jueves, 7 de diciembre de 2017

LÍNEA 19 (II)

Martes, siete de la tarde, calle Oscura Nº.13, pensión La Hechicera. Preguntar a la señora de recepción por la última habitación.
Al final, la tentación de aquella tarde en el autobús había podido con él. Había hecho la llamada unas horas antes y ahora estaba en aquella calle del barrio antiguo terminando nervioso un cigarrillo frente a la puerta de la pensión. Aún podía dar media vuelta, pero la curiosidad, la excitación y el recuerdo de aquellos enormes ojos color miel eran más fuertes que los extraños temores que pasaban por su cabeza. El sitio tampoco animaba mucho, la verdad; aquella calle haciendo honor a su nombre, los edificios de piedra con ventanas cerradas, la fría niebla de noviembre... todo lo bastante tétrico como para pensar en que aquel excitante encuentro en el autobús podía ser algo muy distinto...
Pisó la colilla, y con la última bocanada de humo se dijo a sí mismo que por una vez se merecía un poco de novedad en su rutinaria vida, así que empujó la puerta haciendo sonar una oxidada campanilla... del fondo salió la figura de una mujer mayor, malhumorada, demasiado maquillada, pero conservando un cuerpo esbelto que años atrás habría vuelto locos a unos cuantos...
--- Supongo que vendrás preguntando por la última habitación...
Asintió con un hilo de voz, carraspeando para tratar de disimular el nerviosismo, pero la escandalosa risotada de la mujer le dio a entender que no lo había conseguido.
--- Jajaja, tranquilo chico, respira... Sube al tercer piso y sigue el pasillo hasta el final. No tienes pérdida, es la puerta de enfrente...
Jadeando por haber subido las escaleras muy deprisa para escapar de las sonoras carcajadas de la señora, llegó frente a la puerta y espero unos segundos para recuperar el aliento antes de golpear con los nudillos...
--- Adelante, está abierto...
Y allí estaba ella, de pie en mitad de la habitación, con un amplio jersey de lana que dejaba sus hombros al descubierto y unas medias de hilo blancas, sonriendo, jugando con un mechón de su melena... y sus enormes ojos... Se lanzó a sus brazos llenándolo de besos y embriagándolo con el perfume con el que tanto había soñado desde aquel día...
--- Bienvenido mi juguetón compañero de viaje. Este es mi santuario secreto, y siempre serás bien recibido si cumples las reglas, ya sabes, nada de nombres, ni preguntas, ni compromisos de ningún tipo... Solo tu cuerpo y el mío, y los demonios dormidos que despertaste el otro día... Dispuesto a enfrentarte a ellos y respetar las reglas???.
La única respuesta que pudo articular fue un profundo si mientras le agarraba las nalgas bajo el jersey y la levantaba devorando su boca para llevarla hacia la cama del fondo de la habitación...
Y así, durante las siguientes semanas, aquella sencilla habitación se convirtió en el paraíso terrenal donde ambos se entregaban a disfrutar de todo el lujurioso placer que sus perversas mentes lograban imaginar. No había límites, no había normas, solo las ganas de gozar de sus cuerpos descubriéndose y compartiéndose el uno al otro.
La suavísima y blanca piel de ella hizo que él la bautizara como Luna, y como no podía ser de otro modo, terminaba aullando a su Luna cómo un lobo en celo cada vez que ella le llevaba a explotar de placer con sus insaciables juegos.
También había tardes de ternura y mimos. Tardes abrazados desnudos compartiendo tragos de whisky, tardes de películas, de lecturas compartidas con roces de piel... Pero siempre había sexo. Era el principio y el fin de cada mágico encuentro, y con las semanas, se convirtió en un adicto a saborear cada rincón de su maravillosa piel sedosa, a ver como se erizaba con cada roce de sus dedos, a beber el dulce elixir que surgía de aquel delicioso sexo en cada profundo orgasmo en los que ella se retorcía cómo si se los arrancase desde el fondo de su alma.
No podía más que agradecer el hecho de que sus caminos se cruzasen aquella tarde, y alegrarse por tener dos veces por semana la oportunidad de rozar el cielo con sus manos entre los brazos de la mujer más espectacular y más ardiente que jamás había conocido. Y además. sin compromisos el resto de la semana... vamos, la situación ideal para cualquiera, sexo salvaje, sincero, entregado, en completa exclusividad, y sin obligaciones...
Pero comenzaba a sentir una extraña ansiedad. Se le hacían largos y duros los días que no estaban juntos. Empezó a tener que esforzarse para no romper las reglas, para no sacar todas las preguntas que se agolpaban en su cabeza.
Muchos interrogantes, muchas soluciones disparatadas, muchas ideas absurdas que le hacían terminar con dolor de cabeza y con ganas de que llegase la próxima cita para interrogarla y saciar de una vez todas las dudas que le suponía el mantener esa clandestinidad con la que ella parecía sentirse tan cómoda y segura.
Pero llegaba el día, y el fogoso recibimiento con el que ella lo acogía, su voluptuoso cuerpo, sus lascivos besos, le hacían volver a apagar su mente y entregarse una vez más a gozar de los demonios más sabrosos con los que jamás se había enfrentado...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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