miércoles, 30 de octubre de 2019

SIN CONTAR CON ELLO.

No lo buscaba, pero ella apareció de la nada para alborotar mis sentidos y despertar mis demonios.

Sin contar con ello, me fui convirtiendo en un adicto a su cálido aroma, y su culo se volvió mi rincón favorito del universo.

Y así descubrí que en mi interior habitaban tres poderosos seres. Un oso que se moría por abrazarla, un lobo hambriento con ganas de comerla, y un dragón siempre dispuesto a encenderla.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

lunes, 21 de octubre de 2019

LA MIRADA DE MI COLIBRÍ.

Ella tiene esa maravillosa mirada que logra que corra un delicioso escalofrío por mi espalda. Consigue que todos mis sentidos se pongan en alerta y se centren en su impactante figura mientras desparece todo lo que la rodea.
Esa morena flacucha de mirada penetrante me tiene completamente hechizado, ¡y lo sabe! Y lo usa con perversa premeditación para hacerme sentir el hombre más feliz de la Tierra cuando recorro su suave piel besando uno a uno esos lunares que dibujan las rutas del placer que deseo repasar cada noche.
Mis labios saborean esos exquisitos lugares dedicándole a cada uno de ellos el tiempo necesario para conseguir que se vayan convirtiendo en ardientes volcanes que transmiten temblores a su frágil cuerpo mientras yo los paladeo disfrutando de su sabor.
El calor crece en nuestros cuerpos y ella se retuerce entre jadeos invitándome a buscar un nuevo lunar entre sus curvas. Imposible negarse a seguir, imposible no gozar viendo como su ropa va desapareciendo para dejar a la vista golosos territorios dispuestos a ser acariciados, besados, mordidos...
Voy completando cada parada a través de esos senderos de la pasión que discurren por ese cuerpo creado para ser devorado, pero con la certeza de que dejaré para el final esos tres lunares que tanto desea visitar mi traviesa lengua.
El sugerente lunar situado cerca de la comisura de sus labios se convierte en la antepenúltima parada, y rápidamente su boca responde buscando morder la mía.
Poco después, llevo mi lengua al situado en el borde de la erizada aureola de su pezón izquierdo. Sus suspiros se vuelven gemidos mientras se retuerce para que yo pueda apoderarme de él y su mano agarra con fuerza mi cabeza. Noto su acelerada respiración y sé que mi travieso colibrí está gozando al sentirse presa de una morbosa e imparable excitación.
Pero aún queda una última parada. Me dirijo decididamente a ese mágico lunar a medio camino entre su ombligo y su ya desnudo y encendido monte de venus con la intención de ver y sentir como sus temblores aumentan y que eso me permita llenarme del embriagador aroma que fluye a borbotones entre sus piernas inundándolo todo con cada estremecimiento y cada gemido.
Y en ese punto ya no hay lugar para la cordura. Todo se acelera y esa ansiosa hembra en celo está a punto de tomar las riendas para guiarme a ese paraíso terrenal donde se harán realidad sus más inconfesables fantasías, ese donde el tiempo se detiene, ese donde la palabra pecado pierde todo su significado.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 13 de octubre de 2019

LA CONVENCIÓN.

Aunque soy un tipo responsable y cumplo con mis obligaciones laborales, no se puede decir que se me pueda catalogar como "empleado modelo". Aún así, sin saber muy bien el motivo, aquí estoy, en la convención nacional de la multinacional para la que trabajo.
Un fin de semana en un resort vacacional que comienza con una fiesta de presentación en los jardines del hotel. Una reunión informal para que podamos ir conociendo a compañeros de otras delegaciones.
En realidad, no es una idea que me apasione, pero trato de mantener una educada cordialidad mientras deambulo probando diferentes canapés por la gran variedad de mesas dispuestas estratégicamente a lo largo del jardín.
Sigo obligándome a sonreír disfrutando de mi copa de vino cuando una preciosa mujer de rasgos orientales me devuelve la sonrisa. Imposible no fijarse en esa delicada y dulce presencia que acaba de volverse a mirarme desde el otro extremo de la mesa, logrando que mi sonrisa ya no necesite esa obligada cortesía.
La sigo con la mirada cuando ella cambia de mesa, y la veo volver a sonreír mirándome desde allí, y eso da comienzo a un interesante juego de miradas mientras vamos recorriendo las distintas mesas. Ella parece encantada con el juego, y tengo la sensación de que está claramente coqueteando, y cuando la sigo con la mirada dirigiéndose hacia un pequeño cobertizo que parece ser el almacén que utiliza el personal del catering, observo como se gira para lanzarme un guiño mientras se muerde los labios que deja muy claras sus intenciones.
No tardo ni un segundo en seguir sus pasos. Un rápido vistazo para comprobar que nadie se ha dado cuenta, y entro cerrando la puerta por dentro, y allí está aquella Diosa del Oriente, de espaldas, con su negra melena sobre sus hombros, con una mirada que invita al pecado.
Comienzo a acercarme recorriendo con la mirada aquel sinuoso y pequeño cuerpo y ella deja caer su vestido. Imborrable la imagen de ese dragón tatuado. Inolvidable ese perfecto culo cubierto por unas mínimas braguitas blancas. Tan tentadora invitación acelera mi respiración y me lleva a pegarme a ella apoderándome de aquellas maravillosas nalgas, y ella suspira al sentir mis labios en su cuello y yo me dejo hipnotizar por el aroma de su cuerpo y por el adictivo sabor de su sedosa piel.
Tantos años imaginando hacer realidad el sueño de tener entre mis brazos a una mujer asiática hacen que me encienda de una manera brutal. Ella nota mi deseo y no deja de suspirar y gemir mientras mis manos recorren el empapado encaje de sus braguitas, y se mueve buscando sentirme, y la pasión se desborda guiándonos hacia la lujuria.
La libero de aquella húmeda tela que cubre mínimamente su ardiente sexo y ella se vuelve. Veo sus negros ojos inyectados por el deseo un segundo antes de que se arrodille ante mí para bajar mi ropa y apoderarse de la tremenda erección que ella ha provocado.
La increíble y tórrida manera de hacer realidad mi fantasía, se ve aumentada por la morbosa sensación de poder ser descubiertos. Por un instante, no puedo evitar echar un vistazo a la puerta, pero aquellos labios y aquella lengua me hacen gemir y estremecerme olvidándome del resto del mundo.
La veo disfrutar haciéndome gozar. Pero unos segundos después, se levanta y se vuelve para apoyarse sobre una especie de mostrador. Sobran la palabras, acepto sin dudar la sugerente invitación y nos dejamos llevar en una entrega frenética que nos conduce sin remedio a un salvaje e inolvidable orgasmo compartido.
Saciados, llenos el uno del otro, aún con la respiración acelerada, invadidos por la pasión de habernos entregado sin reparos a los instintos del deseo carnal, nos miramos sin decir nada hasta que ella vuelve a la realidad y comienza a vestirse. Hipnotizado por su mágica presencia, la imito sin más y recojo sus braguitas para acercárselas. Ella aprieta mi mano con ellas dentro y me abraza con fuerza y tras besarme con ternura susurra en mi oído:
- Guárdalas. Habrá ocasión durante el fin de semana de devolvérmelas.
Me quedo sin palabras al verla salir de aquel pequeño almacén que se acaba de convertir en mi rincón favorito del universo. Unos minutos después, salgo tratando de aparentar la misma cordial normalidad que antes fingía, pero ahora, mi sonrisa no necesita ser forzada, y por suerte, todo el mundo sigue ocupado en socializar y no parece fijarse en un tipo que saborea una cerveza sin poder borrar de su cara una inmensa sonrisa de satisfacción.
Un poco más calmado, recorro las caras buscando la radiante imagen de mi desconocida y traviesa compañera cuando la directora nacional nos pide que nos acerquemos al pequeño escenario que han preparado en una de las arcadas que rodean el jardín.
Unas breves palabras a modo de bienvenida para desearnos un excelente fin de semana antes de pedirnos un gran aplauso para la presidenta del Consejo de Administración Internacional que ha decidido acompañarnos en esta convención. Y de repente, todo parece una película a cámara lenta, hasta los aplausos suenan como lejanos. No puedo creer lo que ven mis ojos cuando mi ardiente Diosa Oriental sube al escenario y se acerca al micrófono. Mi sonrisa se acaba de helar y se convierte en una mueca a medio camino entre la incredulidad y el pánico.
Ella comienza su discurso con una natural tranquilidad que me inquieta y me fascina. Oigo sus agradecimientos por la maravillosa acogida y su mirada se cruza con la mía cuando dice estar segura de que el fin de semana será algo inolvidable y muy bien aprovechado.
Un sudor frío recorre mi espalda y se me seca la garganta. Busco otra cerveza mientras ella sigue dando las gracias, y la oigo pedir un aplauso para quien ha sido su apoyo más importante e incondicional durante los últimos diez años, su marido, el capitán Takamura...
¡Y yo me giro al borde el infarto! Y la sensación empeora cuando veo a aquel hombre, y no puedo evitar pensar en un samurái de esos que conocen quince maneras distintas de atravesarte con su katana antes de que puedas parpadear. Las húmedas braguitas que guardo en el bolsillo de mi pantalón se convierten en lava abrasadora, y estoy seguro de que si él supiera que yo las tengo, se le ocurrirían muchas más de quince formas de usar su katana en mi tembloroso cuerpo.
¡He vuelto a hacerlo! Una vez más, he metido la mano en la boca del lobo.
¡Y queda todo el fin de semana por delante!

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados

martes, 8 de octubre de 2019

EMBRUJO DEL SUR.

FOTO: Monika Vivas.

A simple vista, la tentadora presencia de una mujer espectacular cuyas curvas invitan a ser recorridas con calma, sin prisas, como si no hubiera un mañana.

Pero si tienes la fortuna de atravesar el umbral de su sedosa piel, podrás descubrir un mágico ser cuya mente se ha ido moldeando con el paso del tiempo y la ha convertido en una mujer segura y orgullosa de sí misma, una de esas peligrosas mujeres convencidas de ser dueñas y responsables absolutas de su felicidad.

Ella aprendió a regalarse placer, a disfrutar de los terremotos que sus sentidos pueden conseguir cuando se alborotan de la forma adecuada.

Y si la vida te ha bendecido con la suerte de formar parte de ese pequeño y exclusivo círculo a quien ella permite entrar en su santuario, deberás sentirte eternamente agradecido y no escatimar atenciones cada vez que la fortuna te permita recorrer esa sinuosa figura con tus manos.

Puedo asegurarte que su calor y sus temblores te contagiarán y terminarás vibrando al ritmo de su acelerada respiración. Y te prometo que merecerá la pena esmerarse en conseguir encenderla física y mentalmente. Ella sabrá llevarte al paraíso entre sus brazos y acabarás rendido a su embrujo deseando no dejar nunca de ser poseído por la más seductora de las diosas que jamás llegarás a conocer.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 27 de septiembre de 2019

JUEGOS.

El deseo y el placer se habían vuelto a apoderar de su cuerpo y de su mente gracias a los deliciosos juegos que aquel encantador lobo con cara de ángel y manos de demonio la estaba llevando.
Juegos lujuriosos en el coche, en la cama, en el baño frente al espejo. Juegos adictivos a través de mensajes que la hacían volver a sentirse mujer deseada logrando que su piel vibrara y entrase en calor con el simple hecho de pensar en él.
Una sonrisa se dibujaba en su cara en cuanto llegaba un nuevo mensaje suyo, y un ligero cosquilleo comenzaba a recorrerla deseando que él susurrara aquellas provocativas palabras en su oído mientras sus traviesos dedos desabrochaban su pantalón. Aquellas imágenes se acumulaban en su cabeza logrando encenderla y sus braguitas se humedecían, y en su mente, volvía a querer ser poseída por aquella perversa lengua que le regalaba oleadas de placer en lugares nunca antes recorridos.
Él era capaz de imaginar situaciones tan sorprendentes y placenteras (imposible haber pensado jamás que unos simples e inocentes ositos de gominola podrían llevarla a semejante estado de excitación) que en cada cita ella terminaba por retorcerse gozando sin pudor, traspasando esa sutil frontera que marca el límite entre el paraíso de los sentidos y la perdición de los pecados inconfesables.
Y cada día quería más. Cada encuentro se sentía más lujuriosamente rendida a la tentación de ser suya, olvidándose de los complejos y temores que la habían maniatado durante tanto tiempo. Y ahora no pensaba en dar marcha atrás. Quería seguir disfrutando de aquel regalo del universo que la hacía sentirse tan especial y tan deliciosamente sensible.
Y por si fuera poco, de nuevo la había vuelto a sorprender. Un regalo inesperado, uno que nunca nadie le había hecho, unas braguitas con vibrador para que sus noches a solas fueran una continuación de sus encuentros.
Era su primer juguete sexual, y aunque ella seguía prefiriendo sus dedos, terminaba llevándola a estremecerse cada noche abrazada a su almohada antes de dormirse empapada, para volver a soñar con aquel viejo lobo canoso que la estaba volviendo loca regalándole terremotos de placer en cada poro de su piel y alborotando su mente y sus sentidos, consiguiendo que perdiera la noción del tiempo.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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sábado, 21 de septiembre de 2019

¿Y AHORA QUÉ? (SEGUNDA PARTE)

FOTO: Stheisy Malibú.

El inevitable paso del tiempo fue llevándome a abandonar la infructuosa búsqueda, y aunque de vez en cuando volvía a intentar encontrar su número activo, no me quedó otra que aceptar la realidad.
Las semanas dieron paso a los meses, y me sumergía en otras pieles, otras bocas, otras sábanas, tratando de encontrar sensaciones que me hicieran olvidarla. Pero ella había dejado el listón muy alto y terminaba sintiendo un extraño vacío tras cada uno de aquellos encuentros que solo conseguían aliviar el deseo físico.
Cuando dejé de contar los meses sin ella, surgió la oportunidad de pasar unas semanas trabajando en una ciudad del interior con una gran mejora económica y la posibilidad de desconectar y cambiar esos escenarios tantas veces compartidos con ella.
Tras instalarme y ubicarme en mis nuevas ocupaciones, empezó el proceso de ir conociendo aquella pequeña ciudad llena de barrios antiguos y encantadores rincones de la época medieval. También fui volviendo a recuperar la abandonada costumbre de salir a correr de manera habitual.
En uno de los recorridos, descubrí un pequeño mesón con una agradable terraza que se convirtió en mi nuevo rincón favorito para el aperitivo de los domingos. Un buen vino, unas sabrosas tapas que invitaban a más vinos, y las bonitas vistas desde allí de una vieja capilla con un cuidado jardín que se convertía a menudo en marco adecuado para reportajes fotográficos. Y uno de aquellos domingos, pude disfrutar de unas cuantas modelos luciendo ropa de novia en lo que parecía un reportaje para una revista especializada. Hermosos trajes de novia acompañados de conjuntos de delicada lencería blanca y complementos que aquellas chicas lucían mientras un par de fotógrafos no dejaban de disparar sus cámaras.
Un sugerente espectáculo que me llevó a pedir un tercer vino. Y mientras lo paladeaba, mis ojos comenzaron a percibir las sinuosas e inconfundibles curvas de una de aquellas espectaculares chicas, y tras fijarme con más atención, un escalofrío recorrió mi espalda, y cuando la vi entrar en la caravana que hacía de improvisado camerino, tuve que convencerme de que el vino no estaba alterando mi percepción y haciéndome volver a imaginarla. Pero cuando salió con un nuevo conjunto, tuve la certeza de que era ella...
Mi primera reacción fue levantarme y cruzar corriendo la pequeña plaza que nos separaba, y casi tiro la mesa en un instintivo acto reflejo, pero algo en mi cabeza me hizo pensar que si ella había decidido desparecer, no iba a ser una buena idea aparecer corriendo y abalanzarme sobre ella en medio de toda aquella gente.
Me sorprendí a mí mismo manteniendo por un instante la calma teniéndola a escasos metros. Logre aguantar las ganas y esperé a que terminase la sesión para pedir la cuenta y verla subir a un coche rojo en compañía de una de sus compañeras. Yo había ido caminando, así que salí corriendo hacia la parada de taxis del otro lado de la calle y me subí sin pensar al asiento de atrás diciéndole al conductor que siguiera al coche rojo que giraba en el semáforo del fondo (nunca pensé que algún día usaría esa típica frase de las películas).
Tras un par de giros, ya en el centro de la ciudad, el tercer semáforo nos obligó a parar y el coche rojo se perdió entre el tráfico. Quedaba claro que no era tan sencillo como parecía en el cine, y aunque, tras dejar al taxista con cara de no entender nada, di unas vueltas caminado por el centro con la esperanza de verla a ella o a aquella compañera mulata con la se había subido a ese coche que tampoco aparecía por ningún lado, tuve que darme por vencido y volver a mi apartamento con una triste y angustiosa sensación.
Al menos sabía que estaba viva (otra de las desconcertantes ideas que habían pasado por mi cabeza en varias ocasiones) y parecía estar bien. Pero los interrogantes habían aumentado, y los nubarrones volvían a amenazar con llevar de nuevo mi cabeza a un lamentable estado de ansiedad.
Y, por si fuera poco, verla tan radiante con aquella ropa me hacía recordar los ardientes momentos compartidos, sobre todo, aquellos en los que ella se insinuaba provocadoramente invitándome a jugar en aquel maravilloso jardín de las delicias que se escondía bajo el vuelo de su falda...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 6 de septiembre de 2019

PECADOS INCONFESABLES

Me gusta que me calles a besos y que tu lengua invada mi boca buscando la mía.

Me encanta compartir esa cálida y acelerada respiración que alimenta y enciende todo mi cuerpo mientras te pegas a mí por completo.

Me excita acariciar tu espalda por debajo de tu camiseta haciéndote temblar y sentir el deseo que se va apoderando de ti cuando mis dedos cruzan la tentadora frontera del borde de tu ajustado pantalón para agarrar esas suaves nalgas, y apretarlas, y hacerte gemir al mismo tiempo que te mueves invitándome a seguir recorriéndolas.

Me vuelve loco sentir tu caliente boca saborear mi cuello y oír mi nombre entre tus gemidos.

Rozo el cielo cuando tus labios y tu lengua recorren mi cuerpo desnudo regalándome placer. Y sentir que disfrutas y te estremeces con cada azote en tus nalgas.

Me siento el más afortunado de los mortales cuando mis dedos provocan terremotos dentro de tu cuerpo y se empapan de ese delicioso elixir que brota desde lo más profundo de tu ser y me pides que no pare, y te veo convertirte es esa insaciable mujercita que en la soledad de su cama se entrega a inconfesables pecados mientras sueña con volver a poseerme.


MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 30 de agosto de 2019

¿Y AHORA QUÉ? (PRIMERA PARTE)

Tenía mil pecados en la piel y un infierno entre las piernas, pero yo la miraba y veía al más seductor de los ángeles.
No puedo recordar en que beso nuestro deseo se convirtió en vicio. Si recuerdo claramente su maravillosa costumbre de pasearse por la casa con un corto camisón de seda con la pícara sonrisa de saberse seguida por mi mirada que trataba de no perder detalle de su provocadora manera de moverse sabiendo que no llevaba nada bajo aquella sutil tela.
Me fui dejando envolver por su lujuria y su pasión en inolvidables encuentros, disfrutando de aquella salvaje locura en que se transformaron los meses siguientes.
Me sentía feliz y agradecido por tenerla en mi vida, y gozaba del momento sin pensar en mucho más. Y eso hizo que nunca pude sospechar que aquel desayuno entre sábanas empapadas en sudor y olor a sexo sería nuestro último contacto... bueno, penúltimo si contamos la inolvidable ducha posterior...
Los días siguientes fue imposible saber de ella. Ni móvil, ni redes sociales, nada. Tal y como había aparecido, se esfumó sin ningún rastro, y comencé a darme cuenta que no conocía de ella más que un nombre y un apellido y empezaba a dudar si eran falsos.
No sabía nada de amigos, ni de familia. Se suponía que trabajaba en una agencia de viajes, pero nunca había querido que pasara a recogerla por culpa de una jefa muy estricta, así que, pasadas unas semanas, me presenté en aquella oficina para terminar saliendo de allí con la triste confirmación de que ni allí, ni en ninguna de las otras oficinas tenían constancia de la existencia de aquella empleada. Ni siquiera podían reconocerla cuando les mostré la única foto suya que tenía en mi móvil.
Era todo tan misterioso y surrealista que me parecía estar viviendo una de esas películas de serie B. Me negaba a aceptar que aquella deliciosa y apasionada criatura que había logrado hacerme vibrar de nuevo estuviera envuelta en alguna rocambolesca historia, pero no podía negar la realidad. Las semanas pasaban y seguía sin tener nada a lo que agarrarme, y por mi cabeza empezaban a pasar extrañas ideas sobre agentes secretos, terroristas internacionales, y hasta abducciones extraterrestres.
No entendía nada, y me estaba costando aceptar que podría ser que simplemente ella había decidido desaparecer sin dar explicaciones.
Mi mente divagaba y torturaba mis noches sin saber qué hacer. Era un desolador callejón sin salida y un triste final que me llevaba a recordar uno a uno cada nuestros encuentros buscando alguna pista, recordado situaciones que pudieran haberla molestado, echándome la culpa... En definitiva, queriendo descubrir los posibles motivos...
Y cada vez que volvía a pensar en ella, más me convencía del gran vacío que se había instalado en mi vida, en mi cama, en mis manos.
Y recordar aquella lujuriosa manera suya de hacerme temblar entre sus piernas, suponía una excitante y tremenda tortura que me estaba convirtiendo en un triste y apático personaje que se molestaba por todo y se enfadaba y maldecía contra el mundo.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 18 de agosto de 2019

COLIBRÍ

De vez en cuando, sin que tengas muy claros los motivos ni por donde ha aparecido, se cruza en tu camino una de esas mujeres que te hace mirar dos veces para asegurarte que es verdad lo que tus ojos han visto la primera vez. Luego la suerte te sigue sonriendo, y te la presentan, y según la vas conociendo, descubres que si por fuera impresionan su figura y su mirada, por dentro deslumbra todavía más.
Tenía ese brillo en sus hechiceros ojos que la hacían parecer capaz de comerse el mundo a bocados sin dejar de sonreír.
Ir poco a poco descubriendo los encantos que aquel hermoso envoltorio en forma de sinuosa mujer iba dejando salir se convirtió en un delicioso aliciente al que me fui enganchando mientras disfrutaba del placer de su compañía.
A su ritmo, sin prisas, cuidando de no acelerar las cosas para no presionar, los días pasaban y yo me sentía cada vez más cómodo y más afortunado a su lado, deseando que hubiera otro encuentro que me permitiera abrazar su delicioso cuerpo entre confidencias y cálidos momentos que incendiaban y excitaban mi mente y mi cuerpo.
Ella parecía sentirse a gusto también. Los besos y las caricias iban alcanzando un alto grado de intensidad e intimidad, y consciente de la situación, no tardó en dejar claro que llevaba mucho tiempo siendo una mujer con las cosas muy claras, y que no estaba dispuesta a cambiar sus planes por el simple hecho de estar acompañada, y mucho menos, por una aventura de sexo ocasional. Se había acostumbrado a utilizar a los hombres de igual modo que algunos lo habían hecho con ella. Así que quería ser sincera y avisarme del riesgo que podría suponer engancharme a ella. Tenía claro que yo me merecía el respeto y la sinceridad que estaba demostrando con ella, pero estaba dispuesta a desaparecer antes de consentir que algo terminase por hacernos daño.
Y esa clara y sincera confesión me hizo volverme más adicto a ella. Me hizo desear con más fuerza asumir el riesgo que supondría saborear cada rincón de su cuerpo y lograr tocar el cielo con mis manos sintiéndola estremecerse entre mis brazos.
Cada encuentro, cada cita, me fueron permitiendo abrir pequeñas grietas en esa muralla de protección que se había ido construyendo. Mi paciencia estaba resultando el mejor plan para conseguir que ella se dejara querer, y aunque ella lo justificaba como una falta de cariño, sus suspiros cuando temblaba acostada sobre mi pecho después de hacer el amor intensa y apasionadamente, confirmaban sin necesidad de palabras que se sentía bien y que mis brazos se estaban convirtiendo en un refugio donde sentirse segura.
Su sensible y sabroso cuerpo era un regalo del universo y un placer para mis sentidos. Y yo trataba de mantener la calma para no caer en el error de presionar más de lo debido y me concentraba en paladear cada instante. Era increíble como la pasión y el deseo transformaban aquella fragilidad que transmitía su imagen en una fiera dominada por el placer de gozar sin límites ni fronteras.
Una pasión que terminaba por hacerme temblar entregándome sin temor a ser poseído hasta terminar con nuestros cuerpos exhaustos y entrelazados con la mágica sensación de no saber donde terminaba uno y empezaba el otro.
Mi piel necesitaba la suya. Mi mente la imaginaba a todas horas y deseaba con todas mis fuerzas volver a empaparme de ese embriagador aroma suyo que se quedaba pegado a mí durante días. Ese olor a lujuria y deseo que me obligaba a soñar cada noche con el siguiente encuentro. Ese aroma que me hacía pensar en saltarme las normas y raptarla a la luz de la luna llena y pedirle que no se fuera nunca de mi cama, que fuese mi "colibri" por el resto de los tiempos.
Pero sabía que no podía correr el riesgo de asustarla y conseguir que saliera corriendo.
Así que me mordí la lengua y seguí noche tras noche fantaseando con recorrer ese precioso cuerpo desnudo esperando que al día siguiente ella deseara hacerme suyo otra vez. Y así poder seguir gozando de esta maravillosa locura en la que dos seres hambrientos y necesitados de sincera pasión en sus vidas se devoran entre gemidos.

MICHEL GARCÍA
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martes, 6 de agosto de 2019

HÉROES...

Héroes sin capa, sin máscara.

Héroes con camiseta de andar por casa, con la batalla del día a día a punto de hacer estallar en mil pedazos la frágil coraza en la que buscamos resguardarnos.

Héroes sin tiempo para que el miedo nos permita detenernos.

Héroes sin superarmas, sin superpoderes, con la única habilidad de enfrentarse a pecho descubierto y con las manos desnudas al desafío que supone seguir un día más.

Héroes sin medallas, sin reconocimientos, con esa eterna seguridad que les hace levantarse una otra vez del suelo, sacudirse el polvo y gritarle a la vida que pega como una niña.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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