viernes, 24 de agosto de 2018

SOBRESALTOS

A Carmen y a Juan les gustaba salir a pasear al atardecer, cuando el calor de las tardes de verano iba despareciendo y la fresca brisa se convertía en un agradable compañero.
Cerca de su casa pasaba un tramo del Camino de Santiago recorriendo una zona tranquila que les acercaba a una pequeña localidad rural cercana a la urbanizada barriada donde vivían.
Caminaban despacio, casi sin hablar, disfrutando de salirse un rato del asfalto cotidiano, con la serenidad de entenderse con la mirada, con el acompasado ritmo que dan los años que llevaban conviviendo y compartiendo su vida. Estaban en esa edad intermedia en la que se agradece la calma y la seguridad, donde lo que para unos puede verse como rutina y aburrimiento, para otros se vuelve la armonía de la ausencia de sobresaltos.
Gozando de la ligera caminata, pendientes el uno del otro, llegaron al área de bancos y mesas de madera donde el Camino seguía su recorrido con indicaciones de los próximos albergues para los peregrinos, y desde donde ellos tomaban un desvío que los acercaba al barrio por una zona más urbana e iluminada.
Siguiendo la costumbre de otros días, aprovecharon para sentarse a compartir un cigarrillo mientras la oscuridad de la noche iba cubriendo todo, dejando a una corta distancia la claridad eléctrica de la ciudad. Un momento para ese vicio que llevaban años dejando y eliminando de forma constante la mayor parte del día... menos de ese instante de solitaria y silenciosa soledad...
Todo parecía igual que otros días, el silencio, la paz, el sabor del tabaco... todo normal, salvo que hoy la luna parecía más brillante que otras veces, y quizás, el lejano ruido de la ciudad sonaba más distante, y no había refrescado, seguía haciendo un sofocante y pegajoso calor.
Un bochorno que hizo que Carmen se quitara la camiseta buscando un poco de frescor al quedarse con el pequeño top deportivo que llevaba normalmente bajo ella.
Juan apagó el cigarrillo y no pudo dejar de mirarla mientras se ataba el pelo en una coleta. Aquel simple gesto que tantas veces la había visto hacer, hoy le pareció algo deliciosamente tentador, y comenzó a recorrer su cuerpo con la mirada con el mismo brillo en los ojos que cuando la había visto por primera vez.
Sintió que la deseaba, que necesitaba abrazarla, y se acercó a ella acariciando suavemente su espalda.
Y ella se estremeció volviéndose sorprendida. Y él se alegró al ver que su mirada era también de deseo.
No hicieron falta palabras, algo en el aire, o en la luna, o en sus cuerpos disparó sus sentidos y les llevó a un apasionado beso... un beso que desató por completo sus ganas y les llevó a entregarse al placer de hacer el amor de manera incontrolada allí mismo, sobre la mesa de madera, con la pálida luz de la diosa Selene como único y silencioso testigo.
Hicieron el amor con auténtica pasión, sintiendo sus cuerpos disfrutar del placer físico con la intensidad del imprevisible y excitante momento, y luego, volvieron a casa caminando en silencio...
Él recogió la cocina mientras ella se duchaba. La rutina cotidiana se completaba de nuevo con ella en la cama eligiendo una serie en la tele y esperando que él volviera del baño... pero cuando volvió y la miró, no pudo evitar un estremecimiento al sentirse admirada y deseada. Sintió sus pezones erizarse bajo la sábana que los cubría hasta que él se acercó y la apartó quedándose allí de pie, recorriéndola con la mirada y haciéndola suspirar...
Definitivamente, aquella noche algo mágico y sorprendente los estaba sobresaltando...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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