En todo este tiempo sin noticias suyas pude imaginar multitud de posibles escenarios donde nos reencontrábamos, pero la realidad supera siempre a la ficción. Y cuando creía tenerlo todo bajo control y superado, aparece de repente sin aviso ni anestesia y todas mis seguridades, todas mis defensas se convierten en un frágil castillo de naipes que ella derrumba a golpes de sonrisas.
Hace tiempo, yo había sido aquel demonio que la había mirado haciéndola temblar, logrando despertar a la ardiente mujer encerrada bajo aquel delicioso cuerpo, sacando a relucir su más lujurioso lado femenino. Pero ahora soy yo quien tiembla y se enfrenta a demonios internos que revolucionan todo mi ser.
Lo que en un principio parecía un agradable y divertido reencuentro, con el paso de los días está haciendo renacer sentimientos y emociones que mi mente no logra asimilar.
Ni todas las herramientas mentales adquiridas con el paso de los años, ni la fría analítica racional, parecen servir para dejar de dar vueltas en mi cabeza a cada momento compartido entre risas y cervezas buscando claves que me permitan entender esas sensaciones. El seguro demonio de mirada penetrante se está convirtiendo en un tembloroso y desconcertado cachorrito que pensaba haber superado los instantes disfrutados al lado de aquella mujer de atractiva y poderosa mente, y entonces vuelven a retumbar en mi cabeza sus gritos y gemidos mientras se estremecía entre mis brazos clavando sus uñas en mi espalda...
Y de nuevo, inquieto, nervioso, casi asustado, me toca enfrentarme a las voces que repiten una y otra vez esa realidad tantos meses evitada. Esa realidad que me obliga a aceptar la incuestionable verdad... no es posible librarse de una mujer con una mente tan maravillosa... y si además cometes la peligrosa osadía de acariciar de nuevo su cálida piel, entonces estás irremediablemente perdido...
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
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martes, 11 de diciembre de 2018
viernes, 7 de diciembre de 2018
TUYA!!!
Arrodillada para ti, mi señor.
Esperando ansiosa sentir que te acercas y me miras con deseo relamiéndote con el sabroso manjar que gustosamente te ofrezco antes de que tus fuertes manos recorran mi cuerpo apretando duramente mis carnes hasta dejar tu huella sobre ellas.
Gozando de esa apasionada aceleración que desboca tu respiración y te lleva a morder mi cuello mientras jadeas victorioso al descubrir el húmedo calor que brota entre mis muslos.
Notando esa lujuria tuya que me enciende sin remedio hasta hacerme gemir suplicando que hagas conmigo lo que quieras.
Anhelando el instante en que agarres mi cara y me permitas saborear tu ardiente virilidad, y hacerla palpitar entre mis labios entregada a regalarte el placer que te mereces, disfrutando de ser tu sumisa y fiel esclava.
MICHEL GARCÍA
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Esperando ansiosa sentir que te acercas y me miras con deseo relamiéndote con el sabroso manjar que gustosamente te ofrezco antes de que tus fuertes manos recorran mi cuerpo apretando duramente mis carnes hasta dejar tu huella sobre ellas.
Gozando de esa apasionada aceleración que desboca tu respiración y te lleva a morder mi cuello mientras jadeas victorioso al descubrir el húmedo calor que brota entre mis muslos.
Notando esa lujuria tuya que me enciende sin remedio hasta hacerme gemir suplicando que hagas conmigo lo que quieras.
Anhelando el instante en que agarres mi cara y me permitas saborear tu ardiente virilidad, y hacerla palpitar entre mis labios entregada a regalarte el placer que te mereces, disfrutando de ser tu sumisa y fiel esclava.
MICHEL GARCÍA
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lunes, 26 de noviembre de 2018
EL VENENO DE SU BOCA.
Primero te deslumbra la mágica curva de su sonrisa...
Luego, vuelves a mirar, y descubres toda la hermosura del resto de sus curvas.
Y entonces deseas perderte derrapando sobre cada una de esas curvas, y aprender braille sobre su erizada piel, gozando de cada centímetro mientras la ves morderse los labios invitándote a devorarlos.
Y en ese instante, sabes que acabas de firmar tu completa rendición, y asumes que ya no habrá otro veneno que quieras probar que no sea el de su boca.
MICHEL GARCÍA
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Luego, vuelves a mirar, y descubres toda la hermosura del resto de sus curvas.
Y entonces deseas perderte derrapando sobre cada una de esas curvas, y aprender braille sobre su erizada piel, gozando de cada centímetro mientras la ves morderse los labios invitándote a devorarlos.
Y en ese instante, sabes que acabas de firmar tu completa rendición, y asumes que ya no habrá otro veneno que quieras probar que no sea el de su boca.
MICHEL GARCÍA
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viernes, 23 de noviembre de 2018
DOÑA LOLA. (último capítulo)
El recuerdo de aquella noche de fría despedida me acompañó mucho tiempo durante los solitarios primeros meses de mi nueva vida lejos de la librería. Pero la vida seguía avanzando llevándome hacia otras realidades en una gran ciudad y en un nuevo trabajo con más obligaciones y responsabilidades.
No me arrepentía de la decisión tomada, pero si echaba de menos la lujuriosa pasión de aquellos morbosos encuentros clandestinos.
Aparecieron nuevas relaciones, nuevas aventuras, pero ninguna de ellas lograba llevarme a niveles de estremecimiento similares, ni conseguían hacerme sentir tan enganchado y compenetrado. El listón había quedado muy alto, y con el tiempo fui aceptando esa realidad.
Los años iban cayendo, y mientras mi estatus profesional crecía, más cómodo me sentía disfrutando de mi soledad. Hasta que hace casi un año apareció Laura desmoronando mis barreras con la frescura y naturalidad de su sonrisa.
Poco a poco fui comprendiendo que ella me aportaba una nueva y desconocida sensación de tranquilidad. Con el paso de las semanas acepté que me encontraba bien con esa novedosa situación, y terminamos por irnos a vivir juntos dejando aquella anterior etapa de mi vida en ocasionales recuerdos que aparecían cada vez con menos frecuencia.
Me gustaba mi nueva realidad.
Fuimos conociéndonos, aprendiendo a disfrutarnos y a compartir con una sorprendente y agradable facilidad. Solíamos quedar tras el trabajo para compartir un momento de relax saboreando un café antes de planear con tranquilidad el resto del día, así que no me sorprendió recibir esta tarde un mensaje suyo diciendo que cuando saliera de la tienda donde trabajaba se tomaría un café en la cafetería de al lado. Lo que si llamó mi atención y despertó mi curiosidad fue que iba a tomarlo con su madre...
No sabía mucho de ella. Era un tema complicado para Laura, y lo único que había podido sacar en claro es que unos años atrás habían tenido un enfrentamiento que las había distanciado. Al parecer, Laura descubrió que su madre tenía una aventura, y eso era algo que ella ni entendía ni aprobaba, y tras una fuerte discusión, cada una siguió su camino, manteniendo desde entonces un mínimo contacto. Pero hoy estaba en la ciudad, y Laura quería que me conociera, así que aquí estoy, entrando en el bar, dirigiéndome hacia la hermosa sonrisa con la que Laura me saluda.
El excitante olor del café acompaña mis pasos, pero poco a poco se va difuminando y comienza a llegarme el familiar e inconfundible aroma de aquel perfume a base de esencias de jazmín. Un perfume que crece según me voy acercando a la melena morena de aquella mujer que comparte mesa con Laura.
Un nervioso temblor comienza a apoderarse de mis piernas. Un temblor que aumenta por momentos y recorre todo mi cuerpo haciéndome pensar en dar media vuelta y salir corriendo. Un temblor que me paraliza por completo cuando esa mujer vuelve su cabeza para mirarme y permitirme descubrir tras su negra melena la inquietante y turbadora mirada de doña Lola...
MICHEL GARCÍA
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No me arrepentía de la decisión tomada, pero si echaba de menos la lujuriosa pasión de aquellos morbosos encuentros clandestinos.
Aparecieron nuevas relaciones, nuevas aventuras, pero ninguna de ellas lograba llevarme a niveles de estremecimiento similares, ni conseguían hacerme sentir tan enganchado y compenetrado. El listón había quedado muy alto, y con el tiempo fui aceptando esa realidad.
Los años iban cayendo, y mientras mi estatus profesional crecía, más cómodo me sentía disfrutando de mi soledad. Hasta que hace casi un año apareció Laura desmoronando mis barreras con la frescura y naturalidad de su sonrisa.
Poco a poco fui comprendiendo que ella me aportaba una nueva y desconocida sensación de tranquilidad. Con el paso de las semanas acepté que me encontraba bien con esa novedosa situación, y terminamos por irnos a vivir juntos dejando aquella anterior etapa de mi vida en ocasionales recuerdos que aparecían cada vez con menos frecuencia.
Me gustaba mi nueva realidad.
Fuimos conociéndonos, aprendiendo a disfrutarnos y a compartir con una sorprendente y agradable facilidad. Solíamos quedar tras el trabajo para compartir un momento de relax saboreando un café antes de planear con tranquilidad el resto del día, así que no me sorprendió recibir esta tarde un mensaje suyo diciendo que cuando saliera de la tienda donde trabajaba se tomaría un café en la cafetería de al lado. Lo que si llamó mi atención y despertó mi curiosidad fue que iba a tomarlo con su madre...
No sabía mucho de ella. Era un tema complicado para Laura, y lo único que había podido sacar en claro es que unos años atrás habían tenido un enfrentamiento que las había distanciado. Al parecer, Laura descubrió que su madre tenía una aventura, y eso era algo que ella ni entendía ni aprobaba, y tras una fuerte discusión, cada una siguió su camino, manteniendo desde entonces un mínimo contacto. Pero hoy estaba en la ciudad, y Laura quería que me conociera, así que aquí estoy, entrando en el bar, dirigiéndome hacia la hermosa sonrisa con la que Laura me saluda.
El excitante olor del café acompaña mis pasos, pero poco a poco se va difuminando y comienza a llegarme el familiar e inconfundible aroma de aquel perfume a base de esencias de jazmín. Un perfume que crece según me voy acercando a la melena morena de aquella mujer que comparte mesa con Laura.
Un nervioso temblor comienza a apoderarse de mis piernas. Un temblor que aumenta por momentos y recorre todo mi cuerpo haciéndome pensar en dar media vuelta y salir corriendo. Un temblor que me paraliza por completo cuando esa mujer vuelve su cabeza para mirarme y permitirme descubrir tras su negra melena la inquietante y turbadora mirada de doña Lola...
MICHEL GARCÍA
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jueves, 15 de noviembre de 2018
DOÑA LOLA. (capítulo tercero)
Me convertí en su juguete secreto con la entrega de un alumno ansioso por aprender y descubrir los secretos del placer carnal. Y aquellos lujuriosos juegos que ella ponía en práctica conmigo daban mil vueltas a cualquier otra fantasía que mi mente se hubiera atrevido a imaginar, logrando volverme un adicto a entregarme a mi seductora maestra.
En ocasiones, me podía la pasión romántica, y soñaba con fugarnos juntos y empezar una nueva vida en otro lugar. Pero ella se encargaba de frenar mis alocadas ideas, y con una inquietante frialdad me recordaba sin titubeos que ella nunca dejaría a aquel adorable ser que la había acogido a ella a su hija cuando peor lo estaban pasando. Tenía muy claro que estaría siempre al lado de don Cosme, y que mi papel era exclusivamente el de satisfacer esa parte física con la que su anciano esposo ya hacía tiempo que no podía cumplir.
Y yo me sentía fatal. En parte por el sentimiento de culpa, en parte por reconocer que con ella no existiría nunca algo más que placer por placer... y me prometía no volver a verla, apartarme de aquel lujurioso cuerpo que desvelaba mis noches...
Pero ella regresaba. Se acercaba a mí con aquella mirada lasciva que hacía brotar llamas en mi pecho, llamas que recorrían mi cuerpo en abrasadoras oleadas cuando ella encontraba el momento adecuado para susurrar en mi oído que acababa de comprarse unas braguitas rojas y que estaba deseando que mi boca las estrenara.
Y cual sumiso corderito, acababa por sucumbir una y otra vez a sus deseos y volvía a gozar dejándome guiar por los caminos lujuriosos del sexo más apasionado que jamás podría haber llegado a imaginar...
Mientras, en la librería, don Cosme me daba cada vez más responsabilidades valorando mi trabajo, y eso me hacía entrar en una angustiosa sensación de culpabilidad sabiendo que aquello no estaba bien, y me llevaba a entender que tarde o temprano debería ponerle punto final, aún con la certeza de perder para siempre aquella increíble manera de disfrutar con la que doña Lola regalaba mis sentidos y mi cuerpo.
Pasaban las semanas y los meses, y seguía sin encontrar la manera de no rendirme a sus encantos, y aunque mi intención era fuerte, mi cuerpo era débil. Pero cuando llegó la contestación a una oferta de una editorial en la capital a la que yo había enviado una solicitud de empleo, supe que era el momento, que no tendría otra oportunidad.
Don Cosme se mostró triste por mi partida, pero entendió mis ganas de mejorar mi situación y me animó felicitándome sinceramente por ello. Incluso preparó una carta de recomendación por si pudiera servirme de ayuda, logrando emocionarme, haciendo que me sintiera eternamente agradecido, consiguiendo que aún tuviera más claro que debía alejarme de allí de una vez por todas.
La despedida de doña Lola fue mucho más decepcionante para mí. Con su habitual frialdad, asumió el momento y se limitó a reconocer que siempre recordaría los buenos momentos compartidos, y tras regalarme un ardiente encuentro de despedida, me deseo buena suerte en mi nueva vida.
Continuará...
MICHEL GARCÍA
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En ocasiones, me podía la pasión romántica, y soñaba con fugarnos juntos y empezar una nueva vida en otro lugar. Pero ella se encargaba de frenar mis alocadas ideas, y con una inquietante frialdad me recordaba sin titubeos que ella nunca dejaría a aquel adorable ser que la había acogido a ella a su hija cuando peor lo estaban pasando. Tenía muy claro que estaría siempre al lado de don Cosme, y que mi papel era exclusivamente el de satisfacer esa parte física con la que su anciano esposo ya hacía tiempo que no podía cumplir.
Y yo me sentía fatal. En parte por el sentimiento de culpa, en parte por reconocer que con ella no existiría nunca algo más que placer por placer... y me prometía no volver a verla, apartarme de aquel lujurioso cuerpo que desvelaba mis noches...
Pero ella regresaba. Se acercaba a mí con aquella mirada lasciva que hacía brotar llamas en mi pecho, llamas que recorrían mi cuerpo en abrasadoras oleadas cuando ella encontraba el momento adecuado para susurrar en mi oído que acababa de comprarse unas braguitas rojas y que estaba deseando que mi boca las estrenara.
Y cual sumiso corderito, acababa por sucumbir una y otra vez a sus deseos y volvía a gozar dejándome guiar por los caminos lujuriosos del sexo más apasionado que jamás podría haber llegado a imaginar...
Mientras, en la librería, don Cosme me daba cada vez más responsabilidades valorando mi trabajo, y eso me hacía entrar en una angustiosa sensación de culpabilidad sabiendo que aquello no estaba bien, y me llevaba a entender que tarde o temprano debería ponerle punto final, aún con la certeza de perder para siempre aquella increíble manera de disfrutar con la que doña Lola regalaba mis sentidos y mi cuerpo.
Pasaban las semanas y los meses, y seguía sin encontrar la manera de no rendirme a sus encantos, y aunque mi intención era fuerte, mi cuerpo era débil. Pero cuando llegó la contestación a una oferta de una editorial en la capital a la que yo había enviado una solicitud de empleo, supe que era el momento, que no tendría otra oportunidad.
Don Cosme se mostró triste por mi partida, pero entendió mis ganas de mejorar mi situación y me animó felicitándome sinceramente por ello. Incluso preparó una carta de recomendación por si pudiera servirme de ayuda, logrando emocionarme, haciendo que me sintiera eternamente agradecido, consiguiendo que aún tuviera más claro que debía alejarme de allí de una vez por todas.
La despedida de doña Lola fue mucho más decepcionante para mí. Con su habitual frialdad, asumió el momento y se limitó a reconocer que siempre recordaría los buenos momentos compartidos, y tras regalarme un ardiente encuentro de despedida, me deseo buena suerte en mi nueva vida.
Continuará...
MICHEL GARCÍA
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viernes, 2 de noviembre de 2018
DOÑA LOLA. (capitulo segundo)
Si ya disfrutaba de cada día que pasaba en la librería, ahora tenía además el morboso aliciente de soñar con la presencia de doña Lola. Sus visitas comenzaron a ser más constantes, y mostraba un interés especial en mi trabajo, aprovechando para acercarse y regalarme imágenes turbadoras cuando se inclinaba sobre mi escritorio con algún botón de su blusa "accidentalmente" desabrochado... mi voz temblaba tratando de contestar a sus preguntas sin poder apartar la mirada de aquel sugerente escote, y ella sonreía victoriosa gozando de lo que provocaba en mí, para luego marcharse y despedirse con un guiño discreto desde la puerta y tardar unos cuantos días en volver a aparecer...
Y yo, en la soledad de mi cama soñaba con convertirme en un caballero andante que la rescataba de las garras del dragón, fantaseaba con tórridos encuentros donde ella confesaba su entrega y sus deseos de ser mía, y terminaba encendido, tremendamente excitado con aquellas fantasías que irremediablemente guiaban mi mano bajo el pantalón de mi pijama.
Así una y otra noche, hasta que una nueva aparición suya volviera a llenar la tienda con aquel aroma a jazmín. Y sonreía, y me miraba, y mis ojos la seguían por todo el local viéndola entrar en el despacho para subirse la falda y ajustarse las medias dejando descuidadamente la puerta en el ángulo adecuado para que yo no perdiera detalle y pudiera seguir el recorrido de sus manos por sus piernas mientras se colocaba el liguero.
Estaba claro que ella gozaba con aquel delicioso juego. Pasaban las semanas y mi excitación y mis fantasías crecían a pasos agigantados... pero en eso quedaba todo...
Era la mujer de mi jefe, de don Cosme, de aquel que me trataba con respetuosa amabilidad y me había dado la oportunidad de trabajar en algo que me apasionaba. Y eso me llenaba de un doloroso sentimiento de culpa, pero ella regresaba a la librería, tan elegante, tan radiantemente seductora, y se acercaba y apoyaba su mano en mi hombre aprovechando cualquier escusa para felicitarme por mi trabajo con un cálido beso...
Todo un torbellino de sensaciones para un imberbe veinteañero que se moría por descubrir el placer de acariciar los blancos y sedosos muslos de aquella mujer que disfrutaba logrando estremecerme.
Las semanas iban pasando entre libros, lujuriosas fantasías y culpables emociones mientras el deseo se volvía más fuerte.
Don Cosme seguía enfrascado en sus búsquedas, y de repente llegó una carta informándole sobre unos antiguos pergaminos que se pondrían a la venta en una subasta que se iba a celebrar en Barcelona.
Sin dudarlo ni una vez, preparó el viaje y me aleccionó sobre como dirigir la librería en su ausencia. No volvería hasta el domingo a la tarde, y el sábado, doña Lola pasaría a la hora de cerrar para que yo le entregara las llaves después de hacer el cierre y el arqueo semanal.
Aquellos días, entregado a la responsabilidad que don Cosme me había asignado, apenas tuve ocasión para mis románticas fábulas con mi diosa particular, pero la tarde del sábado, a medida que se aproximaba la hora de su llegada, un nervioso tembleque se iba apoderando de mis piernas.
No dejaba de mirar el gran reloj esperando que dieran las ocho de la tarde, pero media hora antes, el teléfono me sobresaltó... era doña Lola diciendo que lo sentía mucho, que se encontraba indispuesta, y me pedía que cuando terminase me acercara a llevarle las llaves a su casa...
Recuerdo claramente que el corazón se me salía del pecho cuando mis nudillos golpeaban la puerta. Ella abrió y yo entré con la mirada clavada en el suelo, sin atreverme a mirarla, sintiendo su presencia y su perfume tras de mí a lo largo del pasillo que llevaba a la cocina, hasta que ella cogió mi brazo guiándome a una pequeña sala... y entonces la vi... con aquella corta y transparente combinación, mostrando su esplendoroso cuerpo desnudo bajo ella...
Continuará...
MICHEL GARCÍA
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Y yo, en la soledad de mi cama soñaba con convertirme en un caballero andante que la rescataba de las garras del dragón, fantaseaba con tórridos encuentros donde ella confesaba su entrega y sus deseos de ser mía, y terminaba encendido, tremendamente excitado con aquellas fantasías que irremediablemente guiaban mi mano bajo el pantalón de mi pijama.
Así una y otra noche, hasta que una nueva aparición suya volviera a llenar la tienda con aquel aroma a jazmín. Y sonreía, y me miraba, y mis ojos la seguían por todo el local viéndola entrar en el despacho para subirse la falda y ajustarse las medias dejando descuidadamente la puerta en el ángulo adecuado para que yo no perdiera detalle y pudiera seguir el recorrido de sus manos por sus piernas mientras se colocaba el liguero.
Estaba claro que ella gozaba con aquel delicioso juego. Pasaban las semanas y mi excitación y mis fantasías crecían a pasos agigantados... pero en eso quedaba todo...
Era la mujer de mi jefe, de don Cosme, de aquel que me trataba con respetuosa amabilidad y me había dado la oportunidad de trabajar en algo que me apasionaba. Y eso me llenaba de un doloroso sentimiento de culpa, pero ella regresaba a la librería, tan elegante, tan radiantemente seductora, y se acercaba y apoyaba su mano en mi hombre aprovechando cualquier escusa para felicitarme por mi trabajo con un cálido beso...
Todo un torbellino de sensaciones para un imberbe veinteañero que se moría por descubrir el placer de acariciar los blancos y sedosos muslos de aquella mujer que disfrutaba logrando estremecerme.
Las semanas iban pasando entre libros, lujuriosas fantasías y culpables emociones mientras el deseo se volvía más fuerte.
Don Cosme seguía enfrascado en sus búsquedas, y de repente llegó una carta informándole sobre unos antiguos pergaminos que se pondrían a la venta en una subasta que se iba a celebrar en Barcelona.
Sin dudarlo ni una vez, preparó el viaje y me aleccionó sobre como dirigir la librería en su ausencia. No volvería hasta el domingo a la tarde, y el sábado, doña Lola pasaría a la hora de cerrar para que yo le entregara las llaves después de hacer el cierre y el arqueo semanal.
Aquellos días, entregado a la responsabilidad que don Cosme me había asignado, apenas tuve ocasión para mis románticas fábulas con mi diosa particular, pero la tarde del sábado, a medida que se aproximaba la hora de su llegada, un nervioso tembleque se iba apoderando de mis piernas.
No dejaba de mirar el gran reloj esperando que dieran las ocho de la tarde, pero media hora antes, el teléfono me sobresaltó... era doña Lola diciendo que lo sentía mucho, que se encontraba indispuesta, y me pedía que cuando terminase me acercara a llevarle las llaves a su casa...
Recuerdo claramente que el corazón se me salía del pecho cuando mis nudillos golpeaban la puerta. Ella abrió y yo entré con la mirada clavada en el suelo, sin atreverme a mirarla, sintiendo su presencia y su perfume tras de mí a lo largo del pasillo que llevaba a la cocina, hasta que ella cogió mi brazo guiándome a una pequeña sala... y entonces la vi... con aquella corta y transparente combinación, mostrando su esplendoroso cuerpo desnudo bajo ella...
Continuará...
MICHEL GARCÍA
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viernes, 26 de octubre de 2018
DOÑA LOLA. (capítulo primero)
Imposible no recordar con una agradable nostalgia aquel año trabajando en la vieja librería de don Cosme. Apenas veinte años recién cumplidos y sin encontrar un sitio donde encajar realmente, aquella librería, con sus interminables estantes repletos de antiguas ediciones y ese embriagador aroma a tinta y papel viejo, supuso un maravilloso refugio para un joven enamorado de la lectura.
Don Cosme había heredado el negocio familiar de su padre, y también su pasión por las antigüedades, en especial, por los ejemplares originales de los clásicos de cualquier género, y a pesar de los achaques de su avanzada edad, en cuanto encontraba la pista de alguna obra interesante, sus ojos brillaban y entraba en un estado de eufórica excitación, y yo sonreía imaginándole como a un apasionado buscador de tesoros a punto de encontrar el Santo Grial.
Me sentía muy cómodo entre aquellas montañas de libros. Clasificándolos, seleccionando los que había que apartar a la espera de pasar por las manos del artesano encuadernador, aprovechando para zambullirme en ellos aprendiendo, alimentando mi alma con todo lo que despertara mi imaginación. Disfrutaba de mi trabajo con la pasión de alguien que se desenvolvía mejor entre sueños y fantasías que en la vida real.
Hasta que apareció doña Lola y toda mi atención se concentró en aquella voluptuosa mujer. Sus zapatos de tacón de aguja, sus medias de seda, su ajustada falda de tubo, y aquel perfume con olor a jazmín lograron sacarme de las páginas repletas de historias y hacerme desear cada mañana que apareciese por la librería y lo llenase todo con su impresionante sensualidad.
Era una mujer totalmente diferente. Mi experiencia con las chicas de mi edad había sido bastante escasa, y desde el primer momento, fui consciente que nunca había sentido semejante interés por ninguna.
Pasaban los días y ella no se dejaba ver, pero yo seguía recordando su turbadora imagen y el maravilloso aroma de aquel perfume que lo impregnaba todo a su paso. Y de repente, una tarde, entró por la puerta cargada de bolsas de la compra, enfadada por no encontrar un taxi, pidiéndole a su marido que me enviara a ayudarla a llevar las bolsas a casa... y don Cosme, sin rechistar, cumplió su petición mandándome a acompañarla...
Y yo la seguí a la prudente distancia que me permitía llenarme con el aroma que su melena morena iba dejando en el aire. Apenas cuatro calles después, subía las escaleras tras ella sin poder apartar la mirada de la abertura de su falda que me regalaba por momentos la sugerente imagen del final de sus medias, para luego entrar en su casa y dejar las bolsas sobre la mesa de la cocina...
Ella se acercó sonriendo con un pequeño monedero en la mano dispuesta a darme una propina, y yo, medio ruborizado, me negué a aceptarla tratando de mostrar una falsa seguridad, diciendo que había sido un placer acompañarla y que estaría encantado de estar a su servicio para lo que necesitara...
En cuanto terminé la frase, me di cuenta de lo fatal que había sonado con aquella temblorosa voz, y eso aumento mi mal disimulado nerviosismo y el calor de mis mejillas. Su sonrisa se volvió risa, y se acercó más todavía, logrando que mis piernas comenzaran a temblar, y mientras agarraba mi cara para besarme cerca de la comisura de los labios, sentí su mano dentro del bolsillo de mi pantalón dejando dentro unas monedas.
Luego me acompaño a la puerta y allí se despidió diciendo que ya encontraría la manera de hacerme cumplir ese ofrecimiento de estar a su servicio cuando ella quisiera.
Volví a la librería casi a la carrera, tan nervioso y excitado que temía que don Cosme se sorprendiera al verme llegar en tan evidente estado. Pero no, estaba atendiendo con su habitual amabilidad a una profesora de historia que acudía con asiduidad en busca de material para sus clases, y eso me permitió escabullirme en la trastienda y seguir con el trabajo pendiente.
Pero no lograba borrar de mi cabeza el momento de tener tan cerca el sinuoso cuerpo de aquella diosa con forma de mujer y la sensación de sentir sus labios sobre mi piel. Y no podía entender esa alteración que provocaba en mí una mujer que, aún siendo evidentemente bastante más joven que su marido, estaba cerca de doblar mi edad...
Esa era la realidad. Mi cuerpo seguía alterado, mi respiración acelerada, y si cerraba los ojos, seguía oliendo su perfume, y dentro de mis pantalones, una deliciosa palpitación me hacía seguir soñando con ella...
Continuará...
MICHEL GARCÍA
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Don Cosme había heredado el negocio familiar de su padre, y también su pasión por las antigüedades, en especial, por los ejemplares originales de los clásicos de cualquier género, y a pesar de los achaques de su avanzada edad, en cuanto encontraba la pista de alguna obra interesante, sus ojos brillaban y entraba en un estado de eufórica excitación, y yo sonreía imaginándole como a un apasionado buscador de tesoros a punto de encontrar el Santo Grial.
Me sentía muy cómodo entre aquellas montañas de libros. Clasificándolos, seleccionando los que había que apartar a la espera de pasar por las manos del artesano encuadernador, aprovechando para zambullirme en ellos aprendiendo, alimentando mi alma con todo lo que despertara mi imaginación. Disfrutaba de mi trabajo con la pasión de alguien que se desenvolvía mejor entre sueños y fantasías que en la vida real.
Hasta que apareció doña Lola y toda mi atención se concentró en aquella voluptuosa mujer. Sus zapatos de tacón de aguja, sus medias de seda, su ajustada falda de tubo, y aquel perfume con olor a jazmín lograron sacarme de las páginas repletas de historias y hacerme desear cada mañana que apareciese por la librería y lo llenase todo con su impresionante sensualidad.
Era una mujer totalmente diferente. Mi experiencia con las chicas de mi edad había sido bastante escasa, y desde el primer momento, fui consciente que nunca había sentido semejante interés por ninguna.
Pasaban los días y ella no se dejaba ver, pero yo seguía recordando su turbadora imagen y el maravilloso aroma de aquel perfume que lo impregnaba todo a su paso. Y de repente, una tarde, entró por la puerta cargada de bolsas de la compra, enfadada por no encontrar un taxi, pidiéndole a su marido que me enviara a ayudarla a llevar las bolsas a casa... y don Cosme, sin rechistar, cumplió su petición mandándome a acompañarla...
Y yo la seguí a la prudente distancia que me permitía llenarme con el aroma que su melena morena iba dejando en el aire. Apenas cuatro calles después, subía las escaleras tras ella sin poder apartar la mirada de la abertura de su falda que me regalaba por momentos la sugerente imagen del final de sus medias, para luego entrar en su casa y dejar las bolsas sobre la mesa de la cocina...
Ella se acercó sonriendo con un pequeño monedero en la mano dispuesta a darme una propina, y yo, medio ruborizado, me negué a aceptarla tratando de mostrar una falsa seguridad, diciendo que había sido un placer acompañarla y que estaría encantado de estar a su servicio para lo que necesitara...
En cuanto terminé la frase, me di cuenta de lo fatal que había sonado con aquella temblorosa voz, y eso aumento mi mal disimulado nerviosismo y el calor de mis mejillas. Su sonrisa se volvió risa, y se acercó más todavía, logrando que mis piernas comenzaran a temblar, y mientras agarraba mi cara para besarme cerca de la comisura de los labios, sentí su mano dentro del bolsillo de mi pantalón dejando dentro unas monedas.
Luego me acompaño a la puerta y allí se despidió diciendo que ya encontraría la manera de hacerme cumplir ese ofrecimiento de estar a su servicio cuando ella quisiera.
Volví a la librería casi a la carrera, tan nervioso y excitado que temía que don Cosme se sorprendiera al verme llegar en tan evidente estado. Pero no, estaba atendiendo con su habitual amabilidad a una profesora de historia que acudía con asiduidad en busca de material para sus clases, y eso me permitió escabullirme en la trastienda y seguir con el trabajo pendiente.
Pero no lograba borrar de mi cabeza el momento de tener tan cerca el sinuoso cuerpo de aquella diosa con forma de mujer y la sensación de sentir sus labios sobre mi piel. Y no podía entender esa alteración que provocaba en mí una mujer que, aún siendo evidentemente bastante más joven que su marido, estaba cerca de doblar mi edad...
Esa era la realidad. Mi cuerpo seguía alterado, mi respiración acelerada, y si cerraba los ojos, seguía oliendo su perfume, y dentro de mis pantalones, una deliciosa palpitación me hacía seguir soñando con ella...
Continuará...
MICHEL GARCÍA
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miércoles, 17 de octubre de 2018
LYDIA.
Se llamaba Lydia y tenía unas piernas que pedían ser medidas a besos.
Y yo me embarcaba en aquella maravillosa tarea con total concentración, y comenzaba el recorrido con devota parsimonia contando mentalmente mientras mis labios disfrutaban del sabroso manjar de su cálida piel.
Y ella me dejaba hacer, sonriendo, gozando de mi entrega, disfrutando de cada centímetro besado, sintiéndose mujer admirada y deseada. Y me miraba con esos ojos capaces de hablar bajo la delicada máscara de encaje que combinaba a la perfección con el encaje de sus mínimas braguitas.
Y juro que yo intentaba seguir la cuenta. Pero en el instante en que mis labios rozaban el borde de aquellas braguitas, perdía sin remedio la cuenta, y mis ojos se clavaban en aquella tela que se transparentaba por la humedad resaltando sus tentadores labios. Mi boca ya no quería posarse en otro lugar.
Sus jadeos y su manera de retorcerse me invitaban a seguir, y yo no me hacía de rogar aún sabiendo que estaba a punto de desatarse la tormenta que la llevaría a convertirse en una hambrienta fiera apasionada que no tardaría en tomar las riendas y ser ella la que terminaba por poseerme y hacerme rendirme a las deliciosas embestidas de sus caderas.
Y yo no sabía ni quería negarle semejante placer... aunque siguiera sin saber cuantos besos medían sus piernas...
MICHEL GARCÍA
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Y yo me embarcaba en aquella maravillosa tarea con total concentración, y comenzaba el recorrido con devota parsimonia contando mentalmente mientras mis labios disfrutaban del sabroso manjar de su cálida piel.
Y ella me dejaba hacer, sonriendo, gozando de mi entrega, disfrutando de cada centímetro besado, sintiéndose mujer admirada y deseada. Y me miraba con esos ojos capaces de hablar bajo la delicada máscara de encaje que combinaba a la perfección con el encaje de sus mínimas braguitas.
Y juro que yo intentaba seguir la cuenta. Pero en el instante en que mis labios rozaban el borde de aquellas braguitas, perdía sin remedio la cuenta, y mis ojos se clavaban en aquella tela que se transparentaba por la humedad resaltando sus tentadores labios. Mi boca ya no quería posarse en otro lugar.
Sus jadeos y su manera de retorcerse me invitaban a seguir, y yo no me hacía de rogar aún sabiendo que estaba a punto de desatarse la tormenta que la llevaría a convertirse en una hambrienta fiera apasionada que no tardaría en tomar las riendas y ser ella la que terminaba por poseerme y hacerme rendirme a las deliciosas embestidas de sus caderas.
Y yo no sabía ni quería negarle semejante placer... aunque siguiera sin saber cuantos besos medían sus piernas...
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
derechos reservados
jueves, 11 de octubre de 2018
LA HORA SEÑALADA.
"Si tienes tantas ganas como yo, dime cuándo y dónde..."
Tras semanas sin noticias de ella, recibir un mensaje tan claro transforma mi rutinaria mañana de jueves. Minutos más tarde ella responde con un escueto ok para confirmar la hora y el lugar, y el nerviosismo se apodera de mi cuerpo ante la expectativa de volver a disfrutar de ese maravilloso aroma suyo, ese que lo impregna todo cuando se mezcla su perfume con el intenso olor a mujer excitada dispuesta dejarse llevar por la lujuria de su increíble mente perversa, relamiéndome al pensar en despertar agarrado a su culo entre revueltas sábanas empapadas por nuestro sudor.
Por si la distancia física no fuera suficiente tortura, sus indiscutibles normas acerca de mantener un absoluto silencio fuera de los encuentros que ella misma decidía, hacían que pasara mucho tiempo soñando con volver a recorrer sus voluptuosas curvas y perderme acariciando y saboreando esa suave y cálida piel que se estremecía con cada uno de mis mordiscos.
Parecía que el tiempo su hubiera detenido, y era todo un reto mantenerse concentrado en algo que no fuese mirar el reloj compulsivamente y recordar los jadeos y susurros de aquella diosa que explotaba en apasionados orgasmos gritando mi nombre y haciéndome tocar el cielo entre sus temblorosos muslos.
Y por fin llegó la hora señalada, y allí, sentada en el sofá del apartamento donde el resto del mundo desaparecía, mi diosa me recibía con su espectacular sonrisa y esos grandes ojos color miel que me miraban con deseo invitándome a abalanzarme sobre aquel sinuoso cuerpo cubierto únicamente por una ajustada chaqueta roja con los botones estratégicamente abrochados para resaltar aún más esas impresionantes curvas que el universo ponía en mi camino una vez más...
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
derechos reservados
Tras semanas sin noticias de ella, recibir un mensaje tan claro transforma mi rutinaria mañana de jueves. Minutos más tarde ella responde con un escueto ok para confirmar la hora y el lugar, y el nerviosismo se apodera de mi cuerpo ante la expectativa de volver a disfrutar de ese maravilloso aroma suyo, ese que lo impregna todo cuando se mezcla su perfume con el intenso olor a mujer excitada dispuesta dejarse llevar por la lujuria de su increíble mente perversa, relamiéndome al pensar en despertar agarrado a su culo entre revueltas sábanas empapadas por nuestro sudor.
Por si la distancia física no fuera suficiente tortura, sus indiscutibles normas acerca de mantener un absoluto silencio fuera de los encuentros que ella misma decidía, hacían que pasara mucho tiempo soñando con volver a recorrer sus voluptuosas curvas y perderme acariciando y saboreando esa suave y cálida piel que se estremecía con cada uno de mis mordiscos.
Parecía que el tiempo su hubiera detenido, y era todo un reto mantenerse concentrado en algo que no fuese mirar el reloj compulsivamente y recordar los jadeos y susurros de aquella diosa que explotaba en apasionados orgasmos gritando mi nombre y haciéndome tocar el cielo entre sus temblorosos muslos.
Y por fin llegó la hora señalada, y allí, sentada en el sofá del apartamento donde el resto del mundo desaparecía, mi diosa me recibía con su espectacular sonrisa y esos grandes ojos color miel que me miraban con deseo invitándome a abalanzarme sobre aquel sinuoso cuerpo cubierto únicamente por una ajustada chaqueta roja con los botones estratégicamente abrochados para resaltar aún más esas impresionantes curvas que el universo ponía en mi camino una vez más...
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
derechos reservados
viernes, 21 de septiembre de 2018
PROVOCARTE...
Mis temblorosos dedos recorren lujuriosamente esa piel tuya que desea ser conquistada por manos osadas y valientes que logren hacerla vibrar.
Avanzan bajo la delicada tela de tu falda provocando suspiros que me invitan a seguir subiendo por tus muslos conquistando cálidos territorios.
El brillo de tu mirada acelera mis ganas de lograr que te estremezcas sintiéndote mujer deseada.
Y yo disfruto de esa sensación de conseguir pervertirte, notando como poco a poco tus piernas se van abriendo, permitiendo que mis atrevidos dedos se acerquen al encaje húmedo de tu tanga.
Y en ese instante, veo en tu cara esa expresión tan excitante, y sé que no tardarás en levantarte y pedirme que te siga...
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
derechos reservados
Avanzan bajo la delicada tela de tu falda provocando suspiros que me invitan a seguir subiendo por tus muslos conquistando cálidos territorios.
El brillo de tu mirada acelera mis ganas de lograr que te estremezcas sintiéndote mujer deseada.
Y yo disfruto de esa sensación de conseguir pervertirte, notando como poco a poco tus piernas se van abriendo, permitiendo que mis atrevidos dedos se acerquen al encaje húmedo de tu tanga.
Y en ese instante, veo en tu cara esa expresión tan excitante, y sé que no tardarás en levantarte y pedirme que te siga...
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
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