jueves, 3 de agosto de 2017

JANA (II)

Como cada luna llena, Jana se deja hipnotizar por esa pálida luz que eriza su piel y hace que toda su sangre palpite aceleradamente recorriendo sus venas a gran velocidad. Puede notar como sus colmillos crecen por momentos al rozarlos con la punta de la lengua, y segundos después, se los clava en su labio para saborear con sumo placer su propia sangre.
En la soledad de la azotea, deja que la sed se vaya apoderando de su cuerpo sabiendo que así su mente se calmará y por unas horas dejará de pensar en Legna, y en el increíble placer que traspasaba toda su piel cuando él la acurrucaba entre sus fuertes alas negras.
Pero basta de suspirar por un recuerdo imposible. Hoy es día de caza, de saciar su apetito y gozar de la poderosa y excitante sensación de sentirse como una Diosa que juega con aquellos infelices y torpes mortales.
En estos meses de destierro, había descubierto dos cosas sobre los humanos. Primero, que le gustaba y llenaba mucho más la sangre de las hembras, y que cuanto más trataban de escapar o defenderse inútilmente de su segura suerte, más disfrutaba ella... También había comprobado como algunos se rendían de una entregada forma que le resultó muy chocante al principio; no entendía esa sumisión a ser poseídos...
Pero cuando mejor lo pasaba, era cuando recurrían a extraños métodos cómo las cruces, el agua bendita, la luz del sol, los ajos, la plata, invocar a dioses en patéticos rituales... esconderse en iglesias... Al principio, sorprendida por aquellas chocantes reacciones, se sentía algo confusa, incluso tuvo que recurrir a buscar información para comprender lo que los humanos entendían por vampiros, y no pudo dejar de sentir un poco de lástima al comprobar lo equivocados que estaban y la desconocida realidad a la que se enfrentaban.
De todo lo que pudo investigar, solo había dos cosas de las que tenía que preocuparse. Las estacas de madera (¿sagrada?) en su corazón podrían ser un doloroso problema, pero tendría que ser una estaca muy grande y violentamente clavada como para causarle un desenlace fatal. Ahora bien, lo de separar su cabeza de su cuerpo, sí que era algo a evitar... fuese con una espada de plata como se contaba en aquellas leyendas urbanas, o con cualquier otro artilugio, era algo que supondría un final irremediable.
Todo lo demás, solo eran divertidos ritos ante los que simplemente había que seguirles la corriente en el entretenido juego del gato y el ratón. Sus habilidades físicas y mentales la convertían en una felina cazadora, y los humanos no poseían ni la destreza, ni la agilidad, ni la fuerza necesarias para llegar a suponer algún tipo de amenaza para ella.
Y ahora, con su cuerpo, su mente y sus sentidos en estado de alerta, salta de la azotea para dejarse caer sobre las calles de aquella pequeña ciudad de callejones estrechos y oscuros. Protegida por las sombras de la noche, guiándose por su olfato y su instinto, enseguida encuentra el rastro inconfundible que va dejando una joven que vuelve a casa con cansado caminar tras una larga jornada de eso que los humanos llaman trabajo...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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