Susurros cerca del oído que anuncian los próximos movimientos de unas manos que buscan bajo la ropa esos rincones donde se aceleran los temblores y aumentan los gemidos.
Y cuando la ropa queda en el suelo de la habitación, ellos continúan pegados, abrazados, sintiéndose, gozando de esa excitación que se acelera sin que ninguno pueda o quiera detenerla.
Él disfruta de su sabrosa piel ardiente, y ella se estremece al sentirse recorrida por ese perverso demonio con alma de lobo que ha logrado despertar sus ganas de volver a sentirse hembra deseada.
Sin miedos, sin complejos, gozando de sus sudorosos cuerpos erizados hasta quedar exhaustos y extasiados, llenos el uno del otro, sin dejar de mirarse, sin dejar de tocarse, sintiéndose libres y completos en su universo privado, ese donde la única norma es saborear el placer de entregarse.
MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO
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