lunes, 13 de noviembre de 2017

CARLA (IV)

"Esta noche libro. Pásate por mi casa a las nueve y media, tengo una sorpresa que te gustará. Besazo enorme cachorrito"
Lía me ha dejado este mensaje a las cuatro de la tarde y conociendo su perversa imaginación, fue imposible concentrarme y dejar de pensar en ello durante toda la tarde.
Faltan cinco minutos y llega un nuevo mensaje justo cuando apuro un cigarrillo en su portal... "Sube y ve directamente al dormitorio. No digas nada, solo juega y disfruta del regalo..."
Tras el recorrido más lento de la historia en ascensor, por fin entro en la habitación y veo a Carla sentada en una silla en medio del cuarto, con una venda en los ojos y las manos amarradas, y por única ropa, unas braguitas negras de encaje. Frente a ella, otra silla sobre la que hay otra venda, más cuerdas y una fusta. Una pequeña lamparita la ilumina directamente haciendo que sus oscuros y erizados pezones destaquen sobre su blanca piel. Cuando mis ojos se acostumbran a la penumbra del resto del cuarto, logro ver aparecer la esbelta figura de Lía, con su larga melena, con unas bragas idénticas a las que lleva Carla, acercándose con un dedo sobre los labios...
--- Schssss!!!. Silencio, no digas nada. Átame a la silla y el resto es cosa tuya... Tú decides las normas del juego, es tu momento, confío plenamente en tu buen saber hacer...
Todo mi cuerpo tiembla mientras le vendo los ojos y la amarro. Cuanto más aprieto las cuerdas, más se eriza su piel y aumenta su excitación, y puedo percibir cómo Carla se va acelerando con solo oírnos. Con la boca seca, veo una botella de vino y unas copas sobre la cómoda y aprovecho para servirme un trago e ir quitándome la ropa...
Contemplo alucinado el delicioso espectáculo de aquellas dos impresionantes mujeres excitadas y a mi total disposición, agradeciendo ser el afortunado director de aquel lujurioso juego, pensando en tomármelo con calma y aprovechar cada segundo...
Directamente de mi boca, vierto sobre la boca de Lía un sorbo del rojo elixir agarrándola por el pelo, y ella lo recibe golosamente, relamiéndose, abriendo un poco más las piernas. Es el turno de Carla. Me acerco para agarrar también su pelo y que reciba su trago, pero cuando nota mis labios, cuando mi barba la roza descubre mi identidad y se "enfada" con Lía y conmigo...
--- Vaya par... No hubo manera de que Lía me dijera quién era el amigo invitado... y ahora apareces tú...
--- Pues ya somos dos los sorprendidos. Yo ni siquiera sabía que habría alguien más, parece que el demonio rubio se ha divertido a nuestra costa... Ha sido una niña muy mala!!!
Sin soltar el pelo de Carla, agarro la fusta y descargo un buen azote sobre el muslo de Lía, y tal y cómo me esperaba, eso la enciende y hace que se retuerza en la silla, levantando la cadera, pidiendo más azotes entre jadeos y grititos, gimiendo y reconociendo que ha sido mala y que se merece su castigo. La humedad se hace visible bajo el negro encaje de sus bragas y mi excitación sigue aumentando y lleva mi mano entre los cálidos muslos de la pobre Carla, que allí atada, sin saber con quien se encontraría, comienza a relajarse y a disfrutar del juego. Me parece que su espera se merece un pequeño premio así que suelto la venda de sus ojos y tras regalarle un apasionado beso, dejo que contemple el "merecido castigo" que se lleva la responsable de tan ardiente sorpresa.
La fusta hace efecto sobre la piel de Lía dejando marcas rojas y logrando una evidente excitación en sus rosados pezones y los hinchados labios que se marcan descaradamente bajo la empapada tela que mínimamente los cubre. Me acerco y los libero, y ella responde complacida abriendo sus piernas con la respiración acelerada, mostrando en todo su esplendor su depilado y brillante sexo.
Carla se relame sin dejar de mirarla abriendo también sus piernas, invitándome a que le quite sus braguitas cómo si quisiera mostrar su poderío en igualdad de condiciones. Pero antes le quito a Lía la venda de sus ojos para que pueda deleitarse con el momento... Y ahora, las dos atadas, completamente desnudas, llenando la habitación de olor a hembra en celo, se recorren lujuriosamente con la mirada, a poca distancia, deseando tocarse pero sin poder hacerlo...
Mi ropa ya hace un rato que está por el suelo de la habitación y paladeo sin prisa un buen trago de vino gozando de verlas así, disfrutando de la intensa sensación de placer que siento con la tremenda erección provocada por el perverso juego, pero parece que no soy muy bueno con los nudos... Lía se ha soltado y se lanza sobre Carla para lamerla frenéticamente, buscando la humedad de su sexo, jugando lascivamente con sus dedos entre sus labios...
Siento temblar mis piernas por la brutal excitación y ocupo el lugar de Lía respirando aceleradamente, viendo cómo ellas se devoran con ansia. Lía mira de reojo mi enrojecido miembro y se aproxima de espaldas para sentarse sobre él gritando, casi aullando, sin dejar de besar a Carla. Mis gemidos se mezclan con los de ellas y nos volvemos animales en celo que liberan sus instintos, pero la diabólica mente del angelical demonio sigue funcionando, y dejándome con cara de sorpresa se levanta y se coloca detrás de Carla para soltarla, y tomándola de la mano, la guía hacia mí con suavidad, haciendo que todo parezca a cámara lenta... La ayuda a sentarse a horcajadas sobre mis piernas y solo puedo respirar profundo y dejar que me posea con una dulce lentitud, logrando que una descarga recorra mi cuerpo con cada centímetro que penetro dentro de ella.
Carla gime arqueándose con los ojos casi en blanco y comienza a embestirme y a retorcer mis pezones. Lía se pega a su espalda apretándose contra sus nalgas, agarrada a sus duros pezones y los tres nos entregamos a un imparable orgasmo en el que nos vaciamos en un clímax brutal.
Sin saber muy bien como, un rato después, nos enredamos entre las sábanas, apretados, besándonos, recuperando la calma entre temblores y olor a sexo y sudor, y en la nebulosa del adormecimiento, sonrío embobado pensando en lo que puede ocurrir cuando nos despertemos...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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