Pero nada se compara a esa indescriptible e inolvidable sensación que alborota mis sentidos cuando me abrazas con fuerza. En esos momentos me siento renacer.
Pasan los días sin verte y siento envidia (sana y traviesa) del sol, del aire y del agua que acarician y miman tu cuerpo por completo.
Muero por volver a tener la fortuna de morder tu boca y dejar que me guíes con dulzura y firmeza a ese infierno privado tan adictivo. Ese ardiente refugio al que nos lanzamos golosamente sin remordimientos ni arrepentimientos.
Mientras tanto, seguiré fantaseando con esas curvas diseñadas para reglar placer a quien tenga la osadía de atreverse a recorrerlas sin miedo a perder la cordura ante tan excitantes y sabrosos caminos.
Y gozaré de tenerte como cómplice lujuriosa a quien confesar esos perversos deseos que tu presencia hace brotar en mi cabeza y que escandalizarían a la gran mayoría de los mortales.
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
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