domingo, 21 de abril de 2019

EL TANGA DE SOR MARÍA. (CUARTA PARTE)

Un pequeño y discreto restaurante, una sabrosa cena... el marco perfecto para gozar de la compañía de una incomparable diosa vestida de ajustado cuero. No me había equivocado al suponer que sería el centro de las miradas de los clientes y del personal del local.
Algo totalmente comprensible que me hacía sentir todavía más afortunado, algo que aumentaba el placer del delicioso momento compartido. Se la veía radiante, sonriendo y gozando de algo tan sencillo y mundano, algo tan poco habitual para ella.
Fuimos degustando cada plato, y cuando nos sirvieron los postres, la cucharilla, su boca, el flan y la nata formaron una explosiva y excitante combinación que hipnotizó mis ojos y estremeció cada poro de mi piel. Mi respiración se aceleraba con cada cucharada que veía entrar entre sus carnosos labios, y ella jugaba con su lengua sin dejar de mirarme, siendo totalmente consciente de estar logrando lo que pretendía.
Luego, mientras esperábamos por los cafés, se levantó para cruzar el comedor en dirección al baño con ese seguro y provocativo caminar, sabiéndose observada, admirada y envidiada por la inmensa mayoría de los presentes.
Al rato, la vi volver hacia nuestra mesa con una mirada lujuriosa que me hizo temblar pensando en lo que estaría tramando aquella perversa mente suya. Pasó por detrás de mí, acariciando mi cuello con un dedo para agacharse y plantarme un impresionante beso en la boca, y mientras su lengua buscada la mía, sentí su mano en mi muslo dejando algo sobre mi pantalón, cerca de mi entrepierna... era su húmedo y caliente tanga de perlas, y yo solo acerté a suspirar antes de cogerlo y guardarlo mirando como ella se sentaba sonriendo maliciosamente...
Tras pagar la cuenta, con aquel maravilloso trofeo ardiendo dentro del bolsillo de mi pantalón, salimos del restaurante, y de camino al apartamento, en cada discreto rincón, en cada oscuro portal, nos detuvimos a comernos a besos, a acariciarnos y abrazarnos, tocándonos con la nerviosa ansiedad de dos excitados adolescentes que aprovechan cualquier lugar para dar rienda suelta su incontrolable deseo. Lujuriosos juegos que fueron transformando el recorrido en un lento, delicioso y bien aprovechado regreso.
En cuanto hubimos traspasado la puerta, ella corrió sin parar de reírse hacia el cuarto, y yo, casi inconscientemente, tomé en una mano el precioso tanga y en la otra el móvil con la intención de dejarlo sobre la mesa. Pero sin pararme a pensar, de manera casi automática, comencé a perseguirla haciendo fotos de cada uno de sus movimientos, y ella, encantada con el inesperado juego, se dedicó a posar sin pudor regalándome sugerentes imágenes...
Imágenes que servirían para deleitarnos cuando la distancia nos separara de nuevo. Y aunque no quisiéramos hablar de ella, ambos sabíamos que a la mañana siguiente cada uno volvería a su realidad, y aquel paraíso quedaría vacío a la espera de una nueva oportunidad de reencontrarnos.
Pero mañana aún estaba muy lejos. Ahora tocaba gozar y saciarse. Era el momento de impregnarse del aroma y del sabor del otro dejando que el instinto animal mandase sobre todo lo demás.
Lo único que podíamos asegurar con certeza, eran las ganas y el deseo inconfesable que nos teníamos. Y que haríamos todo lo posible por repetir de nuevo en cuanto fuera posible...
Pero eso, ya será un nuevo episodio en la historia de estos dos apasionados seres que se profesan tan incontrolable y ardiente devoción...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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2 comentarios:

  1. A tan audaz empresa hay que buscarle dos últimos renglones de MAGNITUD. Pero,co como siempre, una pueetp en escena INCREÍBLE....

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