lunes, 30 de agosto de 2021

HASTA EL AMANECER.

Sería una falta de respeto no admirar con total atención esas bonitas piernas y ese tentador culo. Mirar sabiendo que ella es consciente de esas miradas y las disfruta orgullosa de ser recorrida con deseo por los ojos de ese lobo canoso que logra encenderla haciéndola sentirse deseada.
Más tarde, en privado, apartados del mundo y de sus hipócritas prejuicios, ella, tumbada bocabajo en la cama, espera temblorosa que él mida a besos su espalda desnuda.
Él se toma su tiempo disfrutando de las vistas mientras se quita anillos, pulseras y colgantes como a ella le gusta para que no haya nada que se interponga entre sus pieles.
Luego, con lenta delicadeza, comienza a contar los besos que pueden entrar en la sedosa y cálida piel de su espalda. Con calma, dedicando el tiempo necesario pero sin detenerse hasta llegar al borde de ese delicioso tanga que se pierde entre esas redondas nalgas que ella ofrece golosamente con ganas de sentir sus fuertes manos agarrándolas con fuerza mientras posa sus labios sobre ellas.
Pero él se salta esa parte. La tortura haciéndola esperar pero encargándose de que ella note como clava sus ojos en tan maravillosas vistas. Ella, encendida con sus palabras y con su ardiente respiración entre sus piernas, suspira pidiendo que no pare. Y él no le hace caso, sigue con su juego provocador y empieza a medir a besos cada una sus piernas llenándolas de caricias con esos mágicos dedos que saben perfectamente hasta donde llegar para que las oleadas de placer sigan guiándola al paraíso.
Una vez comprobado que sus piernas miden el mismo número de besos que la vez anterior, toca concentrarse en el blanco tanga de encaje. Ese pequeño trozo de tela ya totalmente empapado se merece su momento de caricias y besos antes de ser bajado poco a poco mientras él jadea tan cerca de ella obligándola a retorcerse al borde de la locura, tan excitada que casi le odia en ese instante. 
Toca saborear tan delicioso manjar con toda la lujuria de su boca y su lengua sin preocuparse de otra cosa que no sea gozar sin límites y hacerla retorcerse totalmente entregada a ser condenada a ese embriagador infierno en compañía de ese diabólico amante con alma de lobo.
Y aún falta que él le pida que se dé la vuelta para reiniciar el juego y comenzar de nuevo a recorrer su erizado cuerpo con más besos que abrasan su piel y la llevan a desear que esa boca siga besándola hasta el amanecer.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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