, las noches sobre todo. O bien le daba vueltas a esos interrogantes que le rondaban la cabeza, o bien aparecían en su mente las tórridas escenas compartidas.
Se obligaba a tener ocupaciones y a buscar actividades, y eso le llevó a apuntarse a un grupo que hacía rutas de senderismo los domingos. Así que puso la alarma del móvil, se fue a la cama pronto y cerró los ojos buscando que Morfeo lo acunase...
Pero no apareció Morfeo, apareció Luna...
En breves instantes, a su cabeza llegó la imagen del último amanecer compartido. Recordó claramente el momento en que abrió los ojos y vio a Luna sentada a su lado en la cama, mirándole dormir, con una mano entre las piernas y los ojos inyectados de lujurioso deseo. Quiso incorporarse para acercarse a ella pero Luna le pidió que no lo hiciera, que se quedara quieto para ella...
No fue fácil obedecer, pero cuando ella se tumbó abriendo las piernas regalándole una imagen perfecta de como sus dedos entraban y salían de aquellos labios tan excitados, se acomodó para no perder detalle. La oyó empezar a gritar palabras obscenas sin dejar de estirar el duro pezón entre sus dedos. Vio su cara desencajándose por momentos según sus dedos se introducían aumentando el ritmo hasta que ella empezó a gritar escandalosamente que se corría para él, que era toda suya, que no lo olvidase nunca... y como aquella mañana, él terminó por acompañarla en su orgasmo, pero esta vez en la soledad de su cama... Tan intenso, tan sabroso, igual que aquel amanecer, haciendo que por fin acabase por dormirse...
Al final, con más ojeras de las previstas por las pocas horas dormidas tras haber estado jugado mentalmente con los recuerdos de su golosa Luna, llegó al punto de encuentro elegido para dejar los coches y comenzar la ruta. Hechas las presentaciones y comentado un poco el plan del día se pusieron en marcha tras las típicas bromas para romper el hielo. No llevaban aún mucho tiempo caminando (por suerte para él, la ruta era bastante suavecita) y ya se empezaron a separar en grupitos...
En cabeza, no podía ser de otra manera, el "rambito", marcando el ritmo y aprovechando cualquier momento para alardear de sus conocimientos y habilidades físicas.
A continuación, tres chicas cuarentañeras incapaces de dejar de hablar, de reír, y de algún que otro mal disimulado cotilleo, y sobre todo, encantadas de tener a dos "galanes" dispuestos a reír sus bromas compitiendo entre ellos por ver quien tenía más éxito con ellas.
Y por detrás. el trío de los nuevos. Él y dos chicas que venían también por primera vez, y que parecían un poco desconectadas del buen rollito de los demás.
La suave caminata transcurría por un frondoso paisaje, cerca de un riachuelo, y él se relajó disfrutando del momento, olvidando sus líos mentales, alegrándose por la compañía de las dos novatas, mucho más interesantes y calmadas que el resto de sus compañeros de ruta. La tranquilidad y el relax, hicieron que se descubriera a sí mismo mirándolas, apreciando las bonitas formas de dos chicas más jóvenes que las demás a quienes les sentaban muy bien las ajustadas mallas deportivas... Desde que Luna había aparecido en su vida, no se había parado a mirar más allá de ella. Se sintió un poco raro pero feliz, y cuando la morenita de pelo corto se volvió sonriéndole, le devolvió la sonrisa celebrando haber venido.
La verdad, ninguno de los tres pegaba mucho con el resto, y eso llevó a que entre ellos hubiese cierta complicidad y comenzasen a comentar entre risas el hecho de verlos tan ocupados con sus pavoneos que, o se habían olvidado de ellos, o estarían criticándoles duramente.
Cada vez más cómodos entre ellos, se fueron conociendo, y la caminata se convirtió en una escusa para ir descubriendo un poquito de cada uno, lo suficiente para crear un bonito interés por saber más. Y así, llegaron a la entrada de un pequeño pueblo donde la ruta se bifurcaba y los compañeros de camino les esperaban. Parecían entusiasmados al ver que había un mercado medieval con el que no contaban, y les parecía una buena manera de terminar la mañana visitándolo antes de la comida. Sobre todo, una de las chicas insistía muchísimo en buscar el puesto de las monjas del convento y probar sus espectaculares hojaldres.
A todos les gustó la idea y empezaron a recorrer los puestos del mercado entre el bullicio de la gente, mirando cada puesto con calma con las dos jovencitas cogidas de su mano cada vez más sonrientes, acercándose cada vez más a él... Sin duda alguna, el momento más agradable de la mañana, paseando sin prisa con las suaves manos de dos hermosas mujeres acariciando las suyas haciéndole sentirse en calma.
Un poco más adelante les hacían señas indicando que aquel era el puesto de las famosas monjitas. Y según se iban acercando, el olor de los dulces se fue intensificando y una sensación extraña se apoderó de su estómago. No podía ser cierto, debía ser su subconsciente que le estaba jugando una mala pasada... aquel aroma tan dulce era el mismo que Luna siempre traía consigo!!!.
No podía ser más que una increíble coincidencia, pero empezó a recorrer las caras de todo el mundo a su alrededor buscando encontrar la cara de Luna, hasta que, ya frente al puesto, mientras le ofrecían un trozo de prueba, vio a cuatro monjitas con sus hábitos y sus tocados blancos despachando risueñas. Una de ellas, de espaldas, empaquetaba en cajas los pedidos más grandes... y entonces se volvió, y sus miradas se cruzaron... y el mundo dejó de girar...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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