martes, 26 de diciembre de 2017

LÍNEA 19 (VI)

Aquel momento de confesión fue para Luna una especie de liberación y sus más perversas pasiones salían a relucir a la menor ocasión. En cada nuevo encuentro durante las siguientes semanas, ella daba rienda suelta a los placeres de la carne, a probar nuevos juegos, todo tipo de juguetes..., y siempre usando algo que recordase su condición de sierva del señor...
Dos veces por semana, él se convertía en el entregado y feliz sumiso capaz de acompañarla a descubrir nuevos caminos hacia el placer. Además, sin las dudas que antes le carcomían, gozaba de los momentos de pasión con una sincera naturalidad, sin ningún tipo de reparo en probar y experimentar situaciones nuevas que sobrepasaban límites que nunca hubiera imaginado. Era tal la lujuriosa imaginación con la que ella le guiaba, era tal el placer que obtenía a cambio, que se dejaba llevar cada vez más confiado y enganchado a compartir aquel secreto santuario de perversión.
Aunque de vez en cuando sentía como si echase en falta a Luna. Estaba dándose cuenta de que cada vez era menos ella y más Sor María... una monja pecadora que parecía querer dominar sus demonios internos con una insaciable penitencia.
No podía quejarse, tenía algo sumamente excitante que él había aceptado conscientemente, pero algunos fines de semana aparecían las ganas de tener a alguien con quien salir a tomar algo, ir al cine, pasear, o incluso discutir. Algo más parecido a una relación de pareja.
Y según pasaban las semanas, más se acordaba de Andrea. De hecho, ella le había mensajeado un par de veces interesándose por como estaba, y recordándole la idea de volver a quedar.
Al final, se sentía mal por seguir poniendo escusas, y la verdad, aquella dulce morenita le había resultado una compañía muy agradable... y hacía mucho que no iba al cine...
Así que, casi sin darse cuenta, los sábados se fueron convirtiendo en tardes de cine seguidas de tapeos y cervezas con largas charlas de madrugada descubriendo a una mujer con la que tenía más cosas en común de las que suponía. Se sentía cómodo y casi liberado por tener un tipo de relación donde el sexo no fuese el hilo conductor de todo.
Sor María se había quitado la máscara, y los días con ella pasaban de perversión en perversión, y cuando él intentaba recuperar aquellos momentos de comunicación entre ellos, ella se volvía arisca y enfadada. Era como si de pronto quisiera mantener una fría distancia sobre todo lo existente fuera de aquella habitación.
Y sin embargo, Andrea era todo claridad y transparencia. Era evidente que aquella chica quería algo más, y en cada conversación, en cada instante compartido, ella se acercaba más... Se sentía halagado, pero no quería aprovecharse de ella, ni mucho menos hacerle daño, y cada vez que la dejaba en el portal de su casa tras unas horas de risas y cervezas, ella se volvía tan insinuantemente mimosa que le suponía un doloroso esfuerzo rechazar lo que su cuerpo reclamaba aceleradamente... sobre todo aquella noche en la que ella se había presentado con una minifalda tan corta que no había podido apartar la vista de sus bonitas piernas más de cinco minutos en toda la noche...
Todo se caldeó y aceleró tanto en el portal, que cuando se quiso dar cuenta estaban en el ascensor y sus manos jugaban bajo aquella tentadora faldita acariciando unas suaves braguitas de encaje sobre unas deliciosas nalgas. La pasión se apoderó de ambos de un modo tan natural y espontáneo que no hicieron falta palabras... solamente la compenetración y comunicación corporal de dos seres ansiosos por conocerse...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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