lunes, 14 de agosto de 2017

JANA (IV)

Las semanas han ido pasando y Bea se ha convertido en una constante presencia en la vida de Jana, consiguiendo que recupere sensaciones olvidadas durante los meses de destierro con su alegría, su inocencia y su fresco desparpajo.
Aunque había dejado muy claro desde el principio que no quería que Bea se instalara allí de forma permanente, cada vez eran más las noches que aquel animalito de piel sedosa se acurrucaba contra su fibroso cuerpo bajo las sábanas de la enorme cama que presidía el dormitorio principal del ático desde el que se dominaba toda la ciudad.
La pureza y timidez de Bea, su inocente candidez, conquistaban día a día a la solitaria vampira, logrando que disfrutara de nuevo de placeres olvidados recorriendo aquel cuerpo de piel suave hasta ir transformándola en una consentida criatura que se entregaba con descaro a ser devorada con insaciable placer. Jana poseía cada rincón de su cuerpo paladeando con lujuria los sabores, los olores, gozando de verla temblar, lamiéndola, mordiéndola perversamente hasta llegar a aquel virginal pubis cubierto de un sedoso y casi inapreciable vello rubio y lograr que se retorciera entre suspiros en incontables orgasmos que alimentaban y aumentaban el deseo más incontrolable de su alma vampira para acabar clavando sus colmillos en su delicada piel y beber con ansia su sangre caliente y desatar un nuevo torrente de orgasmo aún más intenso que el anterior. Luego, una vez saciada, dejaba que aquel animalito la cubriera de besos y caricias, permitiéndose gozar de su parte femenina compartiendo con ella lo que nunca había imaginado compartir con ningún ser humano.
Cada poco, Bea volvía a insistir en sus súplicas. Quería probar la sangre y repetía sus ganas de quedarse allí de manera definitiva, pero Jana era tajante en ambas peticiones. Sabía que no sería una buena idea que ella bebiese su sangre, sabía que había composiciones distintas y que por muy romántica que sonase la idea, podía ocasionarle reacciones muy fuertes y complicadas para su condición humana.
En cuanto a lo de instalarse con ella, Jana quería seguir teniendo sus momentos de privacidad para salir de caza y dar rienda suelta a sus instintos... Por muy sabrosa que fuera la entrega de Bea, era mucho más placentero vivir y sentir ese excitante juego con sus presas, esa sensación de poder que obtenía con el temor y el pánico que provocaba en sus victimas... Ni podía ni quería olvidar su esencia vampira...
Además, Bea le proporcionaba un placer sexual muy intenso, pero añoraba sentirse poseída por aquella fuerza viril que la hacía retorcerse y explotar por dentro cuando Legna la penetraba ferozmente y la apretaba aplastando sus erizadas tetas contra su fuerte pecho. Necesitaba recordar y recrear esos episodios donde se sentía plenamente hembra deseada por aquel poderoso cuerpo masculino que la llenaba y le hacía temblar salvajemente. Y esos momentos, esos apasionados recuerdos, no quería compartirlos ni con su delicioso animalito ni con nadie... eran suyos y de su Dragón...
Así que, mantener esas indiscutibles normas suponía tenerla unos días enfadada, y que cuando ella la volvía buscar, apareciese con ademanes y morritos de niña consentida. Pero Jana sabía cómo transformar aquellas simpáticas pataletas en fogosos encuentros, para terminar por concederle algún capricho que devolvía la chispa a su sonrisa y a su mirada. Y uno de esos caprichos era acompañarla a fiestas en locales góticos donde predominaban los disfraces y la estética con la que los humanos asociaban al mundo vampírico. Para Jana no era más que una concesión a su animalito, y a pesar de aquella música electrónica que no le entusiasmaba, disfrutaba viéndola sacar su lado más provocador bailando entre aquella masa de humanos frikis.
Sabía que era la única vampira real (si hubiera algún otro lo sentiría al instante) y se regalaba ese pequeño placer de sentirse Diosa sobre aquellos jóvenes mortales que con sus sudorosos cuerpos llenaban el local de intensos aromas que la hacían relamerse sabiendo que alguno o alguna acabaría en uno de los reservados tras sucumbir a los contoneantes encantos de Bea y así convertirse en jugoso alimento para sus afilados colmillos.
Mientras contempla divertida el descaro con el que Bea seduce a un atlético jovencito vestido de negro y con la cara exageradamente maquillada de blanco, Jana siente un escalofrío en su nuca que baja por su espalda haciendo que todos los poros de su piel se ericen en un estado de alerta que casi ya había olvidado. Sus pezones crecen bajo la fina tela que los cubre por encima del corpiño de cuero, y bajo el ajustado pantalón, puede sentir cómo se humedece el pequeño tanga de encaje... y aquel olor que tantos meses hacía que no percibía!!!. No había duda, otra presencia vampírica acababa de aparecer!!!.
Nerviosa y excitada, sigue el inconfundible rastro hasta descubrir la impactante figura de una congénere femenina que avanza decidida hacía ella, y en ese preciso instante, con el corazón a punto de salírsele por la boca, reconoce bajo el vaporoso vestido negro la impresionante imagen de Prista, su ama de cría, la que la había cuidado, amamantado y alimentado mientras su ocupado padre se encargaba de gobernar el Reino. Con ella aprendió todas las particularidades de su condición, suyo fue el primer sorbo de sangre que llegó a su boca, y con ella descubrió los placeres que su cuerpo le podía ofrecer.  Se convirtieron en hermanas de sangre, en confidentes, en amantes, y cuando Legna había aparecido, Prista había sido la cómplice perfecta para que aquel amor clandestino y prohibido hubiese sido posible... Y cómo no, cuando su relación fue descubierta, el hombro sobre el que llorar desconsoladamente... Hasta que la ira del Rey y su ansia de "justicia ejemplar" habían llevado a Legna a un desconocido confinamiento en cualquier parte del universo y a ella al destierro en el planeta Tierra, y aunque no pudo saber que tipo de castigo había tenido que sufrir, conociendo a su padre, podía imaginar la terrible penitencia que habría tenido que cumplir...
Y ahora esta aquí, a escasos centimetros, y puede sentir su excitación y sus ganas de abrazarla milésimas de segundo antes de que ambas se fundan en un abrazo en el que no hacen falta las palabras, seguido de apasionados besos y dulces caricias a través de las cuales puede sentir bajo la fina tela de vestido las profundas marcas que el látigo del verdugo había dejado en su espalda.
Muchas preguntas, mucho que contarse, pero no ahora. Lo que ambas querían era irse de allí y recuperar a solas todo el tiempo que llevaban separadas. Así que, tras despedirse de Bea prometiéndole una clara explicación en otro momento y calmar su amago de enfado con un tierno beso, Prista y ella vuelan de la mano sobre los tejados rumbo al apartamento del ático...

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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2 comentarios:

  1. Me agrada la forma que coge la historia, buena inserción de nuevos personajes.
    Genial como siempre.
    Sor luna.

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