viernes, 4 de marzo de 2022

RAYANDO LA PERFECCIÓN.

Imposible no enroscarse entre las sábanas tras despertar sintiendo todo su cuerpo deliciosamente dolorido por las inolvidables caricias que las incansables manos de su perverso y adorable amante le habían regalado una noche más.
Su piel volvía temblar si se detenía a saborear cada instante compartido en aquella cama de sábanas de seda que olían a sexo y sudor.
Igual que las noches anteriores, estaba sola y desnuda en una nueva habitación de hotel. Alargó la mano perezosamente para encontrar, como de costumbre, una delicada rosa sobre la almohada.
Ya no se sorprendía. Sabía perfectamente que él volvería a buscarla dentro de unas semanas. Otra lujosa habitación, otro hotel, quizás otra ciudad, pero idénticas condiciones y la misma forma de desaparecer. Nada de nombres, sin preguntas, solamente pecaminoso placer con entrega total de ambos. Horas en el paraíso de los sentidos gozando sin pudor al ser conducida con maestría a disfrutar de su esencia de mujer insaciable.
Nadie la había llevado nunca a semejante estado de lujuriosa excitación. Él le había descubierto un mundo desconocido que la hacía sentirse poderosa, deseada, atrevida, e incluso indecente, y no estaba dispuesta a dejar de compartir tan estremecedores encuentros.
Después de abandonar con un gran esfuerzo la cama, los chorros de agua caliente de la ducha volvieron a erizar toda su piel y la mente volvió al comienzo de la noche cuando él la desnudaba en el baño antes de meterla en la bañera y recorrer todo su cuerpo bajo la aromática y espumosa agua con la que la había llenado mientras la esperaba. A aquel recuerdo le siguieron todos los demás y el calor incendió de nuevo aquel sensible cuerpo que comenzó a reclamar caricias que calmaran el ardiente deseo que palpitaba entre sus temblorosas piernas.
Tras la morbosa y relajante ducha, se vistió y dejó la habitación con paso firme y decidido. Pasó por recepción sabiendo que él habría dejado todo solucionado, y con una brillante sonrisa dibujada en su cara, salió a la calle y encendió un cigarrillo dispuesta a enfrentarse de nuevo a la rutina diaria. Volvía a la realidad de la dolorosa espera de una nueva cita con aquel demonio seductor, pero ya había aprendido a vivir con ello.
Estaba totalmente convencida de que una noche entre sus brazos compensaba con creces todo lo demás. Rayaba todo la perfección, menos por esa fatídica ceguera que la acompañaba desde hace años que le impedía ponerle rostro a ese ardiente y diabólico amante que dominaba y poseía su cuerpo y su mente con una destreza y una pasión con la que ni siquiera se había atrevido jamás a soñar.

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

derechos reservados
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario