sábado, 18 de julio de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (DECIMOQUINTA PARTE)

"Cuatro angustiadas mujeres caminando en silencio por solitarios parajes en la oscuridad de la noche, convirtiendo el recorrido en un doloroso sendero de lágrimas.
Conscientes de que no había marcha atrás, avanzaban bajo la tenue luz de la luna hacia el sagrado santuario en el centro del bosque preocupadas por el incierto futuro que les aguardaba.
Bega guiaba el grupo sin atreverse a volverse a mirarlas mientras pensaba en cómo reaccionarían los guardianes del bosque ante la prohibida presencia de tres humanas. Hacía un rato que había notado que ya vigilaban sus pasos a prudencial distancia, y por el momento no parecían interesados en detenerlas.
Sin más sobresaltos, llegaron por fin al gran tejo milenario en el centro del bosque. Una vez al abrigo de aquel árbol majestuoso, sin fuerzas para apreciar el imponente lugar en el que se encontraban, las tres chicas, agotadas por la caminata nocturna y por lo ocurrido, se acomodaron dándose calor entre ellas y se quedaron profundamente dormidas apoyadas en el enorme tronco. Cuando despertaron, la claridad del amanecer se filtraba entre el espeso ramaje y pudieron ver el pequeño grupo reunido alrededor de una fogata. Algo en su interior les hizo sentir que no debían acercarse, que sería mejor observar desde allí lo que estaba ocurriendo.
Bega estaba sentada junto a una mujer de pelo canoso e imagen deslumbrante. A su lado, un grandioso lobo de brillante pelo negro cuya presencia, a pesar de su impresionante tamaño, transmitía calma y seguridad. Completaba el grupo un tipo extraño y nervioso que parecía vestido con ramas y hojas, con una larga barba blanca que no paraba de fumar ansiosamente en una larga pipa. 
Las jóvenes permanecieron atentas tratando de escuchar, pero parecía que no había palabras, solo gestos y miradas entre ellos. Parecían entenderse y comunicarse sin falta de decir nada, y aunque el pequeño personaje verde se levantaba y movía a menudo de forma intranquila, los demás parecían sosegados y casi sonrientes.
Aquella especie de cónclave continuó durante un buen rato. Pero cuando el sol de la mañana entraba en el claro, se levantaron, y tras saludarse y despedirse cordialmente, dejaron a Bega sola y esta se giró hacia las chicas invitándolas a acercarse. En el fuego había una cafetera llena de un aromático café, y unas pequeñas cestas de mimbre llenas de frutas, nueces y avellanas las esperaban. Un delicioso desayuno para unas desfallecidas niñas a quienes aún no se les había quitado la cara de susto.
Bega saboreaba con calma una taza de café. Luego, mientras ellas daban cuenta del desayuno, encendió una pequeña pipa parecida a la del extraño e inquieto personaje, y pausadamente, como si las presiones, peligros y disgustos de los días anteriores ya no importaran, fue presentando entre bocanadas de humo a los personajes que habían formado parte de aquella reunión.
Comenzó por la dama de apariencia mística, Lúa, la hechicera mayor, reina de las brujas, hadas, xanas y demás seres mágicos del bosque, conectada con la madre tierra desde tiempos tan antiguos que escapaban a la memoria de los hombres.
Siguió hablando de Krull, rey de los árboles y plantas, señor de trasgos, duendes, enanos y todas las pequeñas criaturas que se movían entre ramas, arbustos y madrigueras.
Y por último, Legna, el enorme lobo negro, el macho alfa de la manada de guardianes protectores del bosque y sus habitantes.
En aquella urgente e improvisada reunión, tras algunas discusiones y recias opiniones, se había decidido que serían acogidas y protegidas en el santuario sagrado de la diosa Gaia. Así que podían estar tranquilas, allí estarían a salvo y nadie las molestaría. Pero había condiciones que no podían ser negociadas ni discutidas, tanto para ellas como para las criaturas que crecían en su interior, e incluso para Bega. Unas condiciones que iban a marcar el futuro y el destino de todas ellas y de aquellas que aún no habían nacido, algo que debían escuchar con atención antes de tomar una decisión tan importante.
Sus hijas nacerían a la medianoche de la siguiente luna de sangre. Lúa se encargaría de llevarlas ante Gaia y ella las acogería como sus ahijadas para llevarlas luego a la Fuente de los Neveros, la sagrada fuente donde serían bautizadas en una ceremonia ancestral que las haría convertirse en miembros del antiguo y casi olvidado linaje de los Dúnedain del Norte.
En ese mágico ritual, las tres recién nacidas recibirían los atributos y poderes que marcarían el resto de sus vidas y que las permitiría vivir entre el mundo espiritual del bosque y el terrenal mundo de los mortales. 
Bega permanecería junto a ellas durante el tiempo del embarazo, pero la misma noche de la ceremonia, sería acompañada por Legna al altar de la gran piedra del río, y allí, bajo la luz de la luna de sangre, se convertiría en la loba gris que guiaría la manada de lobos guardianes, dando así relevo a un cansado lobo negro que buscaba ya descansar de sus responsabilidades y comenzar a preparar su partida a través del sendero de las estrellas que le llevaría a un merecido y deseado reposo entre las nubes de las altas montañas del norte.
Y a la mañana siguiente, las tres jóvenes madres se despedirían de sus hijas para ser acompañadas al silencioso retiro del convento de clausura donde el voto de silencio les obligaría a no contar jamás lo ocurrido y vivido en aquel sagrado lugar apartado de las leyes de los hombres.
Habiendo terminado de relatarles las claras e indiscutibles condiciones, Bega se sirvió otra taza de café y les dijo que tenían dos días para pensar y tomar libremente una decisión. Ella ya tenía clara la suya, pero tanto ella como los demás, aceptarían y entenderían lo que ellas decidiesen. 
Rellenó la pipa y se quedó en silencio tras recomendarles que descansaran y que sopesasen con tranquilidad todas las posibles opciones..."

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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