miércoles, 4 de agosto de 2021

SIETE BESOS.

Sería un lujo abrir los ojos y encontrarte desnuda en mi cama. Acercarme a ese tentador culo y pegarme a él mientras te abrazo aún dormida y gozar de esa suave y sedosa piel recorriéndola con la delicadeza que se merece dejando que tu exquisito aroma me invada.
Sentir que te estremeces y te aprietas contra mí según vas pasando de los brazos de Morfeo a los míos para luego terminar de despertarte con ese íntimo y perverso ritual de los siete besos que tanto te gusta.
Besos largos, ardientes, apasionados, lujuriosos.
El primero, en el cuello, cerca de tu oreja.
El segundo al final de la espalda.
Luego, cada hermosa nalga recibiría el suyo.
Te girarías deseando recibir el siguiente en tu cálido y acogedor escote sabiendo que después llegaría el sexto, cinco dedos por debajo de tu ombligo.
Y antes de darte el séptimo, te miraría a la cara esperando que eligieras si lo quieres en los labios o en la boca.
Y los dos sabríamos que esos siete serían el principio de un inconfesable e inolvidable amanecer entregados a saciarnos el uno del otro. 
Lástima que otro día más despertemos en camas distintas y mi boca tengan que seguir soñando con regalarte siete besos, y que tu sabroso cuerpo continúe esperando recibirlos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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lunes, 26 de julio de 2021

MIRANDO EL RELOJ.

Esta mañana salí de casa temprano para ir a trabajar y no quise despertarte. Te dejé plácidamente dormida y desnuda bajo el edredón de mi cama y me fui tratando de no hacer ruido sonriendo al recordar la maravillosa noche compartida.
Después de un par de semanas sin vernos, las ganas que ambos nos teníamos convirtieron el reencuentro en una intensa y alocada noche. 
Va a ser una jornada larga pensando en el momento de volver a estar enredado entre tus brazos y tus piernas. Y más cuando al mediodía me escribes para decirme que sigues ardiendo al repasar las escenas de tan inolvidable noche. 
El mensaje continúa con una foto tuya aún en la cama y me cuentas que no hubo ocasión para enseñarme los tres conjuntos de ropa interior que te habías comprado para estrenar conmigo, pero que los vas a dejar preparados sobre la cama y que me esperarás desnuda para que te los vaya probando con calma, sin prisa, haciendo que mis dedos los ajusten perfectamente antes de elegir con cuál de ellos quieres jugar.
Y ahora el que arde soy yo sufriendo la tortura de ver como cada segundo se convierte en una eternidad sin poder sacar de mi cabeza la imagen del cuerpo desnudo de mi perversa e insaciable cómplice de inconfesables juegos.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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viernes, 9 de julio de 2021

ATREVERME.

Tengo que admitirlo, he vuelto a mis fantasías, he vuelto a esa deliciosa nube que me tiene sonriendo a diario gozando sin pudor de haber recuperado esos hábitos tan placenteros olvidados durante tanto tiempo.
Y él sigue apareciendo, sigue devorándome con la mirada y me transporta a ardientes paraísos imaginarios donde me desnuda con los ojos haciendo que mi tanga se empape y me convierta en una lujuriosa mujer fatal que lo provoca y excita.
Y todo eso sin haber cruzado una sola palabra, sin saber sobre él nada que no sean esas penetrantes miradas que me dedica desde su mesa cuando coincidimos en las mañanas tomando el café. Miradas atrevidas que erizan mi piel. Miradas que me gustan y me encienden sin que en ningún momento me hayan transmitido nada sucio o irrespetuoso.
Algo sorprendente e inesperado que sube mi autoestima y me lleva a gozar sintiéndome atractiva y deseada hasta el punto de conseguir que vuelva a casa con una enorme sonrisa y un cálido cosquilleo entre las piernas. 
Después de tanto tiempo creyéndome invisible a los ojos de los hombres, ahora, un completo desconocido me hace jugar a solas frente al espejo fantaseando con ser desnudada por sus ojos, por sus manos, por su boca. He vuelto a comprar atrevidos conjuntos de ropa interior, he vuelto a ponerme minifaldas y vestidos cortos esperando que él mire con descaro mis piernas. ¡Y vaya si lo hace!
Pero todo termina ahí. No he visto todavía un gesto suyo que indique un mínimo intento de acercamiento. Solamente ese juego de intensas miradas con las que mi cuerpo se enciende y que han hecho que esa imagen se haya quedado fijada en mi alborotada mente para llevarme a soñar a diario con ser recorrida por sus dedos.
A veces pienso en dar yo el paso y acercarme a él. Pero rápidamente saltan las alarmas y los miedos por culpa de esa educación en la que me enseñaron que la mujer debe esperar a que sea el hombre quien actúe primero. Una idea obsoleta hoy en día con la que tengo que luchar a diario pensando lo ridículo de la situación, pero una idea tan grabada a fuego en mi cabeza que me hace dudar para terminar enfada conmigo misma. 
Sigo disfrutando al verlo cada mañana y sigo jugando a solas en mi cama, pero cada día me prometo a mí misma que la próxima vez me levantaré, me sentaré a su lado y le diré que nadie me ha mirado como él lo hace, que esas miradas han despertado inconfesables pasiones olvidadas, que me hace temblar de manera deliciosa e incontrolable, que muero por descubrir el sabor de sus labios.
Ahora solo falta reunir el valor suficiente para atreverme a cumplir esa promesa.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 30 de junio de 2021

NUEVA VECINA.

Vivir en un ático tiene muchas cosas buenas. Una de ellas, y la que más me gusta, es poder tomar el sol desnuda y después darme una ducha fría para vestirme a esperar que él llegue del trabajo.
Una ajustada camiseta blanca de tirantes, marcando bien mis grandes pechos, y un pareo blanco sin nada debajo, como a él le gusta y a mí me enciende, para que pueda acariciarme con esas fuertes manos suyas que saben cómo excitarme.
Solo de pensarlo, ya siento mis pezones apretarse contra la camiseta y un delicioso cosquilleo entre las piernas, y aún faltan casi dos horas para que llegue. Prepararé café y algo para cenar, que si sigo pensando en él...
En ese instante suena el timbre de la puerta.
 - ¡Hola! Perdona que te moleste, soy Marta, llevo un par de semanas viviendo en el piso de al lado y no pude pasar antes a saludar.
 - ¡Hola, bienvenida! Me llamo Silvia, estaba haciendo café, ¿te apetece?
 - Nunca digo que no a un buen café, además, he hecho galletas para vosotros.
 - Un detalle por tu parte. Adelante, vamos a la cocina que ya suena la cafetera.
 - Te sigo.
 - Ni me había enterado que teníamos vecina nueva.
 - Llegué hace quince días, pero entre la mudanza y la oficina, todavía estoy con todo a medias.
 - ¿Y vives sola?
 - Pues si, llevo casi un año sola. Surgió un puesto aquí y ni me lo pensé. Nueva ciudad, nuevas oportunidades.
 - Suena muy bien. Espero que te vaya genial.
 - Esa es la idea. Ya tengo ganas, después de un año con un chico sin que funcionara, y de dos con una chica con la que tampoco resultó, a ver si de esta la cosa cambia un poco.
 - Seguro que sí. Eres joven y muy guapa, ya verás como todo va muy bien. Así que un chico y una chica, ¿compañeros de piso o parejas?
 - Pareja los dos. Parecerá raro, pero no tengo claro cual fue peor.
 - Lo siento, nunca se sabe cómo van a salir las cosas.
 - Es verdad. Por cierto, muy bueno el café.
 - Me alegra que te guste. Y tus galletas muy buenas, ¿eres una cocinitas? Yo soy muy básica para la cocina, Marcos es más de preparar cosas cuando tiene tiempo.
  - Así que además cocina bien.
 - ¿Además?
 - Por lo que oigo por las noches hace muy bien otras cosas. Aunque claro, viéndote a ti, ¡no me extraña!
 - ¿Nos oyes?, ¡qué vergüenza! ¡Perdona!
 - No, para nada. Es muy agradable oír a dos personas disfrutar con esa pasión.
 - ¡No tenía ni idea que se nos escuchaba!
 - Mi habitación coincide pared con pared con la vuestra por lo visto, y estos edificios nuevos tienen tabiques de papel. Además, hace calor y duermo con la ventana abierta y parece que vosotros también.
 - ¡Madre mía, no sé qué decir!
 - Tranquila, no he venido a quejarme. Al contrario, gracias a vosotros he recuperado costumbres abandonadas, no sé si me explico...
 - ¿Me estás diciendo qué te excitas oyéndonos?
 - Creo que decir me excito se queda corto. Sería más correcto decir que cuando os oigo dejo que la pasión me recorra por completo.
 - ¡Vaya! Esto está empezando a resultarme incómodo. 
 - Lo siento, no era esa mi intención. Quería conocerte, sentía curiosidad por saber como era la diosa salvaje que escucho casi todas las noches. Pero ahora me doy cuenta de que no era tan buena idea.
 - Entiéndeme. Te presentas y me sueltas esa bomba, y no estoy acostumbrada a que una mujer me mire como tú lo estás haciendo. 
 - Es que me he quedado corta imaginándote.
 - Me estás poniendo muy nerviosa. Es todo muy extraño para mí.
 - ¿Ninguna mujer te ha dicho que eres una criatura deliciosa?
 - No, nunca. Y menos con esa mirada.
 - ¿Y siempre te vistes así para tomar el café?
 - Me gusta sorprenderle, y no esperaba una visita tan turbadora. 
 - ¡Pues esta visita turbadora está haciendo esfuerzos para no besarte!
 - Para, para. Esto se está descontrolando. Me halaga tu interés, pero pensar en engañar a Marcos no está en mis planes, ¡y menos con una mujer!
 - Lo entiendo y lo respeto. Pero hazme un favor, no dejéis de ser tan ardientes.
 - No sé qué decirte. ¡Se me va a hacer difícil no pensar que estás al otro lado! Y deja de acercarte y vete por favor, Marcos está a punto de llegar y no sabría explicar este temblor de piernas y este sofoco.
 - Lo dicho, una deliciosa y adorable criatura. Espero poder invitarte otro día a galletas en mi casa.
Marta se despide con un beso tierno cerca de la comisura de los labios apretándose contra ella mientras la agarra delicadamente por la barbilla y luego sale de la cocina contoneándose para volverse a mirarla pícaramente por encima del hombro. 
 - Nos vemos vecina.
Y Silvia se sorprende a sí misma suspirando profundamente mirando la puerta por donde acaba de salir aquel torbellino de mujer que la acaba de dejar con el corazón latiendo aceleradamente y con una sensación de cálida humedad entre las piernas.
Poco tiempo después llega Marcos y al encontrarla tan provocativa y excitada, no duda un segundo en llevarla al sofá para recorrerla con sus manos y su boca. Silvia no se hizo de rogar, pero entre susurros y mimos, le convence para hacerlo en silencio, sin ruido, buscando un juego distinto al que él se apunta gustoso. Era incapaz de negarle nada a su diosa.
Aún después del intenso momento compartido, Silvia sigue con la inquietante visita de Marta en su cabeza. Luego, tras la cena, unos mimos viendo una película en la cama hasta que a él le puede el cansancio y se queda plácidamente dormido y ella cierra los ojos buscando que el sueño la invada.
Pero lo único que consigue es ver de nuevo los labios de Marta acercándose a su cara y pensar que está al otro lado de la pared posiblemente también desnuda en la cama. Casi inconscientemente, sus manos comienzan a recorrer su pecho y a acariciar unos pezones tremendamente erizados mientras recuerda como ella la miraba por la tarde.
Una mano comienza a bajar por su cuerpo hasta llegar a su empapada entrepierna y le arranca un gemido que le hace recordar que Marcos está a su lado. Por un instante, la sensación de estar engañándole, el remordimiento por no haberle contado nada, se apodera de ella y la asusta. Además, excitándose con una mujer cuando nunca había sentido ningún tipo de interés ni de curiosidad. Su cabeza vacila con tan inesperada situación. Una tormenta de dudas la asaltan, pero lo que no puede negar es la tremenda excitación que todo aquello le estaba provocando y sus dedos comienzan a acelerar el ritmo dándole un placer que la hace estremecerse y le obliga a morderse los labios para no jadear sumida en un orgasmo rápido y delicioso, tan intenso como los que sentía de adolescente y con esa misma sensación final de culpa que tenía completamente olvidada.
Termina por enroscarse en la sábana, temblado, mirando a Marcos, pero pensando en Marta y deseando que ella también se hubiera masturbado pensado en ella. Queriendo dormirse para no pensar en una tarde tan inesperada y que por la mañana todo vuelva a la normalidad.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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PECADOS...


 

martes, 15 de junio de 2021

CARA A CARA.

Hacía meses que conversaban a través del Facebook, y hoy, viernes tarde, por fin había llegado el momento de conocerse en persona.
Ella llevaba tiempo queriendo tener ese encuentro, y aunque había tratado de no dar esa impresión, realmente estaba nerviosa e inquieta.
Cara a cara, compartiendo cafés, con conversaciones banales, repitiendo cosas ya habladas. Todo muy correcto.
Pero no podía apartar la mirada de aquellos ojos que parecían capaces de radiografiarla por completo. La estaba mirando como si fuera magia, haciéndola sentirse especial. Sentía sus ojos pasando por su cara casi como una caricia. ¡Y esa sonrisa!
Se encontraba tan a gusto que la inquietud dio paso a una cálida sensación. Podría haberse detenido el tiempo y ella no se habría dado cuenta.
Dejó que él continuara hablando y comenzó a recorrer su cara, su boca, su camisa ligeramente desabrochada, sus manos. Por su mente cruzó por un segundo la imagen de aquellas manos acariciando su nuca y su espalda.
Esa imagen hizo que un escalofrío recorriera su columna y su piel se erizara de tal manera que pudo sentir sus pezones rozar contra el encaje del sujetador.
Con un pequeño esfuerzo, volvió a la realidad y subió la vista para pillarle mirando su escote. Menos mal que la blusa era amplía y no se notaría la incipiente erección de sus pezones. Él balbuceó intentando disimular, pero un ligero rubor lo delató más todavía.
Aquello a ella le pareció tan tierno que volvió a desear sentir sus manos sobre ella y de nuevo su piel tembló.
Por un instante, fue como si él hubiese podido leer su mente, y su mirada se volvió más intensa y penetrante. El tímido rubor se transformó en un gesto osado, seguro, y ella se dio permiso para relajarse y disfrutar de la cálida sensación que empezaba a recorrer sus muslos bajo la corta falda.
Él acercó su cuerpo sin apartar la mirada, y una mano se deslizó bajo la mesa para acariciarla suavemente por encima de la rodilla.
Y entonces, ella supo que la noche sería mucho más larga de lo que se había imaginado.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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miércoles, 2 de junio de 2021

Kyra, Legna, Sombra y Bruma.

Hace miles de años, las brujas y los dragones desparecieron de la faz de la Tierra. O al menos, eso es lo que creen los humanos.
En realidad, cuando los Dioses Creadores concedieron a los mortales el libre albedrío dándoles así la libertad de gestionar y decidir su vida, acordaron dejar a ambos en un estado de letargo para tener la opción de poder despertarlos en caso de una amenaza que no viniera de las propias decisiones tomadas a raíz de las libres iniciativas humanas. 
Todos los dragones y todas las brujas quedaron sumidos en un profundo y eterno sueño. Todos menos uno de cada especie.
El Señor de los Dragones pasó a ser uno más de los simples mortales, renaciendo y viviendo como cualquier otro humano a la espera del momento en que fuese necesario que tomara de nuevo la espada blanca del heredero de la Estirpe del Dragón.
La Reina de las brujas mantuvo sus poderes y su inmortalidad para ser la guardiana de la espada y poder así entregarla a su legítimo heredero, el único capaz de empuñarla para despertar y guiar al poderoso ejército de los dragones y a sus jinetes, las indomables brujas.
Y el momento había llegado. Una fuerza alienígena, superior en tecnología, armas y fuerzas se disponía a invadir la Tierra. La raza humana corría peligro de ser diezmada y los supervivientes convertidos en esclavos sometidos a la voluntad de una raza proveniente de una galaxia lejana.
Kyra, la Reina bruja, sabía que no había mucho tiempo. Caminaba decidida y a la vez excitada a encontrarse con Legna. Miles de años vigilándolo sin poder acercarse a él y ahora por fin lo despertaría y volverían a cabalgar y luchar juntos. No podía dejar de pensar en estar de nuevo entre sus brazos y volver a sentir esa pasión desbordante al entregarse al único ser capaz de hacerla estremecer.
Con Orión, la espada blanca de su señor guardada en la mochila, entró en la cafetería donde él tomaba su café cada mañana como un humano más, ajeno a todo lo que estaba a punto de suceder y sin tener la más mínima idea de su verdadera esencia.
A Kyra se le aceleró el corazón al verlo de nuevo, y pudo percibir como unas gotas de sudor corrían por su espalda. Intentando controlar el ligero temblor de sus piernas se sentó a su lado viendo su cara de sorpresa al ver como una impresionante y desconocida mujer le sonreía sin dejar de mirarlo fijamente con aquellos brillantes ojos negros. 
Ella entendió que sería complicado explicarle a una mente humana toda aquella historia, así que mejor actuar. Se lanzó a su cuello y sus bocas se juntaron en un beso largo, intenso y sincero, y pudo sentir como él temblaba saboreando su boca. Cuando sus labios se separaron, pudo ver el desconcierto reflejado en su cara y supo perfectamente que toda la información había llegado a su cerebro con la fuerza y la intensidad de un embalse que se rompe y arrasa inundándolo todo a su paso. Era el momento de dar el siguiente paso. Tomó su mano y salieron de allí hacia un lugar con más privacidad y alejado de miradas curiosas.
Sin cruzar palabra, en la soledad de su apartamento, ella se quitó toda la ropa para luego desnudarlo antes de entregarle a Orión. Instantes después, Legna Lobo Negro renació como Señor de los Dragones asumiendo y aceptando el destino que para él había sido elegido, entendiendo el poder y la responsabilidad que suponía empuñar esa espada. Ahora comenzaba el despertar de su fiel y valeroso ejército, y poco a poco se irían reuniendo al lado de su capitán para enfrentarse al enemigo sin ningún tipo de vacilación. 
Legna Lobo Negro, Señor de los Dragones, heredero de la Estirpe, portador de Orión. A su lado, su amante, su guardiana, Kyra, la Reina de las brujas. Otra vez unidos, poderosos e inmortales, con ganas de poseerse tras interminables siglos de separación, no pudieron más que abrazarse dispuestos a devorarse con lujuria para aprovechar el poco tiempo que les restaba de intimidad antes de la llegada de sus leales.
La pasión se desbordó en aquel pequeño cuarto. El universo seguía a su ritmo, pero ellos estaban en una burbuja donde solo existían sus cuerpos, su deseo y su eterno amor incondicional. 
Una vez saciados, se prepararon para la llegada del primero de sus nobles compañeros. Ambos sonreían pensado en ver de nuevo a Sombra, el grandioso dragón negro sobre el que Legna cabalgaría. Luego aparecería Bruma, la montura de Kyra, y tras ellos irían llegado el resto de poderosas brujas y valientes dragones.
Corrieron cogidos de la mano hacia la azotea y llegaron justo a tiempo para ver a Sombra posarse sobre ella para acercarse radiante y orgulloso a su señor. No muy lejos, vieron la silueta inconfundible de Bruma acercándose en el momento en que algo parecido a un ensordecedor bramido atronó los cielos y de entre las nubes, comenzaron a aparecer entre deslumbrantes relámpagos las naves grises de los Krull.
La batalla por la Tierra había comenzado. 
Una batalla entre un ejército alienígena y un ejército mitológico que decidiría el futuro de unos humanos incapaces ni tan siquiera de creer en la existencia de tales criaturas.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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