domingo, 8 de noviembre de 2020

CULPA MÍA.

Yo tuve la culpa. Yo quería robarle un beso y sentir aquel perfecto y fascinante cuerpo pegado al mío.
Nunca llegué a sospechar que yo era la presa y no el cazador, ni que aquella sinuosa mujer tenía todo calculado en su perversa mente. Me sentía eufórico creyendo que ella caía en mis redes y cuando mi boca rozó la suya todo se aceleró.
En ese instante sentí como ella tomaba el mando y el fuego de su lujuria recorrió hasta la última célula de mi cuerpo. La excitación terminó por dejarme a su merced fundiéndose a esa adictiva y vertiginosa sensación de riesgo que disparaba mi adrenalina y me hacia desear saborear cada rincón de aquel cuerpo caliente que me guiaba con destreza al paraíso del placer.
Una vez en su casa, contemplar su completa y exquisita desnudez mientras sus manos y su boca me quitaban la ropa se convirtió en un inolvidable espectáculo antes de que ella se volviera para irse con su voluptuoso caminar hacia la habitación consiguiendo que yo la siguiera sin poder apartar la mirada de su impresionante culo.
Por una milésima de segundo, una alarma se encendió en mi cabeza y pensé en no seguirla, pero la tremenda excitación borró de un plumazo esa idea. En cuanto crucé aquella puerta ella se encargó de incendiar aún más mi cuerpo para guiarme a la cama y colocarse encima de mí. Pude ver el brillo de su mirada y como se mordía los labios sintiéndose poderosa y dominante.
Deseaba ser poseído. Quería gozar del fuego abrasador que rozaba mi erección con precisos y calculados movimientos que me hacían estremecer. Sus uñas se clavaban en la piel de mis hombros, y sin que yo supiera cómo, aquellos sutiles arañazos llevaron mis muñecas hacia unas esposas escondidas bajo la almohada.
Cuando fui consciente de la situación, la vi disfrutando de su triunfo en el momento en que se apoderó por completo de aquella encendida erección que palpitaba deseando ser bañada por el cálido elixir que brotaba entre sus piernas.
Y me olvidé de las esposas viendo la lujuria en su rostro, y ya no me importaron ni los arañazos ni la furia con la que sus caderas me poseían. En aquel momento habría vendido mi alma a cambio de seguir siendo su esclavo hasta el fin de los tiempos.
Ese era su plan. Tenerme a su disposición entregado y sometido. Y terminé rendido a ese ser perverso que me llevaba a umbrales del placer jamás imaginados por un tipo que se creía cazador y que acabó hechizado por aquella mujer de curvas que rozaban la perfección, alma de bruja maléfica y sangre de loba en las venas.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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lunes, 12 de octubre de 2020

SABER QUE ME LEES.

Me gusta jugar a imaginarte con mi libro en tus manos leyendo con atención cada línea de esos relatos que mi traviesa imaginación crea.
Me gusta pensar que vas dando forma a esas escenas en tu cabeza, que las vas haciendo tuyas y te vas sintiendo protagonista de cada uno de esos momentos en los que seres apasionados se entregan a gozar de sus sentidos y sus cuerpos.
Quiero soñar que tu cuerpo responde a mis letras erizándose y temblando hasta lograr que el calor nazca entre tus piernas reclamando caricias.
Y en ese instante en que dejas el libro a un lado en tu cama, y el deseo se desborda obligándote a cerrar los ojos y tus manos se mueven buscando calmar el deseo que brota acelerando tu respiración, en ese instante me gustaría estar ahí, sentado al borde de tu cama mirándote y aprendiendo de memoria los recorridos y los ritmos que te llevan a enloquecer y perder la cordura sintiéndote lujuriosa y excitada. Grabar en mi memoria las imágenes, los sonidos, los olores de tu cuerpo encendido, ver como te deshaces de la ropa que sobra para terminar completamente desnuda, gozando sin pudor de cada centímetro de ese cuerpo de mujer sensual creado para el placer.
Descubrir esa íntima entrega a la lujuria por si algún día la diosa fortuna me diese la oportunidad de compartirla contigo, y poder así embriagarme con el exquisito sabor de tu piel y llegar a probar el néctar de tus labios...
Para luego gozar también de tu boca...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

martes, 22 de septiembre de 2020

DEDICATORIA.

Conozco a Leny desde hace unos quince años. Yo tenía veintiséis y trabajaba en el alamcén de una distribuidora de prensa, y ella era la hija de diecisiete años de mi encargado. 
Cada viernes, bajaba por la tarde a buscar a su padre y yo no podía apartar la vista de aquella efervescente criatura que lo revolucionaba todo con su frescura adolescente.
Fueron tardes de miradas y sonrisas. Momentos disfrutados de manera natural desde la ternura de una inocente complicidad sin llegar siquiera a cruzar palabras. Momentos tiernos que se quedaron grabados en mi mente y que se convirtieron con el tiempo en dulces recuerdos creados con sinceridad y cariño.
Pasaron las semanas sin que hubiera nada más. Mi contrato de trabajo estaba a punto de terminar y surgió la oportunidad de un cambio con mejores condiciones en otra empresa y decidí aprovecharla. 
Cambio de ciudad, nuevo trabajo, nuevas rutinas, pero en cuanto podía volvía de visita a ver a la familia y pasaba por el pub a compartir unas cervezas con los colegas futboleros de siempre. Y aunque nunca supe más de Leny, aquellos tiernos recuerdos seguían en mi cabeza y no me olvidaba de aquella deliciosa mujercita de sonrisa hechicera.
En una de aquellas visitas casi tres años después, entré en el pub buscando las caras conocidas de mis amigos y reconocí a aquella inolvidable sonrisa tras la barra. Ya no era una adolescente, pero conservaba la misma imagen deslumbrante que yo tenía grabada. Me reconoció al instante y en cuanto pudo, corrió a abrazarme y a llenarme de besos.
Era la primera vez que sentía su aroma tan cerca y la cálida magia de sus labios en mi piel. Un instante imborrable que pasó automáticamente a la carpeta de recuerdos de mi cabeza. 
Luego pudimos charlar un rato y ella mostró de nuevo su alegría por el reencuentro y confesó que siempre había disfrutado de aquellas tardes de viernes y que soñaba con volver a vernos algún día. Pero tenía pareja, y yo debía irme en unos días, así que nos vimos un par de veces en el pub, y prometiendo volver a vernos, nos despedimos con un largo y apretado abrazo, uno de esos fuertes y sinceros que te estremecen por dentro.
El tiempo siguió con su imparable trascurrir y aunque volví de visita algunas veces y pasé por el pub, ella ya no estaba allí. Perdí de nuevo su pista y unos años después, otro cambio de trabajo me hizo regresar a casa. Conocí una chica con la que llegué a convivir casi cinco años y en mitad de esa relación, el universo la puso otra vez en mi camino. Esa vez era yo quien tenía pareja y ella la que estaba sola, y aunque el reencuentro y el abrazo fueron mágicos y electrizantes, no hubo tiempo ni ocasión para más. Eso si, esta vez intercambiamos teléfonos y redes sociales y eso nos permitió mantener un ligero contacto virtual que nos permitió al menos saber el uno del otro.
Otro sorprendente y bonito encuentro en el que su aroma se quedó pegado a mi piel durante días y que me hacía soñar con aquella divina criatura que una vez más se cruzaba en mi camino para desaparecer dejándome la sensación de tener una cuenta pendiente que resolver.
Siguieron pasando meses, años, con saludos por cumpleaños y fiestas señaladas a través de las redes, y siempre con un "tenemos un café pendiente". Hubo otras parejas, otros trabajos, otras circunstancias en nuestras vidas que iban rellenando el calendario sin nada estable o duradero.
Hasta que hace un par de semanas recibí un mensaje suyo. Una foto suya con el libro que yo había publicado unos meses atrás. Una preciosa y excitante foto, ¡mis letras en sus manos!
Al momento llegó otro mensaje diciendo que no podía ser que ese libro no tuviera una dedicatoria especial, que buscase un hueco para vernos y firmárselo.
Así que ayer, a las siete de la tarde, entró en mi apartamento con su sonrisa deslumbrante, con un ajustado y corto vestido negro que resaltaba aún más su impresionante figura. Y nos abrazamos y nos besamos con hambre atrasada. 
Ambos libres, sin parejas ni compromisos, por fin solos y enredados deseando dar rienda suelta a esa atracción contenida durante tantos años. Compartimos besos con sabor a vino tinto, le firmé el libro y confesé mis ganas de firmar todo su cuerpo mientras ella se pegaba a mí y susurraba que aquel juego de miradas en su adolescencia la había hecho sentirse mujer y que las letras de mis relatos habían logrado que recordara de nuevo aquellas tardes de viernes erizando su cuerpo y excitando su mente.
Mi boca buscó la suya haciéndola callar y mis manos comenzaron a jugar bajo su vestido para luego terminar por dejarlo en el suelo junto a mi ropa y subir las escaleras tras ella relamiéndome con la excitante imagen de aquel mínimo tanga negro que adornaba su hermoso culo.
Y cuando por fin llegamos a la habitación, solo pude arrodillarme frente a ella y besar lenta y apasionadamente aquel pequeño y empapado triángulo de encaje negro y pedir permiso para quitárselo.
Y ella, entre jadeos, con sus dedos enredados en mi pelo, contestó que si, que estaba tardando en hacerlo, que no me imaginaba la cantidad de noches que había soñado con tenerme así, rendido, entregado y dispuesto a hacer realidad todas sus fantasías. Y ya no hubo palabras, nuestros cuerpos se enredaron y encajaron sin necesidad de más explicaciones. Ansiosos por gozar sin límites, las horas fueron pasando hasta que el agotamiento nos hizo quedar profundamente dormidos. 
Y aquí estoy, poniendo letras a esta historia al lado de la cama donde ella duerme desnuda entre sábanas revueltas con ese cuerpo de diosa y esa carita de niña inocente que sueña con angelitos. Nadie diría que es la misma que hace unas horas se retorcía completamente encendida gritando y suplicando que no se me ocurriera parar, que quería ser mi obediente y viciosa hembra el resto de su vida... 
Y no seré yo quien le lleve la contraria...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 30 de agosto de 2020

ADICTA A TUS TRAVESURAS.

Mi novio es un delicioso y travieso seductor que consigue mantenerme en un estado de feliz excitación en cuanto se lo propone.
Una mirada cómplice, una sonrisa, un guiño, cualquier pequeño gesto hace que mis sentidos se alteren sabiendo que en su inquieta mente alguna "maldad" se está preparando.
Y sabe que no puedo negarle nada.
Sabe que me encantan sus juegos y su manera de llevarme a gozar de una manera tan increíble que me hace sentir como nunca antes me había sentido. Mi cuerpo se estremece con solo pensarlo, y mi mente comienza a saborear esa sensación de saberse deseada reconociendo ser una viciosa y juguetona pecadora que goza sin pudores de su ardiente feminidad.
Me tiene enamorada, feliz y excitada. Libre y conscientemente enganchada a disfrutar entre sus brazos.
Aunque otras veces me incita a cumplir sus "ordenes" en la distancia. Como esta tarde, enviándome un mensaje en el que pedía que mis manos jugaran bajo mi vestido, que acariciara el pequeño tanga de encaje que acabo de confesarle que llevo. El juego continuaba con el encargo de escribir una pequeñas líneas contándole con todo lujo de detalles las sensaciones antes y después de ese lujurioso juego.
No era el momento apropiado, pero solo pensar en ello logró que el calor comenzara a recorrer mi cuerpo. Cuando por fin pude tener un instante de soledad y mis manos llegaron a ese delicado encaje, ya pude descubrir una cálida humedad empapándolo.
Mis dedos comenzaron a moverse al mismo tiempo que en mi cabeza imaginaba que eran sus dedos los que buscaban abrirse paso bajo mi tanga. Notaba gotas de sudor bajando por mi espalda, y otras bañaban mi escote, y ya no pude parar. Otro maravilloso orgasmo acompañada por mi demonio particular que consigue que me tiemblen las piernas y que en mi cara se dibuje una pícara sonrisa de placer.
Y ahora toca la segunda parte del juego. Ahora es el momento de disfrutar poniendo en palabras tan lujurioso momento:
"Por fin a solas después de comer, en esa merecida pausa tan reconfortante en la que libero mi mente y mi cuerpo de obligaciones y tareas pendientes.
Dispuesta a cumplir el sugerente encargo de mi perverso demonio. Tras tanto tiempo pensado en ello, esperando llegar a la soledad de mi cuarto, el encaje de mi tanga reclama las caricias de mis dedos.
En mi mente son los suyos, y ese contacto mágico convierte la ligera humedad en una ardiente sensación que hace que no pueda seguir pensando.
Mis manos actúan con precisión agarrando con fuerza mis nalgas sin dejar de moverse acelerada y decididamente sobre esa empapada tela con la urgencia provocada por la infrenable excitación.
Me empapo por momentos y el ritmo va creciendo hasta que, sin mucha demora, llega la liberadora explosión. 
Saboreo unos instantes de calma sobre la cama antes de volver a la rutina habitual, no sin antes quitarme el tanga y comprobar el estado en que ha quedado. Y no puedo evitar sonreír pensando lo mucho que le gustaría a mi travieso Milord tenerlas ahora mismo en su mano sabiendo que él es el culpable de su estado. Y esa imagen consigue que todo mi cuerpo vuelva a estremecerse..."

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 25 de agosto de 2020

UNA TARDE DE VERANO.

Desnudos, sudorosos y excitados sobre las sábanas revueltas de una cama que rezuma olor a sexo salvaje.
Sin poder dejar de acariciarnos. Sin poder frenar los incesantes temblores que recorren nuestros ardientes cuerpos, gozando de esa sensación de sentirse deliciosamente agotados.
El sopor acaba por apoderarse de ambos. Pero antes nuestros cuerpos se enredan y las manos buscan cálidos rincones donde agarrarse con fuerza.
Una siesta reparadora que hará que cuando despertemos, el deseo nos convertirá en dos poderosos imanes que se atraen buscando volver a poseerse sobre la cama de esa habitación que nuestra pasión ha transformado en el santuario secreto donde damos rienda suelta a nuestra lujuria.
Una cálida siesta tras la cual nuestras bocas volverán a querer llenarse con ese sagrado elixir que golosamente nos entregamos poseídos por las insaciables ganas de sentirnos el uno parte del otro.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 21 de agosto de 2020

CUANDO ÉRAMOS LIBRES...

 Nos presentaron una noche de verano cuando aún no existía la pandemia, y se podía salir de copas sin restricciones horarias, y no sabíamos nada de mascarillas. 
Así que fue fácil quedarse embobado mirando su deslumbrante sonrisa. Y ya no pude dejar de mirarla mientras parloteaba nervioso.
Y salimos a la calle a fumar. Tampoco estaba prohibido, y no teníamos que soportar la mirada acusadora de los inquisidores del humo que ahora "vigilan" las calles.
Entre calada y calada, ella no dejaba de sonreír sin apartar la mirada. Casi como dos náufragos de la noche que llevan demasiado tiempo soportando una frustrante soledad y que no quieren dejar de disfrutar de la magia de mirarse.
Supe al instante que tenía que robarle un beso y probar esos labios rojos, que no podía esperar, no fuera a acabarse el mundo al siguiente amanecer y quedarme sin haber saboreado el néctar de esa boca tan deseablemente apetecible.
Tiré el cigarrillo, rodeé su cintura con mi mano para atraerla con decisión y apretarla contra mi cuerpo. Busqué sus labios y ella no rechazó los míos, y nos pegamos sintiendo el calor de nuestras bocas mientras mi mano buscaba la redondez de aquellas nalgas perfectamente marcadas bajo su ajustado pantalón. 
La sentí estremecerse y suspirar haciéndome temblar, y en aquel momento comprendí que quería seguir agarrado a ese culo y devorando esos labios por el resto de mi vida.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 4 de agosto de 2020

INCENDIO

Tus firmes manos recorren cada curva de mi cuerpo despertando huracanes que avanzan aceleradamente por mi piel hasta penetrar por mis poros provocando un salvaje e incontrolable incendio que se apodera de todo mi ser.
Con gemidos y suspiros intento frenar la lujuria, pero tus caricias comienzan a bordear los limites de mi pantalón. Y ya no sé si son tus mágicos dedos, o esa pasión con la que me miras sin dejar de relamerte, lo que aumenta el calor que empapa de sudor mi ropa.
No quiero que pares. Quiero que sigas con esa deliciosa tortura que me conduce a una desenfrenada locura, y deseo que me quites la ropa y que empieces de nuevo a recorrerme, pero esta vez con esos labios y esa lengua traviesa que me hace estremecer mientras jadeo sumida en el éxtasis de entregarme a regalarte el elixir que explota entre mis piernas.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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sábado, 1 de agosto de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (EPÍLOGO)



Ha pasado casi un año desde mi llegada a la cabaña de la molinera con la intención de desconectar de la vida rutinaria y monótona en la que había estado enredado durante tantos años.
Y ahora que me he atrevido a poner en palabras esos momentos tan sorprendentes en los que me vi envuelto al poco de llegar, siento una gran liberación y la placentera satisfacción de saber que esa decisión fue la más acertada de mi vida.
Aunque al principio todo era lo menos parecido a la calma que buscaba, los días fueron conduciéndome hacia esa deliciosa locura donde descubrí realidades imposibles ni siquiera de imaginar. Conocí mundos y seres sorprendentes en cuya compañía aprendí a aceptar y a disfrutar de formas de vivir y de pensar totalmente diferentes, con valores tan intensos y con tanto respeto y amor que se me hace imposible imaginar la vida lejos de esas condiciones.
Y Xana, esa deslumbrante y apasionada criatura, esa mujer ardiente que ha hecho girar mi mundo por completo volviéndome loco y enamorándome cada amanecer con sus grandes ojos verdes, ha logrado que cada segundo a su lado me sienta el hombre más afortunado de la tierra.
Como ya habréis deducido, tras la noche del ritual que pasó con sus hermanas de bautismo y la abuela loba, Xana se quedó conmigo en la cabaña y sigue ocupándose de sus obligaciones entre los dos mundos, pero ahora sin desaparecer. La sargento Noriega y la doctora Amor pasan de vez en cuando a saludar haciendo el papel de atentas cuñadas alegres por ver a su hermana feliz. Incluso las gentes del pueblo han dejado de observarme con cara de pocos amigos, y las veces que me acerco por allí, casi me tratan como a uno de ellos. Y por supuesto, en mis paseos por el bosque, la mayoría en compañía de Xana, la gran loba gris ya no vigila mis pasos, ahora se acerca a saludar agradecida y confiada.
Unas sensaciones que me han llevado a ese relax y a esa paz que tanto anhelaba y que me hacen gozar de esa bonita sensación que tienes cuando la vida te confirma que has elegido el camino adecuado.
Y todo ello junto a esa insaciable diosa con cuerpo de hembra diseñada para incitar al pecado. Nieta de una loba, ahijada de la diosa Gaia, heredera de un linaje ancestral, enamorada de un simple mortal y que ha elegido compartir parte de su existencia terrenal conmigo.
Y yo envejeceré, y ella seguirá eternamente joven.
Pero eso llegará en su momento. Ahora toca vivir y saborear cada beso de su boca, cada caricia, cada momento entre sus brazos, agradeciendo el maravilloso regalo de tenerla desnuda en mi cama cada noche y poder tocar el cielo con las manos cuando nos entregamos con esa ardiente lujuria que solo las almas libres y apasionadas son capaces de crear.
Todo lo demás, forma parte de otra historia que puede llegar a ser tan asombrosa como esta y que merecerá la pena descubrir juntos y dispuestos a dejarnos sorprender saboreando cada instante.

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (DECIMASÉPTIMA PARTE)



Subimos a la habitación y nos metimos en la cama sin dejar de besarnos y acariciarnos. Pero ella se apartó de repente mordiéndose los labios y con cara de estar haciendo un gran esfuerzo, y tras pedirme que me quedara al otro lado de la cama, dijo que lo sentía, pero que debía seguir escuchándola.
 - Ya habrás entendido quien soy, e imagino que tendrás dudas y preguntas. Es el momento de terminar de aclararlo todo para que puedas decidir libremente. Mañana es un día muy importante, es nuestro cumpleaños, y en la medianoche debemos reunirnos en el altar sagrado del río.
 - ¿Tiene algo que ver con ese linaje antiguo?
 - No exactamente, pero entiendo que te intrigue algo tan desconocido para la inmensa mayoría de los hombres.
 - Me intriga, y además quiero saberlo todo de ti.
 - Somos parte de un linaje casi extinguido de humanos con habilidades físicas y mentales especiales que nos permite convivir en el mundo de los mortales y en el de los seres espirituales. Somos mortales, pero podemos elegir cuando hemos vivido suficiente, y tenemos el don de no envejecer y permanecer con la misma apariencia durante nuestra vida.
 - Eso quiere decir qué no tienes esos treinta y pocos que aparentas...
 - No. En realidad mañana cumpliremos un siglo de vida, y por eso es una fecha un poco más importante.
 - ¡Impresionante!, ¡cien años! Ahora puedo entender la forma de actuar de los vecinos del valle. Situando la historia que me has contado en esa época más lejana, se comprende la realidad que estaban viviendo y su respuesta ante quienes tenían el poder y el control.
 - Claro. Y aunque hubo momentos en los que llegamos a sentir odio, no queda otra que aceptar que para ellos no hubo opciones de actuar de otra manera. Pero volviendo al ritual de mañana, debes saber que tiene que ver con Bega y que tu participación es primordial.
 - Esa parte me tiene muy descolocado. Me resulta complicado imaginar como un tipo normal y corriente puede ayudaros si todas sois tan poderosas y tenéis esas capacidades místicas, espirituales o como quieras llamarlas.
 - Te cuento. Cada cinco años, a través de una ceremonia a la luz de la luna en la gran piedra donde llevaste la caja de madera con nuestras braguitas, usando la sangre de un mortal puro y honesto que haya aceptado libremente entregarla, Bega puede recuperar durante una noche su condición humana, y podemos reunirnos con ella y abrazarla. Podemos disfrutar y celebrar una especie de reencuentro familiar con una abuela que lo entregó todo por nosotras sin pensar en más que en nuestro bienestar.
 - Suena muy bonito y emocionante, pero... ¿yo puro y honesto?, ¿tengo que aceptar entregaros mi sangre?
 - ¡Ja, ja, ja!, ¡tendrías que verte la cara ahora mismo! Tranquilo, esto no es una película de vampiros, ni vamos a descuartizarte para desangrarte y devorarte. Te recuerdo que una de mis hermanas es la doctora, y no necesitamos más que unas cuantas gotas de sangre en el lugar y el momento adecuados. Será igual que si fueras a donar sangre, o como si te tomaran muestras para una analítica.
 - Bueno, eso ya resulta mucho menos inquietante. Pero claro, con todos esos personajes y escenarios de criaturas mágicas y mundos que ni siquiera sabía que podían existir, mi cabeza ya estaba imaginando una película de terror.
 - Pues no tienes que preocuparte, es todo mucho más simple, natural y aséptico. Y en cuanto a lo de puro, no hay ninguna duda que lo eres. Desde el primer momento que la gran loba gris detectó tu presencia, pudo oler y sentir esa cualidad en ti, y te aseguro que es algo que, por desgracia, no siempre logramos encontrar.
 - En fin, no seré yo quien dude del olfato y la intuición de una loba, ni de la mujer que habita en ella después de todo lo que me has contado sobre su poderosa personalidad y su manera de actuar.
 - Haces muy bien. Ella te eligió y luego fuimos acercándonos una a una a ti para poder conocerte e ir preparando el terreno dejándote pistas y señales que despertaran tu curiosidad o te alejaran de este lugar.
 - Lo habéis logrado. Habéis despertado mi curiosidad y muchas sensaciones que pensaba había perdido después de tantos años viviendo en automático. ¿Y si hubiera salido corriendo?, creo entender que si el ritual no se puede celebrar mañana, tendríais que esperar otros cinco años.
 - Así es. En todos estos años, solo hemos podido pasar seis noches con la ella.
 - Entonces no os quedaréis sin abrazarla por mi culpa, además, no podría negarme a nada que tú me pidieras. 
 - No te imaginas lo feliz que me hace oír eso. Tengo que confesar que desde el primer día que te vi en la carretera supe que eras el indicado. Lo que no entraba en mis planes, y que me costó asumir, fue aceptar que esta vez estaba naciendo en mi interior algo nuevo que nunca hasta ahora había sentido por nadie. Por eso traté de apartarme, por eso hice intervenir a mis hermanas para intentar no involucrarme personal y emocionalmente.
 - Me queda una duda. Después del ritual, ¿qué pasó con quienes os ayudaron otras veces?, ¿y qué va a pasar conmigo?
 - Ya te he dicho que esta vez está siendo todo muy diferente. Las otras veces, cada uno siguió su camino y nosotras continuamos con nuestra vida y nuestras ocupaciones, pero nunca hubo implicaciones de otro tipo, ni se despertaron emociones y pasiones como las que tú has hecho brotar en mí. Sigues siendo libre para decidir que hacer, pero yo no voy a negar que las ganas de tenerte entre mis brazos cada noche hacen que desee con todo mi cuerpo y mi alma que te quedes, que deseo sentir tus besos y tus caricias cada amanecer, que por primera vez en mi vida me siento feliz, excitada y enamorada, y sería un delicioso placer apostar por algo duradero junto a ti.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (DECIMASEXTA PARTE)





Había permanecido inmóvil, pegado a su cálido cuerpo desnudo, escuchando en silencio sus palabras.
Su dulce voz, la intensa y sincera naturalidad con la que había estado contándome la historia, me trasladó a los parajes de aquel mágico bosque logrando que me metiera de lleno en el relato, e incluso había podido participar del dolor y la angustia que aquellas mujeres habían vivido.
Me había contado una parte suya, tan intima y tan profunda, que ahora parecía agotada. Me deslicé con cuidado, y tras arroparla con delicadeza, dejé que durmiera un rato, y tras ponerme un pantalón salí a la entrada de la cabaña con un café y un cigarrillo.
Mirando el hermoso entorno que me rodeaba, me costaba imaginar que aquel paisaje que transmitía tanta paz pudiera haber sido escenario de tan tristes y oscuros acontecimientos. 
Tampoco podía entender el comportamiento de la gente del pueblo. Una manera de actuar imposible de comprender desde la perspectiva de los tiempos actuales sin haber vivido aquella época que parecía más cercana a la Edad Media que al siglo veintiuno.
Al menos, ahora tenía claro quienes eran Xana y sus hermanas de bautismo. También pude entender la naturaleza de aquella presencia que tantas veces había percibido en mis caminatas solitarias, y comprendí esa sensación de sentirme vigilado y protegido. Supe claramente que la gran loba gris nunca había supuesto ningún tipo de amenaza para mí, y que, más allá de su imponente imagen de animal salvaje, en su interior habitaba una poderosa mujer, una bruja capaz de enfrentarse a todo para defender y pelear contra la injusticia aun a riesgo de salir ella misma perjudicada.
Muchas de las preguntas que habían retumbado en mi cabeza durante las últimas semanas acababan de ser respondidas. Pero otras aparecían y de nuevo mi mente comenzaba a dar vueltas. Buscaba entender que papel podía tener un tipo normal y corriente entre aquellos seres de naturaleza espiritual. Y tampoco sabía nada de ese linaje de los Dúnedain del Norte, y visto lo visto, por muchas vueltas que le diera a mi inquieta y curiosa cabeza, manejar información sobre esos desconocidos mundos encantados se escapa a los razonamientos a los que estaba acostumbrado.
Apuraba el cigarrillo deseando que Xana despertara, con ganas de abrazarla de nuevo y saber más. Y un instante después, como si pudiese escuchar mis pensamientos, aquella escultural criatura salía al porche completamente desnuda.
Ahora conocía su naturaleza especial, pero para mí, su presencia ya era digna de la adoración que se merece un ser celestial. Poseía la magia de tener la sensualidad por bandera, la dulzura de la sonrisa de una niña traviesa y esa brillante mirada hechicera capaz de hacerte estremecer sin rozarte.
Me abrazó con fuerza, su boca volvió a devorar la mía y mis manos respondieron agarrando sus perfectas nalgas de diosa. Mi cuerpo temblaba al compás que marcaban sus suspiros y ya no pude pensar en nada que no fuera caer de nuevo en la tentación de su apasionada lujuria y dejarme llevar al delicioso infierno del pecado.
Su boca y su lengua recorrieron mi cuerpo haciéndome gozar para terminar entregado a la locura y poseerla allí mismo, de pie, contra la barandilla del porche, sintiendo que no había otro lugar en el universo donde quisiera estar, y reconociendo que, aún sin saber que quería de mí, le entregaría todo lo que ella me pidiera con tal de poder seguir muriendo de placer pegado a su ardiente piel.
Aquel ser increíble e insaciable era mi dueña y señora, y ver su cara cuando temblaba retorciéndose entre mis brazos se había vuelto mi completa perdición. Seguía hambrienta y yo dispuesto a alimentarla las veces que hiciera falta, y nos entregamos a vaciarnos sin reservas, sin más objetivo que empaparnos y llenarnos el uno del otro gozando intensa y salvajemente de ese deseo carnal que nos hacía terminar exhaustos sintiéndonos cada vez más unidos y más completos.
Luego, aún jadeando, entramos dispuestos a saquear la nevera y reponer fuerzas, y ella, suspirando, mirándome con aquellos grandes ojos verdes, no dejaba de repetir que no estaba previsto que las cosas ocurrieran así, que nunca se había imaginado sentirse tan entregada al deseo, tan excitada y con tantas ganas de gozar de su condición femenina. Decía sentirse sorprendida y feliz por tenerme, y aseguraba que era todo culpa mía por hacerle gozar como nunca nadie lo había hecho.
Yo no daba crédito a las palabras que salían de su boca. Me resultaba imposible creer que alguien pudiera tener aquel cuerpo de diosa en sus manos y no adorarla, recorrerla, besarla, comerla y amarla con toda la pasión y dedicación que se merecía tan adorable criatura.
La abracé, la besé, le dije que me tenía loco, excitado y enamorado, que nunca había conocido a nadie como ella, pero que el mérito no era mío, que el sexo, como tantas otras cosas en la vida, es un juego de dos, que ambos éramos culpables de tan maravillosa locura.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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