miércoles, 31 de julio de 2019

LA CHICA DEL BIKINI ROJO.

No sabía ni su nombre. La única certeza era que todos los días, de tres a seis, tomaba el sol en la piscina que compartíamos los cuatro bloques donde yo vivía.
Justo a la hora en que yo salía a mi pequeña terraza a tomar el café y fumar un cigarrillo, ella aparecía y se tumbaba en su toalla, sobre el césped, con aquel bikini rojo sobre sus pequeñas y preciosas nalgas. Y yo me quedaba allí embobado, y repetía café y cigarrillo mientras ella tomaba el sol aislada del mundo con sus auriculares, apartando la vista del libro que leía lo justo para ponerse algo más de crema o para librarse con una sonrisa de los atrevidos que trataban de acercarse a ella.
Aquel hermoso culo se convirtió en el delicioso complemento para mis sobremesas, pero a las seis de la tarde, desaparecía todos los días y yo comenzaba a desear que llegara rápidamente el siguiente día para ver aparecer de nuevo su impresionante figura de criatura angelical con su deseable bikini rojo.
Reconozco que algunas veces, por mi mente pasaba la idea de bajar y acercarme a saludarla. Pero no quería ser otro pesado más al que ella despachara con tanta facilidad. Además, mi aspecto de vampiro recién levantado que se escapa del sol, no era una carta de presentación muy favorecedora.
Hasta que, tan sorpresivamente como había llegado, dejó de aparecer, y me quedé sin el placentero momento café con vistas.
Pasaron los días, pero el recuerdo de su espectacular imagen seguía en mi cabeza. Y aunque pensaba que posiblemente no volvería a verla, en mis sueños, aquel sugerente bikini continuaba regalándome deliciosas imágenes que mi traviesa mente convertía en apasionados reencuentros que me hacían despertar empapado en sudor y con ganas de seguir soñando.
Y así hasta ayer.
Terminé mi turno nocturno y me fui a por el coche, pero mi viejo amigo con ruedas decidió que ya estaba muy cascado para seguir y no hubo manera de arrancarlo. No tenía ganas de esperar a la grúa, así que llamé un taxi y ya mañana me ocuparía.
No tardó en llegar. Me subí a la parte de atrás en modo automático, sin pensar ni fijarme en nada, y cuando me disponía a darle la dirección, la conductora se me adelantó:
- Buenas noches, ¿a casa vecino?
No sé si sonreía por la coincidencia o por mi cara de sorpresa, o por el torpe sí que logré articular... ¡era ella, mi diosa del bikini rojo!
A esas horas de la madrugada, el trayecto fue rápido, pero a mí se me hizo eterno. No sabía qué decir. Y fue ella quien de nuevo me sorprendió cuando le pagaba el servicio:
- Creo que mañana ya puedo volver a mi rutina de pasarme por la piscina un ratito. Estaría bien que te acercaras a charlar, te prometo que de cerca no muerdo. Al menos ten mi número, me gustaría que me llamaras algún día.
Y se fue tras lanzarme un beso, y yo, con calor en las mejillas y temblor en las piernas me quedé plantado en la acera con la sensación de haber vuelto a hacer lo que mejor se me daba cuando alguien me gustaba... ¡el ridículo!
Pero esta vez no. Nunca me perdonaría desaprovechar la oportunidad de hacer realidad los sueños tan golosos que aquella angelical aparición y su inolvidable culo rojo habían despertado en este noctámbulo y patoso solitario.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 16 de julio de 2019

INESPERADO ENCUENTRO.

FOTO: Pilar Domínguez.

Hacía tiempo que no coincidía con ella. Y fiel a su costumbre, apareció de repente en el lugar menos esperado.

Tan arrebatadora e impresionante que dudaba de si su presencia era real o era uno de esos regalos del universo en forma de mujer deslumbrante que algunas veces la magia del destino hacia coincidir en mi camino.

Con ella no había lugar para las preguntas. Ella te absorbía con su brillante resplandor y no quedaba otra que agradecer ser digno de pertenecer al exclusivo círculo con quien ella se sentía lo suficientemente cómoda y relajada para ser ella misma y disfrutar libremente.

Compartiendo cervezas y risas, las horas fueron pasando, y yo me moría por besarla, por apretarla entre mis brazos y empaparme de su delicioso aroma. Pero sabía que no debía forzar las cosas. La conocía bastante bien como para tener claro que ella marcaría el ritmo, que ella sería quien decidiría cómo y cuándo terminaría la noche.

Disfrutando de su compañía, gozando de sus encantos de mujer poderosa, fui dejándome llevar por su embrujo esperando el momento, sabiendo que merecería la pena, consciente de estar al lado de una de esas diosas que, como decía el maestro Sabina, matarías por ser cigarrillo en su boca, arañazo en su espalda y polizón en su cama...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 12 de julio de 2019

MI ALUMNA FAVORITA.

Siempre atenta y aplicada, preparada para asimilar cada una de mis lecciones. Dispuesta a no perderse detalle con la curiosidad de una mente inquieta lista para preguntar cualquier duda que surja en esa cabeza ansiosa por recoger todas las enseñanzas de este viejo profesor.
Cada clase, cada nuevo tema se convertía así en un delicioso placer para mí.
Cansado de impartir conocimientos de forma automática y repetitiva a aulas repletas de jóvenes cuyo principal interés era conseguir la nota necesaria con el mínimo esfuerzo posible, tenerla a ella en primera fila suponía un interesante estímulo que me había devuelto las ganas y la ilusión por guiar los pasos de alguien que realmente se lo merecía y se lo ganaba cada día.
Y cada noche, preparaba la clase siguiente sin esfuerzo, alegre por saber que ella estaría allí. Disfrutando de nuevo de mi trabajo, me descubrí capaz de vibrar otra vez, y de nuevo aparecían esos nervios previos a la clase que hacía mucho que no sentía.
Tan entusiasmado estaba, que tardé un tiempo en percibir ciertos gestos en su lenguaje corporal. Pasadas unas semanas, comencé a fijarme en su manera de vestir. No era muy diferente al resto de sus compañeras, pero había siempre un grado más de atrevimiento provocador en su ropa y en su manera de mirar.
No negaré que para una joven veinteañera no suponía ningún problema tener siempre una imagen de criatura angelical. Y tampoco voy a ocultar que resultaba delicioso disfrutar de esa excitante combinación entre mente inquieta y cuerpo escultural.
Mientras intentaba seguir centrado en mi labor docente, me repetía una y otra vez que aquello no podía ser más que fruto de mi traviesa imaginación, que no era posible que una mujer así se fijara en un tipo que doblaba su edad.
Me volví más atento a todo lo que la rodeaba. Comprobé que su expediente académico rozaba la perfección, y pude confirmar que ella siempre era la primera en llegar y la última en marcharse, y que nunca iba acompañada, y que nadie la esperaba. Y tanta atención me llevó a fijarme más en aquella turbadora sonrisa, en aquellas curvas perfectas que se adivinaban bajo sus ajustados y cortos vestidos.
Al placer de sentirme halagado por su increíble curiosidad, se unía el placer físico de admirar su maravillosa figura. Y eso me excitaba y preocupada al mismo tiempo.
Hasta que una mañana, su asiento estaba vacío. No apareció en toda la clase y un extraño malestar se apoderó de mi cuerpo, y a duras penas, logré controlarlo para seguir con el resto de mi jornada.
Por la tarde, ya en casa, seguía pensando en el nerviosismo que su ausencia me estaba provocando. Me quedé adormilado en el sofá sin muchas ganas de preparar el temario del día siguiente, y de pronto sonó el teléfono, y el sonido de su voz al otro lado me hizo saltar como un resorte. Se disculpaba por no haber podido asistir esa mañana por un contratiempo familiar. Había sacado mi número de la web de la facultad y seguía pidiendo perdón por no poder ir a clase tampoco mañana.
Escucharla supuso un escalofrío. Torpemente, casi balbuceando, atiné a decirle que no se preocupara, que recuperaría el tiempo perdido con suma facilidad.
Pero ella insistía en pedir perdón, y ya tenía otros planes en mente. Sin rodeos, me pidió por favor que pasara por el apartamento donde se aislaba del mundo para estudiar y así retomar las lecciones perdidas esos dos días. Y con la misma segura naturalidad, colgó el teléfono después de darme la dirección y decirme que me esperaba el jueves a las ocho de la tarde.
Resultó difícil mantener la calma. Estar a solas con ella suponía una idea tentadora, pero en mi cabeza no dejaban de saltar alarmas que me recordaban que por mucho que lo intentase presentar como algo natural, la realidad hacia que pareciese algo, cuanto menos, inapropiado. Alumna veinteañera y canoso profesor... No, no sonaba muy bien...
Pero la tentación fue más fuerte que los miedos, y el jueves, a las ocho de la tarde, mis piernas temblaban esperando que ella abriera la puerta.
Y la abrió, y no había ropa ajustada ni provocativa. Pero estaba aquella deslumbrante sonrisa y su intensa mirada, y esa escultural figura cubierta por un encantador pijama de ositos. Me invitó a pasar, y en cuanto hube traspasado el umbral de su santuario, me sentí liberado y agradecido por estar allí. Ella, sin pronunciar palabra, me abrazó con la fuerza y la sinceridad de esos abrazos perfectos, esos que te hacen suspirar mientras todo tu cuerpo se estremece y se acomoda encajando con el suyo.
En mi cabeza se amontonaban las preguntas, pero cuando sus labios rozaron mi cuello, cuando sentí su calor y su aroma, las preguntas desaparecieron. Mis manos se perdieron bajo el pijama buscando la suave piel de su espalda desnuda, y pude sentir como se erizaba cuando mis dedos comenzaron a acercarse al borde del pantalón de su pijama.
Su boca se unió a la mía, y los cálidos besos se volvieron rápidamente ansiosos mordiscos al mismo tiempo que mis manos cruzaban la barrena de su pantalón agarrando con fuerza sus nalgas. La respiración acelerada, la pasión desbordándose por momentos dando rienda suelta al deseo tanto tiempo contenido.
Los miedos, los prejuicios, los imposibles, van desapareciendo al mismo ritmo que nuestra ropa va cayendo al suelo. Completamente desnudos, besándonos de pie en mitad de la habitación. Pegados, rozándonos, sin dejar de acariciarnos, sin parar de comernos a besos, sintiéndonos, sintiendo que el resto del universo acababa de desaparecer, y que solamente existían dos cuerpos necesitados de entregarse el uno al otro.
Dos amantes sin reglas, sin condiciones, que deseaban gozar del placer de unirse en un creciente estado de febril excitación.
Un solo objetivo, una sola norma... embriagarse del sabroso néctar que brota cuando el deseo traspasa la piel y se apodera del alma...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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domingo, 7 de julio de 2019

LA NIETA.

Ella recorre cada día el frondoso bosque con la serena tranquilidad de saberse vigilada y cuidada por las miradas de todas las criaturas que lo habitan.

Ella, la nieta de la última reina de las brujas, aprovecha cada segundo para empaparse de la magia del lugar con todos sus sentidos alerta. Prestando atención a cada detalle que le sirva en ese definitivo proceso que la llevará a ocupar el lugar que le corresponde como legítima heredera del trono.

Las enseñanzas que su abuela le había ido transmitiendo mientras pudo compartir su vida con ella, y las que le había dejado como legado en aquellos antiguos ejemplares manuscritos, se completaban ahora en su solitario retiro bajo los atentos cuidados de los lobos protectores.

El nuevo solsticio llegará pronto y las brujas se reunirán y prepararán sus rituales, y durante el gran aquelarre, ella se convertirá en la nueva reina de las brujas.

Por eso aprovecha cada instante. Quiere estar preparada y ser digna sucesora de su añorada y dulce abuelita. Desea con todas sus fuerzas estar a su altura y ser tan respetada y querida como lo había sido aquella tierna y adorable mujer que tan impresionante legado le había entregado entre cálidas y amorosas caricias.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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sábado, 15 de junio de 2019

AROMAS DEL MEDITERRÁNEO.

FOTO: Yolanda Alcaraz Orts.

Aún tras los cristales de tus gafas de sol, esa mirada tuya consigue hacerme temblar.
Un delicioso estremecimiento que aumenta al admirar esa imagen de guerrera vikinga que presume de su rizosa melena rubia mientras sonríe al sentirse el centro de mi atención.
Y cuando el recorrido visual me lleva a ese sugerente conjunto rojo que has elegido, en mi cabeza se cuela el recuerdo de aquellas tardes adolescentes en las que las vigilantes de la playa corrían a cámara lenta con sus ajustados bañadores rojos. ¡Dios, mi traviesa mente nunca madurará!
Intento deshacerme de esa imagen, pero ahora eres tú quien corre a cámara lenta por la playa acercándose a este nervioso tipo raro con el que tan bien pareces haber encajado. Y tengo que admitir que me resulta difícil entender que una diosa escultural como tú se haya fijado en este inusual personaje.
Quizás ese sea mi encanto, quizás hayas sabido ver lo ni yo mismo puedo percibir. Sea lo que sea, no queda otra que agradecer a los dioses el afortunado momento en que apareciste por sorpresa. Y desde entonces, mis días se han convertido en una sucesión de asombrosos regalos para mis sentidos.
Aunque a veces se me vaya la cabeza y deba obligarme a centrarme en la deliciosa realidad que supone estar a tu lado, y olvidarme de esas fantasías grabadas en mi cabeza en tardes de verano frente al televisor.
Una tarea que se vuelve extremadamente fácil con esa deslumbrante sonrisa y con esa pícara manera de morderte los labios antes de lanzarme un beso. Y vuelvo a sonreír agradecido sabiendo que eres real, y que tus besos, tus perversas caricias, y sobre todo, ese aroma que el Mediterráneo deja sobre tu sabrosa piel, me llevarán otra vez al paraíso.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 12 de junio de 2019

UNA IMAGEN TUYA.

FOTOS. jd_gallery (David Coto)
MODELO: Estefanía Estevez Gascón.

Más de mil palabras necesitaría para expresar lo que una imagen tuya llega a transmitirme.

Cada curva, cada pliegue, cada poro es un canto a la sensualidad y todos mis sentidos se alteran hipnotizados por la magia que despierta y provoca mis lujuriosos instintos.

Te contemplo y te recorro una y otra vez soñando con rozar tu piel y acercarme para emborracharme con ese delicioso aroma que comienzo a sentir desde la distancia.

Las ganas de saborearte me llevan a imaginar el placer que supondría descubrir cada uno de esos tesoros que tan sutilmente se esconden bajo ese sugerente conjunto de encaje negro.

Me invade una agradable sensación de nerviosismo que recorre mi espalda cuando te giras y veo el brillo de esa penetrante mirada que me atraviesa como si hubieras sentido cada una de esas caricias de mis ojos sobre tu escultural cuerpo, y algo me dice que no es mi piel la única que hierve deseando fundirse sobre la del otro y vibrar en un placentero compás...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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jueves, 6 de junio de 2019

NI EN MIS MEJORES SUEÑOS.

FOTO: Conchi Rodriguez Patiño
FOTO: Noelia Fuente
Aquella hermosa rubia de brillante sonrisa y deslumbrante escote llamó rápidamente mi atención. Imposible no fijarse en la alegría que transmitía y en ese punto de misterio que el humo de la cachimba añadía.
A su alrededor se iba formando una mágica nebulosa que crecía en el interior de mi cabeza por el efecto de las cervezas sobre esa miopía que acompaña mi mirada. Una mezcla hipnótica que me impedía apartar la vista entre trago y trago y me hacía recorrer su figura con la fijación de quien se ve sorprendido por el poderoso embrujo de la belleza hecha mujer.
Sin parar de reír se dejaba fotografiar posando con esa alegre naturalidad que da el sentirse a gusto compartiendo el momento con total confianza y seguridad.
Y entonces pude ver a la culpable de esa alegre situación. Otra deliciosa criatura hacía fotos con su móvil mientras disfrutaba también del divertido e improvisado juego.
No podría decidir cuál de las dos atraía más mis miradas, pero el conjunto resultaba tremendamente atractivo para una mente traviesa como la mía.
Pedí otra cerveza y ellas seguían con su alegría y sus fotos. Mis ojos iban de un cuerpo a otro, gozando de cada curva, agradeciendo haber entrado en aquel bar y ser tan afortunado espectador. Mi cabeza se llenaba con las seductoras imágenes de aquellas dos criaturas sonrientes que compartían tan agradable encuentro ajenas al resto del mundo, y sobre todo, ajenas al solitario elemento que las observaba desde la barra.
Mi imaginación comenzó a dispararse hacia otros escenarios en los que ellas posaban y era yo quien hacía las fotos tratando de capturar la seductora sensualidad de sus sinuosos cuerpos. Pero rápidamente hizo su aparición "el otro"...
Esa parte racional y negativa de mi cerebro, esa parte llena de miedos e imposibles que aturdía mi cabeza con esas voces que paralizaban y atenazaban mis impulsos. Voces que repetían una y otra vez que dejase de pensar en rocambolescas fantasías, y me recordaban que lo único que podría conseguir con aquel par de diosas era hacer el ridículo.
Aún así, seguía sin poder dejar de mirarlas. Ellas se reían, se hacían más fotos y comentaban cada una cuchicheando y disfrutando de una envidiable complicidad. Y yo soñaba con la posibilidad de descubrir el sabor y el olor de aquellas pieles de sedosa apariencia.
"El otro" seguía con su habitual cantinela de problemas y racionales sugerencias, pero mi peligrosa imaginación ya no estaba dispuesta a hacerle mucho caso.
Un escalofrío recorrió mi espalda tras un buen trago al descubrir a una de ellas a mi lado en la barra con su sonrisa hechicera. Me preguntaba si podía hacerles alguna foto juntas, y claro, no dude un segundo en aprovechar la sorprendente oportunidad que el universo me estaba regalando. Me temblaban las manos y no podía borrar una sonrisa tonta de mi cara, pero no dejaba de sacar fotos a aquel maravilloso dúo que continuaba con sus risas llevándome a un estado de alegre excitación con sus sugerentes poses.
Más cervezas, más risas. Su naturalidad fue logrando que mi nerviosismo fuera despareciendo y que cada vez me encontrara más cómodo, y que dejara de escuchar "al otro". Y mi fantasía crecía soñando con poder estar en un lugar más tranquilo donde gozar de la mágica sensación de rozar sus desnudos cuerpos. Y las veía acercarse a susurrarse mientras me miraban, y aumentaban mis ganas de tener cerca sus cuellos y llenarme con su aroma antes de clavar mis dientes con fuerza y sentir el sabroso palpitar de esa delicada piel.
La nebulosa que antes las rodeaba a ellas, comenzó a invadir mi mente. Quizás la euforia, quizás la cerveza, quizás demasiado tiempo viviendo ensimismado en mis rutinarias obligaciones. Una mezcla que se fue apoderando de mi percepción de la realidad hasta dejar lagunas en el recuerdo del resto de la noche...

Desconcertado, la mañana me sorprende completamente desnudo y con un terrible dolor de cabeza en una desconocida habitación, en una cama extraña con sábanas empapadas de un inconfundible olor a sexo. Como único saludo, la mirada indiferente de dos gatos que parecen intentar dejar claro que el intruso soy yo.
Intento hacer memoria, pero no consigo recordar más que la parte de atrás de un coche conducido por la más joven, y que la chica rubia me miraba de reojo desde el asiento del copiloto. Me levanto en busca del baño y voy descubriendo dolores por todo mi cuerpo, y las evidentes marcas de haber estado atado o esposado. Luego, frente al espejo, puedo ver algo parecido a mordiscos y chupetones en mi cuello, y varios arañazos en mis brazos y en mi espalda.
Recorro el vacío apartamento tratando de recuperar mi ropa y buscando alguna referencia que me haga recordar. Al pasar frente a la pequeña cocina, veo sobre la mesa un brik de leche, una caja de galletas y una especie de termo con una nota manuscrita al lado. El café, caliente y cargado, ayuda a relajar el dolor de cabeza y a despejar un poco mi cabeza antes de ponerme a leer aquel intrigante trozo de papel...
"Lo primero, pedirte disculpas por dejarte solo, pero tenías cara de necesitar seguir durmiendo. Espero hayas descansado, te lo ganaste con creces esta noche.
Mi amiga se tuvo que ir temprano a su casa, y yo no podía faltar al trabajo. Te dejo esta nota con mi número de teléfono y el sincero agradecimiento de las dos por una noche tan especial e intensa.
Sinceramente, no cambiaría nada de lo ocurrido, y tengo que reconocer que fue un inmenso placer hacer realidad esa lujuriosa fantasía tuya que pedías y suplicabas con tanta insistencia. 
Si quieres quedarte, llegaré a media tarde, pero si decides irte, espero que me llames y podamos vernos de nuevo. Te aseguro que para nosotras has sido un tierno y sorprendente regalito caído del cielo".
Aunque el café va minimizando los efectos de la resaca más salvaje que logro recordar, mi cabeza sigue embotada y con un gran espacio en blanco. La nota no aclara mucho las cosas, y ni siquiera tengo claro cuál de ellas la ha escrito. Lo único positivo es que parece bastante evidente que "el otro" se equivocaba en lo de hacer el ridículo y por lo visto, ha sido una noche memorable, lástima que no pueda recordarla.
Me intriga un poco tanto arañazo, tanto mordisco, tantas magulladuras y esas marcas en mis muñecas. Me gustaría entender a que se refiere con lo de satisfacer mis súplicas, pero el agudo y doloroso escozor que acabo de sentir al sentarme en una silla de la cocina me da una inquietante perspectiva.
Definitivamente, lo de sentarse no es una buena idea. Creo que mi cuerpo y mi cabeza necesitan reposo, y las respuestas no aparecerán hasta que regrese la dueña de ese par de peludos que me miran desconfiados desde la puerta de la cocina.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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jueves, 30 de mayo de 2019

TARDE DE VERANO.

FOTO: Vanessa Pérez Nido

Llegan los primeros días de calor y no tardas en aprovechar la ocasión de estrenar bikini y lucir tipazo buscando broncear esa deliciosa piel.
Un rato después, te acercas a la piscina y yo pierdo la concentración y cambio la lectura por admirar tu caminar. Aprovecho para encender un cigarrillo mientras te das un rápido chapuzón y luego disfruto observando como te secas antes de tumbarte de nuevo al sol y comenzar a cubrir tu suave piel con crema protectora.
Lentamente, casi como si de un ritual se tratase, vas extendiendo la crema por tus bonitas piernas, y yo disfruto del espectáculo viéndote sonreír cuando te das cuenta de haber capturado toda mi atención.
Tras cubrir adecuadamente brazos, hombros y pecho, el brillo de tu mirada indica que estás gozando de tenerme hipnotizado. Sonrío cuando te tumbas bocabajo y te quitas la parte de arriba del bikini y con un pícaro guiño me invitas a ayudarte con la espalda.
No necesito que insistas. Me acerco y me coloco a tu lado. Mis manos recorren con delicadeza tu piel cubriéndola con mimo, pero no consigo apartar la vista de esas redondas nalgas que se marcan bajo la aún húmeda tela.
Esa lujosa perspectiva logra que mi traviesa mente comience a soñar con la idea de verte quitarte ese pequeño trozo de tela que cubre tu hermoso culo. Y no sé si los dioses escuchan mis plegarias, o es que puedes leer mi mente (apostaría por lo segundo), pero no pierdo un segundo en pararme a pensarlo cuando dejas a la vista y al alcance de mis manos ese maravilloso lugar donde la espalda pierde su buen nombre.
La excitación se apodera de mi cuerpo y se hace notar bajo mis bermudas justo al mismo instante en que comienzas a moverte para girarte y mostrar esa espléndida desnudez que me hace desear recorrer cada una de tus curvas con mis dedos esperando el momento preciso en el que tu cálida piel reclame las perversas caricias de mi traviesa lengua...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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martes, 28 de mayo de 2019

ELLA BAILA SOLA.

FOTO: Giralde Mamen.

Os puedo asegurar que ella no es de las que necesita que la invites a salir. Ella se arregla, se prepara y elige que ropa ponerse por el placer de sentirse bien consigo misma y disfrutarse y gozar del momento.
Y después te manda una foto para que veas lo que te pierdes si decides no acompañarla. Ella saldrá, y bailará, y se reirá. Y si te apuntas, verás la felicidad reflejada en su rostro, verás ese delgado cuerpo aprovechar cada segundo y seguramente terminarás por contagiarte de su alegría y podrás participar de ese instante de magia que ella es capaz de crear.
No tendrás más que portarte bien y seguir sus pasos hasta que ella decida volver a casa con los pies destrozados, los zapatos en la mano y una deslumbrante sonrisa iluminando su cara.
Y en ese instante, puede que si has sido un digno acompañante, ella te conceda el privilegio de probar el delicioso elixir de sus labios. Y, quién sabe, quizás la diosa fortuna se apiade de ti y obtengas el exclusivo e inigualable placer de hacerla pensar en regalarte el honor de amanecer entre sus brazos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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