miércoles, 17 de octubre de 2018

LYDIA.

Se llamaba Lydia y tenía unas piernas que pedían ser medidas a besos.
Y yo me embarcaba en aquella maravillosa tarea con total concentración, y comenzaba el recorrido con devota parsimonia contando mentalmente mientras mis labios disfrutaban del sabroso manjar de su cálida piel.
Y ella me dejaba hacer, sonriendo, gozando de mi entrega, disfrutando de cada centímetro besado, sintiéndose mujer admirada y deseada. Y me miraba con esos ojos capaces de hablar bajo la delicada máscara de encaje que combinaba a la perfección con el encaje de sus mínimas braguitas.
Y juro que yo intentaba seguir la cuenta. Pero en el instante en que mis labios rozaban el borde de aquellas braguitas, perdía sin remedio la cuenta, y mis ojos se clavaban en aquella tela que se transparentaba por la humedad resaltando sus tentadores labios. Mi boca ya no quería posarse en otro lugar.
Sus jadeos y su manera de retorcerse me invitaban a seguir, y yo no me hacía de rogar aún sabiendo que estaba a punto de desatarse la tormenta que la llevaría a convertirse en una hambrienta fiera apasionada que no tardaría en tomar las riendas y ser ella la que terminaba por poseerme y hacerme rendirme a las deliciosas embestidas de sus caderas.
Y yo no sabía ni quería negarle semejante placer... aunque siguiera sin saber cuantos besos medían sus piernas...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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