miércoles, 30 de junio de 2021

NUEVA VECINA.

Vivir en un ático tiene muchas cosas buenas. Una de ellas, y la que más me gusta, es poder tomar el sol desnuda y después darme una ducha fría para vestirme a esperar que él llegue del trabajo.
Una ajustada camiseta blanca de tirantes, marcando bien mis grandes pechos, y un pareo blanco sin nada debajo, como a él le gusta y a mí me enciende, para que pueda acariciarme con esas fuertes manos suyas que saben cómo excitarme.
Solo de pensarlo, ya siento mis pezones apretarse contra la camiseta y un delicioso cosquilleo entre las piernas, y aún faltan casi dos horas para que llegue. Prepararé café y algo para cenar, que si sigo pensando en él...
En ese instante suena el timbre de la puerta.
 - ¡Hola! Perdona que te moleste, soy Marta, llevo un par de semanas viviendo en el piso de al lado y no pude pasar antes a saludar.
 - ¡Hola, bienvenida! Me llamo Silvia, estaba haciendo café, ¿te apetece?
 - Nunca digo que no a un buen café, además, he hecho galletas para vosotros.
 - Un detalle por tu parte. Adelante, vamos a la cocina que ya suena la cafetera.
 - Te sigo.
 - Ni me había enterado que teníamos vecina nueva.
 - Llegué hace quince días, pero entre la mudanza y la oficina, todavía estoy con todo a medias.
 - ¿Y vives sola?
 - Pues si, llevo casi un año sola. Surgió un puesto aquí y ni me lo pensé. Nueva ciudad, nuevas oportunidades.
 - Suena muy bien. Espero que te vaya genial.
 - Esa es la idea. Ya tengo ganas, después de un año con un chico sin que funcionara, y de dos con una chica con la que tampoco resultó, a ver si de esta la cosa cambia un poco.
 - Seguro que sí. Eres joven y muy guapa, ya verás como todo va muy bien. Así que un chico y una chica, ¿compañeros de piso o parejas?
 - Pareja los dos. Parecerá raro, pero no tengo claro cual fue peor.
 - Lo siento, nunca se sabe cómo van a salir las cosas.
 - Es verdad. Por cierto, muy bueno el café.
 - Me alegra que te guste. Y tus galletas muy buenas, ¿eres una cocinitas? Yo soy muy básica para la cocina, Marcos es más de preparar cosas cuando tiene tiempo.
  - Así que además cocina bien.
 - ¿Además?
 - Por lo que oigo por las noches hace muy bien otras cosas. Aunque claro, viéndote a ti, ¡no me extraña!
 - ¿Nos oyes?, ¡qué vergüenza! ¡Perdona!
 - No, para nada. Es muy agradable oír a dos personas disfrutar con esa pasión.
 - ¡No tenía ni idea que se nos escuchaba!
 - Mi habitación coincide pared con pared con la vuestra por lo visto, y estos edificios nuevos tienen tabiques de papel. Además, hace calor y duermo con la ventana abierta y parece que vosotros también.
 - ¡Madre mía, no sé qué decir!
 - Tranquila, no he venido a quejarme. Al contrario, gracias a vosotros he recuperado costumbres abandonadas, no sé si me explico...
 - ¿Me estás diciendo qué te excitas oyéndonos?
 - Creo que decir me excito se queda corto. Sería más correcto decir que cuando os oigo dejo que la pasión me recorra por completo.
 - ¡Vaya! Esto está empezando a resultarme incómodo. 
 - Lo siento, no era esa mi intención. Quería conocerte, sentía curiosidad por saber como era la diosa salvaje que escucho casi todas las noches. Pero ahora me doy cuenta de que no era tan buena idea.
 - Entiéndeme. Te presentas y me sueltas esa bomba, y no estoy acostumbrada a que una mujer me mire como tú lo estás haciendo. 
 - Es que me he quedado corta imaginándote.
 - Me estás poniendo muy nerviosa. Es todo muy extraño para mí.
 - ¿Ninguna mujer te ha dicho que eres una criatura deliciosa?
 - No, nunca. Y menos con esa mirada.
 - ¿Y siempre te vistes así para tomar el café?
 - Me gusta sorprenderle, y no esperaba una visita tan turbadora. 
 - ¡Pues esta visita turbadora está haciendo esfuerzos para no besarte!
 - Para, para. Esto se está descontrolando. Me halaga tu interés, pero pensar en engañar a Marcos no está en mis planes, ¡y menos con una mujer!
 - Lo entiendo y lo respeto. Pero hazme un favor, no dejéis de ser tan ardientes.
 - No sé qué decirte. ¡Se me va a hacer difícil no pensar que estás al otro lado! Y deja de acercarte y vete por favor, Marcos está a punto de llegar y no sabría explicar este temblor de piernas y este sofoco.
 - Lo dicho, una deliciosa y adorable criatura. Espero poder invitarte otro día a galletas en mi casa.
Marta se despide con un beso tierno cerca de la comisura de los labios apretándose contra ella mientras la agarra delicadamente por la barbilla y luego sale de la cocina contoneándose para volverse a mirarla pícaramente por encima del hombro. 
 - Nos vemos vecina.
Y Silvia se sorprende a sí misma suspirando profundamente mirando la puerta por donde acaba de salir aquel torbellino de mujer que la acaba de dejar con el corazón latiendo aceleradamente y con una sensación de cálida humedad entre las piernas.
Poco tiempo después llega Marcos y al encontrarla tan provocativa y excitada, no duda un segundo en llevarla al sofá para recorrerla con sus manos y su boca. Silvia no se hizo de rogar, pero entre susurros y mimos, le convence para hacerlo en silencio, sin ruido, buscando un juego distinto al que él se apunta gustoso. Era incapaz de negarle nada a su diosa.
Aún después del intenso momento compartido, Silvia sigue con la inquietante visita de Marta en su cabeza. Luego, tras la cena, unos mimos viendo una película en la cama hasta que a él le puede el cansancio y se queda plácidamente dormido y ella cierra los ojos buscando que el sueño la invada.
Pero lo único que consigue es ver de nuevo los labios de Marta acercándose a su cara y pensar que está al otro lado de la pared posiblemente también desnuda en la cama. Casi inconscientemente, sus manos comienzan a recorrer su pecho y a acariciar unos pezones tremendamente erizados mientras recuerda como ella la miraba por la tarde.
Una mano comienza a bajar por su cuerpo hasta llegar a su empapada entrepierna y le arranca un gemido que le hace recordar que Marcos está a su lado. Por un instante, la sensación de estar engañándole, el remordimiento por no haberle contado nada, se apodera de ella y la asusta. Además, excitándose con una mujer cuando nunca había sentido ningún tipo de interés ni de curiosidad. Su cabeza vacila con tan inesperada situación. Una tormenta de dudas la asaltan, pero lo que no puede negar es la tremenda excitación que todo aquello le estaba provocando y sus dedos comienzan a acelerar el ritmo dándole un placer que la hace estremecerse y le obliga a morderse los labios para no jadear sumida en un orgasmo rápido y delicioso, tan intenso como los que sentía de adolescente y con esa misma sensación final de culpa que tenía completamente olvidada.
Termina por enroscarse en la sábana, temblado, mirando a Marcos, pero pensando en Marta y deseando que ella también se hubiera masturbado pensado en ella. Queriendo dormirse para no pensar en una tarde tan inesperada y que por la mañana todo vuelva a la normalidad.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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