martes, 23 de junio de 2020

LA CABAÑA DE LA MOLINERA. (DECIMOTERCERA PARTE)

Abrir los ojos y descubrir la maravillosa imagen de su redondo culo a mi lado en la cama se convirtió en el mejor despertar de mi vida. No se había esfumado, seguía allí durmiendo plácidamente para regocijo de mis sentidos.
Me acurruqué contra ella, disfrutando del roce de aquella suave y cálida piel, con cuidado de no despertarla y así poder seguir gozando del delicioso regalo que los dioses habían metido en mi cama.
Cada vez más pegado a ella, embriagándome del olor de su cuerpo, mi excitación no tardó en tener vida propia y mis manos comenzaron a recorrerla. Sentí que su respiración se aceleraba al ritmo de mis caricias y noté como su espalda se arqueaba buscando hacerme sitio entre sus nalgas, y no pude más que aceptar aquella lujuriosa invitación.
Hicimos el amor lentamente, como si aún siguiéramos dormidos, en mitad de un ardiente sueño del que no queríamos despertar. Pero la angelical criatura que suspiraba delicadamente pronto dejó paso a la ansiosa loba en celo que jadeaba mientras me devoraba de manera insaciable para llevarme de nuevo al paraíso con cada embestida de sus caderas.
Una inolvidable manera de despertar que nos llevó a terminar exhaustos y hambrientos.
Una ducha rápida, y mientras ella terminaba en el baño, bajé a preparar tostadas, zumos y cafés para reponer fuerzas.
Poco después, Xana apareció radiante, envuelta en una toalla, y casi sin hablar, devoramos el desayuno entre cómplices miradas.
Afuera, tras la tormenta de la noche, una espesa niebla y una lluvia fina invitaban a pasar la tarde enroscados en una manta en el sofá para seguir con la historia de Bega. Así que, acomodada entre mis brazos, Xana continuó con el relato desde donde lo había dejado.
"La fiesta en la casona de los señores comenzó con una copiosa cena a base de todo tipo de manjares. Una cena que dejó impresionadas a tres jóvenes poco acostumbradas a tanto lujo y a tan exquisitos platos.
Terminado el banquete y después de recoger, limpiar y colocar todo, las muchachas se acercaron a la fiesta con ganas de bailar y disfrutar de un momento de merecida diversión tras un día de duro trabajo. Cansadas pero contentas por una jornada fuera de lo corriente y llena de momentos deslumbrantes e inolvidables.
Tres alegres chicas que pronto llamaron la atención del hijo de los señores y sus amigos de la capital. El punto perfecto para que la noche terminara por tener un toque mágico para ellas.
Bailaron, rieron, disfrutaron del momento, se divirtieron con alegría entre las galanterías de unos elegantes y atractivos chicos de la ciudad que se ofrecieron caballerosamente a acompañarlas cuando se hizo tarde y ellas decidieron volver a sus casas.
Pero las cosas no salieron como ellas pensaban. Y de no haber sido encontradas por Bega al amanecer, nunca hubieran llegado a la seguridad de sus hogares. 
Bega, en uno de sus habituales recorridos en busca de plantas y raíces para sus pócimas, se encontró de bruces con el dantesco espectáculo.
Tres hermosas e inocentes criaturas con la ropa desgarrada, molidas a golpes, violadas, ensangrentadas, inconscientes, apenas con un soplo de vida.
Tras atenderlas y arroparlas para protegerlas del frío de la mañana, corrió en busca de ayuda para ponerlas a salvo y curar sus maltratados cuerpos. Más tarde, cuando por fin lograron que ellas contaran lo ocurrido, fue la primera en querer ir a la casona en busca de aquellos salvajes, pero nadie en el pueblo se atrevió a seguirla, ni siquiera las familias de las muchachas... tenían miedo de las consecuencias de enfrentarse a los poderosos señores...
Pero Bega no pensaba en miedos ni en quedarse callada y a pesar de las súplicas de los vecinos, se dirigió a la casa de los señores dispuesta a pedir castigo para aquellos desalmados capaces de cometer tan cobardes e imperdonables actos.
Cuando se disponía a entrar en la finca que rodeaba la gran casa, descubrió que los señores, acompañados por el cura y dos empleados armados, la estaban esperando. Y no supuso ninguna sorpresa comprobar que negaban cualquier responsabilidad de su hijo y sus amigos y que no estaban dispuestos a permitir que se pusiera en duda su inocencia, y mucho menos por parte de una bruja adoradora de seres oscuros capaz de lo que fuera necesario para manchar el buen nombre de la buena gente creyente y respetuosa de Dios.
Enfurecida, pero consciente de que no tenía ninguna posibilidad, apretó los puños hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos y se giró para marcharse, no sin antes maldecir el lugar y a los que allí se encontraban. En el fuego de su mirada y en sus palabras quedaba claro que aquello no iba a quedar así, y se alejó recordándoles que tarde o temprano pagarían por aquel atroz crimen y que el dolor y el mal que habían causado les sería devuelto con creces".

Continuará...

MICHEL GARCÍA
LEGNA LOBO NEGRO

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