viernes, 2 de junio de 2017

MORBOSO CAPRICHO

FOTO: Esther Buylla.

 Un café con Esther es uno de esos placeres que la vida te regala de vez en cuando. Su escultural cuerpo, su deslumbrante sonrisa, esa mirada en la que uno se pierde minuto a minuto... esa capaz de parecer por momentos pícara para en segundos volverse tierna y hacerte creer que tienes frente a ti a una inocente gatita mimosa...
Después de ponernos al día y recibir alguna cariñosa reprimenda por haber dejado pasar tanto tiempo, unas tapas y unas cuantas cervezas acompañan el reencuentro entre risas y mis mal disimuladas miradas a ese vertiginoso escote que ella luce disfrutando del nerviosismo que se va apoderando de mí y que ella gustosamente incrementa con sinuosos movimientos.
Sé que le encanta sentirse admirada y jugar un poco con mí acalorado estado. La conozco lo suficiente como para saber que disfruta torturándome un poquito, pero también sé que merece la pena seguirle la corriente... la recompensa puede ser espectacular...
Cuando, un rato después de cambiar de local, nos sirven los cafés y los chupitos en el cómodo sofá de la terraza, el juego de las miradas pasa a convertirse una pequeña guerra de sutiles caricias e insinuantes gestos que suben un par de puntos más nuestro evidente estado de excitación. Las miradas ya no se intentan disimular y cuando la suya se cruza con la mía, veo ese brillo en sus ojos que deja muy claras sus ganas de subir la intensidad del juego. Y cuando su mano agarra con fuerza mi pierna, acariciándola decididamente hasta el borde de mi entrepierna mientras su boca roza suavemente mi oreja, sé que sus dientes volverán a quedar marcados en mi cuello otra noche más...
Ni los cafés, ni los chupitos, ni el trayecto en coche hasta su casa se alargan más de lo estrictamente necesario. El ascensor hasta el último piso termina por convertirnos en un par de ansiosas fieras a quienes les sobra toda la ropa. Es cerrar la puerta del dúplex y quedar prácticamente desnudos entre húmedos besos y lujuriosas caricias, hasta que ella, aprovechándose de su entrenado y fuerte cuerpo, me empuja contra la pared para escaparse de mis brazos y subir trotando las escaleras con mi mirada clavada en su diminuto tanga rojo y en esas redondas y duras nalgas...
Tremendamente excitado, me lanzo tras ese maravilloso culo hasta alcanzarlo en el último escalón (o igual es ella quien se deja alcanzar...) para agarrarlo y morderlo salvajemente logrando que ella se tumbe sobre la barandilla ofreciéndose entre gemidos a ser devorada. Agarro con los dientes la empapada tela roja hasta quitársela y me deshago de mi abultado slip con la perversa intención de poseerla allí mismo. Sus acelerados jadeos y su forma de retorcerse invitan a no esperar más... Pero algo la hace frenar de repente y volverse a taparme la boca pidiendo que me calle. Pienso que es parte de su juego y trato de zafarme y seguir con mi plan, hasta que veo su mirada y me doy cuenta de que ha cambiado, que algo está pasando...
Por fin, capto su idea y quedamos unos segundos en silencio para escuchar los gemidos, jadeos y gritos que vienen de la habitación contigua. Está claro que alguien está teniendo un salvaje encuentro, y por los sonoros azotes que tan claramente se distinguen, es algo muy intenso. Tras pasar el momento sorpresa inicial, a ella le entra una leve risita que intenta ocultar, pero yo no le acabo de ver la gracia y me quedo un poco paralizado hasta que ella me arrastra hacia su dormitorio para cerrar la puerta y llevarme al baño. Recuerdo que la otra habitación también tiene baño y que coinciden las paredes y los conductos de ventilación, y eso hace que se escuche todo mucho más claro... tanto como para distinguir que son dos chicas las que están celebrando una fiesta privada muy especial... Esther ya no puede disimular la risa, sobre todo al ver mi cara de despiste...
--- Claro, hace tiempo que no vienes a verme y no sabes que he alquilado la habitación a una compañera, pero es la primera vez que tiene compañía, y no tenía la más mínima idea de su gusto por las mujeres, ni por el sexo duro... Ayer le comenté que hoy saldría con un amigo a cenar, pensaría que volvería más tarde...
--- Pues menos mal que no se lo montaron abajo en el salón... hubiese sido una entrada triunfal la nuestra!!!
--- Jajaja, ya te digo!!! Pero a ver cómo hacemos... te recuerdo dónde quedó toda tu ropa???
--- Ufff, vaya... sí, mezclada con la tuya por el suelo de la entrada y el de la escalera...
Allí, en el baño, entre risas cómplices, completamente desnudos, con la excitación a flor de piel, escuchando como dos mujeres se entregan a gozar, su mirada vuelve a brillar y aparece de nuevo esa golosa expresión. Su mano se apodera de mi miembro volviéndolo al erguido estado que tenía hace un rato en las escaleras. Su boca se acerca a mi oído para susurrarme que no diga nada, que me relaje y escuche... se está apoderando de ella el morbo de estar escuchando a escondidas, y su mano sabe muy bien cómo hacer que no desee otra cosa que complacer su morboso capricho...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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