miércoles, 26 de febrero de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (CUARTA PARTE)

Recordar las lujuriosas imágenes de aquella apasionada noche me mantuvo en un permanente estado de excitación durante los siguientes días, logrando acelerar mi inspiración para seguir llenando folios en blanco con intensos relatos a un ritmo que parecía no tener fin.
Las noches, en aquella cama que de repente parecía tristemente vacía, la tortura de la soledad me llevaba a despertar cada mañana soñando con ella, pero no lograba esquivar la angustiosa sensación que me producía no saber si ella también soñaba conmigo.
Fueron días de frenética escritura, cafés y tabaco, interrumpidos por constantes miradas hacia la carretera buscando y deseando verla llegar.
Pero no hubo ninguna aparición espectacular. Todo seguía manteniéndose en una desesperante calma, y me aferraba a pensar en la tormenta que podría venir tras ella.
Hasta que, en mitad de una relajante siesta, el ruido del motor de un vehículo me hizo saltar del sofá y salir de la cabaña (no sin antes comprobar que esta vez llevaba encima algo más que una simple toalla de baño).
La desilusión me sacudió, terminado de despertarme, al comprobar que se trataba de un coche de la Guardia Civil del que se bajaron dos agentes que se presentaron como la sargento Noriega y el cabo Garrido para luego contarme que en el pueblo les habían hablado de un tipo solitario que se alojaba en la cabaña y querían asegurarse de que todo estaba bien. Me contaron que había cierta preocupación por la desaparición de animales en las cuadras y pastos de la zona, y que se habían encontrado restos de algunos de ellos por el monte. Suponían que un lobo, o una pequeña manada, andaba por los alrededores, pero les extrañaba que después de tantos años de haber abatido a la última loba (tantos que apenas los más ancianos se acordaban) hubiese llegado al valle algún nuevo ejemplar.
Me recomendaban no alejarme mucho en mis caminatas, al mismo tiempo que me tranquilizaban diciendo que era improbable que un lobo atacase a un hombre a menos que se sintiese amenazado, y que al no haber animales en la cabaña, ni siquiera se acercaría por allí.
Tras dejarme el teléfono de la comandancia y el móvil personal de la sargento por si viese o necesitase algo, se despidieron amablemente, y en aquel momento me percaté de los grandes ojos verdes de ella, y cuando se dirigían al coche, no pude evitar apreciar lo bien que le quedaban los ajustados pantalones del uniforme. Tan fijamente me quedé enganchado que cuando se volvió a saludar, no le fue difícil pillarme mirando para conseguir que me ruborizara inmediatamente antes de ver la divertida sonrisa con la que ella me miraba.
Volví adentro con la tarjeta en la mano reconociendo que era imposible no fijarse en aquel llamativo y redondo culo, y que de no haber aparecido Xana unos días antes, habría usado aquel número como excusa perfecta para volver a disfrutar de tan sugerente vista. Pero pensar en Xana borró de inmediato cualquier otro pensamiento de mi cabeza y regresé al sofá buscando cerrar los ojos y regodearme repasando mentalmente cada curva de aquel espectacular cuerpo creado para el placer y el pecado.

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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2 comentarios:

  1. Un relato bien estructurado, conteniendo ahí lo principal, funcionando como una...tregua.Ya ni decir,la fluidez en la narrativa y la exposición real de los hechos. Mezcla de todo aquello que verdaderamente...puede " SURGIR". MICHEL GARCÍA:" ELOCUENTE".

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